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CÓMO ES QUE SUCEDIÓ Luz y guillermo Marín 1

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CÓMO ES QUE SUCEDIÓ
<br>Luz y guillermo Marín 1


Durante los primeros 25 años de mi vida, el sistema educativo SEP/UNAM, el de mi propia familia y el círculo social, me enseñaron una “Historia de México” colonizada e hispanista, muy confusa, aburrida y lejana. Los griegos, los romanos y la revolución francesa estaban más cerca de mí.



CÓMO ES QUE SUCEDIÓ
<br>Luz y guillermo Marín 1


Este país surgió gracias al valor de un puñado de europeos que lucharon contra cientos de miles de aborígenes salvajes, caníbales e idólatras. Posteriormente, gracias a la presencia de piadosos religiosos, “medio se educó y civilizó a los indios”. Y por la “visión”, capacidad y trabajo de esforzados españoles se logró hacer producir la tierra y generar riqueza.

El origen de “mi cultura y mi país”, según lo enseñado por el sistema, era de hombres españoles y de la cultura occidental. Y la lucha se mantenía en el esfuerzo nacional de integrar a los mexicanos que no tenían “la cultura occidental” y por tal, eran pobres y generalmente belicosos insurrectos.

Fue hasta que viví dos años en Europa, que me di cuenta de que mis raíces más profundas, mi identidad más primigenia no estaba allá. No era que fuera superior o inferior a los españoles, lo que me di cuenta es que era totalmente diferente en “lo profundo y en lo esencial”.

Me di cuenta que había vivido perdido 25 años en un “laberinto de la desolación” de no saber en realidad quién era yo. Fue entonces que regresé en la búsqueda de mi “rostro propio y corazón verdadero” y empecé a buscar “la salida del laberinto”. “Aquel por quien se vive” en su designio inescrutable me mandó a Oaxaca, donde nací espiritualmente y desde entonces he quedado atrapado por la mágica fuerza telúrica de sus generosas montañas.

Gracias al trabajo cultural, a las vivencias con los pueblos y culturas indígenas, y desde luego, a “maestros” que me enseñaron a ver, sentir y comprender lo que la colonización no me permitía percibir de mí mismo y de “mi realidad” encontré a la Toltecáyotl. Tuve que vencer cinco siglos de ideología colonial, de mentiras infames y dolosas verdades a medias.

Descubrí entonces una increíble civilización que alcanzó grandes y profundos niveles de conocimientos a partir de una visión muy avanzada de la vida, el universo y su trascendencia en el plano espiritual. Donde el ser humano recibe la misión de colaborar con las fuerzas rectoras del universo para mantener el equilibrio y la armonía.

Una civilización con objetivos muy elevados, en donde la ciencia y la espiritualidad se unen como un par de opuestos complementarios para impulsar y trascender la vida, tanto en el plano personal, familiar y comunitario.

Y aquí viene el punto. Cómo fue posible que se perdiera la continuidad cultural de más de siete milenios y medio, en tan solo cinco siglos. Qué fue lo que nos sucedió qué perdimos el camino que durante siglos nuestros venerables maestros nos enseñaron.



Este país surgió gracias al valor de un puñado de europeos que lucharon contra cientos de miles de aborígenes salvajes, caníbales e idólatras. Posteriormente, gracias a la presencia de piadosos religiosos, “medio se educó y civilizó a los indios”. Y por la “visión”, capacidad y trabajo de esforzados españoles se logró hacer producir la tierra y generar riqueza.

El origen de “mi cultura y mi país”, según lo enseñado por el sistema, era de hombres españoles y de la cultura occidental. Y la lucha se mantenía en el esfuerzo nacional de integrar a los mexicanos que no tenían “la cultura occidental” y por tal, eran pobres y generalmente belicosos insurrectos.

Fue hasta que viví dos años en Europa, que me di cuenta de que mis raíces más profundas, mi identidad más primigenia no estaba allá. No era que fuera superior o inferior a los españoles, lo que me di cuenta es que era totalmente diferente en “lo profundo y en lo esencial”.

Me di cuenta que había vivido perdido 25 años en un “laberinto de la desolación” de no saber en realidad quién era yo. Fue entonces que regresé en la búsqueda de mi “rostro propio y corazón verdadero” y empecé a buscar “la salida del laberinto”. “Aquel por quien se vive” en su designio inescrutable me mandó a Oaxaca, donde nací espiritualmente y desde entonces he quedado atrapado por la mágica fuerza telúrica de sus generosas montañas.

Gracias al trabajo cultural, a las vivencias con los pueblos y culturas indígenas, y desde luego, a “maestros” que me enseñaron a ver, sentir y comprender lo que la colonización no me permitía percibir de mí mismo y de “mi realidad” encontré a la Toltecáyotl. Tuve que vencer cinco siglos de ideología colonial, de mentiras infames y dolosas verdades a medias.

Descubrí entonces una increíble civilización que alcanzó grandes y profundos niveles de conocimientos a partir de una visión muy avanzada de la vida, el universo y su trascendencia en el plano espiritual. Donde el ser humano recibe la misión de colaborar con las fuerzas rectoras del universo para mantener el equilibrio y la armonía.

Una civilización con objetivos muy elevados, en donde la ciencia y la espiritualidad se unen como un par de opuestos complementarios para impulsar y trascender la vida, tanto en el plano personal, familiar y comunitario.

Y aquí viene el punto. Cómo fue posible que se perdiera la continuidad cultural de más de siete milenios y medio, en tan solo cinco siglos. Qué fue lo que nos sucedió qué perdimos el camino que durante siglos nuestros venerables maestros nos enseñaron.

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