Cursos

Podcast

Canales Youtube

Visitantes

37,631,405

El Mundo Olmeca de Ignacio Bernal. Beatriz Ramírez de la Fuente.

Hits:10004

COLEGIO NACIONAL. (Fragmento)

El mundo olmeca representa un ambicioso trabajo. Obra que resume toda la información arqueológica, hasta entonces conocida, y lo realiza en una historia coherente. Resulta fácil nombrar tal hazaña, harto difícil debido de ser su realización. Se necesita decisión, sabiduría, habilidad; cualidades todas que reunía Bernal. Armado de ella se dio a la tarea de integrar, relacionar, explicar, sugerir y definir lo que comprendió acerca de los olmecas. Los resultados de tan extensa tarea son ahora la via regia para un mayor acercamiento a esta cultura prodigiosa.

 

“Mi interés fundamental es la historia de una civilización, no sociología” dice Bernal. Tal afirmación resume el propósito primordial de la obra, no se limita a escuetos hechos científicos, sino que aventurar hipótesis plausibles sobre una cultura de la cual no permanecen documentos escritos. De ahí que su comprensión sea finque en la interpretación de los numerosos objetos de arte que perduran, y en los escasos estudios arqueológicos que a la fecha se han realizado.

El mundo olmeca está dividido en dos partes: la primera se ocupa de la cultura de “Los olmecas metropolitanos” quienes vivieron en la región que comprende la parte sur del estado de Veracruz y el oriente del estado de Tabasco, allí donde la tierra cálida es hendido por el peso y el empuje de las aguas, allí donde en la planicie sobresalen algunas partes del monte alto, en cuyas moles de basalto se tallaron las normas esculturas. La segunda aborda, bajo el enunciado de “Mesoamérica olmeca”, las culturas que se desarrollaron en épocas simultáneas o subsecuentes, en el altiplano de México, en Veracruz, en la Huasteca, en baja casa y en el área maya, de modo tal que las enlaza y articula en una suerte de totalidad. A manera de cierre del texto principal, una sección breve trata de sus conceptos sobre “olmecas” y “olmecoides”, dos ideas esenciales para el desarrollo histórico que propone Bernal.

Cuando habla de “olmecas” alude a los creadores de la “cultura metropolitana”, feliz término que incorpora a quienes vivieron en la antes dicha costa del golfo y que fundaron otro y podríamos nombrar “ciudades capitales”: la Venta, San Lorenzo, Tres zapotes, laguna de los cerros. En un trabajo más reciente, de 1971 (“The olmec región Oaxaca” en Contribution of the University of California Archaeological Reserch Facility, No. 11, Berkeley, California,pp. 29-50) Bernal mantiene la misma opinión. Se refiere a “olemecoides” cuando venció una “a los habitantes de varios sitios (por ejemplo Monte Albán, Izapa) más o menos contemporáneos, que tienen una serie de rasgos olmecas pero cuyo estilo muestra diferencias notables debido a la mezcla con grupos locales que no son olmecas”. Finalmente recurre a otro nombre, de igual modo condenado por el: llama “olmecas coloniales” a los sitios en donde junto a la cultura local aparece la cultura olmeca, no realmente confundida con aquella, sino sobrepuesta, anexa. En otras palabras, se trata de lugares colonizados por los olmecas, pero habitados también, y sobre todo, por los pueblos locales (son sitios en Veracruz, Tlatilco y Chalcatzingo en las tierras altas mexicanas y algunos en Guerrero).

Bernal sitúa en favor de la hipótesis que postuló la zona de la costa tropical, como el sitio de origen de la civilización en la América indígena. Señala, sin embargo, que tal postura debe ser tomada “provisionalmente”, y mientras no se realicen descubrimientos que permitan un cambio de opinión. La civilización surge, pues en él “área metropolitana” olmeca; Bernal reconstruye la población que ahí habitaba –calculada en cerca de 350.000 personas-, como las actividades agrícolas que desempeñaban, así como la lengua-poro Maya Huaxteca- que hablaban. De una imagen clara del aspecto físico de tales personas: los de baja estatura, tendientes a la obesidad, y los individuos más altos, de una lisina y labios delgados. Describe, de manera amplia, los avances materiales en arquitectura, escultura, en la calle de piedra, en el tullimiento de jade, y en la fabricación de inconfundible cerámica. Se ocupa también de otro tipo de logros culturales: el comercio y la guerra, el Estado, la religión y los dioses.

Analizar todas y cada una de las secciones de la obra de Bernal acerca de los olmecas, sería una suerte de glosa; o él me limito a reseñar las; las mencionó para dar, precisamente, idea de los muchos aspectos que abordó, y sobre todo, como los integró en la visión coherente que ensancha el conocimiento, dentro del marco propio de la más justa y legítima historia. De ahí su originalidad, la consecución de un panorama general y totalizador; por ello establece con certeza los fundamentos de nuestra historia, de nuestra identidad.

Ignacio Bernal.

He dicho antes, y en varias ocasiones, que Bernal concibió en su obra a los olmecas en su dimensión histórica. Añado ahora de toda la explosión bibliográfica, que se dio a finales de los años 60 en torno a este pueblo admirable, sólo en la obra de Bernal se encuentra explicación acerca de las conductas humanas que determinaron el origen, el desarrollo, la expansión, y la decadencia de un pueblo; sólo en ella se encuentra al hombre que hace, que crea, que piensa en suma, al hombre en su dimensión terrenal. De modo tal que él ésa reside,para mí, la máxima aportación de Ignacio Bernal en torno a los olmecas; los estudia y los explica como seres reales que comparten la vida en comunidad; no ocurría en los restos del pasado como una mera curiosidad necrofilia. Les otorga su verdadera calidad: la de fundadores de los orígenes, la de creadores de civilización, de nuestra civilización.

La mayor parte de los estudios sobre los olmecas que antecedieron a la obra de Bernal, y no pocos de los que se escribieron después, se estructura a partir del concepto de “estilo”. Desde los trabajos del H. Beyer en 1927, de Saville en 1929 y de Vaillant en 1932 –antes de ellos no se sabía de su existencia-, se repitió invariablemente que los rasgos que daban unidad a Palestina estaba entrañablemente asociados con seres humanos-felinos, de rostros de jaguar, con hendiduras en la cabeza, y enormes labios vueltos hacia arriba. Los rostros, en ocasiones, tenían apariencia infantil, de ahí que se les llama caras de niños. Se había establecido, por métodos comparativos, la caracterización de un estilo artístico.

El término mismo –olmeca-, se discutió extensamente se propuso que en su gas usara el de “cultura madre” (Covarrubias) “cultura de la Venta” (Segunda Reunión de la Sociedad Mexicana de Antropología: Mayas y Olmecas), “tenocelome” ( Jiménez Moreno) y “olmecas arqueológicos” (Piña Chán). Sin embargo el nombre olmeca había echado raíces y fue, a la postre insustituible. Lo que no se había puesto en marcha era la búsqueda en torno a las condiciones, a los alcances, a las realizaciones, a todo lo que era característico y original, a lo que le daba su razón de ser en la historia, y que era propio de esos creadores de cultura. Para ello, había que estudiarlos como tales, no únicamente como la imagen reflejada en el espejo de sus obras. A Bernal no le estaba destinada esa tarea.

Monumento 41. Chalcatzingo, Mor.

Es así como los olmecas iniciaron la ocupación del lugar suyo que me decían en la historia, dejaron de ser los entes enigmáticos y misteriosos que se labraron grandiosas esculturas monolíticas, y bellísimas piezas de jade, para tomar cuerpo en un pueblo de agricultura avanzada, con un comercio en que se importaban piedras semipreciosas, y se exportaban objetos ya manufacturados; con un estado teocrático militar que se expandió a manera de un “imperio”, así llamado por Bernal, alcanzaban por el sur hasta Nicaragua y Costa Rica; al norte, en el lado Atlántico, llegaban hasta el Pánuco; e incluirán los valles centrales de México, Morelos y el oriente de Guerrero. Ésa la difusión se logró principalmente, según Ignacio Bernal, debido a que “es alrededor del culto al jaguar y del ceremonial ismo con que se exporta más que nada el estilo olmeca”.

Bernal no deja de lado el difícil problema de las cronologías inestables, y propone una secuencia comparativa de períodos culturales en el aria “olmeca metropolitana”. Confiere de tal modo, unidad a las propuestas de otros estudiosos con la suya propia.

Con determinación, Bernal establece que, en el mundo olmeca se inicia la civilización en Mesoamérica. De ello dan cuenta los hechos que permanecen y que legitiman la designación de una Mesoamérica olmeca. Sin embargo, añade que además de estos “rasgos visibles” se inician otros “grados invisibles… no demostrables al que lógicamente, que seguirán siendo característico de la Mesoamérica final”. Con ello señala a los que son específicos de la macro área mesoamericana en los tiempos de la Conquista. Esta afirmación es sustancial para el más hondo conocimiento del México antiguo: la continuidad de la civilización, de olmecas a mis chicas, pasando por mayas teotihuacanos y zapotecos, mixtecos, toltecas, huastecos, y otros más cuyo nombre se ha olvidado. Una sola civilización que se muestra con rostros distintos. Circunstancias geográficas y temporales definen las facetas, un hilo conductor las unifica.

La vocación de hispanista de Ignacio Bernal le ha dado fama internacional, su obra es búsqueda y encuentro, maestría que recuerda, recompone y recrea los hechos que dejaron los abuelos. Dedicó su vida profesional a indagar sobre tales hechos; por ello esclareció no sólo el mundo olmecas sino el universo todo del hombre de Mesoamérica.

___________________

Dra. Beatriz Ramírez de la Fuente.

Colegio Nacional.

Tomado de: http://www.colegionacional.org.mx/SACSCMS/XStatic/colegionacional/template/pdf/1994/23%20-%20Beatriz%20Ramirez%20de%20la%20Fuente_%20Los%20olmecas%20en%20la%20obras%20de%20Ignacio%20Bernal.pdf

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Buscar