Cursos

Podcast

Canales Youtube

Visitantes

38,134,157

HISTORIA, PODER, E IDEOLOGÍA. Jorge A. Aquino

Hits:2601


La ideología racial como producción del sistema-mundo capitalista moderno. (Fragmento)

University of San Francisco

Resumen:

Este   artículo   presenta   tres   trayectorias   de   investigación   hacia   la deconstrucción de la ideología capitalista en la teología cristiana. Enmarca el  capitalismo  como  la  institución  central  material  en  la  historia  de  las Américas  a  través  de  la  reflexión  sobre  la  teoría  del  sistema-mundo capitalista  moderno  de  Immanuel  Wallerstein. 

 

Luego  considera  la  teoría de la colonialidad del poder de Aníbal Quijano, la cual hace hincapié en el papel   de   la   racialización   en   la   construcción   de   clases   trabajadoras capitalistas. Por último, el artículo considera la teoría de Louis Althusser sobre  la  interpelación,  que  demuestra  cómo  la  ideología  capitalista  está internalizada  por  los  sujetos  políticos.  El  artículo  concluye  que  ningún tema  teológico  está totalmente  libre  de  la  influencia  de  la  ideología capitalista.

Palabras  claves: Ideología  racial,  Teoría  del  sistema-mundo,  Teología cristiana, Capitalismo.

Acerca de Jorge A. Aquino

Jorge  A.  Aquino  es  Doctor  por  el  Graduate  Theological  Union  en Berkeley,   California,   EEUU.   Actualmente   es   Profesor   Asociado   de Teología  y  Estudios  Religiosos  y  de  Estudios  Latinoamericanos  en  la Universidad  de  San  Francisco,  en  California.  Es  presidente  (2014-2015) de  la  Academia  de  Teólogos  Católicos  Hispanos  de  los  Estados  Unidos (ACHTUS),   y   se   desempeñó   como   Co-Presidente   del   Grupo   sobre Religión en América Latina y el Caribe de la Academia (Norte)Americana

de  Religión  (2007-2011).  Ha  publicado  numerosos  artículos  sobre  la teología  Latina  en  los  Estados  Unidos,  teología  de  la  liberación,  teoría queer y sobre la crítica a la teoría de la ideología racial

 

Introducción

1

Este   ensayo   busca   elaborar   un   pensamiento   histórico, tratando  de  entender  el  tema  de  lo  étno-racial  como  una construcción  ideológica  violenta  y  reificada.  El  racismo,  con fuertes  raíces  en  la  esclavitud  racial,  luego  reconfigurado  en medio de las agitadas revueltas nacionalistas pan-americanas del siglo XIX, continúa siendo hoy en día un desconcertante complejo de estrategias para someter a las clases subalternas en   una   condición   desfavorable,   a   menudo   insufrible.   El objetivo  de  este  ensayo  es  ayudar  a  replantear  una  teología latina  norteamericana,  sobrina  en  principio,  de  la  teología latinoamericana  de  la  liberación.  Como  mínimo,  buscamos que  aquella  teología  latina  norteamericana  refleje  el  espíritu revolucionario de esta última sin recurrir simplemente a una mímica  de  su  empresa  intelectual.  Sin  embargo,  para  ello, necesitamos  tener  una  mejor  comprensión  de  las  fuerzas sociológicas   que   sitúan   a   los   latinos   como   sujetos diaspóricos,  especialmente  en  la  manera  en  que  el  sistema mundial  capitalista  de  la  economía  política  racializa  a  los seres humanos.

La noción de raza se enmarca en este ensayo a través de un lienzo   de   grandes   dimensiones:   una   meta-historia   del capitalismo  que  data  ya  de  500  años.  Si  entendemos  el capitalismo  como  un  sistema  de  transferencia  de  la  riqueza excedente   de   los   trabajadores   que   producen   bienes   de consumo   para   los   capitales   dueños   de   los   medios   de producción,  entonces  el  racismo,  es  decir  el  discurso  social que analiza el valor humano moral y político de acuerdo a los tipos  corporales  y  culturales,  es  la  ideología  capitalista  por excelencia.  Ningún  sistema  de  pensamiento,  tal  como  lo  es teología,  que  mantenga  a  la  justicia  social  global  como  un criterio  crucial  puede  pasar  por  alto  la  cuestión  de  cómo  la diferencia racial se correlaciona con la pobreza masiva, tanto en  los  Estado-nación  del  tercer  mundo  como  en  los  barrios tercermundistas de las metrópolis urbanas post-industriales.

De   este   modo,   este   artículo   trabaja   con   la   siguiente hipótesis:  La  interpretación  de  la  teo-cultura  latina  en  los Estados  Unidos  debe  pasar  por  un  análisis  claro  de  los conceptos   de   raza,   racismo,   racialización   y   formaciones raciales.  Este  análisis  debe  estar  formulado  como  una  crítica al  capitalismo  global  transnacional,  y  a  sus  representaciones culturales   (hetero)patriarcales,   sexistas,   racistas   y homofóbicas.   El   racismo   no   es   simplemente   un   efecto secundario del capital global, como un tumor benigno o una anomalía  accidental  de  «manzanas  podridas»  dentro  de  la cultura  democrática.  Por  el  contrario,  el  racismo  es  una condición   indispensable   e   intrínseca   que   posibilita   la acumulación  de  capitales.  En  otras  palabras,  el  capitalismo actual  no  sería  posible  sin  una  práctica  histórica  racista,  lo cual no es nada más ni nada menos que el proceso por el cual los «cuerpos de color» han sido delimitados como subalternos y subordinados.

Generalmente se olvida que el racismo fue el fundamento del  logos  ideológico  del  colonialismo  en  las  Américas,  un hecho   que   tan   vívidamente   ilustra   el   estudio   sobre   los debates  entre  Bartolomé  de  las  Casas  y  Juan  Ginés  de Sepúlveda en el siglo XVI sobre la ética de la conquista.

 Por lo tanto, la crítica del racismo es también una crítica tanto de la  economía  política  como  del  capitalismo.  Las  teologías cristianas subalternas tienen un importante papel simbólico y discursivo  a  la  hora  de  la  crítica,  especialmente  mediante  su participación en la energía profética y bíblica. Si una teología liberacionista  latina  en  los  Estados  Unidos  hiciera  hincapié en el carácter socialmente conflictivo de la historia, entonces, una  gramática  latina  de  la  identidad  debería  lidiar  con  la forma   en   que   nuestra   condición   de   sujetos   racializados establece una subalternidad latina.

Para  ello,  hablaremos  de  tres  tropos  hacia  una  gramática de  las  relaciones  entre  la  historia,  la  ideología  y  el  poder. Presentamos  estos  tropos  en  pos  de  las  afirmaciones  por  las cuales  el  racismo  se  manifiesta  a  sí  mismo  periódicamente: tanto  como  un  fenómeno  social  imaginario  del  espacio  y  del tiempo  —«la  historia»—  como  el  dominio  donde  diferentes agentes destacados luchan, en una suerte de guerra de todos contra  todos,  por  las  posiciones  más  prominentes  en  la constante evolución de la hegemonía mundial histórica —«el poder»—.   Estas   guerras   de   posición,   que   en   ocasiones evolucionan  en  lo  que  la  geopolítica  contemporánea  llama «guerras  calientes»,  genera  ideas  —«la  ideología»—  sobre  la persona  humana,  sobre  las  relaciones  sociales  y  sobre  la adecuada  relación  entre  la  moralidad  y  la  condición  social.

Esas  ideas  se  congelan  en  una  matriz  de  subjetivación,  un término   que   expresa   teóricamente   cómo   los   intereses hegemónicos  moldean  tanto  la  identidad  individual  y  grupal como la competencia política y la consciencia.3

Como  materia  de  la  subjetivación,  la  ideología  forma,  sin determinar  por  completo,  la  mayor  parte  de  lo  que  una persona puede imaginar y sentir: en particular, los ámbitos de sus opciones políticas, estados de ánimo psíquicos, prácticas sexuales,   y   la   subjetividad   religiosa.   La   ideología,   así, proporciona a los sistemas sociales un formidable basamento discursivo  que  dispensa  distintos  destinos  a  las  diversas clases   de   personas,   según   los   intereses   del   status   quo hegemónico en un momento dado de la historia. Además de dar  forma  a  nuestras  almas,  y  al  «contenido  de  nuestro carácter»,4 las reivindicaciones ideológicas sobre la noción de raza regularmente invierten esas impugnaciones por el poder con  mayor  o  menor  confianza  en  su  derecho  de  subordinar algunos  de  sus  semejantes,  o  en  su  defecto  para  resistir  a  la subordinación, dentro del orden reificado.

Si bien a menudo somos testigos de piadosas invocaciones en torno a la justicia dentro de ese orden, tales invocaciones rara   vez   cambian   el   desequilibrio   material   de   bienes   y privilegios  por  el  cual  algunos  prosperan  en  su  bienestar mientras que otros sufren la «muerte antes de tiempo».5

 Esta expresión  un  tanto  abstracta  de  la  experiencia  histórica  de racialización  es  lo  que  se  busca  tener  en  cuenta  en  este ensayo,   lo   cual   sienta   las   bases   teóricas   para   una comprensión  sobre  cómo  el  pensamiento  racial  tiene  una presencia subterránea en la teología.

Creemos  que  los  tropos  de  la  historia  y  el  poder  en términos  de  lo  que  denominamos  «la  larga  historia  de  la colonialidad»,  sintetizan  las  ideas  sociológicas  del  «sistema-mundo   moderno»   con   una   teoría   concerniente   a   la «colonialidad del poder», ya que estos conceptos se expresan, respectivamente,   en   la   obra   de   Immanuel   Wallerstein   y Aníbal Quijano. Esta «larga historia» intenta brindar parte de los antecedentes materialistas a través de los cuales la noción de raza se convirtió en un instrumento indispensable para la explotación global de la división del trabajo dentro del orden del  Nuevo  Mundo  posterior  a  1492.  Especificamos  1492, siguiendo no solo al filósofo latinoamericano Enrique Dussel  sino  también  a  una  larga  historia  de  consenso  dentro  de  la conciencia  política  de  América  Latina  que  toma  esa  fecha como  el  «año  cero»  de  la  modernidad.  A  contramarcha  de buena  parte  de  la  filosofía  política  que  ha  salido  de  Europa después  de  la  Ilustración,  la  modernidad  no  está  realmente marcada  por  lo  que  sucedió  en  Europa  sino  por  lo  que  los europeos   hicieron   fuera   de   Europa   tanto   a   los   pueblos indígenas como a los millones de individuos trasplantados de África  que  fueron  secuestrados  y  llevados  a  las  Américas, para posteriormente hacerse cargo de la vocación miserable y mortal de ser esclavos raciales (Dussel, 1992, 1998).

Nos apresuramos a añadir que no se ofrece aquí un relato histórico acabado para englobar esta idea de la «larga historia de  la  colonialidad».  Por  el  contrario,  ofrecemos  algo  más parecido  a  un  meta-relato,  delimitando  algunos  hitos  dentro de  una  extensa  teoría  del  gran  movimiento  de  la  historia como  un  medio  para  establecer  las  bases  materialistas  que comprendan el fenómeno del racismo tanto como una de las ideologías  dominantes  de  la  modernidad  como  una  de  las ideologías que la teología debe necesariamente enfrentar.

Volveremos  a  considerar  más  concretamente  la  noción  de raza   como   una   construcción   ideológica   a   través   de   la discusión de la obra de Louis Althusser antes de concluir con algunas   reflexiones   sobre   cómo   la   «larga   historia»   y   la ideología  racial  podrían  informar  de  manera  productiva  la reflexión teológica latina.

 

Notas:

1 Agradezco  a  Hugo  Córdova  Quero  por  la  traducción  de  este  artículo desde su original en inglés.

2 El debate entre Las Casas y Sepúlveda en Valladolid (1550-1551) es un fundamento  de  la  historia  racial  en  América  Latina.  Véase  Giménez Fernández  (1984);  Hanke  (1974);  Las  Casas  (1958,  1982);  y  Sepúlveda (1984).

3 Hablo de subjetivación en términos de la teoría de la ideología de Louis Althusser, véase  infra.

4 Del discurso «I Have a Dream» [Tengo un sueño] de Martin Luther King Jr. (1991: 219).

 

_________________

Tomado de:

http://www.gemrip.com.ar/wp-content/uploads/2014/12/Aquino-2015-Historia-Poder-Ideologia-1.pdf

Buscar