La principal innovación que trajo la escuela de pensamiento del sistema-mundo fue el complementar el horizonte global de la teoría de la dependencia con un marco meta-histórico de análisis. De acuerdo con su publicación principal, llamada Review, la escuela del sistema-mundo enfatizaba el «[...] análisis de las economías por sobre un tiempo histórico y un espacio más amplio, tanto el proceso histórico-social holístico como la naturaleza transitoria (heurística) de las teorías» (So, 1990: 170).
La escuela del sistema-mundo surgió de una síntesis de perspectivas, tanto del pensamiento neo -marxista principalmente en la teoría de la dependencia como de la escuela francesa de Historia de los Anales, en protesta contra las trabas disciplinarias en con las cuales los historiadores han trabajado por mucho tiempo. La escuela del sistema-mundo tendía a concebir el estudio histórico global e interdisciplinario a través de épocas de gran alcance temporal, que fueron designadas como longue durée [largo plazo].
La longue durée es un proceso histórico en el que todo cambio es lento, una historia de la repetición constante, incluso de ciclos recurrentes. Es sólo a través del estudio de largo plazo, [es decir] las capas más profundas de la vida social, la historia subterránea, y las continuas estructuras de la realidad histórica, que la totalidad es revelada. (So, 1990: 172)
Una preocupación central de la escuela del sistema-mundo se relacionaba con la manera en la cual las fronteras disciplinarias en las ciencias sociales, desde el siglo XIX, limitaron en lugar de ampliar los enfoques creativos sobre problemas de la economía política, en particular el problema de la distribución desigual de la riqueza y el subdesarrollo. Esta división del trabajo académico imperante dejó la economía y los fenómenos políticos en disciplinas separadas, respectivamente, en la economía y las ciencias políticas. Otras disciplinas surgieron para hacer frente a las anomalías que las ciencias no pudieron explicar. Hablamos de la sociología con preguntas en torno a la supuesta irracionalidad o anomia de la vida urbana y la antropología con su atención a la vida de los pueblos «primitivos» que decididamente eran ampliamente subdesarrollados respecto de Europa.
Sin embargo, esta división disciplinaria no permitió a los investigadores comprender la interacción de dimensiones que coincidían parcialmente entre estos campos y, en general inhibieron las investigaciones conjuntas. Wallerstein (1987) argumenta que aquellos límites disciplinarios surgieron debido al liberalismo ideológico, que desde el siglo XIX sostuvo que la economía y la política eran entidades separadas analíticamente:
Las tres supuestas áreas de acción colectiva de la humanidad -lo económico, lo político y lo social o sociocultural- no son espacios autónomos de acción social. No poseen lógicas separadas. Más importante aún, la imbricación de las limitaciones, opciones, decisiones, normas, y racionalidades es tal que ningún modelo de investigación útil puede aislar a los factores de acuerdo con categorías de lo económico, lo político y lo social, y tratar solo un tipo de variable, implícitamente restringe a las otras constantes.
Estamos argumentando que no hay un solo conjunto de reglas, o un solo conjunto de restricciones dentro de las cuales operan estas diversas estructuras. (p. 313)
A fin de discernir la singularidad de la lógica por la cual el sistema-mundo funciona, es necesario pensar en forma sistémica, e ir más allá de las fronteras del Estado-nación hacia una historia más global, recorriendo largas épocas siglos o incluso milenios como las unidades principales de análisis.
Wallerstein se refirió a tres tipos de sistemas político-económicos en su teoría de la historia del sistema-mundo.
Los mini-sistemas, que son característicos de las épocas pre-agrícolas y del comienzo de la agricultura en la antigüedad.
Los imperios-mundiales, que predominaron desde los tiempos de las primeras civilizaciones no -nómadas hasta el descubrimiento de las Américas (8000 aC-1500 dC), y que constituyeron los órganos políticos a cargo de una administración central que exigían tributo de las unidades más pequeñas provincias. El Imperio Romano fue la expresión paradigmática de un imperio-mundo. Por último, las economía-mundo o las formas capitalistas de la economía política, las cuales se originaron en el siglo XV con el descubrimiento de las Américas. Estas economía-mundo comenzaron a sumar todas las otras formas tanto de producción como de política para constituir la economía política global actual. Las economías-mundo son: [...] vastas e irregulares cadenas de estructuras de producción integradas y diseccionadas por múltiples estructuras políticas. La lógica básica es que el superávit acumulado fue distribuido de manera desigual en favor de aquellos capaces de alcanzar el monopolio en las redes del mercado. (So, 1990: 8)
Wallerstein (1987) se refiere al capitalismo como la lógica de organización central del sistema-mundo, pero no al capitalismo tal cual se lo ha entendido tradicionalmente según el liberalismo clásico, es decir, «[...] un sistema basado en la libre competencia entre los productores con mano de obra gratuita de los productos básicos libre, libre significa su disponibilidad para la venta y compra en un mercado» (p. 378).
Esta definición, basada en el modelo de la revolución industrial británica, rara vez funciona más allá del ámbito de aplicación del siglo XIX en Gran Bretaña porque la historia demuestra que en gran parte del mundo ha habido «[...] amplias zonas de trabajo asalariado y no-asalariado, amplias áreas de bienes de consumo y mercancías no-mercantilizadas, así como también amplias zonas de propiedad y de capital enajenables y no-enajenables [...]» (Wallerstein, 1987: 320).
Del mismo modo, Wallerstein crítica la propensión del liberalismo clásico de representar el desarrollo político y económico como uniforme y constante, incluso si se desarrolla en diferentes etapas en diferentes lugares de todo el mundo, y avanza hacia algún tipo de eschaton futuro que se parece mucho a la riqueza y la prosperidad de los sectores industrial y post-industrial de occidente. La noción del «progreso» es una de las ficciones fundacionales de la teoría económica liberal, y la base de muchas de las ideas de desarrollo político y económico que hemos visto desde el siglo XX, especialmente aquellas destinadas a promover el desarrollo económico en el Tercer Mundo.
Wallerstein sostiene que la idea de progreso debe integrarse en el análisis económico como una variable potencial, pero no como algo dado. Esto es porque el capitalismo, lejos de hacer crecer sociedades hacia una especie de autonomía permanente, trascendental y económica, está en crisis en tanto se acerca al límite de sus propias contradicciones internas de acumulación. En esencia, esa contradicción profundiza la capacidad de productores capitalistas para seguir acumulando ganancias, extrayendo excedentes de las cadenas de producción existentes, de manera que todavía permita a los trabajadores no-capitalistas recibir salarios necesarios para continuar comprando los bienes que el capitalismo produce. Como afirma Alvin So (1990):
Wallerstein sostiene que, aunque la riqueza absoluta del 10-20% de la población mundial (sobre todo en las zonas centrales) ha aumentado considerablemente en los últimos 40 años, la gran mayoría de la población mundial (sobre todo en las zonas periféricas) están probablemente peores que sus antepasados. Así, la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado enormemente en los últimos cuatro siglos. (p. 190)
Esta articulación de las diferencias en la riqueza mundial entre los diferentes sectores del sistema-mundo se parece mucho a la lectura marxista de la explotación y la transferencia de la plusvalía desde los trabajadores hacia las clases capitalistas. Pero a diferencia de Marx, y más allá de la teoría de la dependencia, Wallerstein comprende la sistematización del sistema-mundo en términos de tres regiones: centro, periferia y semi-periferia. Las zonas central y periféricas del sistema-mundo se distinguen entre sí por sus niveles muy divergentes de salarios y productividad. Los productores de los países centrales son más productivos, pero su productividad causa demandas para el aumento de los salarios, lo cual los coloca en una situación de creciente desventaja frente a los productores en otros sectores donde las demandas salariales no están creciendo tan rápido. Así que los países de la semi-periferia funcionan como un regulador de amortiguación entre el núcleo y la periferia, el destino hacia el cual el capital se moviliza para cubrir sus apuestas contra la compresión de los salarios-productividad.
Wallerstein (1979) sostiene:
El aumento de los salarios de los trabajadores en los países centrales, junto con la situación de creciente desventaja económica de los productores líderes económicos, teniendo en cuenta los continuos avances tecnológicos, y la inversión más pesada en capital fijo rápidamente superado por la precisión de los principales productores, conduce a un inevitable descenso en los costos comparativos de la producción.
Para los capitalistas individuales, la capacidad de transferir capital de un sector en declive hacia a un sector creciente es la única manera de sobrevivir a los efectos de los cambios cíclicos en los loci de los principales sectores. Para ello debe haber sectores capaces de beneficiarse de la compresión de los salarios-productividad del sector líder. Esos sectores son lo que llamamos países semi-periféricos. Si no estuvieran allí, el sistema capitalista rápidamente enfrentaría una crisis económica como si fuese una crisis política. (p. 70)
Wallerstein también presenta un relato diacrónico de las dos grandes fases del desarrollo del sistema-mundo.
Por un lado, el período de 1500 a 1945 fue testigo del surgimiento de las primeras formaciones del capitalismo global, que culminó en la consolidación de Europa y los Estados Unidos como potencias hegemónicas del capitalismo central. Por otro lado, desde la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, dos acontecimientos importantes han marcado al sistema-mundo. En primer lugar, un aumento geométrico en el tamaño, la productividad y la concentración de la riqueza en el sistema-mundo, un crecimiento que «probablemente ha s i d o t a n g r a n d e c o m o e l d e t o d o e l p e r í o d o d e 1500-1945» (So, 1990: 190). En segundo lugar, ha crecido la resistencia política anti-sistémica a las políticas del sistema-mundo, culminando en fuerza hacia fines de la década de 1960, pero disminuyendo en medio de los conflictos dentro de esos movimientos sobre las ambiciones a veces en conflicto por la igualdad social generalizada, el desarrollo nacional, y la movilidad ascendente. Sin embargo, Wallerstein ve en el aumento de los movimientos anti-sistémicos una vulnerabilidad política significativa que el sistema-mundo capitalista moderno enfrenta.
En suma, la economía-mundo capitalista puede ser considerada como una continuidad con esperanza de vida hasta ahora de cinco siglos debido a tres características que Wallerstein ha identificado en la economía política global, las cuales han permanecido relativamente constante desde el 1500:
1.
Un mercado mundial de productos básicos, que aparece por primera vez en el siglo XVI, ha crecido dentro de un sistema internacional de Estados-nación cuyo equilibrio de poder es tal que evita que cualquier Estado monopolice el mercado mundial.
2.
Este sistema está organizado en una jerarquía económica, es decir aquella de estados centrales, periféricos y semi-periféricos, cuyos componentes son todavía clasificados en clases socio-económicas en función de su riqueza y su posición en las cadenas productivas del mundo.
3. Por último, el crecimiento y la contracción en el sistema se desarrollan en ondas cíclicas, a menudo de décadas o siglos de duración (Johnston y Taylor, 1986: 335).
Wallerstein siempre ha datado el nacimiento del sistema-mundo moderno en los modos capitalistas de acumulación que se globalizó en el período histórico que siguió a las primeras aventuras coloniales de Europa, es decir, aquellas de España y Portugal en las Américas. Sin embargo, los críticos lo han cuestionado por no integrar una teoría del colonialismo más central en su obra sobre el sistema-mundo, en particular la forma en que la división colonial del trabajo se derivó de una geo-cultura basada en cuerpos racializados.
Ahí es donde el trabajo del sociólogo Aníbal Quijano ha ofrecido una contribución real a la teoría del sistema-mundo.
Tomado de:
http://www.gemrip.com.ar/wp-content/uploads/2014/12/Aquino-2015-Historia-Poder-Ideologia-1.pdf