Ya para el siglo XIX, los mercaderes daban el golpe mortal de su carrera economicista, embistiendo frontalmente contra los reinos y los imperios, primero en "el viejo continente" y después en el resto del mundo. En Europa fue Napoleón el ariete que los derrocó. Los estados nación suplirán a los reinos e imperios, expandiendo las "democracias" a través de sus cañoneras por todo el mundo, a principios del siglo XX. La consigna política es "liberar" a los pueblos de las primitivas y retardatarias monarquías, lo mismo en Europa, que, en África, en Asia o América. La realidad fehaciente es que las nuevas naciones serán divisiones territoriales del Mercado, en donde se expandirá a plenitud la "libertad económica". La estrategia ideológica del poder intentará suplir la identidad cultural de los pueblos, por un nuevo concepto socio-económico-político: la identidad nacional. La lucha se vuelva bajo este concepto hacia la conquista de nuevas colonias y, desde luego, mayores mercados: la construcción del nuevo orden tomó viento en popa.
Sin embargo, la propuesta "materialista" se dividió en dos grandes vertientes, en el siglo XX: una que busca el desarrollo material de los pueblos a través de la rectoría del Estado, y otra que procura el desarrollo material de los pueblos bajo la regencia del Mercado. Por caminos diferentes, las dos persiguen el mismo fin; no siendo antagónicas sino complementarias, intentan apoderarse de los pueblos existentes en el globo. El poder militar, tecnológico e industrial, permitió a ambas lograr sus objetivos de expansión, dominio y explotación de los pueblos del mundo, con algunas guerras "calientes y frías" de por medio, hasta que finalmente vencieron las formidables fuerzas del Mercado.
Los mercaderes lograron transfigurar el milenario orden mundial a sangre y fuego, presiones y estrategias de mercadeo de todo tipo, hasta lograr imponer el primado del nuevo orden, un orden: donde la materia venció al Espíritu, la “democracia” acabó con la nobleza humana, la ciencia se sobrepuso a la sabiduría, la modernidad le ganó a la tradición, el hombre económico venció al hombre espiritual, la tecnología derrocó a la religión, el Mercado se impuso al Estado. El ejemplo más dramático y temible de esto último, es el mandato del narcotráfico por encima de -y aun confabulado con- las fuerzas estatales.
La instauración de la libertad económica y la propiedad privada primero, así como el capitalismo salvaje, el neoliberalismo económico y la globalización después, han consolidado el triunfo absoluto de los mercaderes, el que llamo "culto al Becerro de Oro", en el siglo XXI. En los albores del tercer milenio, quienes se opongan a los designios de los mercaderes serán señalados como "terroristas" y recibirán la embestida bélica por parte de la maquinaria de guerra, más poderosa y sofisticada que jamás haya existido, capaz de terminar literalmente con el globo terráqueo en unas semanas. Si se piensa bien, es de quitar el aliento.
En suma, en quinientos años, los mercaderes impusieron su orden y se apoderaron del globo terráqueo. No más de quinientas personas, familias o empresas poseen casi todo el potencial financiero de la tierra. No dan la cara, no dan nombres, carecen de bandera, de nacionalidad, de ideal; no asumen ninguna responsabilidad social o histórica, tan solo tienen intereses. Sus capitales viajan instantáneamente por las redes informáticas, siguiendo el curso del sol. Su influjo se siente a través de instituciones supranacionales que las representan como el Banco Mundial, El Fondo Monetario Internacional, La Organización Mundial de Comercio, e incluso las Naciones Unidas. Los dirigentes de casi todas las naciones resultan simples "gerentes departamentales" bajo el peso de tan colosal fuerza económica.
Las abrumadoras fuerzas de la nada ahora lo tienen todo... o casi todo.
Educayotl AC. Educar para el futuro con la sabiduría del pasado. No podemos salir del calabozo de la colonización con los valores y la narrativa de los carceleros. Descolonizar es dignificar.
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