La historia del inicio de la guerra de invasión
La invasión del Anáhuac, auspiciada por los intereses de los banqueros venecianos y las jerarquías del Vaticano, inicia con la Batalla de Tenochtitlán, dirigida estratégicamente por Malinche, comandada militarmente por Ixtlilxóchitl y encabezada por Cortés, como embajador de Quetzalcóatl de acuerdo con la estrategia planeada por Malinche.
A la caída de Tenochtitlán los ejércitos nahuas de uno y otro bando, que se enfrentaron en la batalla, se unifican según sus usos y costumbres, y comandados por algunos filibusteros castellanos inician la invasión del Anahuac. Por ejemplo, a Oaxaca en diciembre de 1521, llegan contingentes militares de xochimilcas, tlaxcaltecas, mexicas y chapultepecas, acompañados por un puñado de castellanos comandados por Sandoval, quien fue enviado por Cortés.
La invasión al Anahuac inicia el 13 de agosto y de manera excéntrica parte de la Ciudad de México hacía el Sur, Sureste y Norte del Anahuac. Fue una lucha de pueblos nahuas del Altiplano en contra de todos los pueblos que vivían desde milenios atrás en estas tierras, gozando de una unidad diversificada en la pluralidad de la Toltecayotl.
Unos pueblos prefirieron unirse a los filibusteros castellanos y sus poderosos guerreros nahuas, que luchar contra ellos. Otros, como los mayas de la península de Yucatán, se mantuvieron en guerra permanente de resistencia hasta 1697. Los violentos estallidos sociales de los pueblos anahuacas han sido permanentes y constantes, de menor dimensión o hasta regionales como la llamada Guerra del Mixtón de 1532 a 1541, que fue una rebelión de varios pueblos del centro del Virreinato encabezados por el pueblo cascan. En estos quinientos años de invasión-ocupación, los pueblos anahuacas se han resistido cultural y militarmente, debido a los abusos e injusticias de los gachupines, criollos y extranjeros. Nunca ha existido una pax augusta en el Anáhuac desde la invasión europea.
Las traiciones a los pueblos anahuacas
Después de tres siglos de abusos, injusticias y exclusión, y gracias a la resistencia y apropiaciones culturales para mantener el rostro propio y el corazón verdadero, los pueblos anahuacas llegan, en medio de un abigarrado sincretismo, a participar en el estallido social de los criollos en contra de sus parientes los gachupines, que en tres siglos de Colonia los habían excluido del poder económico, político, militar y religioso.
Los criollos encabezados por Hidalgo y Allende, los invitan a la lucha en contra de la opresión de los gachupines y la corona, prometiéndoles con la victoria la restitución de sus derechos y la posesión ancestral de sus tierras.
Los anahuacas para inicio del siglo XIX en el Virreinato de la Nueva España, representaban aproximadamente el 85% de la población. Monolingües y analfabetos, totalmente explotados, pero habían podido mantener en la semiclandestinidad los idiomas, usos y costumbres de sus culturas ancestrales. Los anahuacas decidieron sumarse a la lucha del cura y el militar, para después de ser carne de cañón en sus pugnas por el poder, fueran traicionados con el Abrazo de Acatempan, donde criollos y gachupines, deciden hacer las paces y crear un país, en donde ellos, estaban totalmente excluidos, quedando en las mismas circunstancias de once años atrás. Para ellos la caída del virreinato no significó cambio alguno en sus míseras condiciones de vida.
Educayotl AC. Educar para el futuro con la sabiduría del pasado. No se puede salir del calabozo de la colonización con las ideas de los carceleros, necesitamos una nueva narrativa de la historia. La propia-nuestra.
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