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SÍMBOLOS RELIGIOSOS DE LA DIVINIDAD EN EL ANÁHUAC.

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Para cerrar este capítulo enumeraremos los símbolos religiosos más conocidos del Anáhuac. Entendiendo que no son “dioses” en el concepto judeocristiano, sino diversas advocaciones de una misma realidad innombrable, impalpable e invisible. Estas múltiples representaciones de referirse a las diversas formas de percibir lo inconmensurable, en algunos momentos nos pareciera que se repiten o tienen grandes parecidos. Esta apreciación es correcta, ya que son símbolos abstractos que nos hablan de verdades universales que tratan de ser reprensadas o conceptualizadas para un uso popular.

Cuando tratamos sobre las múltiples advocaciones de la divinidad suprema del Anáhuac debemos precisar a qué período nos referimos: formativo, esplendor o decadente. A qué nivel: si al filosófico que investigaban las personas de conocimiento, al religioso que manejaban la jerarquía sacerdotal o al popular que veneraban los masehuales o pueblo en general. Y finalmente, a que cultura, dado que aunque todas las advocaciones tenían un mismo origen, en cada cultura tenía un nombre diferente  -aunque su significado fuera parecido- y su iconografía fuera diferente, según cada estilo cultural. Pero debemos señalar que compartían ciertos rasgos comunes. Por ejemplo, en el caso de Tláloc y sus similares en todas las culturas. La representación gráfica siempre compartía unas anteojeras, colmillos y una lengua bípeda.

 

La excepción de la regla la encarna Huitzilopochtli, representación de la divinidad exclusiva de los mexicas. En efecto, cuando llegaron al Valle del Anáhuac en el siglo XII ya la traían del Norte como su guía espiritual. Posteriormente, cuando los mexicas se culturizan con los remantes de sabiduría tolteca que quedaban del período Clásico, incorporarán a su “Dios tribal”  al panteón ancestral del Anáhuac y lo incrustarán como uno de los cuatro hijos de la pareja divina. Esto sucederá durante las reformas filosófico-religiosas que realizarán Tlacaélel 81 años antes de la llegada de los invasores.

 

También existen un sin fin de “dioses menores”, que son referencias muy espaciales de actividades que los seres humanos hacían y que, inmersos en un  mudo sumamente religioso, se les contemplaba no como dioses en el contexto judeocristiano, sino más bien como “esencia sagrada”. Nos referimos a los múltiples “dioses” de: la cacería, el pulque, el comercio y demás. Algo similar al lugar que ocupan los “santos” en la religión católica.

 

La confusión nace de la visión europea y judeocristiana del siglo XVI, que no tenía elementos, ni intenciones para entender una religión mucho más antigua, abstracta y avanzada. Nace de la actitud prejuiciada e intolerante de los primeros “estudiosos” extranjeros y sus sucesivos investigadores. Nace también de la serie de mentiras, erróneas apreciaciones y  tergiversadas tesis de los investigadores foráneos y sus colonizados seguidores locales, que se han venido tejiendo y repitiendo a lo largo de estos cinco siglos y que se han convertido en el discurso oficial de la historia oficial.

 

Nombraremos a las advocaciones más importantes de la suprema divinidad del Cem Anáhuac, en el entendido de que no es una lista en la que estén todas las representaciones:

 

Tloque Nahuaque o “El que esta aquí y en todas partes”. Ometéotl o “La dualidad divina”; Ometecutli “De los dos el Señor”. Ometecihuatl “De los dos la Señora”. Quetzalcóatl, “El soplo divino o la representación del aire”. Tláloc, “El dios del agua o la fertilidad”;  “El Señor y la Señora de la Tierra”, Tlaltecutli y Tlalecihuatl. La Tierra representada en tres diferentes modalidades como: Coatlicue o “La de la falda de serpientes”, Cihuacoátl o “La Mujer serpiente” y Tlazolteotl o “La Comedora de inmundicias”; Tezcatlipoca, “El Espejo humeante o el Enemigo interior”; Mictlantecutli y Mictlantecihuatl, “El Señor y la Señora de la Muerte”. Tonantiuh, “El Sol”. Tonacatecutli y Tonacatcihuatl, “El Señor y la Señora del Sustento”. Xochiquetzalli, “La flor preciosa”. Huehueteotl, “El dios viejo del fuego”; Chantihco, “El calor de la Tierra, el fuego del hogar o la parte femenina de la energía”. Tonatzin, “Nuestra madre querida. Mixcoátl, “La serpiente nebulosa” refriéndose a la Vía Láctea. Xipe Totec, “El Señor del descarnado”, depurador de la naturaleza o la acción de desprender la materia del espíritu. Xolotl, “El gemelo o nagual” de Quetzalcóatl. Macuilxochitl, “Cinco flor” o enaltecedor del espíritu por medio del ejercicio y la danza. Mayahuel asociado al pulque como bebida espirituosa; Yspapalotl, “Mariposa de obsidiana”; Toci, “La venerable Abuela”. Chicomecóatl, o “Siete serpiente”, deidad del maíz. Xilonen La joven madre del maíz”; Tlaloques entidades menores de la lluvia; Chalchihuitlicue, “La del manto enjoyado”, advocación femenina del agua divina. Patécatl; “El de la tierra de las medicinas”; Metztli, “La Luna”. Tepeyolohtli, “El corazón de las montañas”; Yacatecuhtli, “El Señor que guía a los viajeros y comerciantes”; Ixtliton advocación de la curación de las enfermedades, “Señor de la salud”; Chiuatetéotl advocación de las mujeres muertas en parto; Xiuhtecuhtli advocación del fuego. Casi todas las culturas compartirán las mismas advocaciones pero cambiarán levemente su iconografía y totalmente su nombre de acuerdo a cada lengua.

 

Uno de los legados más importantes que hoy nos acompaña del México antiguo, indiscutiblemente es la visión mística y espiritual que los mexicanos tenemos por el mundo y la vida. Los Viejos Abuelos supieron muy sabiamente amoldarse a la religión impuesta. Cambiaron todo por fuera, pero por dentro mantuvieron las bases fundamentales de su milenaria religión hasta nuestros días, especialmente en los pueblos originarios del Anáhuac.

 

Una de las muchas herencias de ese mundo religioso que duró perfectamente estructurado, por lo menos 30 siglos antes de la llegada de los invasores españoles, la podemos encontrar hoy en día en la forma en la que los indígenas se relacionan con los divino y con lo sagrado. Los indígenas no necesitan de “interlocutores” para entrar en contacto con la Divinidad Suprema. Ellos actualmente usan las imágenes católicas, pero les ponen nombres en sus lenguas y les hacen cultos personales y comunitarios donde ellos mismos ofician, sin necesidad de sacerdotes o sacristanes.

 

Finalmente diremos que la religión es y ha sido una de las bases del pueblo de México. El sentido místico y espiritual de la vida es una de las valiosas herencias de nuestros Viejos Abuelos.

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Tomado del libro

Historia Verdadera del México Profundo

de Guillermo Marín

Puede bajarlo gratutitamente de:

http://www.toltecayotl.org/tolteca/index.php?option=com_content&view=article&id=402:historia-verdadera-del-mexico-profundo&catid=36:general&Itemid=77

 

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