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Aimé Césaire: Carta a Maurice Thorez

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Aimé Césaire: Carta a Maurice Thorez
Carta a Maurice Thorez
A Maurice Thorez
Secretario General del Partido Comunista Frances Maurice Thorez,

Me seria facil articular una larga lista de quejas o de desacuerdos tanto respecto al Partido Comunista Frances como respecto al comunismo internacional patroci- nado por la Union Sovietica.

La cosecha ha sido particularmente abundante en estos ultimos tiempos y las revelaciones de Kruchev sobre Stalin son tales que han sumergido, o por lo menos asi lo espero, a todos aquellos que han participado de algiin modo en la accion comunista en un abismo de estupor, dolor y vergiienza.

Si, nada prevalecera contra estos muertos, contra estos torturados, contra estas victimas de suplicios; ni las rehabilitaciones postumas, ni los funerales nacionales, ni los discursos oficiales. Ellos no son de esos cuyo espectro se con jura mediante alguna frase mecanica.

De ahora en adelante, su rostro aparecera en filigrana en la pasta misma del sis- tema como la obsesion de nuestra derrota y de nuestra humillacion.

Y por supuesto, no sera la actitud del Partido Comunista Frances mostrada en su XIV Congreso, actitud que parece haber sido dictada ante todo por la irrisoria preocupacion de sus dirigentes por no perder su prestigio, la que permitira disipar el malestar y lograra que una herida deje de ulcerarse y sangrar en lo mas prof undo de nuestras conciencias.

Aimé Césaire: Carta a Maurice ThorezLos hechos estan ahi, rotundos.

Cito en desorden: las precisiones dadas por Kruchev sobre los metodos de Stalin; la verdadera naturaleza de las relaciones entre el poder del Estado y la clase obrera en demasiadas democracias populares, que nos hacen creer en la existencia de un verda- dero capitalismo de Estado en estos paises, que explota a la clase obrera de manera no muy distinta a la que se estila en los paises capitalistas; la conception generalmente acep- tada en los partidos comunistas de tipo estalinista de las relaciones entre los Estados y los partidos hermanos, y para muestra de ella la carretada de injurias volcadas durante cinco anos sobre Yugoslavia, culpable de haber afirmado su voluntad de independen- cia; la falta de signos positivos que muestren la voluntad del Partido Comunista Ruso y del Estado sovietico de conceder su independencia a los demas partidos comunistas y a los demas Estados socialistas; o bien, la falta de prisa de los partidos no rusos, y parti- cularmente del Partido Comunista Frances, para apropiarse de esta oferta y afirmar su independencia respecto a Rusia; todo esto nos autoriza a decir que -excepto en Yugos- lavia- en numerosos paises de Europa, y en nombre del socialismo, burocracias separa- das del pueblo, burocracias usurpadoras de las cuales se ha probado actualmente que no hay nada que esperar, han logrado el lamentable prodigio de transformar en pesadi- 11a lo que durante largo tiempo la humanidad acaricio como un sueno: el socialismo.

Respecto al Partido Comunista Frances, como no estar impactados por su repug- nancia a comprometerse en las vias de la desestalinizacion; por su mala voluntad a la hora de condenar a Stalin y los metodos que lo han llevado al crimen; por su inalte- rable satisfaction de si mismo; por su rechazo a renunciar por su parte a los metodos antidemocraticos caros a Stalin; en fin, por todo aquello que nos autoriza para hablar de un estalinismo f ranees que tiene mayor perduracion que Stalin mismo y que, se puede conjeturar, habria producido en Francia los mismo efectos catastroficos que en Rusia, si el azar hubiese permitido que en Francia se instalase en el poder.

¿Cómo callar aqui nuestra deception?

Es muy cierto que al dia siguiente del informe Kruchev nos resquebrajamos de esperanza.

Esperabamos del Partido Comunista Frances una autocritica honesta; una falta de solidaridad con el crimen que lo disculpara; no una renegacion, sino un nuevo y solemne punto de partida; algo asi como el Partido Comunista fundado una segun- da vez. . . Por el contrario, en El Havre solo hemos visto terquedad en el error, per- severancia en la mentira, absurda pretension de no haberse equivocado nunca; en resumen, una incapacidad senil en pontifices mas pontificadores que nunca, para desprenderse de si mismos y asi elevarse al nivel del acontecimiento, y todas las argucias pueriles de un orgullo sacerdotal acorralado.

Pero vamos! Todos los partidos comunistas cambian. Italia. Polonia. Hungria. China. Y el partido frances, en medio del torbellino general, se contempla a si mismo y se declara satisfecho. Nunca tuve tanta conciencia de un tal retardo histo- rico afligiendo a un gran pueblo...

Pero por mas grave que sea esta queja -suficiente en si misma como fracaso de un ideal y como ilustracion patetica de la derrota de toda una generacion- quiero anadir un numero de consideraciones relacionadas con mi caracteristica de hombre de color.

Digamoslo en una sola palabra: a la luz de los acontecimientos (y tras reflexio- nar sobre las practicas vergonzosas del antisemitismo que han tenido lugar y conti- nuan, parece, teniendo todavia lugar en paises que se reclaman del socialismo), he adquirido la conviccion de que nuestros caminos y aquellos del comunismo, tal como ha sido puesto en practica, pura y simplemente no coinciden; pura y simplemente no pueden coincidir.

Un hecho capital a mis ojos es el siguiente: que nosotros, hombres de color, en este preciso momento de la evolucion historica, hemos tornado posesion, en nues- tra conciencia, de todo el campo de nuestra singularidad y estamos listos para asu- mir en todos los pianos y en todos los dominios las responsabilidades que se deri- van de esta toma de conciencia.

Singularidad de nuestra «situacion en el mundo» que no se confunde con ninguna otra. Singularidad de nuestros problemas que no se reducen a ningun otro problema. Singularidad de nuestra historia jalonada por avatares terribles que solo le pertenecen a ella. Singularidad de nuestra cultura que deseamos vivir de manera cada vez mas real.

iQue resulta de ello, entonces, sino constatar que nuestros caminos hacia el por- venir, digo, todos nuestros caminos, tanto el camino politico como el camino cul- tural, no estan trazados de antemano, que estan por descubrir y que los afanes de este descubrimiento solo nos conciernen a nosotros?

Basta decir que estamos convencidos de que nuestras cuestiones, o si se quiere, la cuestion colonial, no puede ser tratada como una parte de un conjunto mas importante, una parte sobre la cual otros podran transigir o dejar pasar tal com- promise que les parecera justo dejar pasar, considerando una situacion general que solo ellos podran apreciar.

(Es obvio que aqui hago alusion al voto del Partido Comunista Frances sobre Argelia, voto por el cual el partido concedia plenos poderes al gobierno de Guy Mollet Lacoste para que aplicase su politica en Africa del Norte, eventualidad res- pecto a la cual no tenemos ninguna garantia de que no pueda volver a repetirse.)

En todo caso, es incuestionable que nuestra lucha, la lucha de los pueblos colo- nizados contra el colonialismo, la lucha de los pueblos de color contra el racismo, es mucho mas compleja, es, a mi juicio, de una naturaleza muy distinta a la lucha del obrero frances contra el capitalismo frances y de ningun modo podria ser con- siderada como una parte, como un fragmento de esta lucha.

A menudo me he formulado la pregunta de saber si en sociedades como las nues- tras, rurales como son, sociedades de campesinado, donde la clase obrera es mfima y donde, por el contrario, las clases medias tienen una importancia politica desmesu- rada en relacion con su importancia numerica real, si en el contexto actual las condi- ciones politicas y sociales permitian una accion eficaz de organizaciones comunistas actuando de forma aislada (y con mayor razon organizaciones comunistas federadas o adheridas al partido comunista de la metropoli), y si en lugar de rechazar a priori y en nombre de una ideologia exclusiva hombres honestos pese a todo y fundamental- mente anticolonialistas, no existiria, por el contrario, la posibilidad de encontrar una forma de organizacion lo mas amplia y flexible posible, una forma de organizacion susceptible de impulsar al mayor numero de personas mas que de enrolar a un pequeno numero de ellas en una organizacion autoritaria. Una forma de organizacion en la que los marxistas ya no estarian sofocados, sino que desempenarian, por el con- trario, su papel de levadura, de inspiradores, de orientadores, y no el papel que desempenan en este momento, objetivamente, de divisores de las fuerzas populares.

El atolladero en el que estamos hoy en las Antillas, pese a nuestros triunfos elec- torales, me parece que zanja la cuestion: opto por lo mas amplio contra lo mas estre- cho; por el movimiento que nos coloca codo a codo con los otros y contra aquel que nos encierra; por aquel que reune las energias contra aquel que las divide en capi- llas, en sectas, en iglesias; por aquel que libera la energia creadora de las masas, con- tra aquel que las canaliza y finalmente las esteriliza.

En Europa, la unidad de las fuerzas de izquierda esta a la orden del dia; los frag- mentos del movimiento progresista tienden nuevamente a soldarse, y sin ninguna duda, este movimiento de unidad se volveria irresistible si por el lado de los parti- dos comunistas estalinistas estos se decidieran a deshacerse, por sobre todas las cosas, del impedimento de sus prejuicios, de sus costumbres y de sus metodos here- dados de Stalin. No hay ninguna duda de que en este caso se privaria de toda razon, o mejor aun, de todo pretexto para oponerse a la unidad a aquellos que en los demas partidos de izquierda no quieren esta, y as! sus adversarios se encontrarian aislados y reducidos a la impotencia.

Y entonces, como en nuestro pais, donde muy a menudo la division es artificial, proveniente del exterior, vinculada a divisiones europeas abusivamente transplan- tadas en nuestras politicas locales, como no habriamos de estar dispuestos a sacrifi- car todo, todo lo secundario para volver a encontrar lo esencial; esta unidad con hermanos, con camaradas, que es la muralla de nuestra fuerza y la garantia de nues- tra confianza en el porvenir.

Por lo demas, aqui, la vida misma zanja la cuestion. jMirad entonces el gran soplo de unidad que pasa sobre todos los paises negros! jMirad como aqui y alia se remienda el tejido roto! Es porque la experiencia, una experiencia duramente

adquirida, nos ha ensenado que solo existe un arma a nuestra disposicion, una sola eficaz, una sola no mellada: el arma de la unidad, el arma del agrupamiento antico- lonialista de todas las voluntades, y que el tiempo de nuestra dispersion, a merced de las discrepancias de los partidos metropolitanos, es tambien el tiempo de nues- tra debilidad y de nuestras derrotas.

Por mi parte, creo que los pueblos negros estan dotados de energia, de pasion; que no les falta vigor, ni imaginacion; pero que estas fuerzas se marchitarian en organizaciones que no les sean propias; hechas para ellos; hechas por ellos y adap- tadas a objetivos que solo ellos pueden determinar.

Esto no es voluntad de luchar solo ni desden de toda alianza. Es voluntad de no confundir alianza y subordinacion. Solidaridad y renuncia. Ahora bien, es precisa- mente ahi donde nos amenazan algunos de los defectos muy visibles que constata- mos en los miembros del Partido Comunista Frances: su asimilacionismo invetera- do; su chovinismo inconsciente; su conviccion apenas primaria -que comparten con los burgueses europeos- de la superioridad omnilateral de Occidente; su creencia en que la evolucion tal como se ha desarrollado en Europa es la unica posible; la unica deseable; aquella por la cual el mundo entero debera pasar; para decirlo todo, su creencia, raramente confesada pero real, en la Civilizacion con mayuscula; en el Progreso con mayuscula (como muestra su hostilidad frente a lo que llaman con des- den el «relativismo cultural*, defectos todos ellos que, por supuesto, llegan hasta la comunidad literaria que dogmatiza en nombre del partido a proposito de todo y de nada). Debe decirse, de paso, que los comunistas franceses tuvieron una buena escuela. La de Stalin. Y Stalin es, indiscutiblemente, aquel que reintrodujo en el pensamiento socialista la nocion de pueblos «avanzados» y de pueblos «atrasados».

Y si el habla del deber que tiene el pueblo avanzado (en este caso los gran rusos) de ayudar a los pueblos atrasados a colmar su retardo, que yo sepa, el paternalismo colonialista proclama tambien esta pretension.

En el caso de Stalin y de sus sectarios seguidores, tal vez no se trate de paterna- lismo. Pero se trata seguramente de algo que se le parece hasta el punto que se con- funde con el. Inventemos la palabra: se trata del «fraternalismo». Porque indiscuti- blemente se trata de un hermano, de un hermano mayor que, imbuido de su superioridad y seguro de su experiencia, os toma de la mano (jpor desgracia una mano a veces ruda!) para conduciros al camino en el cual el sabe que se encuentran la razon y el progreso.

Ahora bien, es exactamente lo que no queremos. Lo que no queremos mas.

Queremos que nuestras sociedades alcancen un grado superior de desarrollo por ellas mismas, por crecimiento interno, por necesidad interior, por progreso organi- co, sin que nada externo venga a entorpecer este crecimiento, a alterarlo o a com- prometerlo.

En estas situaciones se comprende que no podamos otorgarle a nadie la delega- cion para pensar por nosotros; delegacion para buscar por nosotros; que de ahora en adelante no podamos aceptar que nadie, sea quien sea, asi fuese el mejor de nues- tros amigos, sea fiador por nosotros. Si la meta de toda politica progresista es devol- ver algun dia su libertad a los pueblos colonizados, se precisa, al menos, que la accion cotidiana de los partidos progresistas no entre en contradiccion con el obje- tivo buscado y no destruya todos los dlas las bases mismas, tanto las bases organi- zacionales como las bases psicologicas, de estafutura libertad, que pueden reducir- se a un solo postulado: el derecho a la iniciativa.

Creo haber dicho lo bastante para que se comprenda que no es ni del marxismo ni del comunismo de lo que reniego, que lo que repruebo es el uso que algunos han hecho del marxismo y del comunismo. Que quiero que marxismo y comunismo esten puestos al servicio de los pueblos negros y no los pueblos negros al servicio del marxismo y del comunismo. Que la doctrina y el movimiento esten hechos para los seres humanos, y no los seres humanos para la doctrina o para el movimiento. Y por supuesto, esto no es unicamente valido para los comunistas. Y si yo fuera cris- tiano o musulman, diria la misma cosa. Que ninguna doctrina es valida sino repen- sada por nosotros, repensada para nosotros, convertida a nosotros. Esto parece caerse por su peso. Y, sin embargo, en la practica no se cae por su peso. Y aqui es necesario imponer una verdadera revolucion copernicana: tan enraizada esta en Europa, y en todos los partidos, y en todos los dominios, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, la costumbre de hacer por nosotros, la costumbre de disponer por nosotros, la costumbre de pensar por nosotros, en resumen, la cos- tumbre de cuestionarnos este derecho a la iniciativa del que hablaba hace un momento y que es, en definitiva, el derecho a la personalidad.

Ahi esta sin duda lo esencial del asunto.

Existe un comunismo chino. Sin conocerlo muy bien, tengo, en relacion con el, un prejuicio muy favorable. Y espero de el que no caiga en las monstruosas equivo- caciones que han desfigurado el comunismo europeo. Pero tambien me interesaria, y todavia mas, ver florecer y expandirse la variedad africana del comunismo. Sin duda este nos propondria variantes utiles, insolitas, originales, y estoy seguro, nuestras vie- jas sabidurias matizarian o perfeccionarian muchos de los puntos de la doctrina.

Pero digo que no habra jamas variante africana, o malgache, o antillana del comunismo, porque el comunismo frances encuentra mas comodo imponernos la suya. Que no habra jamas comunismo africano, malgache o antillano, porque el Partido Comunista Frances concibe sus deberes frente a los pueblos coloniales en terminos de magisterio que debe ejercer, y que el anticolonialismo mismo de los comunistas franceses porta todavia los estigmas de este colonialismo que combate. O lo que es casi lo mismo, que no habra comunismo propio de cada uno de los paises coloniales que dependen de Francia, mientras las oficinas de la calle Saint Geor- ges, las oficinas de la seccion colonial del Partido Comunista Frances, esta replica perfecta del Ministerio de la calle Oudinot, persistan en pensar nuestros paises como tierras de mision o como paises bajo mandato.

Para volver a nuestro proposito, la epoca que vivimos esta bajo el signo de una doble derrota: una evidente desde hace mucho tiempo, la del capitalismo. Pero tambien la otra, aquella, sobrecogedora, de lo que consideramos socialismo duran- te mucho tiempo y que no era mas que estalinismo.

El resultado es que actualmente el mundo esta en un atolladero.

Esto solo puede significar una cosa: no que no haya un camino para salir del mismo, sino que llego la hora de abandonar todos los viejos caminos. Aquellos que llevaron a la impostura, a la tirania, al crimen.

Basta decir por nuestra parte que ya no queremos contentarnos con asistir a la politica de los demas. Al pisoteo de los demas. A los tejemanejes de los demas. A las chapucerias de conciencia o a la casmstica de los otros.

Nuestra hora ha llegado.

Y lo que acabo de decir de los negros no solo es valido para los negros.

Si, todo puede ser todavia salvado, todo, incluso el pseudosocialismo instalado aqui y alia en Europa por Stalin, a condicion de que la iniciativa le sea devuelta a los pueblos que hasta el momento no han hecho sino padecerla; a condicion de que el poder descienda y se arraigue en el pueblo, y no escondo que la efervescencia que se produce actualmente en Polonia, por ejemplo, me llena de alegria y esperanza.

Que se me permita aqui pensar mas particularmente en mi infortunado pais: Martinica.

Pienso en el para constatar que el Partido Comunista Frances padece la incapaci- dad absoluta de ofrecerle una perspectiva que no sea utopica; que el Partido Comu- nista Frances nunca se ha preocupado por ofrecersela; que nunca hapensado en nos- otros sino en funcion de una estrategia mundial, por lo demas desorientadora.

Pienso en Martinica para constatar que el comunismo ha logrado pasarle el nudo corredizo de la asimilacion alrededor del cuello; que el comunismo ha logrado ais- larla en la cuenca caribe; que ha logrado sumergirla en una especie de gueto insular; que ha logrado aislarla de los demas paises antillanos cuya experiencia podria serle a la vez instructiva y fructif era (porque tienen los mismos problemas que nosotros y porque su evolucion democratica es impetuosa): que el comunismo, en fin, ha logra- do incomunicarnos del Africa negra, cuya evolucion se perf ila de ahora en adelante a contrapelo de la nuestra. Y sin embargo, es de este Africa negra, la madre de nues- tra cultura y nuestra civilizacion antillana, de la que espero la regeneracion de las Antillas; no de Europa, que solo puede perfeccionar nuestra alienacion, sino de Afri- ca, que es la unica que puede revitalizar, repersonalizar las Antillas.


Lo se.

Se nos ofrece a cambio la solidaridad con el pueblo frances; con el proletaria- do frances y, a traves del comunismo, con los proletariados mundiales. No niego estas solidaridades. Pero no quiero erigir estas solidaridades en metafisica. No existen aliados por derecho divino, existen aliados impuestos por el lugar, el momento y la naturaleza de las cosas. Y si la alianza con el proletariado frances es exclusiva, si esta tiende a hacernos olvidar o a contrariar otras alianzas necesarias y naturales, legitimas y fecundantes, si el comunismo saquea nuestras amistades mas vivificantes, aquella que nos une con las demas Antillas, aquella que nos une con Africa, entonces digo que el comunismo nos causo perjuicio haciendonos tro- car la fraternidad viva por lo que corre el riesgo de aparecer como la mas fria de las frias abstracciones.

Anticipo una objecion.

¿Provincianismo? En absoluto. No me entierro en un particularismo estrecho. Pero tampoco quiero perderme en un universalismo descarnado. Hay dos maneras de per- derse: por segregacion amurallada en lo particular o por disolucion en lo «universal».

Mi concepcion de lo universal es la de un universal depositario de todo lo par- ticular, depositario de todos los particulates, profundizacion y coexist encia de todos los particulates.

¿Entonces? Entonces necesitaremos paciencia para retomar el trabajo; fuerza para rehacer lo que ha sido deshecho; fuerza para inventar en lugar de seguir, fuer- za para «inventar» nuestra ruta y para despejarla de las formas estereotipadas, de las formas petrificadas que la obstruyen.

En resumen, de ahora en adelante, consideramos como nuestro deber conjugar nuestros esfuerzos con los de todos los hombres prendados de la justicia y la ver- dad para construir organizaciones capaces de ayudar a los pueblos negros en su lucha presente y futura de manera proba y eficaz: lucha por la justicia; lucha por la cultura; lucha por la dignidad y la libertad; organizaciones capaces de prepararlos, en una palabra, en todos los ambitos para asumir de manera autonoma las pesadas responsabilidades que en este mismo momento la historia hace pesar tan fatigosa- mente sobre sus hombros.

En estas condiciones, le ruego que acepte mi dimision como miembro del Parti- do Comunista Frances.

Aime Cesaire Paris, 24 de octubre de 1956

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