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EL FACTOR MAYA Un camino más allá de la tecnología. José Argüelles. (Fragmaneto)

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INTRODUCCIÓN

EL MISTERIO DE LOS MAYAS: LA CIENCIA TRASCENDIDA

Desde el triunfo del racionalismo y de la revolución industrial del siglo XVIII, siempre ha sido una verdad institucionalizada, el que la ciencia moderna representa el pináculo de los logros humanos. Esta creencia es la piedra angular de la doctrina del progreso material y tecnológico. Virtualmente es inconcebible la noción de que pudo haber existido una ciencia más avanzada que la predominante.

 

Y que de todos modos subyace en cada aspecto de la civilización industrial global. Sin embargo, ha llegado el  momento  en  que  lo  racionalmente  inconcebible  pude  ser  la  única  solución  que queda,  o  que  ofrezca  seguridad  en  el  paso  más  allá  del  pérfido  ataque  violento  del militarismo nuclear, y del envenenamiento del medio ambiente que ahora amenaza la existencia de este planeta.

Atrincheradas  y  siempre  vigilantes  en  sus  propias  bases,  las  fuerzas  del materialismo  científico  custodian  celosamente  los  portales  de  sus  dominios,  con  un solo  objetivo  en  mente:  mantener  el  mito  de  una  superioridad  tecnológica  que siempre continuará progresando. Así pues, los objetos voladores no  identificados, la variedad  de  experiencias  paranormales,  y  el  descubrimiento  en  1976,  de  fenómenos “racionalmente” inexplicables en la superficie de Marte, rápidamente se convirtieron en  documentos  clasificados,  que  le  fueron  ocultados  al  público.  Sin  embargo,  en  la mañana  del  28  de  enero  de  1986,  exactamente  cuatro  días  después  de  que  el triunfante Voyager 2 pasara cerca a Urano, suministrando una asombrosa cantidad de información,  el  vehículo  espacial  Challenger  explotó  a  plena  vista  del  público  y  la televisión.  En  aquel  asombroso  momento  de  fuego,  el  mito  de  la  superioridad tecnológica sufrió un duro golpe.

Es  desde  la  ventana  de  la  duda  y  de  la  vulnerabilidad  suscitadas  por  la  fatal misión  del  Challenger  que  las  personas  inteligentes  pueden  cuestionar  como  nunca antes,  el  propósito  de  la  tecnología  y  la  “infalibilidad”  de  la  ciencia  moderna.  A través  de  esta  grieta  soplan  ahora  vientos  extraños  en  el  mito  de  la  superioridad tecnológica.  A  la  luz  lunar  de  lo  que  trasciende  al  racionalismo científico,  podemos formular las siguientes preguntas: ¿Y si la manera  como estamos haciendo las cosas no es la mejor o la más sabia?. ¿Y si no somos la civilización más inteligente que la Tierra  ha  conocido?.  ¿Pudo  haber  existido  un  pueblo  más  inteligente,  más  sabio,  y más  avanzado  que  nosotros,  al  que  hemos  menospreciado  por  causa  de  nuestra autosatisfacción?.¿  Pudo  haber  existido  una  ciencia  superior  a  la  nuestra  que  haya sido practicada  en  este planeta  y  en  otras  partes?.  ¿Qué  es lo  que  nos  hace  estar tan seguros de que el materialismo científico es la mejor técnica para arrancar respuestas de  un  cosmos  infinitamente  más  vasto  y  misterioso  que  lo  que  la  mente  racional puede  comprender?.  En  otras  palabras,  lo  que  el  espectro  de  la  crisis  tecnológica invoca  es  un  cambio  paradigmático  de  naturaleza  genuinamente  radical.  Dicho cambio  ha  estado en  el  aire  durante  largo  tiempo,  gracias  a  la pionera  investigación de  la  física  cuántica,  pero  ha  necesitado  una  sacudida  experimental  para  lograr cimentarse.

Durante todo el siglo XX, las mentes científicas sensitivas han estado tratando de  informarse  y  de  alertar  al  público,  respecto  al  comportamiento  irracional  en  el mundo, que la ciencia racional trata de implantar. Aunque su mensaje ha escapado a los señores  de la  guerra  y  a  los  tecnócratas, cuyo  poder  decisorio da  forma  al  orden social, los difusores de la “nueva ciencia”, como Frijof  Capra, Isaac  Bentov,  y Gary Zukov,  han  hecho  esfuerzos  admirables  para  darle  a  conocer  la  similitud  que  hay entre  la  física  cuántica  y  el  misticismo  oriental,  por  lo  menos  a  una  minoría  de pensadores  críticos.  En  realidad,  la  parte  final  de  los Maestro  danzante  de  Wu  Li  (1979), se aproxima a lo inconcebible al afirmar que nos estamos acercando al “fin de la  ciencia”.  Sin  embargo  aún  él  es  incapaz  de  rehuir  la  noción  del  “esfuerzo  sin tregua”, y del  desarrollo en continuo progreso de  más  y  más  teorías físicas que son-comprensibles y útiles.

El  “fin  real”  de  la  ciencia,  el  cambio  paradigmático  y  radical,  previsto  hace mucho  tiempo,  significa  renunciar  al  concepto  mismo  del  progreso  incesante.  0  al menos  renunciar  a  él,  el  tiempo  suficiente  para  ver  si  no  pueden  existir  ciencias  no físicas y no  materiales, que trasciendan totalmente el concepto del progreso y del no progreso. De hecho el mito del progreso científico y de la superioridad tecnológica no podría  recibir  un  golpe  más  duro  que  el  de  descubrir  que  una  ciencia  más  avanzada existió antes de que surgiera el mito del progreso, y esta fue practicada por un pueblo que aún estaba en la edad de piedra, según la opinión moderna. Me estoy refiriendo, más  específicamente,  a  un  sistema de  pensamiento  que  virtualmente  fue  pasado  por alto por todos los impulsores de la “nueva ciencia”. Este sistema de pensamiento es la ciencia que fue conocida y practicada por un pueblo antiguo llamado los mayas.

El  ejemplo  más  cercano al sistema de  la ciencia Maya,  y  que  es  conocido por los defensores de la nueva ciencia, es  el  legado chino del  I Ching.  Sin embargo,  el I  Ching  aún  no  ha  sido  plenamente  comprendido  por  los  “nuevos  científicos”, quienes, todavía sumergidos en la doctrina del progreso, no han sido capaces de ver lo que es: la forma codificada  de una ciencia basada en la resonancia holonómica, y no en la física atómica.

Martín Schönberger en El I Ching y el Código Genético, La Clave Oculta de la Vida  (1973),  Robert  Anton  Wilson  en  Los  Documentos  Iluminados  (1980),  y  mi propia La Tierra en Ascenso (1984), son algunos de los pocos esfuerzos que postulan al I Ching como el ejemplo de un sistema que es más comprensivo que la ciencia de la  actualidad.  Como  Schönberger  lo  expone,  el  I  Ching  representa  “...  una  fórmula

universal con la estatura de un orden de la realidad... ; la respuesta a la búsqueda de Heisenberg  de  aquellas  “formas  anónimas  básicas  y  simetrías  polares  de  naturaleza uniforme”.

Igual  que  el  sistema  de  orden  universal  del  I  Ching,  el  sistema  de  la  ciencia Maya  es  de  resonancia  holonómica,  tanto  del  futuro  como  del  pasado.  Y  es  que, desde  la  perspectiva  de  la  ciencia  Maya,  los  términos  futuro  y  pasado  son  de  poco valor como medios para medir la superioridad del progreso. Para los mayas el tiempo no  existe  en  modo  alguno,  este  es  un  circuito  desde  cuya  fuente  común  proceden igualmente el futuro y el pasado, siempre encontrándose y uniéndose en el momento actual.  la  ciencia  Maya,  al  igual  que  el  I  Ching,  puede  ser  considerada  como  pre-científica y post-científica.

¿Cómo  es  entonces,  que  en  este  momento  de  crisis  tecnológica  y  de  cambio paradigmático los  mayas  invitan a entrar en nuestra conciencia?. ¿Quiénes  fueron, o quiénes  son  los  mayas?.  ¿De  dónde  vienen?.  ¿Cuáles  fueron  sus  logros?.  ¿Por  qué hicieron lo que hicieron?. ¿Por qué abandonaron su civilización cuando esta estaba en su apogeo?. ¿Adónde fueron, y por qué?.

Mientras que las formas del pensamiento oriental y las prácticas actuales como la  yoga,  la  meditación,  los  arreglos  florales,  las  artes  marciales,  y  otras  cosas, lentamente  se  convirtieron  en  un  fenómeno  sobresaliente  que  viene  en  aumento durante  la  última  mitad  del  siglo,  revolucionando  inexorablemente  nuestra  cultura  e impactando  en  nuestro  pensamiento  científico,  los  mayas  han  quedado  como  algo enigmático y extraño.

Sin  embargo,  evocar  a  los  mayas  de  América  Central,  es  evocar  una  curiosa resonancia  del  oriente,  de  la  India.  Después  de  todo,  Maya  es  un  término  filosófico clave hindú que significa “el origen del mundo”, y “el mundo de la ilusión”. Además de  eso,  la  palabra  Maya  en  sánscrito,  está  asociada  a  conceptos  que  significan “grande”,  “medida”,  “mente”,  “magia”,  y  “madre”.  No  nos  sorprende  encontrar que Maya  es  el  nombre  de  la  madre  del  Buddha.  Y  en  el  clásico  de  los  Vedas,  el Mahabharata, leemos que Maya era el nombre de un eminente astrólogo, astrónomo, mago,  y  arquitecto,  como  también  era  el  nombre  de  una  gran  tribu  de  navegantes erráticos.

No solamente en la antigua India, hogar de alta metafísica y aventura espiritual, encontramos  el  nombre  Maya,  sino  que  la  encontramos  aún  más  al  occidente:  El tesorero del célebre Tutankhamen, el rey niño de Egipto, se llamaba Maya, mientras que  en  la  filosofía  egipcia  encontramos  el  término  Mayet,  que  significa  el  orden universal  del  mundo.  En  la  mitología  griega,  las  siete  Pléyades,  hijas  de  Atlas  y Pleione,  y  hermanas  de  Hyades,  enumeran  entre  ellas  a  una  llamada  Maia,  también conocida  como  la  estrella  más  brillante  de  la  constelación  de  las  Pléyades.  Y finalmente,  sabemos  que  nuestro  mes  de  mayo  se  deriva  de  la  diosa  romana  Maia, “1a grande”, la diosa de la primavera, hija de Fauno y esposa de Vulcano.

Volviendo  a  los  mayas  de  América  Central,  encontramos  que  su  nombre  se deriva  de  la  palabra  Mayab,  término  que  describe  a  la  península  del  Yucatán,  área clave  de  la  base  y  hogar  bio-regional  de  los  mayas.  Así  pues,  queda  la  pregunta; ¿quiénes  fueron  los  mayas?.  ¿Por  qué  el  nombre  asociado  con  esta  civilización  de América Central, aparece  en  muchas  otras  civilizaciones  del  mundo?.  ¿Es  tan  sólo una coincidencia?. ¿De dónde vinieron los mayas?

El  dogma  antropológico  en  boga,  afirma  que  los  mayas  fueron  parte  de  un numeroso  grupo  de  amerindios  que  atravesaron  el  estrecho  de  Behring  durante  la última edad  del hielo, hace 12.000 años,  y  eventualmente se establecieron  en  lo que hoy  es  América  Central.  Al  leerlos  recientes  textos  mayas  como  el Popol  Vuh,  El Libro  de  Chilam  Balam,  y  Los  Anales  de  los  Cakchiqueles,  tenemos  la  clara impresión de que en verdad, los mayas llegaron de muy lejos, “del otro lado del mar llegamos  al  lugar  llamado  Tulan,  donde  fuimos  engendrados  y  nacimos  de  nuestras madres y padres...” (Cakchiqueles).

A  fin  de  que  uno  no  crea  que  el  asunto  es  simple,  leemos  en  cualquier  otra parte del mismo libro un texto algo adulterado según el cual hubo cuatro Tulanes:

“La gente llegó a Tulan de cuatro lugares”. En el oriente hay un Tulan. Otro en Xibalbay  (el  mundo  inferior);  otro  en  el  occidente  desde  donde  vinimos  nosotros mismos,  desde  el  oeste,  y  hay  otro  donde  está  Dios  (arriba,  en  los  cielos).  Por  eso hubo cuatro Tulanes”.Al  examinar el pasaje anterior, encontramos que  el lugar  de  los orígenes, o  el proceso de los orígenes descrito por los mayas en este último texto, es de naturaleza mandálica,  celestial,  y  cósmica.  Los  cuatro  Tulanes  representan  el  paso  del  Sol,  de oriente  a  occidente,  como  también  un  mundo  superior  y  uno  inferior.  Además,  una lectura de  la antigua historia  y  mitología,  Maya  mejicana  en  general, demuestra que Tulan  o  Tollan  es  un  nombre  arquetípico,  clave,  tanto  como  un  lugar  real.  ¿Que sucederla  si  Tulan  no  describiese  necesariamente  un  lugar  geográfico,  sino  un proceso de transformación y un punto de entrada de un reino o mundo a otro?. A este respecto, el recuerdo que los mayas tenían de sus orígenes, se parece al de los Hopi, que  describe  una  travesía  desde  mundos  diferentes,  de  los  cuales  el  actual  es  el cuarto. Pero, ¿Qué son estos  mundos?.  ¿Representan  las anteriores etapas de la vida en    este    planeta?.    ¿O    describen    acontecimientos    cósmicos    que    suceden simultáneamente en este planeta o en cualquier otra parte?.

Dejando  a  un  lado  por  el  momento  la  cuestión  sobre  los  orígenes,  nos encontramos   en   terreno   más   firme   contemplando   los   logros   de   los   mayas indudablemente,  los  mayas  representan  una  de  las  civilizaciones  más  grandes  que haya florecido en el planeta Tierra. Esparcidas a través de las selvas de Yucatán, y de las  tierras  montañosas  de  la  actual  Guatemala,  hay un  número  increíble  de  ciudades antiguas   y  templos.   Pirámides  escalonadas,  plazas  elegantemente   dispuestas,   y centros  ceremoniales  exquisitamente  adornados  con  piedras  esculpidas  y  cubiertas por todas partes con inscripciones jeroglíficas.

Respecto  a  las  espléndidas  ruinas  de  los  mayas,  hay  varias  cosas  que  nos sorprenden, siendo la principal entre ellas,  su aislamiento.  Aún si  se compara  con la cercana  civilización  de  las  tierras  montañosas  mejicanas,  el  estilo  artístico  de  los mayas  es  único.  Aislados  en  las  junglas  de  América  Central,  los  mayas  se  nos presentan tan elevados como remotos. Al considerar sus pirámides que como torres se elevan  sobre  los  contornos  de  la  jungla,  y  sus  intrincados  jeroglíficos,  también  nos sorprende lo tarde que los mayas aparecen en la historia universal. Casi tres mil años después  de  que  culminara  la  construcción  de  las  pirámides  en  Egipto,  con  cuya civilización  son  justamente  comparables,  los  mayas  aparecieron  súbitamente  en escena.

Pero  aún  más  dramático que  el  ascenso relativamente  tardío  de  la civilización Maya, lo es su repentina desaparición. En el año 830 D.C. después de unos 500 a 600 años de intensa actividad, los principales centros fueron dejados a merced del tiempo y  de  la  selva.  De  todos  los  enigmas  dejados  por  los  mayas,  este  parece  ser  el  más grande.  Aunque  se  han  hecho  esfuerzos  para  dar  la  hipótesis  de  una  revolución interna, una  sequía, o una  peste, como  causa del desalojo de los grandes centros, no existe  ninguna prueba convincente que  confirme  alguna  de  estas  teorías. Aún queda la posibilidad, tan conmocionante como puede ser para nuestra manera de pensar, de que los mayas abandonaron conscientemente su civilización cuando ella estaba en su apogeo. Si este es el caso, debemos preguntar ¿por qué?.

Íntimamente  relacionado  con  el  misterio  del  desalojo  de  los  centros  claves alrededor del año 830 D.C. está el enigma no sólo del significado de los jeroglíficos, sino  de  los  datos  calendáricos,  matemáticos,  y  astronómicos  dejados  por  los  mayas.

Si   los   mayas   sólo   hubieran   dejado   su   arquitectura   y   su   trabajo   artístico,   su civilización  estaría  en  línea  con  lo  más  alto  que  la  humanidad  ha  logrado,  es  decir, con  los  egipcios  y  los  griegos, la  dinastía Gupta de  la  India, los  templos de  Java,  la dinastía T”ang de la China y la clásica dinastía Heian del Japón. Pero son además sus

alcances  científicos  los  que  sobresalen  tanto  o  más  que  las  alturas  armónicas  de  su trabajo artístico, los que continúan asombrándonos.

Comúnmente se habla de los alcances científicos de los  mayas en términos de sus  adelantos  en  el  calendario.  Los  mayas  calcularon  la  longitud  de  la  revolución terrestre alrededor del  Sol, con  una  precisión de  cerca de  una  milésima  de  un  punto decimal  de   acuerdo  a  los  cálculos  de  la  ciencia  moderna.   Esto,  se  nos  dice incesantemente, lo hicieron sin nuestros instrumentos de precisión. No sólo eso, sino que elaboraron calendarios sobre los ciclos de las lunaciones y de los eclipses; Y aún más,    tenían    calendarios    que    registran    las    revoluciones    sinódicas    y    las sincronizaciones  de  los  ciclos  pertenecientes  a  Mercurio,  Venus,  Marte,  Júpiter,  y Saturno.  Y,  en  algunos  de  sus  monumentos  encontrados  los  registros  de  fechas  y acontecimientos que sucedieron hacen 400.000.000 de años. Ellos hicieron todo esto con  un  sistema  numérico  único  e  increíblemente  sencillo  y  flexible,  en  el  que contaban por veintenas (en lugar de hacerlo por decenas), y únicamente utilizaron tres símbolos de numeración escrita. ¿Por qué, y con qué fin?.

¿De qué manera el conocimiento del calendario Maya se refiere al misterio de sus  orígenes,  y  al  enigma  del  desalojo  de  sus  ciudades  principales  en  el  año  830 D.C.?.  Y  ¿a  dónde  se  fueron  los  mayas  después  del  año  830?.  Ciertamente,  hubo quienes  se  quedaron,  y  sin  embargo,  hay  una  brecha  tan  clara,  anterior  al  nuevo comienzo de la civilización Maya en la postrimerías del siglo X, que parece como si hubiera  sido  hecha  de  manera  consciente  y  deliberada.  No  sólo  existe  una  brecha entre  el  llamado  Nuevo  Imperio  Maya,  y  el  Gran  Imperio Maya anterior  al  año 830 D.C.,  sino  que  también  en  la  época  en  que  llegaron  los  españoles,  es  como  si  se hubiera  olvidado  todo  el   conocimiento   del  pasado.  Y  sin  embargo,   quedó   el calendario. Una pista. ¿Para quién?.

De hecho, los arque6logos ven el sistema del calendario tan sólo como eso, es decir, como  una  manera  de registrar el tiempo.  Pero queda sin respuesta la pregunta de por qué se gastó tanto tiempo registrando el tiempo, surge entonces la sospecha de que  el  calendario  es  más  que  un  calendario.  ¿Es  también  el  sistema  numérico,  -  tan delicadamente  proporcionado- un  medio  para  registrar las  señales armónicas  que  no sólo  se  refiere  a  las  posiciones  del  espacio-tiempo,  sino  a  las  cualidades  resonantes del  ser  y  de  la  experiencia,  cuya  naturaleza  nos  la  oculta  nuestra  predisposición materialista?.

No hay ninguna duda de que en los volúmenes de literatura que se han escrito sobre los mayas y sus sorprendentemente precisos logros intelectuales, pocos son los escritores  para  quienes  la  civilización  Maya  no  haya  representado  una  “cosa  del pasado”,  y una  civilización no tan avanzada como  la nuestra. La  visión que  informa de  casi  todo  lo  que  se  ha  dicho  respecto  a  los  mayas,  es  la  visión  atrincherada  y progresiva   de   que   los   mayas   representaron   una   de   las   diversas   comentes   de civilización  que  lucharon  contra  todas  las  dificultades  ambientales  para  alcanzar nuestro nivel de  materialismo  y  ciencia.  Y por  esta razón, la mayor  parte  de todo lo que se ha dicho respecto a los mayas puede estar completamente equivocado.

Después  de  muchos  años  de  estudio  y  meditación  sobre  el  misterio  de  los mayas,  he  llegado  a  la  inevitable  conclusión  de  que  los  mayas  no  pueden  ser comprendidos  con  la  vara  que  hemos  usado  para  medirlos  y  juzgarlos.  Habiendo captado  intuitivamente  que  el  objetivo  de  la  vida  de  acuerdo  a  los  mayas,  en  gran parte pudo haber sido muy diferente de lo que nuestra imaginación materialista puede reconocer, muy recientemente he llegado a la conclusión de que los mayas, al menos los  mayas  cuya  civilización  llegó  a  una  parada  repentina  en  su  pináculo,  durante  el año  830  D.C.,  no  sólo  fueron  más  inteligentes  que  nosotros,  sino  que  su  ciencia estaba mucho más adelantada que la nuestra. Por esta razón poco importa el que ellos no hubieran utilizado herramientas  metálicas, o inventos que ahorrasen trabajo, tales como la rueda (tampoco utilizaron bestias de carga).

Debido  a  que  ellos  pudieron  realizar  tantas  cosas  con  tan  pocos  medios,  los mayas  tienen  algo  muy  importante  que  enseñarnos  en  nuestro  tiempo  de  crisis tecnológica  y  cambio  paradigmático.  En  realidad,  los  mayas  no  sólo  pueden  poseer ya  el  “nuevo  modelo”,  sino  también  el  conocimiento  científico  por  el  cual  puede aplicarse éste modelo. Siendo esto así, no pudo haber sido meramente una casualidad, el  que  los  mayas  fueran  la  última  de  las  antiguas  comentes  civilizadoras  que florecieron  en  este  planeta.  Ni  tampoco  puede  ser  una  casualidad,  el  que  los  mayas representen  la  última  tradición  antigua,  a  examinarse  y  entenderse  a  la  Iuz”  del pensamiento    moderno.    Parece    que    ya    a    llegado    el    momento    para    un “redescubrimiento de los maya”.

Al reflexionar en todo esto, he llegado a percibir la presencia espiritual de los mayas.   Hábiles   sabios   de   lo   que   nosotros   llamamos   tiempo,   Maestros   de   la sincronización, los espíritus de los mayas se sonríen y hacen muecas. Por supuesto, la época es precisa. Todo esto ha sido diseñado, dispuesto, e impreso. Las pistas fueron dejadas deliberadamente.

Todo  lo  que  se  ha  estado  esperando  es  llegar  a  un  estado  mental  que  sea conveniente para interpretar las pistas. La depresión del actual estado mental, permite la  posibilidad  de  interpretar  las  pistas,  y  sacar  de  ellas  las  conclusiones  correctas.

Conclusiones que  pueden  tener  mucho  que  ver  con  timonear  los  asuntos planetarios no con rumbo a la extinción sino rumbo a una transformación.

Al preparar la presentación de este texto, hay dos cosas que me sirven de guía: el  estudio  de  un  fenómeno  que  he  llegado  a  interpretar  como  un  código  maestro galáctico,   y   el   presentimiento  de   que  es   absolutamente   necesaria  una   ruptura dramática con el modelo científico ordinario, si hemos no sólo de sobrevivir sino de transformarnos  de  la manera  más  positiva y  benigna  posible. Después de  haber sido menospreciado durante tanto tiempo, el Factor Maya debe ser examinado ahora.

La intención de escribir este libro me vino  muy repentinamente. Sin embargo, mientras reflexionaba en ello, comprendí que había estado trabajando con el material por  más  de  30  años.  En  esta  etapa  de  mi  vida,  y  de  la  vida  de  este  planeta,  es necesario  presentar  clara,  coherente,  y  honestamente  aquello  que  es  verdadero.  Los medios  para  llegar  a  la  verdad  son  múltiples.  La  intravisión,  la  intuición  directa,  la experiencia  y  la  revelación,  son  complementados  por  el  estudio,  la  investigación,  la

                                                                        GRAN RUEDA,

                                                                        MANDALA DE

                                                                           PACAL VOTAN

experimentación,  y  el  examen.  Todos  estos  elementos  han  sido  puestos  en  juego  al tratar  con el Factor Maya,  y  al  presentarlo. Pero más  que  cualquier otra  cosa, siento que es mi deber presentar el Código Maya, o sea el Código Armónico, tan sencillo y directamente como sea posible.

Más  que  un  calendario,  el Módulo  Armónico  Maya  presentado  en  esta  época, evoca la imagen del I Ching en el Hexagrama 49:

Revolución (mutación).

Fuego en el lago.

La imagen de la REVOLUCIÓN.

De este modo, el hombre superior coloca en orden el calendario,

Y hace que las épocas sean claras.

Se  ha  dado  a  conocer  este  libro  con  miras  a  poner  en  orden  el  calendario  -el calendario  que  conocieron  los  viajeros  mayas  del  cosmos-  y  para  destacar  que estamos  implicados  en  las estaciones  galácticas.  Armados  y  reasegurados  con  dicho conocimiento, podemos ponernos a tono con la Tierra, y abandonar nuestro infantil y ahora  muy  peligroso  encaprichamiento  con  el  mito  del  progreso  y  la  superioridad tecnológica. En esto radica la importancia de El Factor Maya: Un Camino Más Allá de la Tecnología.

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Tomado de: https://mariacristinacatuara.files.wordpress.com/2008/04/el-factor-maya.pdf

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