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Las leyes penales de los mexicanos. Bartolomé de las Casas

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Porque más en suma se vea la buena y prudente gobernación que los reyes de la nueva España en sus reinos tenían puesta, será bien referir en este capítulo todos las leyes que yo he podido haber que había en ella, sacadas y colegiadas con diligencia por religiosos muy entendidos y experimentados y que penetraron de raíz aquella lengua, las cuales tengo en mi poder firmar las de su nombre, y comienzan, como me las dieron, de la manera siguiente:Éstas son las leyes que tenían los indios de la nueva España.

 

Si el hijo del principal era tahur y vendía la hacienda que su padre tenía, o vendía alguna suerte de tierra, moría por ello secretamente ahogado, y si era plebeyo y de baja suerte, hacían lo esclavo. Si alguno tomaba de los magueyes, que son los carbones o arbolitos de espinas de que arriba en el capítulo 59 se dijo que hacían 20 cosas provechosas, para ser miel, y eran de 20 pies o árboles, pagábalos con las mantas que los jueces sentenciaban, y si no las tiene, haciendo el esclavo. El que pedía algunas mantas fiadas o prestadas, y no las pagaba, era esclavo si alguno ocultaba alguna red de pescar, pagábala con mantas, si no las tenía el esclavo si alguno gustaba alguna canoa (que es los barquillos de un madero con que navegan), pagábala con mantas cuantas válidas la canoa, y si no las tenía el esclavo.

 

Si alguna esclava que no era verdad para llegar hombre a ella, alguno usaba mal de ella, el esclavo y seguido si llegó a vender su esclava a Azcapuzalco, donde se hacía la feria de los esclavos, y el que se la compró medio mantas por ella, y él las dejó y se contentó de ellas, si después se arrepiente, volvía las mantas y perdía el esclavo. Si alguno que no pequeñito y los parientes lo venden y se sabía después cuando era mayor, sacaban los jueces de aquellos las mantas que les parecía y dábanlas al que lo compró, y el vendido quedaba libre. Si algún esclavo se huía y se vendía el mismo a otra persona, pareciendo, se volvía a su dueño y perdía lo que le dio por él el que lo compró. Si alguno no tenía parte con alguna esclava ajena y acaecía morir estando preñada, era esclavo el que la empreñó; pero si haré sin peligro, lo que pare es libre de y llévalo que el padre. Si algunos vendieron algún niño por esclavo y después se sabe, todos los que entendieron en ello eran esclavos, y de ellos daban uno al que lo compró, y los otros repartían entre la madre del niño y entre el que lo descubrió.

 

Los que daban bebedizos para que alguno muriese, morían por ello a garrotazos, y si la muerta era esclava, hacían esclavo al que los daba.

 

Soltaban las mazorcas de maíz, de veinte arriba, murieron por ello, y si menos, pagaban lo que le condenaban a que pagase. El que arrancaba el maíz antes que granase, moría por ello. El que gustaba yetecomatl, que es una calabacilla atada con unos cueros colorados por la cabeza, con unas bolas de pluma al cabo, de que usaban los señores y trae en ella polvos verdes que toman por la boca con humo, que en la isla española llamaban tabacos, morían por ello a garrotazos. El que notaba algún chalchuí, queda piedra que tenían por preciosa, y otra cualquiera joya, en cualquier parte que la hurtase, era apedreado en el mercado, porque no la podía tener ningún hombre bajo. El que en el mercado gustaba algo, los mismos del mercado tenía licencia para lo matar a pedradas. El que salteaba en el camino era públicamente apedreado.

 

Tenían en ley que si el sumo pontífice se emborrachaba, dondequiera que lo hallasen borracho con unas porras lo mataban. El mozo por casar que se emborrachaba, era llevado una casa que se decía telpuchcalli, y hay mataban a garrotazos. El principal que tenía algún oficio o cargo, y se embeodaba quitábanle el oficio, hiciera por valiente hombre dado, entre ellos era honroso, quitábanselo.

 

Si el padre acaecía pecar con su hija, morirá con una soga al pescuezo ahogados ambos. El que criticaba con su hermana, morir ahogado con garrote, lo cual era entre ellos muy detestable. Si una mujer pecaba con otra, moría de la misma manera ahogadas. Si el sumo pontífice era hallado con alguna mujer, secretamente lo mataban con garrote o lo quemaban. Dícese también que le derrotaban la casa y la hacienda le confiscaban, y también morirán todos los que sabían y callaban. Para convencer de adulterio no bastaba probanza, si juntos no los tomaban, y la pena era públicamente apedreallos.

 

Algunas de estas leyes suso referidas no son del todo auténticas, porque se sacaban de un librillo de indios no autorizado; pero las que se siguen son tenidas todas por auténticas y verdaderas, en las cuales se prohíbe y castigan cuatro principales crímenes: el primero, de los hechiceros y salteadores; el segundo, de los ladrones; el tercero, de los carnales; el cuarto, de las guerras.

 

En la ley que fuese sacrificado, abierto por los pechos, el que hiciese hechizos y maleficios para que viniese algún mal sobre la ciudad. Era otra ley que ahorcarse al hechicero que con sus maleficios ponía sueño a los de la casa para poder más seguro entrar aprobarla. En la ley o la cual ahorcaban al que mataba con debedizos. En la ley ahorcar a los que por los caminos, para hacer mal, se exigían ser mensajeros de los reyes o señores.

 

Cuanto a los carnales.- por cabal al que forzaba su madre, y si ella era voluntaria, la misma pena le daban, y para entre ellos tenido aqueste pecado por horrible y abominable. Ahorcaban los hermanos que pescaban con sus hermanas. Ahorcaban los que pescaban con sus entrenadas, y a ella lo mismo sino era forzada. Tenía pena de muerte los que hacían lo mismo con su suegra. Apedreaban a los adúlteros ambos. A ninguna mujer ni hombre castigaban por adulterio sí solo el marido de ella los acusaba, sino que había de haber testigos y confesión de ellos, y si los adúlteros eran personas principales ahogábanlos en la cárcel. Tenía pena de muerte el que mataba su mujer por ser sospechosa o indicio, y han que la tomase con otro, sino que los jueces la habían de castigar. En algunas partes castigaban al marido que tenía parte con su mujer después que habían hecho tradición. Por la ley no tenía pena el que llegaba a la manceba de otro, sino era que hobiese mucho tiempo que la tenía el otro y eran estimados de sus vecinos por casados.

 

Ahorcaban al que cometía el pecado nefando, y lo mismo al que tomaba el hábito de mujer.

 

Ahorcaban al médico o hechicera quedaba bebedizos para echar del vientre de las criaturas, y lo mismo hacían a la dañada si para este fin tomaba algo.Desterraban y privábanlos de los bienes y daban otros castigos recios a los papas o pontífices summos tomándolos con alguna mujer. Y si acaso eran culpados en el pecado nefando, los quemaban en algunas partes, y en otras los ahogaban o de otra manera los mataban.

 

Cuanto a los ladrones.- hacia el esclavo baladrón sino había gastado lo hurtado, y si lo había gastado, siendo cosas de valor lo mataban. El que en el mercado algo hurtaba, era ley que luego públicamente allí en el mismo mercado lo matasen a palos. Ahorcaban los que portaban cantidad de mazorca de maíz, o arrancaban algunos maizales, excepto si no era de la primera renglera que estaba junto al camino, porque de esta los caminantes tenían licencia de tomar algunas mazorcas para su camino.

 

En la ley con rigor guardaba, que si alguno vendía por esclavo algún niño perdido, que se hiciese esclavo al que lo vendía, y su hacienda se partiese en dos partes: la una era para el niño y la otra al que lo había comprado, y si quieren lo había vendido eran muchachos, a todos hacían esclavos.

 

Cuanto a lo de las guerras.- Cuando algún pueblo se revelaba, enviaban luego los señores de los tres reinos principales, México, Tezcuco y la Tlacupa, secretamente, a saber si aquella rebelión procedía de todo el pueblo o solamente por mando del señor o gobernador que lo regía. Si sólo del señor había origen, provenían que fuesen capitanes y jueces como gente para aprender aquel señor rebelde, y que hiciese justicia dél públicamente y de los que con él culpados hallasen. Si la rebelión era causada también por todo el pueblo, enviábanseles a requerir muchas veces que tomasen a la devoción y obediencia que tenían y fuesen subjectos y pagasen los tributos como antes hacían, los cuales, si pertinaces eran, enviábanles ciertas armas y rodelas en señal de amenazas y desafío, y luego apregonábase a fuego y a sangre la guerra, y esta siempre suponía tal condición que en cualquier tiempo y hora que saliesen de paz y tornasen la obediencia cesaba la guerra. De querer es que se debía de dar alguna pena, puesto que no lo sabemos.

 

En la ley que degollacen a los que en la guerra hacían algún daño a los enemigos sin licencia del capitán, o acometían antes de tiempo, o se apartaban de la bandera o capitanía. Tenían pena de muerte a que qué a otro quitaba la presa en la guerra. Tenía pena de muerte también y perdimiento de bienes y otras graves penas, el señor o principal que en algún baile o fiesta o guerra sacaba alguna divisa que fuese como las armas o divisas de los señores de México o de Tezcuco o de Tlacupan, sobre la cual había guerra algunas veces.

 

Hacían pedazos y confiscaban todos los bienes al que era traidor avisando los enemigos en la guerra de lo que se trataba o platicaba en el real, y hacían esclavos a todos sus deudos y parientes.

 

Las que siguen eran leyes diversas. Tenían pena de muerte de los jueces que hacían alguna relación falsa al rey o señor superior en algún pleito, y asimismo los jueces que sentenciaban algunos injustamente.

 

Ahorcaban y gravísimamente castigaban a los hijos que gastaban mal la hacienda que sus padres les habían dejado, o si destruían las armas o joyas o cosas señaladas que hobieron de los padres. La misma pena tenían los que quedaban por tutores sino daban buena cuenta a los hijos de los bienes del padre difunto.

 

Tenía pena de muerte el que quitaba o apartaba los mojones y términos o señales de las tierras y heredades.

 

El modo que tenían de castigar a los hijos e hijas siendo mozos, cuando salían viciosos y desobedientes y traviesos, eran tresquilarlos y traerlos maltratados y punzantes las orejas y los muslos y los brazos con las púas o espinas de los magueyes. Era cosa muy delgada y reprehendiada y castigar a él emborracharse los más nuevos, ni beber vino hasta que llegasen a cincuenta años, y en algunas partes había penas graves señaladas.Hacían esclavo a quien vendía alguna tierra ajena o que tuviese depositada como en tercería, sin licencia de la justicia o de quien podía dársela.

 

En la ley que el esclavo que estaba preso y se soltaba de la prisión y se iba a palacio, en entrando que entrase en el patio era libre de la servidumbre y como libre andaba seguro.

 

Era costumbre que los hijos de los señores y hombres ricos, en diciendo de siete años, poco más o menos, entraban en los templos a servir a los dioses. Allí servían barriendo y haciendo fuego delante de los templos y salas y patios, y echaban los inciensos en los fuegos según se acostumbraba, y servían a los sacerdotes, y cuando eran negligentes o traviesos o hacían alguna y inobediencia, castigabanlos atándolos pies y manos, impulzábanles los muslos y los brazos y los hechos y echábanlos a robar por las gradas debajo de los templos pequeños.

 

En Ciudad de México, y en la de Tezcuco y en la de Tlaculpan había tres consejos: el primero era consejo de las cosas de guerra; el segundo era donde había cuatro oidores para oír los gritos de la gente común; el tercero era donde se averigua van las causas y pleitos que ocurrían entre señores y caballeros, y entre pueblos, sobre señoríos y términos y jurisdicciones, y deste consejo en ciertos casos señalados se daba parte al rey, que era como casos reservados aquellos tres reyes.

 

Estas que se siguen son las leyes por las cuales condenaban alguno a ser esclavo. Hacían pedazos y perdían sus bienes al que era traidor avisando a los enemigos en la guerra de lo que se determinaba en el real, y hacían esclavos a todos sus deudos. Así al esclavo al que había hecho algún. En cantidad, si aún no lo había gastado en la ley que si algo no vendía por esclavo algún niño perdido, lo hacían esclavo, y a todos cuantos en ello eran, aunque fuesen muchos. Hacían esclavos al que vendía alguna tierra ajena o que tuviese depositada, sin licencia, etc. En algunas partes había ley que hiciesen esclavo al que hacía preñada alguna esclava y acaecía morir de parto, o si por causa del parto quedaba iniciada. Hacían esclavos a los que optaban cantidad de mazorca de maíz en los maizales de los templos o de los señores. Por otras causas también hacían esclavos, puesto que eran arbitrarias; pero estas leyes ningún juez tenía poder para dispensar en ellas sino era matado al que cometía los dichos delictos, por no hacello esclavo. Todos las leyes de suso puestas dice que el religioso, que fue el que más supo de la lengua mexicana y más la penetró, como dije, que son todas verdad, aunque la sacó de un libro de pinturas muy auténtico de la Nueva España que los indios tenían en gran veneración y eran entre ellos de mucha autoridad, y porque es verdad todo lo que aquí refirió, dijo que lo firmaba de su nombre (y así lo tengo, como dije, firmado del mismo). Y parece también que muchas de las cosas arriba, de otros religiosos de diversas órdenes y aún de seglares, por mí habidas, son con estas conformes.

 

Tomado del libro:“Los Indios de México y Nueva España”, de Fr. Bartolomé de las Casas. Editorial Porrúa. México. 1966.

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Nota de Toltecáyotl:

Debe tomarse en cuenta que esta obra fue escrita a mediados del siglo XVI, bajo la presión y supervisión de la Santa Inquisición, además de que estos textos fueron hechos para el conocimiento de los nuevos evangelizadores que iban llegando al Anáhuac, por lo que no tuvieron nunca un propósito antropológico y menos histórico, por el contrario, estaban saturados de una visión eurocéntrica medioeval.

 

Pero es importante subrayar, que el mismo autor, en el texto afirma que la primera parte de lo que escribe es de dudosa veracidad, y que es a partir del subtítulo, “Estas son las leyes que tenían los indios de la Nueva España”, el autor afirma que estas leyes si son auténticas y que fueron transcritas por religiosos que conocían “profundamente” la lengua náhuatl (pero no entendían su filosofía). Lo cierto es que muy pocos autores, del pasado y del presente, sobre los temas de la cultura, la filosofía y la religión del Cen Anáhuac, han podido librarse del yugo y miopía del eurocentrismo.

 

Por ello es recomendable, tomar estos textos, con mucha distancia y entre comillas, tratar de vislumbrar una realidad descolonizar. También, se debe tomar en cuenta, que los conquistadores/ colonizadores, llegaron al final del período Postclásico decadente y que toman como referencia las trasgresiones que había realizado el Cihuacóatl Tlacaélel de la Toltecáyotl, casi siete siglos después del colapso del periodo Clásico representado con la partida de Quetzalcóatl. 4/10/2013. 

 

 

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