Ante el sombrío panorama arriba descrito, ¿qué, puede hacer el individuo? ¿Qué acciones debe emprender una persona cuando el mundo que la rodea está deshumanizado, las instituciones corrompidas y las personas completamente enajenadas? ¿A quién acudir cuando los políticos son maleantes, las iglesias se pervierten, la ciencia orienta su esfuerzo al proyecto vendible y los maestros espirituales son falsarios? ¿Cómo proceder cuando la honestidad y la rectitud resultan más bien obstáculos para “triunfar en sociedad” y la sed de dinero, el consumo compulsivo, el placer a ultranza, los vicios y la vulgaridad llenan todos los ámbitos de la vida?
¿Qué opciones le quedan a quien se resiste a aceptar una vida hueca y está consciente de la imposibilidad de que las cosas cambien mediante la intervención de las instituciones, las armas, los credos o los guías espirituales? ¿Qué pueden hacer quienes no están dispuestos a cerrar los ojos ante el despropósito ni a dejarse tragar por la vorágine desquiciante y enajenante del mundo que los rodea, ni están dispuestos a ser "borregos" de algún rebaño o algún “iluminado”?
Cuando los pueblos atraviesan graves turbulencias, generalmente echan mano de sus recursos más celosamente atesorados. Un buen ejemplo de ello es cuando la Europa medieval cayó en profunda crisis, hundiéndose en el oscurantismo, donde parecía no haber caminos y sería imposible salir adelante. Los individuos más preparados voltearon atrás para extraer recursos de su mejor pasado: la cultura grecolatina. Esta fue la pauta para salir adelante. Los europeos de finales de la Edad Media tomaron inspiración en los valores de sus antepasados, más no para reproducir su estilo de vida. No intentaron reconstruir la Acrópolis, el Partenón, el Platino o el Coliseo, sino retomaron los valores y principios sobre los que se hubieron cimentado aquellas culturas, para edificar con ellos su futuro.
Al recuperar los valores antiguos, los europeos se revitalizaron pudiendo dar el gran salto para superar la oscuridad y dar cauce al periodo más luminoso de su historia: El Renacimiento. Este representó auténticamente la edad de oro de Europa. Vemos pues que recurriendo a lo mejor del pasado y aplicándolo a su realidad actual, los europeos pudieron superar la crisis de ese momento histórico.
La propuesta del presente ensayo es que los mexicanos llevemos a cabo lo mismo, revisemos nuestro pasado más augusto, que en su momento nos colocó entre las civilizaciones más extraordinarias de la humanidad, para traer sus frutos al momento actual. Que conozcamos en profundidad los valores y principios que permitieron a la cultura tolteca gozar de más de mil años de progreso y esplendor -que constituyeron la época dorada del Anáhuac- para enriquecer con ello el presente de México.
Si los europeos lo lograron, ¿cómo lo hicieron? Y si ellos se superaron, ¿qué impediría que los mexicanos alcanzáramos lo mismo? ¿Acaso a alguien le conviene que los mexicanos no conozcamos nuestro verdadero pasado, y dejemos atrás de una vez por todas la trágica historia de conquistadores y sojuzgados? ¿Hay alguna razón para que nos hayan educado en la ignorancia y desprecio de lo "propio nuestro", como extranjeros en nuestra propia tierra? ¿Quiénes han sacado provecho de que los mexicanos perdamos nuestra memoria histórica y nuestra identidad cultural? ¿Quiénes han lucrado con que durante cinco siglos hayamos permanecido sumisos, impotentes, inseguros, frustrados, resentidos? ¿Quiénes se han beneficiado de que nos avergoncemos de nuestra propia cultura y despreciemos nuestras raíces indígenas a favor de lo extranjero, a pesar de que éstos siempre nos han explotado y despreciado?
Por qué no recurrir a nuestro pasado más egregio para inspirarnos en él y convertirnos en los “Guerreros de la Muerte Florecida" del tercer milenio. Por qué no acercarnos a la Toltecáyotl y abrevar de su sabiduría para enfrentar los desafíos de los turbulentos tiempos que nos ha tocado vivir. Por qué no retomar los valores y principios con los que se construyeron Monte Albán, Teotihuacán, Tajín, Palenque, y con ellos luchar por transformar nuestro mundo actual. Por qué no arrebatar la historia oficial a los investigadores y autoridades - “los vencedores”- y dar cauce a la historia profunda de “los vencidos”, que es “la propia nuestra".
Por qué, sí de todas maneras vamos a ser sojuzgados y eliminados por el imperio de los mercaderes, no morir luchando como guerreros del espíritu, con los pies en la tierra y la mirada puesta en el infinito. ¿No somos acaso los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas? ¿No corre por cierto en nuestras venas la sangre de los valientes guerreros tigres y águilas, que libraron valientemente sus impresionantes “batallas floridas" y templaron sus armas de "flor y canto" para hacer "florecer sus corazones" con qué forjarse "un rostro propio y un corazón verdadero"? ¿No acaso somos hijos de la Madre Tonantzin Guadalupe? ¿Qué podemos temer?
Por qué no atrevernos a desmantelar el colonialismo cultural y el vasallaje espiritual que nos oprime. Por qué continuar prestando oídos a las voces que se yerguen con pretendida autoridad científica, que niegan el profundo valor de la civilización vencida y, henchidos de soberbia, desvinculan la cultura mexicana de su sustrato indígena, porfiando ignorante y neciamente en la occidentalización de nuestra estirpe.
El desafío del guerrero implica, entre otras cosas, desplazar y erradicar tan onerosa colonización ideológica. Involucra el esfuerzo por desentrañar nuestro verdadero pasado, haciendo escrutinio de los textos oficiales para desenterrar el conocimiento tolteca escatimado.
Para ello es preciso reinterpretar los textos a partir de los registros históricos del primer cronista y relator de la versión oficial de nuestra historia, Hernán Cortés, cuyas relaciones datadas de 1519 han sido tomadas desde entonces como fuente fidedigna para comprender nuestro pasado y a nuestros ancestros.
El desafío implica asimismo ponderar el conocimiento, transmitido por vía oral, de aquellos sabios que, no sabiendo leer ni escribir, son los portadores invaluables del pensamiento de los Viejos Abuelos. Devenir guerreros implica, pues, escuchar la voz sutil del México profundo, el registro vernáculo del devenir de nuestra propia conciencia para, revalorando nuestras raíces esenciales, forjarnos un rostro propio y un corazón verdadero.
Educayotl AC. Educar para el futuro con la sabiduría del pasado. No podemos salir del calabozo de la colonización con los valores y la narrativa de los carceleros. Descolonizar es dignificar.
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