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RELACIÓN DEL CONQUISTADOR ANÓNIMO. Fragmento.

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Texto aparecido en italiano en 1556, en la colección de “Navegaciones y viajes” de Ramusio y citado por Francisco Javier Clavijero como una de sus fuentes, para su obra “Historia Antigua de México. 1781.

Relación de algunas cosas de la Nueva España, y de la gran ciudad de Temestitlán México; escrita por un compañero de Hernán Cortés.

Esta tierra de la Nueva España es semejante a España, y los montes, valles y llanos son casi de la misma manera, excepto que las sierras son más terribles y ásperas; tanto, que no se pueden subir sino con infinito trabajo, y hay Sierra, a la que se sabe, que se extiende más de doscientas leguas.

 

Hay en esta provincia de la nueva España grandes ríos y manantiales de agua dulce y muy buena; extensos bosques en los montes y llanos, de muy altos pinos, cedros, robles y cipreses, encinos y mucha diversidad de árboles de monte. En lo interior de la provincia hay lomas muy amenas, y cerca de la costa, hay montes que corren de mar a mar. La distancia de un lugar a otro es, por la parte menor, de cincuenta leguas, en otra ciento setenta, en otras doscientas, en otra pasa de trescientos, y por otra parte tiene cerca de quinientos; ya más arriba es la distancia tan grande, que no se sabe el número de lenguas, porque no la han visto los españoles, ni la acabaran de ver de aquí a cien años; y cada día se descubren tierras nuevas. En esta provincia hállense minas de oro, plata, cobre, estaño, acero, y hierro. Hay muchas especies de frutos semejantes en la apariencia a los de España, aunque al gustar los no tienen aquella perfección, y en el sabor ni en el color. Bien es verdad que hay muchos excelentes, y tan buenos como pueden ser los de España; pero esto no es lo general. Los campos son muy agradables, muy llenos de hierba hermosísima que crece hasta media pierna. La tierra es muy fértil y abundante, produce cualquiera cosa que en ella se siembra, y en muchos lugares da dos o tres cosechas al año.

 

II.- De los animales.

Hay muchos animales de diversas especies, como son tigres y leones y lobos, y asimismo adives, que son entre sorbo y perro, y otros entre león y lobo. Los tigres son del mismo tamaño, o acaso algo mayores que los leones, salvo que son más robustos, fuertes y feroces: tienen todo el cuerpo lleno de pintas blancas, y ninguno de sus animales hacen daño a los españoles, siendo así que a los naturales no les hacen muchas fiestas, antes se los comen. También hay siervos y zorros salvajes, gramos, liebres y conejos. Los puercos tienen el ombligo en el espinazo, y hay otros muchos y diversos animales, en especial uno, poco mayor que un gato, que tiene una bolsa en el vientre, en la cual esconde a sus hijuelos cuando quiere huir con ellos, para que no se los quiten, y allí lo lleva sin que se vean ni conozca que lleva cosa alguna; cuando va de huida trepa con ellos por gozar. Esta provincia de nueva España está por la mayor parte muy poblada: hay en ella serán de ciudades y pueblos, tanto en los llanos como en las montañas; las casas son de cal y canto, y de piedra y adobe, todas con sus azoteas. Esto es entre los que viven en la tierra de; pero los que habitan cerca del mar tienen casi todas sus casas y paredes de adobe, tierras y tablas, con los techos de paja. Solían tener los naturales de esta tierra bellísimas mezquitas, con grandes torres y habitaciones, en las cuales daban culto a sus ídolos y les hacían sacrificios. Muchas de aquellas ciudades están mejor ordenadas que las de acá, con muy hermosas calles y plazas, donde hacen sus mercados.

 

III.- De los soldados.

La gente de esta tierra es bien dispuesta; antes alta que baja. Todo son de color trigueño, como pardos, de buenas acciones y gestos; son por la mayor parte muy diestros, robustos e infatigables, y al mismo tiempo la gente más parca que se conoce. Son muy belicosos, y con la mayor resolución se exponen a la muerte. Solía haber entre ellos grandes guerras y diferencias, y todos los presos en guerra se los comían o los hacían esclavos. Cuando ponían sitio un pueblo y se rendía sin resistencia, los habitantes quedaban solamente por vasallos de los vencedores; pero si había que usar de fuerza, eran los reducidos a esclavitud. Ganancia orden en sus guerras, tienen sus capitanes generales, y además otros capitanes particulares de 400 y de 200 hombres. Cada compañía tiene una alférez, quien lleva la bandera en su asta, de tal manera tarda en la espalda, que no le molesta ni nada para pelear, ni para hacer todo cuanto quiera; y lo lleva también ligado al cuerpo, que si no le hacen pedazos no se le puede descartar ni quitar de modo alguno. Acostumbran por lo regular gratificar y pagar muy bien a los que sirven con valor en la guerra, señalándose y dándose a conocer con alguna hazaña, pues han que sea entre ellos el más vil esclavo, lo hacen capital y señor y le dan vasallos, y lo estiman de manera, que por dondequiera que va lo sirven y lo obtienen en tanto respeto y reverencia como si fuese el señor mismo. A este que así se ha distinguido lo hacen una señal en el cabello, para que sea conocido por su hazaña, y todo el mundo lo advierta a primera vista, porque no acostumbran traer cubierta la cabeza. Cada vez que hace alguna ocasión hablé, le ponen otra señal parecida en testimonio de su valor, y los señores le hacen siempre otras Mercedes.

 

IV.- De sus armas ofensivas y defensivas.

Las armas defensivas que usan en la guerra son ciertos sayetes a guisa de jubón es de algodón acolchado, deber y medio de grueso, y a veces de dos dedos, que son muy fuertes, y sobre ellos se ponen otros jubón es y casas todo de una pieza, que se atacan por atrás. Son de una tela gruesa, y tanto los jubones como las calzas los cubren por encima de plumas de diversos colores, que hacen muy buena vista: unas compañías de soldados las usan blancas y encarnadas, otras azules y amarillas, y otras de diversas maneras. Los señores llaman enzimas y otros sayetes como jacos, que entre nosotros se usan de malla, pero ellos los hacen de oro o plata sobredorada. Estos vestidos de pluma son de fuerza proporcionada a sus armas, de manera que no les entra a exterminarlos, sino que rechaza y aún con las espadas es difícil atravesarlos. Para abordar la cabeza llevan unas como cabezas de serpiente, tigres, leones o lobos, con sus quijadas; y la cabeza del hombre queda dentro de la del animal, como si éste lo devorarse: son de madera cubiertas por encima de plumas, y de adornos de oro y piedras preciosas, que es cosa maravillosa de ver; usando rodelas de diversas maneras, dichas de buenas cañas macizas (otates) que se dan en aquella tierra, entretejidas con algodón grueso doble, y encima ponen plumas y planchas redondas de oro, con lo que quedan tan fuertes, que no se pasan si no es con una buena ballesta. Hay sin embargo algunas que las pasan; pero la saeta nace ya daño. Y porque acá en España se han visto algunas de estas novelas, digo, que no son de las que llevan a la guerra, sino de las usan en sus fiestas y bailes que acostumbran hacer. Sus armas ofensivas son arcos y flechas, y dardos, que tiran con una ballesta hecha de otro palo; los llanos que tienen en la punta son de piedra cortante, o de huesos de pescado muy recio y abuso. Algunos dardos tienen tres puntas con las que hacen referidas, porque en un palo encajan tres puntas dejará con sus yerros de la madera dicha, y asirán tres heridas en una lanzada. Tienen también espadas que son de esta manera: hacen una espada de manera mundo de montante, con la empuñadura no tan larga, pero de unos tres dedos de ancho, y en el filo le dejan ciertas canales en las que encajan unas navajas de piedra viva, y cortan con una navaja de Tolosa. Yo vi un día que combatiendo un Indio con un caballero, dio el Indio al caballo de su contrario tal cuchillada en el pecho, que se abrió hasta las entrañas, y cayó muerto al punto. Y el mismo día vi a otro Indio dar también a otro caballo una cuchillada en el cuello, con que lo prendió muerto a sus pies. Usan ondas con las cuales alcanzan muy lejos; y comúnmente llevan todas esas armas. Es una de las cosas más bellas del mundo verlos en la guerra por sus escuadrones, porque van con maravilloso orden y muy galanes, y parecen también, que no hay más que ver. Háyanse entre ellos hombres de gran ánimo, y que arrostran la muerte con la mayor resolución. Yo vi uno de estos defenderse valerosamente de dos caballos ligeros, y a otro de tres y cuatro; viendo los Españoles que no lo podían matar, perdió uno de ellos la paciencia y le arrojó su lanza; pero el Indio antes que le alcanzara la cohesión del aire, y con ella pero todavía más de una hora, hasta que llegaron dos peones que lo hicieron de dos o tres flechazos, con lo que habiendo cerrado el Indio, el uno, el otro lo abrazó por detrás y le dio de puñaladas. Mientras pelean cantar y bailar, y a vueltas dan los más horribles alaridos y silbidos del mundo, especialmente si notan que van alcanzando ventaja; y es cierto que quien no los ha visto pelear otras veces ponen gran temor con sus gritos y valentías. En la guerra de la gente más cruel quedarse puede, porque no perdona a hermano, pariente, mi amigo, ni dejan comida ninguno que prende, pues han que sean mujeres y hermosas, las matan todas y se las comen. Cuando no pueden llevarse el botín y los despojos del enemigo, lo queman todo. Sólo a los señores no era permitido matarlos, sino que se los llevaban presos bien guardados, y luego disponían una fiesta, para la cual en medio de las plazas de las ciudades había ciertos macizos redondos de cal y canto, tan altos como altura y media de hombre. Se subía ellos por gradas, y encima quedaba una plazoleta redonda con Montejo, y en medio de esa plazoleta estaba asentada una piedra, también redonda, con un agujero en el centro. Aquí subía el señor prisionero y lo acaban por la garganta del pie con una cuerda larga y delgada, le daban espada y Govela, y luego el mismo que lo había hecho prisionero venía pelear con él. Si tornaba de nuevo vencerlo, era atendido por hombre valerosísimo, y le daban un distintivo por tan gran muestra de valor, con otras veces que su señor le hacía; pero si el señor preso vencía a este y a otros seis, de manera que fuesen siete los vencidos, lo dejaban en libertad, y estaban obligados a restituirle todo cuanto le había quitado en la guerra. Pues sucedió que pelean una vez los de un señorío llamado Hueccingo ( Huejotzingo), con los de otra ciudad llamada Tula, el señor de ésta se metió tanto entre los enemigos, que no pudo volver a reunirse con sus compañeros, y aunque hizo maravillosos hechos de armas, cargaron todo sobre los contrarios, que lo prendieron y llevaron a la ciudad. Allí dispusieron su fiesta según costumbre subiendo no a la tierra, y vinieron a pelear con él siete guerreros muy esforzados, a todos los cuales mató, estando el atado según en la usanza. Viendo esto aquellos de Huejotzingo pensaron que si soltaban a un hombre tan valiente y esforzado, no pararía hasta acabar con ellos; por lo que resolvieron matarlo y así lo hicieron, cuyo hecho les acarreó nota de infames en toda aquella tierra, quedando por traidores y desleales, pues había quebrantado contra que el señor la ley y costumbre general, no guardan por con él se guardaba con todos los demás señores.

 

V.- Vestidos de los hombres.

Los vestidos de esta gente son unas mantas de algodón como sábanas, aunque no tan grandes, labradas de lindos dibujos y con sus franjas u orlas: cada uno tiene dos o tres de estos mantas, y se las ponen anudando las puntas sobre el pecho. En invierno se cubren con una especie de zamarros (chaparrera) hechos de una pluma muy fina que parece carmesí, o como nuestros sombreros de pelo, y los tienen encarnados, negros, blancos, pardos y amarillos. Cubren sus vergüenzas, así por delante como por detrás, con unas toallas muy vistosas, que son como pañuelos grandes de los que se usan en la cabeza para caminar, de varios colores y adorados de diferentes maneras, con sus borlas que al ponerse las viene a caer la una adelante y la otra atrás. Usan zapatos sólo con la suela y sin pala, y con los talones muy adornados; dentro de los verbos salen unas correas anchas que se aseguran en la garganta del pie con unos botones. En la cabeza no llevan cosa alguna sino cuando van a la guerra, o en sus fiestas y bailes: usar los cabellos largos y atados de varios modos.

 

VI.- Vestidos de las mujeres.

Las mujeres gastan unas camisas de algodón sin mangas, como sobrepellice; largas y anchas, llenas de labores muy lindas con sus francas u orlas, que parecen muy bien. Se ponen dos, tres o cuatro camisas de éstas, todas distintas, y unas más largas que otras para qué asomen por debajo como zagalejos. Usa además de la cintura abajo otra suerte de traje de puro algodón, que les baja hasta los tobillos, asimismo muy lúcido y bien labrado. No usan nada en la cabeza, ni aún en las tierras frías, sino que dejan crecer sus cabellos, que son muy hermosos, aunque por lo general negros o tirando Castaño; de modo que con este vestido y los cabellos largos y sueltos que les cubren la espalda, parece muy bien. En las tierras calientes cercanas al mar usan unos como velos de redecillas de color leonado.

 

VII.- Del hilo de la labrar.

El hilo con que labran es que toman el pelo del vientre de las liebres y conejos, y lo tiñen en greña de color que quieren, cuyos tintes dan con tanta perfección, que no hay más que pedir. Después la orilla, y con éste y lo hacen tan lindas labores, casi como en nuestra seda. Aunque se la ve nunca pierde el color, y las telas hechas con él duran largo tiempo.

VIII.- las comidas que tienen y usan.

El grano con que hacen el pan es a modo de garbanzo, y lo hay blanco, encarnado, negro y bermejo. Sembrando producen una caña alta como media pica, que echa dos o tres mazorcas, donde está el grano como en el panizo. Para hacer el pan, en una olla grande en que caben cuatro o cinco cántaros de agua, y le ponen fuego debajo hasta que el agua hierve. Entonces retiran del fuego, echan dentro el grano que ellos llaman Tayul, y encima añaden un poco de cal para que suelte el consejo que lo cubre.  A otro día, o bien a las tres o cuatro horas cuando ya se ha enfriado, no la van muy bien en el río o en las casas con muchas aguas, de manera que viene a quedar muy limpio de toda la cal, y luego lo machacan en unas piedras hechas a propósito. Conforme lo van machacando le echa agua y se va haciendo una pasta, y así muriendo no y amasándolo a un tiempo, hacen el pan. Lo ponen a coser en unas como cazuelas grandes, poco mayores que una criba, y según se cuece el PAN lo van comiendo, porque es mucho mejor caliente que frío. Tienen también otro modo de prepararlo, y es que hacen unos bollos de aquella masa, los envuelven en hojas, y poniéndolos en una cilla grande con alguna agua, los cubren muy bien, de suerte que con el calor y contener los tapados se cuecen. También los guisa en sartenes, con otras cosas que acostumbran comer. Crean muchas gallinas grandes a modo de pagos, muy sabrosas: hay crecido número de codornices, de cuatro o cinco especies, y algunas de ellas son como perdices. También tienen ánades y patos de muchas clases, así domésticos como silvestres, de cuyas plumas hacen sus vestidos para las guerras y fiestas: usan estas plumas para muchas cosas, porque son de diversos colores, y todos los años las quitan a estas aves. Hay también papagayos grandes y pequeños, que los tienen en las casas, y sus plumas asimismo se aprovechan. Matan para comer un crecido número de ciervos, corzos, liebres y conejos, de que hay gran cantidad en muchas partes. Cultivan diversidad de plantas y hortalizas, a que son muy aficionados, y las comen tanto crudas como en varios guisos. Tienen una como pimienta para condimentar, que llaman Chile, y no, en cosa alguna sin ella. Es gente que con muy poco mantenimiento vive, y los que menos comen de cuantas hay en el mundo. Sólo los señores alimentan con gran variedad de viandas, salsas y menestras, torta y pasteles de todos los animales que tienen, frutas, verduras y pescados, que hay en abundancia. Les disponen todas estas cosas, y se la sirven en platos y escudillas sobre unas esteras de palma muy lindamente labradas, que hay en todos los aposentos, así como sillas para sentarse hechas de diversas maneras, pero tan bajas que no levantan del suelo un palmo. Traen la comida a los señores, juntamente con una toalla de algodón para que se limpie las manos y la boca: lo sirven dos o tres maestresalas, y los señores comen de lo que más les agrada, haciendo luego que el sobrante se reparta a los otros señores vasallos suyos están allí para hacerles corte.

 

IX.- Las bebidas que usan.

Hacen diversas clases de vino; pero la vivienda más principal y excelente que usan es una llamada Chachanatle (Chocolate). Hácese de ciertas semillas que produce un árbol, cuyo fruto es la manera de cochombro, y dentro tiene unos granos gruesos, casi como cuescos de dátil. El árbol que produce este fruto es el más delicado de todos, y no nace sino en tierras fuertes y cálidas; antes de sembrar le plantan otros dos árboles muy copados, y así que éstos están ya como de la altura de dos hombres, siembran entre los dos éste que producen dicho fruto, para que aquellos otros, por ser éste tan delicado, lo guarden y defiendan del viento y del sol, y lo tengan a cubierto. Éstos árboles son tenidos en grande estima, porque los tales granos son la principal moneda que corre en la tierra, y vale cada uno como un medio marchetto de los nuestros. Esta moneda, aunque muy incómoda, es la más común después del oro y la plata, y las que más se usa de cuantas hay en aquella tierra.

 

X.- Cómo se hace el cacao.

Estas semillas, que llaman almendras o cacao, se machacan y reducen a polvo, y también se muelen otros granos pequeños que ellos tienen, imponen a que el polvo en ciertas vasijas con un pico. Luego le echan agua y lo revuelven con una cuchara; y después de haberlo batido muy bien, lo pasan de una vasija a otra, de manera que haga espuma, lo que se recoge en otro vaso a propósito. Cuando quieren beberla, la baten con unas cucharitas de oro, de plata o de madera, y la beben; pero al beberla se ha de abrir bien la boca, pues por ser espuma es necesario darle lugar a que se vaya deshaciendo, y entrando poco a poco. Esta avenida es el más sana y más sustancioso alimento de cuanto se conoce en el mundo, pues el que bebe una tasa de ella, aunque haga una jornada, puede pasarse todo el día sin tomar otra cosa; y siendo frío por su naturaleza, es mejor en tiempo caliente que frío.

 

XI.- Otra clase de vino que tienen.

Hay ciertos árboles, más bien entre árboles y cargos, que tienen las hojas gruesas como la pierna de un hombre por la rodilla, y del largo de un brazo, poco más o menos, según su edad. Hecha en medio un tronco que llega a tener de alto dos o tres veces la estatura de un hombre próximamente, y el grueso de un muchacho de seis o siete años. En cierta estación en que llega a su madurez, le hacen un barbero en el pie, por donde destilan licor que guardan en unas cortezas de árboles a propósito. De ahí a uno o dos días lo ven con tanto exceso, que no paran hasta caer como muertos de puro ebrios, y tienden a grande honra de ver mucho y embriagarse. Es tan útil este árbol, que de él sacan vino, vinagre, Miguel y arrope; hacen vestidos para hombres y mujeres, zapatos, cuerdas, vigas para las casas y Texas para cubrirlas, aguajas para coser y dar puntos a las heridas, y otras cosas. Recoge asimismo las hojas de este árbol o cargo, que llaman mal que y equivale por allá a nuestras viñas; pénenlas acose en hornos subterráneos, y después de remojar las machacan las con un ingenio de madera que sirve para el caso, quitándoles las cortezas o raíces que suelen tener; y vienen descendiendo hasta embriagarse. Hacen otra bebida del grano que comen, la cual se llama Chicha, y es de diversas clases, blanca y encarnada.

 

XII.- Del orden del gobierno.

Tenían estas gentes un gran señor que era como un emperador, y además tenían y tienen otros como reyes, duques, y condes, gobernadores, caballeros, escuderos y hombres de armas. Los señores unen en sus provincias gobernadores, administradores y otros oficiales. Son estos señores tan temidos y obedecidos, que sólo falta adorar como a dioses. Había tanta justicia entre estas gentes, que por el menor delito que cualquiera hiciese, era muerto o reducido a esclavitud. El hurto o asesinato era castigado severamente; y sobre todo el entrar en las heredades ajenas a robar los frutos o granos que ellos tienen, puesto que él que entraba en un campo y robaba tres o cuatro mazorcas o espigas de aquel grano, que daba por esclavo del dueño del campo robado. Y si alguno hacia tradición o cometer cualquier otro delito contra la persona del emperador o rey, era condenado a muerte con todos sus parientes, hasta la cuarta generación.

 

XIII.- De su religión, culto y templos.

Tenían muy grandes y hermosos edificios para sus ídolos, donde les rezaban, ofrecían sacrificios y daban culto. Había sacerdotes destinados al servicio de los templos, como nuestros obispos, canónigos y demás dignidades, los cuales serían en ellos, y allí vivían y residían ordinariamente, porque en estos templos había buenas y grandes habitaciones donde se creaban todos los hijos de los señores sirviendo a sus ídolos, hasta que llegaba a edad de casarse. Mientras permanecían en el templo no se apartaban de allí, dice cortaban el cabello, sino era después de salidos, y ya al tiempo de casarse. Estas mezquitas o templos tenían sus rentas señaladas para mantener y proveer de lo necesario a los sacerdotes que en ellos servían. Los ídolos que adornaban eran unas figuras del tamaño de un hombre y aún más, hechas de una pasta de todas las semillas que conocen y comen, amasadas con sangre corazones humanos: de esta materia era, pues, sus ídolos. Los tenían sentados en las sillas como cátedras, con Rodela en una mano y espada en la otra; y los lugares donde los tenían era unas torres de esta manera.

 

XVI.- Como son esas torres.

Fabrican una torre cuadrada de ciento cincuenta pasos de largo o poco más de largo, y ciento quince o ciento veinte de ancho. Empieza este edificio tubo macizo, y en llegando a una altura como de dos hombres, dejan por tres lados una calle de cosa de dos pasos, y por uno de los lados largos van haciendo escalones hasta volver a levantar como otros dos cuerpos de hombre; iba a la fábrica toda maciza de cal y canto. Aquí por los tres lados dejan la calle de dos pasos y por el otro van poniendo los escalones; y de esta manera suben tanto, que los escalones llegan a ser ciento veinte o ciento treinta. Queda arriba una plazoleta razonable, y en medio empiezan otras dos torres que llegan a la altura de diez o doce cuerpos, con sus ventanas por arriba. En estas torres altas están los ídolos muy en orden y bien aderezados, y también toda la estancia muy adornada.

Donde tenía su dios principal a nadie era permitido entrar, sino al sumo pontífice; y éste dio a tener distintos nombres según la provincia; porque el de la gran ciudad de México se llamaba Horchilobos (Huitzilopochtli), y en otra ciudad que se llama Chuennila (Cholula), Quecaquaal (Quetzalcóatl), y así en las demás. Siempre que celebraban las fiestas de sus ídolos, sacrificaban muchos hombres y mujeres, muchachos y muchachas; y cuando padecían alguna necesidad, como falta o exceso de lluvias, o se veían apretados de sus enemigos, o sufrían cualquier otra calamidad, entonces hacían estos sacrificios del modo siguiente.

 

XVI.- De las ciudades que hay en esta tierra, y descripción de algunas de ellas.

Hay grandes ciudades, en especial la de Tascala (Tlaxcala), que en unas cosas se parece a Granada y en otras a Segovia, aunque está más poblada que cualquiera de ellas. Es señoría (república) gobernada por varios señores, aunque en cierta manera reconocen a un solo por principal, el cual tenía y tiene un capitán general para la guerra. Es buena tierra de llano y monte; la provincias muy poblada y se coge en ella mucho grano. Hace de aguas largas hay en un llano otra ciudad muy hermosa que se parece a Valladolid, en la cual conté ciento noventa torres, entre mezquitas y casas de señores. Es asimismo señoría gobernada por veinte y siete principales; todos reverenciaban y respetaban a un viejo, que pasaba de ciento veinte años y lo traían en litera.  La comarca es bellísima y muy abundante de árboles frutales, principalmente cerezos y manzanos, introduce mucho pan. A seis leguas de ayer hay otra ciudad llamada Huexocingo que está en la bajada de un monte, y se parece a Burgos. También es señoría gobernada por cónsules; tiene muy hermosa comarca, llanos altísimos y lo más amenas y productivas.

 

XVII.- La laguna de México.

La ciudad de Temistitan México está rodeado de montes por todos lados, excepto entre el Norte y Oriente. Por la parte del sur tiene montañas muy ásperas, y entre ellas el volcán Popocatépetl, redondo como un montón de trigo, y de cuatro lenguas o poco más de altura. En lo más alto halló la boca de un cuarto de lengua de circuito, por lo cual dos veces al día y a ocasiones en la noche, se alía con ímpetu una grandísima humareda, que sin desvanecerse, por fuerte que fuera el viento, subía hasta la primera región de las nubes, y allí se mezclaba con ellas y se desvanecía, dejando de verse entera. Se halla este monte once leguas de México, y cerca de esta ciudad hay otras montañas altísimas y casi tanto como esta otra, las que por unas partes quedan a diez leguas de México y por otras a siete u ocho. Todas estas montañas están cubiertas de nieve la mayor parte del año, y al pie de ellas, de uno y otro lado, hay hermosísimas villas y pueblos. Los otros montes que hay no son muy altos, sino entre monte y llano; y ambos lados de estas sierras se ven cubiertos de espesos bosques de pinos, encinas y robles. Al pie de las sierras comienza un lago de agua dulce, el cual se extiende tanto que boja más de treinta lenguas: la mitad de él, hacia las dichas sierras, es agua dulce y muy buena; y conforme nace, con el caudal que lleva va corriendo por el norte; y de ahí adelante toda la otra mitad es de agua salada. En la dulce hay muchos cañaverales y muy lindas poblaciones, tales como Cuetavaca, que hoy se llama Venezuela (Tlahuac), lugar grande y bueno aunque, otro pueblo mayor que se dice Mezquique (Mixquic), y otro nombrado Coloácan (Culuacán), del tamaño de los otros, o poco menos. También está otro llamado Suchimilco, que es el mayor de todos ellos, y queda ya algo fuera del agua y más arrimado que los demás a la orilla de la laguna. Y todavía otro pueblo nombrado Huchilubusco (Churubusco), y otro llamado Mexicalcingo, que está en medio del agua dulce y la salada. Todas estas poblaciones están en el agua dulce, como llevo dicho, y la mayor parte de ellas en el medio. El lago dulce es largo y angosto: el salado casi redondo. En esta parte de agua dulce hay ciertos peces pequeños; pero los de la parte salada son aún más pequeños.

XVIII.- De la gran ciudad de Temistlán México.

 La gran ciudad de Temistitlán México está edificada en la parte salada del lago, no enteramente en medio, sino como a un cuarto de leguas de la orilla, por la parte más cercana. Puede tener esta ciudad de Temistitlán más de dos leguas y media, o acaso tres, de circunferencia, poco más o menos. La mayor parte de los que la han visto juzgan que tiene setenta mil habitantes, antes más que menos. Se entra a ella porque descalzar las altas, de piedra y tierra, siendo el ancho de cada una de treinta pasos,: una de ellas corren por más de dos leguas de agua hasta llegar a la ciudad, y la otra por legua y media. Estas dos calzadas atraviesan el largo y entran a lo poblado, en cuyo centro vienen a reunirse, de modo que en realidad son una sola. La otra corre como un cuarto de legua, de la tierra firme a la ciudad, y por ella viene de tres cuartos de leguas de distancia, un caño o arroyo de agua dulce y muy buena. El golpe de agua es más grueso que el cuerpo de un hombre, y llega hasta el centro de la población: de ella deben todos los vecinos. Nace al pie de un cerro, donde forma una fuente grande, de la cual la trajeron a la ciudad.

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Nota de Toltecáyotl:

Parte del proceso de colonización es tomar los escritos del siglo XVI, especialmente el de los primeros encuentros de las dos civilizaciones, tomarlos como textos “fehacientes testimonios”.

Se debe tomar en cuenta que fueron escritos de manera muy “circunstancial” y que en todos los casos tenían un fin específico, que estaba lejos de apegarse a un rigor histórico y menos académico. Aún los textos de algunos misioneros, que además, estaban supeditados al escrutinio y censura de la Santa Inquisición.

Otro elemento muy importante que se debe tomar en cuenta, para valorar el aporte significativo para entender el momento histórico, es que, los europeos no estaban preparados para entender la cultura y la humanidad “del otro”. Por el contrario, su visión era cerrada y prejuiciada, llena de dogmas y fetiches producto de la ignorancia y el xenofobia de la Edad Media.

Sus juicios son a partir de lo español como “aceptable, bueno y normal”, y lo que no lo fuera como lo conocido, por definición era feo, deficiente y diabólico. Los españoles partían de la premisa que, Dios estaba con ellos y que los enviaba a “salvar” a los no cristianos y a evangelizar este mundo “perdido”.

Pero el punto más importante es que la cultura europea de principios del siglo XVI, venida de mil años de ignorancia y oscurantismo, están muy por debajo, -culturalmente-, de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del planeta.

Tomar estos textos como “verdaderos” o percepciones precisas y reales de la civilización del Anáhuac; es tanto como, que dentro de quinientos años, se tomaran los Informes Presidenciales como “verídicos textos” de una realidad.

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