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La «larga historia» de la noción de raza: El sistema-mundo moderno y la «colonialidad de poder». Jorge A. Aquino

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La teoría del sistema-mundo moderno surgió en la década de 1960  como  parte  de  un  fermento  intelectual  en  las  ciencias sociales, a raíz de una insuficiencia ampliamente percibida de las  explicaciones  previas  sobre  la  pobreza  y  el  subdesarrollo entre  las  disputas  de  teóricos  del  «desarrollismo»  y  de  la «dependencia».   También   representa   una   respuesta   post-marxista de las limitaciones de la teoría económica marxista, en particular aquellos elementos que concebían el desarrollo histórico  en  términos  deterministas,  evolutivos,  o  incluso escatológicos.

 

Sin  embargo,  para  entender  sus  contribuciones  de  gran alcance,  sería  útil  situar  aquellas  teorías  que  la  precedieron. Mientras que la teoría del sistema-mundo se desarrolló a fin de   responder   a   problemas   más   contemporáneos,   su metodología  de  pensamiento  en  términos  transnacionales  y trans-epocales  rompe  con  teorizaciones  más  limitadas  sobre l a   p o b r e z a   q u e   e s t u d i a b a n   s ó l o   l a s   c o n d i c i o n e s contemporáneas   dentro   de   las   historias   nacionales   o regionales.

El desarrollismo y la teoría de la dependencia Después  de  la  Segunda  Guerra  Mundial,  el  gobierno  de  los EE.UU.,  los  prestamistas  internacionales,  las  organizaciones no  gubernamentales,  las  organizaciones  internacionales  de desarrollo,   y   las   elites   del   Tercer   Mundo   elaboraron estrategias  de  «modernización»  y  «desarrollo»  como  medios ostensibles para mejorar la salud económica y la riqueza para la  mayor  parte  de  la  humanidad.  Articularon  así  una  visión engañosamente utópica en la cual los países subdesarrollados podrían alinear sus economías con aquellas de las sociedades más  avanzadas  —Europa  y  Estados  Unidos—  mediante  la atracción de capital extranjero, ofreciendo a los inversionistas un  suministro  de  mano  de  obra  barata,  una  base  de  bajos impuestos,  y  proporcionando  las  infraestructuras  críticas, tales  como  electricidad,  caminos,  agua,  etc.,  para  apoyar  esa actividad  económica.  Esta  fue  la  fórmula  por  la  cual,  por ejemplo,   las   industrias maquiladoras se   desarrollaron   en Puerto   Rico,   y   luego   se   exportaron   a   otros   países subdesarrollados tales como México.

Sin  embargo,  tanto  teorías  como  políticas  no  lograron explicar,  y  mucho  menos  reprogramar,  el  incremento  de  la pobreza generalizada en gran parte del Tercer Mundo, por no mencionar   el   fenómeno   creciente   de   la   pobreza   en   las grandes   metrópolis   de   los   países   industrializados.   Una generación  de  teóricos,  sobre  todo  centrados  en  América Latina,   desarrolló   una   crítica   sobre  las   estrategias   de modernización  de  este  tipo,  en  conjunto  con  un  amplio descontento en la región tanto con la industrialización como con   la   estrategia   de   «sustitución   de   importaciones»   —mayormente  exportada  desde  América  del  Norte—,  bajo  la rúbrica  de  «teoría  de  la  dependencia».  La dependencia es también un concepto fundamental para la teoría del sistema-mundo moderno.

La  teoría  de  la  dependencia  fue  pionera  sobre  la  idea  que la  economía  política  capitalista  es  un  fenómeno  mundial, siendo   el   subdesarrollo   intrínseco   a   ésta   en   vez   de   su consecuencia  anómala.  Es  decir,  los  países  «centrales»  —básicamente   los   países   industrializados   de   occidente— durante  siglos  han  extraído  los  recursos  y  el  capital  de  las naciones  de  la  «periferia»  —básicamente  aquellas  del  Tercer Mundo—, causando así el «subdesarrollo». Según la teoría de la   dependencia,   la   característica   más   importante   de   la economía  mundial  de  hoy  es  una  división  internacional  del trabajo en la cual el mundo industrializado fabrica productos para   las   naciones   agricultoras   subdesarrolladas   —o   de monocultivo— del Tercer Mundo.

Esta  perspectiva  se  remonta  a  la  era  de  la  Comisión Económica  para  América  Latina  (CEPAL),  que  en  la  década de   1950   puso   en   marcha   una   serie   de   propuestas   de «sustitución  de  importaciones»  a  través  de  las  cuales  los países  de  América  Latina  podrían  financiar  el  desarrollo  de sus propias posibilidades de producción industrial a través de las  exportaciones  de  materias  primas  materiales  y  productos agrícolas  como  parte  de  una estrategia  a  largo  plazo  para corregir   sus   problemas   en   la   balanza   comercial   con   las naciones  industrializadas.  Sin  embargo,  hacia  la  década  de 1960,  la  galopante  inflación  y  el  desempleo  en  el  Tercer Mundo   habían   socavado   el   optimismo   respecto   de   las estrategias de la CEPAL (So, 1990: 91-94).

Los  fracasos  de  la  sustitución  de  importaciones  condujo  a una   generación   más   radical   de   expertos,   aquellos   de mentalidad  neo-marxista,  a  proponer  una  nueva  teorización del   subdesarrollo   del   Tercer   Mundo,   el   cual   preveía   el problema   del   Tercer   Mundo   como   una   dependencia económica  de  las  economías  más  desarrolladas.  Los  teóricos de  la  dependencia  criticaron  las  teorías  desarrollistas  debido a:  a)  su  incapacidad  para  dar  cuenta  del  subdesarrollo  como un  efecto  histórico  del  colonialismo  desde  el  siglo  XV  en adelante; b) que éstas teorías en general eran ahistóricas; y c) concebir   el   problema   del   subdesarrollo   en   términos   de condiciones   dentro   de   los   Estado-nación,   y   no   como problemas derivados de las estructuras transnacionales en la economía política global.

Surgieron  así  dos  formas  de  teoría  de  la  dependencia:  la escuela   del   «desarrollo   dependiente»   y   la   escuela   del «desarrollo  del  subdesarrollo».  La  versión  del  «desarrollo dependiente»   de   la   teoría   de   la   dependencia   concibió soluciones  a  la  pobreza  del  Tercer  Mundo  en  términos  de estrategias  de  industrialización  administradas  por  el  Estado, tales como aquellas practicadas por la CEPAL.

Sin   embargo,   teóricos   como   André   Gunder   Frank proponían   que   los   teóricos   del   desarrollo   restaban importancia  de  manera  demasiado  optimista  a  las  profundas cargas económicas que las historias coloniales han exigido en muchos  de  los  países  descolonizados  del  Tercer  Mundo.7  Frank   argumentaba   que   el   modelo   de   colonialismo «metrópoli-satélite»,  en  el  cual  las  potencias  colonizadoras impusieron  administraciones  coloniales  en  las  ciudades  de las   naciones   colonizadas,   no   modificaba   de   manera fundamental  a  una  gran  parte  del  mundo,  a  pesar  de  la tensión  nominal  y  jurídica  en  torno  a  la  descolonización.  El argumento de Frank era que, esta transferencia nacional de excedente económico ha producido  el  subdesarrollo  en  los  países  del  Tercer Mundo  y  el  desarrollo  en  los  países  occidentales  [y q u e ]   l a s   r e g i o n e s   q u e   s o n   h o y   l a s   m á s subdesarrolladas  y  feudales  son  aquellas  que  tuvieron vínculos   más   estrechos   con   las   metrópolis   en el pasado. (So, 1990: 97)

La  teoría  de  la  dependencia  era  una  vasta  empresa.  Pero sus seguidores compartían presupuestos comunes:

 Un estudio representativo de la perspectiva de «desarrollo dependiente» 6 se  encuentra  en Dependency  and  Development  in  Latin  America (Cardoso  y Faletto, 1979).

 Un texto representativo de la teoría del «desarrollo del subdesarrollo» es 7 el   de   Andre   Gunder   Frank, Lumpen-Bourgeoisie/Lumpen-Development: Dependence, Class, and Politics in Latin America

(1972).

1.

La  dependencia  de  un  Estado-nación  del  Tercer  Mundo respecto  del  Primer  Mundo  es  una  condición  impuesta desde el exterior, y no una condición intrínseca a la cultura de  una  nación  o  una  consecuencia  sólo  de  su  historia interna.

2.

La  dependencia  es  problema  de  una  economía  política orquestada,  y  no  de  una  economía  interna  espontánea, cuyos  síntomas  principales  son  los  desequilibrios  en  el comercio  y  los  flujos  de  capitales  entre  las  naciones  del Primer Mundo y del Sur Global.

3.

La dependencia no se plantea entre un Estado-nación —desarrollado—  y  otro  Estado-nación  —subdesarrollado—, sino que «el subdesarrollo en la periferia y el desarrollo en el  centro  son  dos  aspectos  de  un  mismo  proceso  de acumulación de capital, lo que conlleva a una polarización regional  en  la  economía  mundial»  (So,  1990:  104).  Esa polarización  se  despliega  entre  los  países  del  «centro»  y aquellos de la «periferia».

4.   Del   mismo   modo,   «la   dependencia   es   vista   como incompatible  con  el  desarrollo»  (So,  1990:  105).  Mientras que  el  desarrollo  puede  ocurrir  en  algunas  naciones  de  la periferia,  esto  constituye  más  la  excepción  que  la  regla. (Véase Wallerstein, 1979: 66-94)

Esta  orientación  teórica  jugó  un  papel  importante  en  la conciencia política que llevó al surgimiento de muchos de los movimientos  populares  en  América  Latina  en  la  década  de 1960, incluida la teología de la liberación.8

8 Sobre  la  teoría  económica  neo-marxista,  incluyendo  la  teoría  de  la dependencia,  en  la  teología  de  la  liberación,  véase  Gutiérrez  (1990), McGovern (1989), y Dussel (1993).

Tomado de:

http://www.gemrip.com.ar/wp-content/uploads/2014/12/Aquino-2015-Historia-Poder-Ideologia-1.pdf

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