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LA RECORDACIÓN DE LOS TOLTECAS. Miguel León Portilla

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Fue la admiración que experimentaron los dirigentes y otros grupos de aguas por el legado cultural de Quetzalcóatl y los toltecas que, precisamente en función de tal herencia, hablaron de la política y con el rico conjunto de significaciones que ya conocemos. Y aunque, a veces se aplicó también dicho concepto a las creaciones culturales del pueblo son más antiguos, fue sobre todo apuntamiento a cuanto según se pensaba, había tenido su paradigma en Tollán Xicocotitlán. Elocuente es en este sentido el siguiente testimonio tomado del Códice Martinense de la academia:

 

En verdad muchos de los toltecas eran pintores, escribanos de códices, escultores, trabajaban la madera y la piedra, construían casas y palacios, eran artistas de la pluma, alfareros…

En verdad eran sabios los toltecas, sus obras todas eran buenas, todas rectas, todas bien planeadas, todas maravillosas…

Los toltecas eran muy ricos, eran felices, nunca tenían pobreza ni tristeza…

Los toltecas eran experimentados, acostumbraban dialogar con su propio corazón.

Conocían experimentalmente las estrellas, les dieron sus nombres.

Conocían sus influjos, sabía muy bien cómo marchaba el cielo, como da vueltas…

El aprecio por la in tolteca topializ, cuando se consideraba “lo que es nuestra posesión, lo que debemos preservar de los toltecas”, se nos muestra en los textos abarcando también los vestigios materiales visibles en la región del Tollán Xicocotitlán. Así, entre otras cosas se afirma:

Porque en verdad allí en Tollán estuvieron viviend, porque allí recibieron, muchas son las huellas que allí quedaron de sus obras. Dejaron lo que hasta hoy allí está, lo que puede verse, las columnas no concluidas en forma de serpiente, con sus cabezas que descansan en el suelo, y arriba su cola y sus cascabeles…

También se miran los templos y pirámides toltecas, y restos de sus vajillas, cazones toltecas, ollas y jarrones toltecas, que muchas veces se descubren en su tierra.

Joyas toltecas, úlceras, jade y turquesas preciosas, se encuentran allí enterradas…

Esos objetos que con frecuencia descubrían los mexicas eran parte de su topializ, “lo que es nuestra posesión lo que debemos de preservar”. Y como si hubieran obrado al modo de espontáneos arqueólogos, una y otra vez insisten en la importancia de tales hallazgos que, según decían, le salían al paso entre muchos lugares antes habitados también por los toltecas.

Ésas huellas de los toltecas…no sólo aparecen en Tollán Xicocotitlán, sino que por otras partes pueden encontrarse: lo que fue su alfarería, sus ollas, las piedras para machacar, sus figuras de barro, pulseras. Por todas partes pueden descubrirse, por todas partes se muestran, porque los toltecas en verdad se dispersaron y anduvieron por muchos sitios.

Como en pocas palabras lo proclama un cantar en lengua náhuatl, la topializ, herencia de los toltecas que él debía de ser preservada, en suma de valores en todos los órdenes. La Toltecáyotl, en tiempos antiguos entró en crisis y Tollán, tras la partida de Quetzalcoatl, fue abandonada. Por eso a otros correspondió recoge el legado para que floreciera de nuevo. Así lo expresó el forjador de cantos mexicas:

A los toltecas escribían en sus libros de pinturas pero el libro llegó a su fin. Tu corazón por entero se acerca a las artes y creaciones de los toltecas: la Toltecáyotl. Yo tampoco viviré aquí para siempre. ¿Quién de mí se adueñara? ¿A dónde tendré que marcharme? Sobre un cantor: aquí está de pie, allá voy a recogerlos, mis flores, mis cantos, llevó a cuestas, los hongos del rostro de la gente…

Llevar consigo opuestas las flores y los cantos –metáfora de la poesía, el saber y el arte- para promover y enriquecer la herencia de la Toltecáyotl, confería sentido a la vida en la tierra, según la expresión del forjador del de los cantos. En tiempos del florecimiento de México-Tenochtitlán –como lo muestran los textos aducidos y otros que podrían citarse- se tenía ciertamente conciencia del premio y largo acontecer pleno de realidades culturales. La recordación mítica e histórica, de que era portador es los mexicas, abarca muchas cuentas y ataduras de años: la época más reciente de esplendor de los señoríos tecpanecas y de Culhuacán; el periodo algo más lejano, de Tollán Xicocotitlán, la metrópoli de Quetzalcoatl; los remotos tiempos de la Ciudad de los Dioses, Teotihuacan, donde se hicieron señores los sabios y, finalmente, aquellos del mítico Tamochan, cuando allí en las costas del golfo, había ya poseedores de códices y del calendario, creadores de múltiples artes, raíz la más antigua de anteriores formas de Toltecáyotl.

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Tomado del Libro:

TOLTECAYOTL aspectos de la cultura náhuatl.

Miguel León Portilla. pp. 20 - 25.

Fondo de Cultura Económica. México, 1980.

 

 

 

 

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