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OBSERVADORES DEL CIELO EN EL MEXICO ANTIGUO. Libro (Fragmento)

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OBSERVADORES DEL CIELO EN EL MEXICO ANTIGUO. Libro
<br>(Fragmento)
1. INTRODUCCIÓN: LA ARQUEOASTRONOMÍA y SUS COMPONENTES
La astronomía maya es demasiado importante para abandonar-
la a los astrónomos.
SIR ERIC THOMPSON (1974, p. 97)
TODAS LAS CMUZACIONES en desarrollo muestran cierta reverencia por el cielo y su contenido. El movimiento cíclico del' Sol, la Luna, los planetas y las estrellas representa un tipo de perfección inalcanzable para los mortales. El acaecimiento regular de la salida del Sol y del ocaso lunar daba a los antiguos algo seguro y ordenado, un pilar estable en donde anclar sus pensamientos.

En la actualidad ya no precisamos de la astronomía práctica en la vida cotidiana.
A diferencia de nuestros antepasados, pasamos la mayor parte del tiempo en un clima artificial de iluminación regulada: estamos casi totalmente desvinculados del entorno natural. La tecnología ha creado un telón de fondo artificial ante el cual representamos nuestras vidas. Se ha desvanecido toda necesidad que antaño tuvimos de observar cuidadosamente los fenómenos celestes. ¿Quién sabe a qué hora salió hoy el Sol o conoce la fase actual de la Luna? Los relojes mediante los cuales medimos el ritmo de nuestras actividades cotidianas nos dan una imagen deformada del modo en que los espacios temporales estimados dependen de las circunstancias que se revelan en el cielo.

OBSERVADORES DEL CIELO EN EL MEXICO ANTIGUO. Libro
<br>(Fragmento)

Aunque tratemos de hacerlo, en realidad nos es imposible apreciar el grado en que
el espíritu de los antiguos se preocupaba por el seguimiento de los astros. La ciencia y
la tecnología modernas nos han despojado de cualquier sensibilidad verdadera ante la
naturaleza y de la relación que guardaban nuestros antepasados con el cosmos. El cielo
se vinculaba a casi todos los aspectos de su cultura; por consiguiente, encontramos a
la astronomía antigua entretejida con el mito, la religión y la astrología. Tanto confiaban
los antiguos en el Sol y la Luna que los deificaron. Representaciones de estos luminares

como objetos de adoración adornaban sus templos y se les simbolizaba en la escultu-
ra y otras obras de arte. Los antiguos seguían al dios del Sol adondequiera que fuese,

señalando su aparición y su desaparición con gran meticulosidad. Su regreso a cierto
punto del horizonte les decía cuándo sembrar, cuándo inundaría el río sus riberas o

cuándo llegaría la época de los monzones. La siembra y la recolección se podían re-
gular por los fenómenos celestes. Los días de celebración y festividad importantes se

podían señalar de manera efectiva valiéndose del calendario celeste. Dotados de cono-
13

14 LA ARQUEOAS1~O~m.1Í - y SUS COMPONENTES
cimientos matemáticos y de un método para llevar registros, los antiguos podían afinar
y ampliar su conocimiento de la astronomía posicional. Al cabo de varias generaciones,

con la ventaja de un registro "escrito" pudieron aprender a predecir fenómenos celes-
tes, como los eclipses, con mucha anticipación. ¡Qué gran ventaja no tendría la elite

sobre sus seguidores con aquel acervo de conocimientos en su repertorio!

Continuamente nos asombramos ante las realizaciones al parecer imposibles de nues-
tros lejanos antepasados: ¿cómo levantaron las grandes pirámides, las estatuas de la Isla

de Pascua o las enormes cabezas olmecas, ¿y cómo desarrollaron un calendario tan

preciso? Incrédulos, algunos nos volvemos hacia guardianes de zoológico extraterres-
tres en busca de la fuente de la sabiduría y la habilidad antiguas. De acuerdo con una

versión ,popular, "en el pasado abundaron dioses desconocidos que visitaron la Tierra
primitiva en naves espaciales tripuladas. En la antigüedad se produjeron realizaciones

técnicas increíbles. Hay un cúmulo de conocimientos que en la actualidad tan sólo he-
mos redescubierto parcialmente" (Daniken, 1971, p. VII).

Aunque esto último sea sustancialmente cierto, la idea se expresa por la total igno-
rancia de las costumbres de los pueblos antiguos. Una de las metas de nuestra obra será

demostrar que las complejas realizaciones astronómicas y matemáticas de los pobla-
dores de la antigua Mesoamérica fueron consecuencia lógica del desarrollo evolutivo

de una civilización que adoró intensamente los cielos y vinculó resueltamente los fe-
nómenos que veía en el entorno celeste con el devenir de las cosas humanas.

Como los antiguos desplegaban considerables esfuerzos para rendir tributo a sus dei-
dades celestes, no debería sorprendernos que, en muchos casos, los principios astro-
nómicos desempeñaran una función en el diseño de los centros ceremoniales en que

adoraron a sus dioses. Stonehenge quizás sea el ejemplo más famoso de una estructu-
ra antigua que, según se cree, tuvo una función astronómica. En 1964, el astrónomo

Gerald Hawkins escribió Stonehenge Decoded (Stonehenge descifrado) y con ello rea-
vivó una idea popularizada a fines del siglo XIX por sir Norman Lockyer ([1894] 1964).

Hawkins formuló la hipótesis de que los megalitos, erguidos desde hace 5 000 años en
la planicie del sur de la Gran Bretaña, constituían un calendario de piedra en el que
cada componente estaba colocado de manera deliberada y precisa para que se alineara
con fenómenos astronómicos que tenían lugar en el horizonte local. Desde entonces,
trabajos detallados (Alexander Thom, 1967, 1971) y síntesis culturales (Euan MacKie,

1977; CliveRuggles, 1999; Rodney Castleden, 1987, y Aveni, 1997) han ayudado a con-
solidar la base de nuestra comprensión de la astronomía megalítica antigua como parte

de un registro no escrito del logro astronómico.
Al debate sobre Stonehenge debemos el resurgimiento del interés por el campo
interdisciplinario de la astroarqueología, término acuñado por Hawkins (1966) a fin de
incluir el estudio de los principios astronómicos empleados en las obras arquitectóni-

LAARQUEOASTRONOMÍA y SUS COMPONENTES 15

cas antiguas y la elaboración de una metodología para la obtención y el análisis cuan-
titativo de datos sobre alineamientos astronómicos. Un término alternativo, el de "ar-
queoastronomía", incluye el estudio del alcance y la práctica de la astronomía en las

civilizaciones antiguas. Su definición concuerda con la disciplina que los clásicos lla-
man "historia de la astronomía", salvo en que tradicionalmente ésta ha tratado de la

sociedad occidental culta y se centra en gran parte en el análisis de esquemas de nota-
ción al estilo occidental (esto es, escrituras antiguas, jeroglíficos egipcios, tablillas cu-
neiformes). Hallándose un poco menos confinada por la tradición y con frecuencia en

desventaja por la parquedad de un registro escrito, la arqueoastronomía se ha desarro-
llado como una interdisciplina más general que trabaja con testimonios tanto escritos

como arqueológicos e iconográficos. Por consiguiente, con frecuencia se entremezclan
estudios de simbolismo y precisión astronómica.

Aunque se haya prestado gran atención a los sitios megalíticos de Europa, ha surgi-
do un marcado interés por el estudio del papel de la astronomía en la planeación arqui-
tectónica en otras partes del mundo, particularmente en América. En el Altiplano de

México, el proyecto del gran centro ceremonial de Teotihuacan parece haberse orga-
nizado para armonizar con las posiciones del Sol y de varias estrellas fundamentales.

También se han descubierto orientaciones astronómicas en el territorio maya de la Pe-
nínsula de Yucatán. Las llamadas estructuras. del Grupo E de Uaxactún, Guatemala,

son el prototipo de una serie de puestos de observación del Sol hallados en la región.
El Caracol de Chichén Itzá, en Yucatán, un observatorio en forma de torre redonda,
incorpora tubos de observación horizontales dirigidos hacia posiciones de importancia
astronómica.

Tomado de: https://drive.google.com/file/d/1Y87CUr0OQsJlfBTGveaAiE3dZP3IKjS0/view?fbclid=IwAR2DHkdDCfnO_U8wuM-4qL42IWdE1getoGNHCwL09xVv08LAtYwKBIw45AA

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