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LA TELEVISIÓN Y SU IMPACTO EN EL MEDIO AMBIENTE

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Los procesos modernizadores, la globalización, las nuevas tecnologías, las comunicaciones y en especial la televisión han contribuido en los últimos cincuenta años a la desintegración familiar. Oaxaca no ha escapado a este fenómeno.

 

En efecto, la televisión comercial ha saturado su programación con series norteamericanas, desbordadas de violencia, individualismo, competitividad y una sexualidad embrutecida. En estos programas se están importando del vecino país del Norte, costumbres, vicios y tendencias sociales que atentan contra las tradicionales formas de la educación familiar y los principios sociales que han regido por años a la sociedad mexicana y que representan una forma de entender el mundo y la vida.

 

Esta penetración cultural no respeta ni edades, ni sexos o estratos sociales. Exalta normas antisociales de conducta alienta la violencia callejera, los delitos patrimoniales, los asesinatos, la violencia intrafamiliar y las relaciones disfuncionales. La televisión comercial es una gran escuela de las conductas antisociales, que mantiene “bombardeado” al espectador con mensajes subliminales de consumo y alienta el individualismo y a la violencia social.

 

De esta forma la televisión comercial en los últimos años ha deformado la consciencia social. Se ha hecho de los noticieros una página roja a todo color, en vivo, duro y en directo se presentan, sin el menor pudor; cadáveres, personas heridas o en disputas verbales. La televisión comercial alienta el morbo y el embrutecimiento de los telespectadores, pasando cada día escenas más y más fuertes, para asombrar al, ya insensible espectador.

 

Los patrones de conducta de la mayoría de las personas, están directa o indirectamente influidos por la televisión, que es el medio que llega más profundo, pues llega al inconsciente. La televisión comercial mexicana por otra parte es extremadamente racista y colonizadora. En los comerciales y en los programas de animación, sólo se ven personas blancas, especialmente rubios, que están muy lejos de ser el patrón del fenotipo del país. Los morenos están excluidos de la televisión comercial y si acaso se les llega a ver, es en blanco y negro y para anuncios de asistencia social.

 

Pero especialmente la televisión comercial ataca despiadadamente a los niños. En efecto, existe una perversa estrategia que fomenta la enajenación y el embrutecimiento de los niños mexicanos. Una programación infantil creada por ancianos, como en el caso de “Chavelo”, que induce desde la temprana edad a los niños al consumo de alimentos y golosinas chatarras, así como juguetes de importación extremadamente caros y en muchas ocasiones perjudiciales para su salud mental y física. Programas en que tratan a los niños como retrasados mentales y los manipulan sin la menor ética y respeto a sus personas. Los programas infantiles de la televisión comercial utilizan y embrutecen a la niñez mexicana.

 

Los programas “para adultos” que pasan en horas inapropiadas, explotan la morbosidad y exaltan la bajeza humana. Su humor es de mal gusto e inclusive, a falta de inteligencia y creatividad, caen en lo bizarro y denigrante. La sexualidad y el erotismo, expresiones sublimes de la sensibilidad y la percepción humana, son transgredidos y vejados, llegando hasta los terrenos de lo inmoral y lo obsceno.

 

Otro aspecto negativo de la televisión comercial son los mega espectáculos, sean estos artísticos o deportivos, pues son usados como medios para alentar el alcoholismo y el tabaquismo. Las grandes transmisiones internacionales, deportivas o del espectáculo, son utilizadas por las empresas transnacionales para fortalecer sus mercados de consumo, que generalmente son de productos nocivos, chatarra o suntuarios.

 

La televisión ha sido uno de los inventos más importantes del siglo XX. Con la televisión se puede lo mismo enaltecer y concientizar que, denigrar y embrutecer a los seres humanos. La televisión puede ser un factor de desarrollo y evolución que, un factor de estancamiento y retraso. Sin embargo, la televisión comercial no tiene limites, ni fronteras; no tiene ética, sólo tiene “raiting” y es un negocio impersonal. La desmedida ambición por la rentabilidad diluye las conciencias y las responsabilidades sociales.

 

Toca entonces la responsabilidad de seleccionar y dirigir la programación que entra al hogar a los padres y a los adultos. Los padres de familia no pueden dejar la altísima responsabilidad, de dejar entrar a lo más íntimo del ceno familiar, mensajes que atenten contra el desarrollo y formación de valores morales y éticos de los niños y jóvenes. Los padres tienen una responsabilidad cotidiana frente a la televisión comercial. Los jóvenes están frente a un gran desafío, no se pueden sustraer a los mensajes y la información que diariamente se transmite por la televisión comercial, pero si pueden mantener una actitud crítica y analítica, que les permita desmantelar y desechar conscientemente los mensajes subliminales y la exaltación de mensajes, modelos y actitudes, contrarias a la educación familiar y a la tradición cultural de su comunidad.

 

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