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LOS MEXICAS. Guillermo Marín

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La cultura más estudiada y calumniada por los invasores ha sido la mexica. Los conquistadores tenían que aumentar desproporcionalmente las supuestas atrocidades y la capacidad guerrera y el poder de los “naturales”, dado que ellos mismos fueron los que los vencieron.

 

Estas falsas historias, aumentaban las supuestas proezas y valentía que desarrollaron para vencer a los “poderosos mexicas”. Lo cual fue totalmente falso, pues sabemos que la guerra de conquista fue una guerra civil entre indígenas, provocada, alentada y dirigida por los españoles, debido a que se valieron de las profecías que pesaban sobre la clase dirigente mexica y sus propias contradicciones internas.

 

Así como la resistencia existente contra la dominación mexica por los pueblos sometidos. Además de sufrir la más grande pandemia de la historia del Anáhuac con la viruela que trajeron los europeos.

Después llegaron los misioneros que “investigaron” las costumbres y la religión de nuestros antepasados para erradicarlas, y los pocos que trataron honestamente de conocerlas se encontraron muy limitados por la lengua, pues el náhuatl del Siglo XVI era mucho más rico y profundo que el castellano de aquella época. En efecto, la filosofía, la religión y las ciencias en general, estaban mucho más avanzadas que la de los europeos a pesar de estar viviendo una época de decadencia.

 

Habían pasado siglos del colapso civilizatorio. En el Anáhuac existía una “depresión cultural” que esperaba en zozobra el cumplimiento del siguiente ciclo que se repetía cada 52 años, con el temido fin del Quinto Sol. Los principios y valores del periodo Clásico lentamente se disolvían en el tiempo y en la ambición material de los dirigentes de los recién creados “Señoríos”.  En efecto, los señoríos fueron las formas de organización que se desarrollaron en el periodo Postclásico. No eran reinos o monarquías de tipo europeo, pero poseían una dirigencia que no era hereditaria, pero si provenían de un grupo de familias con linajes. El Tlatócan  era el consejo supremo y tenían dos autoridades en quien delegaba el poder, una que se dedicaba a la administración, el Cihuacóatl (mujer serpiente) y la otra a la organización, el Tlatoani  (el que habla). Estas nuevas organizaciones o “Señoríos” se enfrentaban en continuas luchas territoriales de sometimiento y de poder, haciendo alianzas y matrimonios para consolidarlas.

 

El Pueblo sin Rostro.

 

En esta “depresión cultural” estaban los pueblos del Anáhuac, cuando llegaron del Norte el último pueblo salvaje y nómada. Los mexicas cuando llegaron al Valle de México no sabían hablar náhuatl, sembrar maíz, tejer algodón, en una palabra eran “chichimecas”, un vocablo náhuatl que es igual a bárbaro en español.

 

“En seguida, los Aztecas comenzaron a venir hacia acá, [fueron ajenos a los pueblos establecidos]

existen, están pintados,  [estaban en permanente estado de guerra]

se nombran en lengua azteca

los lugares por donde vinieron pasando los mexicas.

Y cuando vinieron los mexicas,

ciertamente andaban sin rumbo, [no tenían un proyecto cultural]

vinieron a ser los últimos. [no vivieron como pueblo y cultura los

períodos Preclásico y clásico y menos aún eran herederos de la

Toltecáyotl.]

 

Al venir,

cuando fueron siguiendo el camino,

ya no fueron recibidos en ninguna parte.[eran rechazados por bárbaros

y belicosos]

Por todas partes eran reprendidos. [No conocían las antiguas y

complejas formas sociales]

 

Nadie conocía su rostro.[no eran herederos del milenario desarrollo

cultural del Anáhuac]

Por todas partes les decían:

-”¿Quiénes sois vosotros?

¿De dónde venís?.

(Códice Matritense de la Real Academia de Historia, fol. 180r.)

 

Después de peregrinar algún tiempo y con muchas peripecias, pues nadie los quería aunque si se les temía, se asentaron en un islote de la gran laguna y establecieron su capital hacia el año de 1325, apenas 194 años antes de la llegada de los europeos y la destrucción de su imperio. La maestra Séjourné nos dice que los mexicas iniciaron su expansión a partir de un primitivo bagaje cultural.

 

“Considerando la voluntad como la única fuerza mágica posible, los hombres de este episodio parecen desear diferenciarse con orgullo del mundo animal y vegetal con el cual estaban hasta entonces estrechamente fundidos, y sustituyen la hechicera por el jefe guerrero. Esto parecía indicar que los aztecas no conocían más que las leyes arcaicas de la brujería hasta que tomaron contacto con las creencias religiosas [y básicamente filosóficas N. A.] del Altiplano, creencias que ellos adoptaron inmediatamente a su mentalidad rudimentaria.”

“Mi principal venida y mi oficio es la guerra...Tengo que guardar y juntar todas suertes de naciones, y esto no es graciosamente’. (Fernando Alvarado Tezozomoc. Crónica mexicana).

 

Tales palabras pronunciadas por Huitzilopochtli, después de su victoria con Malinalxochitl, a un pequeño grupo de hombres desnudos que partían a la conquista del mundo, marca el comienzo de una dramática aventura humana... Cuando estén en contacto con otros pueblos, los veremos aplicar con rigor esta filosofía de voluntad de poder.Llegados tardíamente al Valle de México, de inmediato se ponen a luchar por la tierra y la supremacía política con tribus que, por haber adoptado ya costumbres más civilizadas se dejan sorprender por la brutalidad de los recién venidos.” (Laurette Séjourné. 1957)

 

Existe una historia donde supuestamente los mexicas partieron de un lugar mítico de “siete cuevas” y venían peregrinando en busca de una tierra prometida, guiados por un Mesías nacido de madre virgen. La señal era encontrar a un águila devorando una serpiente encima de un nopal.

 

Debemos de recordar que Tlacaélel mandó destruir los códices antiguos y mando rehacer la historia. Lo más probable es que este “mito de origen” se remonte a tiempos mucho más antiguos, probablemente del periodo olmeca y los mexicas, al rehacer la historia, usurparon el lugar del pueblo originario del Anáhuac, pues resulta difícil creer que cuando llegaron al Valle de Anáhuac en condiciones muy pobres culturalmente, trajeran consigo una historia muy compleja que es de carácter universal, pues otros pueblos del mundo también afirman en su mítica de origen, venir de un lugar de siete pueblos, colinas o montañas. Afirman, coincidentemente, que su guía era un ser nacido de madre virgen y que los llevaría a establecerse en una tierra prometida.

 

“Traían un ídolo que llamaban Huizilopochtli, el cual traían cuatro ayos que le servían a quien él decía muy en secreto todos los sucesos de su itinerario y camino, avisándoles de todo lo que les había de suceder.

Y era tanta la reverencia y temor que a este ídolo tenían, que otro ninguno que ellos, no le osaban tocar ni llegar. El cual venía metido en una arca de juncos, que hasta el día de hoy no hay quien sepa ni haya visto de estos naturales la forma de este ídolo. A éste hacían estos sacerdotes adorar por dios, predicándoles la ley que habían de seguir y cumplir, las ceremonias y ritos con que habían de ofrecer ofrendas. Y esto hacían en todos los lugares en que asentaban real, a la mesma manera que los hijos de Israel lo usaron todo el tiempo que anduvieron en el desierto.” (Fray Diego Durán)

 

Otro punto importante para tomar en consideración, es la actitud de algunos misioneros y religiosos que trataron de encontrar en Quetzalcóatl y en los primeros pobladores del Anáhuac a Santo Tomás  y a los descendientes del pueblo de Israel. Esto ha sido y es, muy común en los investigadores extranjeros, que al parecer pocos han llegado a conocer de verdad a la civilización del Anáhuac, para la mayoría de estos “estudiosos” fue hacer coincidir a nuestra civilización en sus preconcebidas ideas de lo que fuimos y somos. Si en el siglo XVI algunos dijeron que Quetzalcóatl era Santo Tomás, en el siglo XX dijeron que era extra terrestre.

 

“Los orígenes de la dinastía mexicana son obscuros, y esta obscuridad se ha hecho más densa por los esfuerzos que los historiadores aztecas realizaron para dotar de títulos de nobleza a su linaje soberano. Trataron de demostrar que esta dinastía reciente, compuesta en última instancia de “par-venus” descendía de la gran monarquía legendaria de los toltecas.”  (Jacques Soustelle. 1955)

 

Otro aspecto digno de tomar en cuenta, en la tergiversación de la “historia mexica”, fue cuando los criollos a mediados del siglo XVIII retoman la “historia antigua de México” y la hacen suya. En efecto, Clavijero  incorpora a la historia del Anáhuac a la nueva “historia antigua de los criollos mexicanos”. Donde los mexicas pasaran a ser aztecas y cobrarán una importancia suprema. Los españoles criollos hicieron de los mexicas, los griegos o los romanos, del nuevo mundo que ellos estaban formando. Muchas de las supuestas grandezas de los aztecas, nacieron en los mitos de origen que se inventaron los criollos del siglo XVIII.

 

El Ideólogo.

 

Talcaélel, el longevo Cihuacoátl de varios tlatoanis  de Tenochtitlán en el momento de mayor esplendor,  fue el ideólogo y dirigente del imperio azteca, que al transgredir las leyes y normas de la enseñanza milenaria de Quetzalcóatl, le quitó el sentido espiritual de la vida y le dio un sentido material a la existencia, tanto de los individuos, como a la sociedad y el Estado. En efecto, los mexicas usaron las milenarias estructuras sociales y culturales que se mantenían como un legado remoto de los toltecas, pero les cambiaron el sentido y su fondo. Se supone que en su juventud, Moctezuma Ilhuicamina y Talcaélel, asistieron al calmécac de Cholula, el cual era la última representación de la sabiduría de los toltecas en aquellos tiempos en el Anáhuac. Éste calmécac preparaba a los jóvenes más capaces y con linaje de cada pueblo del altiplano, transmitiéndoles el antiguo conocimiento tolteca, para formarlos como dirigentes. Estos dos personajes serán muy importantes en la conformación del llamado Imperio Azteca.

 

Moctezuma Ilhuicamina fue el Tlatoani que consolidó la derrota del tirano Maxtla de Azcapotzalco e inició, junto con Nezahualcóyotl de Texcoco la expansión militar de la triple alianza. Talcaélel, fue el ideólogo de la reforma filosófica, religiosa, económica y política que encumbró a los mexicas en muy pocos años, no sólo como los dueños del Cem Anáhuac; sino que contraviniendo las ancestrales profecías y mitos, los mexicas se auto proclamaron los sostenedores del Quinto Sol, proponiéndose con sus reformas impedir que se acabara la era cosmogónica en la que vivían y en la que ellos estaban en expansión.

 

“Después de la victoria azteca sobre los tecpanecas de Azcapotzalco, engreídos los mexicas, sometieron también al señorío de Xochimilco y a los de Cuitláhuac y Chalco, en la región sur del Valle de México. Particularmente la conquista de Cuitláhuac resulta en extremo significativa. Planeada por Talcaélel, después de haber vencido a Xochimilco, se convierte en algo así como un símbolo de lo que habrá de ser toda la obra del gran consejero azteca.

El rey Itzcóatl, persuadido por Talcaélel, había enviado mensajeros a Cuitláhuac, exigiendo de ellos, so pena de ser conquistados, dos cosas: que les entregaran a sus hijas y hermanas doncellas para que vinieran a Tenochtitlán a cantar y bailar en sus casas de placer, así como el envío de diversas flores, con jardineros experimentados que las plantaran y cultivaran en la capital azteca. En pocas palabras, exigían los aztecas las flores de Cuitláhuac y los cantos de sus doncellas. (Tal vez a lo que se referían simbólicamente los mexicas era a buscar alianzas sanguíneas con los sometidos y a apropiarse de los conocimientos, herencia de los toltecas y la Toltecáyotl, y no a sus flores, jardineros y mujeres para el placer. Nota del Autor.)

 

Ahora bien, recordando la expresión idiomática de la lengua náhuatl in xóchitl, in cuícatl, que literalmente significa “flores y cantos”, pero que en su sentido metafórico connota la idea “poesía, arte, y simbolismo”, podría vislumbrarse en la pretensión azteca el propósito de obtener para sí, aunque  fuera por medio de la guerra, las flores y los cantos, o sea, el mensaje cultural de los otros pueblos del Valle de México.

Vencida la gente de Xochimilco, Cuitláhuac y Chalco, antes de iniciar nuevas conquistas, Talcaélel decidió consolidar por medio de una reforma ideológica el poderío azteca. Ante todo le pareció necesario forjar lo que hoy llamaríamos una “conciencia histórica”,  de la que pudieran estar orgullosos los aztecas. Para esto, reunió Talcaélel a los señores mexicas. De común acuerdo se determinó entonces quemar los antiguos códices y libros de pinturas de los vencidos y aun los propios de los mexicas. Implícitamente se estaba concibiendo la historia como un instrumento de dominación:

 

“Se guardaba su historia.

Pero, entonces fue quemada:

cuando reinó Itzcóatl, en México.

 

Se tomó una resolución,

los señores mexicas dijeron:

no conviene que la gente

conozca las pinturas. [los códices]

 

Los que están sujetos, [el pueblo]

se echarán a perder

y andará torcida la tierra,

porque allí se guarda mucha mentira,

y muchos en ellas han sido tenidos por dioses.”

(Informantes de Sahagún)

 

Quemados los viejos libros de pinturas, dan principio los aztecas a una nueva visión histórica y religiosa.”  (Miguel León Portilla. 1961)

 

Las reformas filosóficas y religiosas.

 

Los mexicas dirigidos por Tlacaélel destruyeron los códices más importantes y antiguos, intentando borrar la historia y la filosofía de los toltecas. Con ello, pudieron transgredir la norma de Quetzalcóatl y modificar su religión. Es este, el verdadero problema -no resuelto hasta nuestros días- que los mexicanos hemos llevado por más de seis siglos. La conquista y todos los males posteriores derivan de “la ausencia de nuestros sabios maestros toltecas y de la trasgresión filosófica e ideológica que iniciaron los mexicas y que más tarde remataron los españoles.”

 

Los mexicas dirigidos por Tlacaélel iniciaron una nueva era en la vida cultural de los pueblos que tenían miles de años de vivir en el Valle del Anáhuac y que tenían casi cinco siglos de decadencia cultural a partir del colapso del periodo Clásico Superior. Con el vigor y la poderosa fuerza de voluntad que caracterizó a los mexicas se “re-funcionalizó” la cultura decadente y se creó una nueva propuesta para dinamizar a la cultura del Postclásico.

 

“Acabada esta fiesta, los señores de las ciudades se fueron a sus provincias y reinos y dieron en querer imitar a los mexicanos, y así, empezaron a hacer y a edificar templos y a sacrificar, con aquel modo y aparato, hombres, y a tener y a elegir sacerdotes y a hacer aquellas ceremonias y ritos; a ordenar ordenes de caballería y a tener ejércitos de armas, colegios y escuelas de cantar y danzar y de todos los ejercicios que en la ciudad de México había.” (Fray Diego Durán)

 

La nueva ideología proponía el cambio del culto al espíritu, por el culto a la materia. Sostenían que el sacrificio del corazón no era espiritual, que tenía que ser sacrificados físicamente las personas y con su corazón palpitante alimentar al “Quinto Sol” que estaba amenazada su existencia, según las antiguas profecías. Pero la expansión no sólo fue religiosa y filosófica, los pueblos derrotados eran sometidos a pesadas cargas tributarias, como nunca antes se había dado en el Anáhuac. Los cambios de Talcaélel dieron las bases del poderío Azteca y paradójicamente fueron, a la llegada de los europeos, su ruina.

 

“Victoriosos los aztecas, Tlacaélel tomó varias medidas que transformaron el pensamiento y la vida de su pueblo. Tlacaélel nunca quiso ser rey. Prefirió actuar sólo como consejero, primero de Itzcóatl y después de Moctezuma Ilhuicamina y de Axayácatl... La feliz conjunción de Tlacaélel y esos dos monarcas extraordinarios que fueron Itzcóatl y Moctezuma Ilhuicamina, fue ciertamente el principio y la consolidación de los antiguos mexicanos. La figura de Talcaélel, de quien llegó a decir a principios del siglo XVII  el célebre científico, según parece de origen alemán, Henrico Martínez, que era “a quien se debía casi toda la gloria del imperio azteca”, requiere mucho mayor atención que la casi nula, que hasta ahora se le ha concedido.” (Miguel León Portilla. 1961)

 

Talcaélel desplazó del milenario binomio religioso Tláloc-Quetzalcóatl, a éste último lo suplió por Huitzilopochtli, dios tutelar mexica de la guerra y la materia. Cambió el sacrificio espiritual por el sacrifico material de cautivos. En un periodo de decaimiento cultural, con la ausencia de los grandes maestros, con las profecías del retorno de Quetzalcóatl y con la amenaza de que cada 52 años se acabaría el Quinto Sol; los mexicas “re-funcionalizaron” el sistema a partir del cambio de las premisas filosóficas y religiosas, en favor de un desarrollo material, bélico, fanático y de explotación de los pueblos vecinos. Es decir, los mexicas cambiaron el sentido espiritual de la vida, por un sentido material. La ideología materialista, místico guerrera fue al mismo tiempo su mayor logro y al mismo tiempo el origen de su derrota, pues cuando los españoles llegaron en el año que la profecía predecía el regreso de Quetzalcóatl, y que Hernán Cortés hábilmente aprovechó, asumiéndose como el capitán del personaje esperado. Casi todo el mundo en el Anáhuac se puso en contra de aquellos que cien años antes, habían transgredido milenios de un pensamiento humanista. Los mismos mexicas, muchos años antes de la llegada de los conquistadores y por iniciativa de Talcaélel mandan a sus mensajeros al lugar mítico del origen, regresaron a decirle al primer Moctezuma, Ilhuicamina, que estaba amenazado el poderío de Huitzilopochtli.

 

“Y de las quejas grandes que Coatlicue tenía de Huitzilopochtli su hijo, y de cómo lo esperaba y lo que dejó dicho, que en cumpliéndose cierto tiempo, había de ser echado de esa tierra y que había de volver a aquel lugar, porque por lo mesma orden que había de sujetar naciones, por esa misma orden le habían de ser quitadas y privado del dominio y señorío que sobre ellas tenía”. (Fray Diego Durán)

 

Muy caro pagaron unos y otros sus errores. Los aztecas por transgresores e imperialistas, y los pueblos que lucharon con los españoles en contra de ellos; porque al término de la guerra se dieron cuenta que los españoles no eran los enviados de Quetzalcóatl y resultaron más explotadores y sanguinarios que los mexicas.

 

El “famoso” imperio azteca no duró más de 196 años, desde la fundación de Tenochtitlán en 1325, hasta su destrucción en 1521. El período más importante del México Antiguo fue el del Clásico, entre el año 200 a.C. y el 850 d. C.; la cultura representativa fueron los toltecas y el centro de este impresionante desarrollo cultural fue Teotihuacán. Los mexicas llegan al Valle del Anáhuac en los tiempos de la decadencia, cuando los maestros toltecas tenían siglos de haberse retirado y Teotihuacán era una serie de montículos cubiertos por tierra, maleza y olvido. El “famoso imperio azteca” sólo tuvo escasos 81 años de gran poderío y esplendor. Sorprende como la historia oficial -desde la época de la colonia- ha tratado de que los mexicanos pierdan la memoria histórica y crean encontrar su “lejano pasado”, en un pueblo como el mexica, que se caracterizó por ser: imperialistas, centralista, trasgresores de la filosofía, la ideología, la religión y las normas éticas y morales de nuestra herencia milenaria, la Toltecáyotl, que nació desde los milenarios tiempos de los olmecas.

 

La misión divina.

 

Los mexicas se auto denominaron el pueblo “sostenedor del Sol”. Y se asignaron la misión divina para sostener y conquistar “la tierra rodeada por las aguas celestiales” a través de la imposición de su dios tribal Huitzilopochtli, en sustitución del milenario Quetzalcóatl. Las reformas de Talcaélel cambiaron el sentido espiritual de la religión y de la sociedad y le dieron un sentido material. Talcaélel uso las formas toltecas, pero definitivamente cambió su fondo. Es por esta razón que el simbolismo de la religión mexica nos resulta poética, en sus prácticas totalmente deshumanizadas.

 

“¿Cómo admitir que la creencia en la tiranía del Sol sobre la vida física haya podido enraizar en el corazón de los hombres? Más verosímil es pensar que sólo por la fuerza pudo implantarse y que la espiritualidad de algunos aspectos de la vida azteca debía provenir de una tradición antigua, traicionada en su esencia en beneficio de una estructura temporal dominada por una implacable voluntad de poder”. (Laurette Séjourné. 1957)

 

Para llevar a cabo esta titánica empresa la sociedad se militarizó. Las escuelas dejaron de tener el carácter místico espiritual y pasaron a formar cuadros de guerreros de “batallas materiales”. El telpochcalli se transformó en una academia militar para los macehuales donde se formaba a la tropa. El calmécac pasó a ser una escuela de los pililis o hijos de los nobles, para formar cuadros de oficiales. La batalla florida espiritual de los toltecas, pasó a ser una guerra para tomar prisioneros y llevarlos al sacrifico ritual para “alimentar” al Quinto Sol e impedir su muerte y el fin del Imperio Azteca. La dualidad de Tláloc-Quetzalcóatl se cambió por la de Tláloc-Huitzilopochtli.

 

“Morir en el combate, o mejor todavía, en la piedra de los sacrificios, era para ellos la promesa de una dichosa eternidad: porque el guerrero caído en el campo de batalla, o sacrificado, tenía asegurado su lugar entre los “compañeros del águila”, los quauhteca, que acompañaban al sol desde su salida por el oriente hasta el cenit, en un cortejo deslumbrante de luz y resplandeciente de alegría, para reencarnar después en un colibrí y vivir por siempre entre las flores.” (Jacques Soustelle. 1955)

 

Los mexicas cambiaron la milenaria organización de los pueblos en comunidades independientes y empezaron a desarrollar a partir de la Triple Alianza, una nueva unión de señoríos como una poderosa fuerza militar, política y económica, como nunca antes se habían visto en el Anáhuac. La guerra pasó a ser una “razón de Estado” y las pequeñas escaramuzas, casi simbólicas y poco sangrientas, pasaron a ser grandes campañas militares en las que se desplazaban miles de guerreros a grandes distancias, en ejércitos perfectamente organizados, armados y equipados, como no se habían dado antes en el Anáhuac.

 

“En la religión azteca, nos dicen, el hombre no tenía otro fin sobre la Tierra que el de alimentar al Sol con su propia sangre, sin la cual el astro moría agotado. Es este trágico dilema el que imponía a los dirigentes la triste obligación de elegir entre la matanza y el fin del mundo.” (Laurette Séjourné. 1957)

 

Se sometieron a los Señoríos y se crearon las pesadas cargas tributarias, pues el objetivo de la guerra no sólo era conseguir “líquido divino” para alimentar al Quinto Sol, sino, además, conseguir bienes y materia prima en grandes cantidades de los pueblos sometidos, lo que permitió el formidable crecimiento de Tenochtitlán, que en pocos años pudo tener obras monumentales, que no hubieran podido crearse en ese periodo tan corto de tiempo por el esfuerzo y trabajo de los mexicas. Se le dio un vigoroso impulso al comercio, como nunca antes lo había tenido en el Anáhuac. Los pochtecas o comerciantes, pasaron a ocupar una alta jerarquía en la escala social de Tenochtitlán.

 

Los Pochtecas y los Guerreros.

 

Los pochtecas llegaron a tener gran poderío, no sólo económico y político, sino hasta militar. A tal punto que en su momento se llegaron a enfrentar con el Tlatócan de Tenochtitlán, pero fueron derrotados y castigados. Por la ideología del culto a la materia se fortalecieron y acentuaron dos actividades que nunca en el Anáhuac habían tenido gran relevancia, la del guerrero y la del comerciante.

 

Fue tanto el impulso y crecimiento que tuvieron los comerciantes y el comercio que, durante siete mil cuatrocientos años de desarrollo humano de la civilización del Anáhuac, llegando a tener grandes avances en la ciencia, las artes y la filosofía, pero nunca necesitaron crear la moneda. Fue con el poderío y expansión de los mexicas y el comercio, que un poco antes de la invasión europea se comenzó en el Anáhuac a crear las primeras formas de moneda, con el cacao y artículos de cobre. Esto no demuestra incapacidad, lo que demuestra es que los Viejos Abuelos no fundamentaron su civilización y el desarrollo humano en el comercio y en el consumo, por eso durante miles de años no necesitaron inventar la moneda. Sin embargo, por las modificaciones ideológicas que realizaron los mexicas a la herencia de sabiduría tolteca, la milenaria tradición espiritual del Anáhuac empezó a sufrir severas transformaciones, como la guerra, el comercio, la moneda y la propiedad privada.

 

“En la época que estudiamos se manifiesta una evolución significativa. Aunque teóricamente la propiedad privada sigue siendo colectiva, de hecho las tierras asignadas en usufructo a un tecuhtlli,  son transmitidas por él a sus descendientes. Entonces pasan a ser pillalli, “tierras de pilli”  ; es decir que los hijos de los dignatarios, que ya por su nacimiento tienen derecho preferentemente a los altos puestos, se benefician además de los productos heredados. Un dominio privado se construye a expensas de un dominio público. Forzaríamos la palabra si dijéramos que el emperador y los dignatarios eran grandes propietarios de bienes inmuebles: en efecto, subiste la idea de que la colectividad tiene el derecho principal. Pero nos equivocaríamos igualmente si afirmáramos que este derecho era el único reconocido en la práctica.

 

La sociedad mexicana estaba en plena transición y la apropiación privada de la tierra afloraba, por decirlo así, a cada instante; las costumbres y los hábitos vigentes se alejaban cada vez más de la tradición.” (Jacques Soustelle. 1955)

 

Este punto es muy importante, pues si tomamos en cuenta lo que ya se ha dicho con anterioridad con respecto a las armas, vemos que la civilización del Anáhuac no fundamentó su expansión y desarrollo humano, ni en las armas ni en el comercio durante los períodos Preclásico y Clásico, y que las transformaciones de la antigua tradición se dieron menos de un siglo antes de la llegada de los invasores españoles.

 

La cultura occidental precisamente encuentra en el desarrollo de las armas, la expansión del comercio y la propiedad privada, las razones fundamentales para iniciar la conquista del mundo. Hasta nuestros días, la tecnología militar y los intereses comerciales siguen llevando a la cultura occidental a someter a otras culturas y países. La obsesión de destruir las formas propias y antiguas de organización de los pueblos e imponer “la democracia partidista”, para fragmentar y debilitar a la sociedad, abrir los mercados, imponer la libre empresa y ponderar la iniciativa privada sobre el bien común, caracterizó a Inglaterra en el siglo XIX y a Estados Unidos en el siglo XX y lo que va del XXI. La cultura occidental se sustenta en las armas, el comercio y la propiedad privada.

 

“Organizaban y dirigían las caravanas de cargadores que, desde el valle central, llegaban a las provincias lejanas, semifabulosas, de la costa del Golfo de México y del océano Pacífico. Vendían en esos países los productos de México: telas, mantas de piel de conejo, vestidos de lujo, joyas de oro, orejeras de obsidiana y de cobre, cuchillos de obsidiana, tinturas de cochinilla, hierbas medicinales o para hacer perfume; de allá traían artículos de lujo: el chalchihuitl,   jade verde, transparente, las esmeraldas, quetzalittli, los caracoles marinos, las conchas de tortuga de mar con las que hacían las paletas para preparar el cacao, las pieles de jaguar y de puma, el ámbar, las plumas de papagayo, de quetzal, de xiuhtototl. Su comercio consistía, pues, en exportar los productos manufacturados y en importar artículos exóticos de lujo.” (Jacques Soustelle. 1955)

 

El guerrero mexica fue la base material del poderío azteca y el Pochteca su espía y explorador. Los hombres se dedicaron en mayor medida a la guerra, en virtud de que el Estado recibía por medio de los tributos: alimentos, textiles, materias primas, armas, artículos suntuarios, esclavos. La guerra permitía al mexica tener acceso a la riqueza y fundamentalmente al honor y asenso en la escala social. Nunca dejaron de ser agricultores y artesanos, pero la guerra empezó a ocupar la mayor parte del tiempo y de su energía, lo mismo que el comercio. La sociedad mexica se convirtió en una sociedad militarizada muy bien organizada y los mercados o tianguis llegaron a tener increíbles dimensiones. Un formidable cuerpo de guerra que sometía a los pequeños e independientes señoríos. Una poderosa institución de comerciantes, con características de tipo militar, igual que la de los guerreros jaguar o águilas. Los mexicas a pesar de haber recibido formidables derrotas por parte de los purépechas, tlaxcaltecas y cholultecas, entre otros, fueron casi invencibles, especialmente por la organización que tenían con los demás señoríos a quienes fueron incorporando en calidad de “aliados” después de haberlos vencido y la extraordinaria red de información que tenían a través de los pochtecas o comerciantes.

 

Es importante señalar que la guerra y las armas para la civilización del Anáhuac, nada tenían que ver con la concepción europea. La guerra era una actividad para “tomar cautivos para alimentar al Quinto Sol”. El objetivo de la guerra en el Período Postclásico no era matar, destruir o arrasar. Las guerras se pactaban entre mensajeros. Se acordaba el día, el lugar y el número de guerreros. Generalmente se realizaban en descampados y muy pocas veces en ciudades. Esto se daba sólo en condiciones de “castigo”, por ejemplo: cuando un aliado se sumaba a un enemigo. Existían las treguas por fiestas o exequias, y en un momento dado, cualquiera de las partes podía solicitar el fin de la contienda y los ejércitos regresaban a sus ciudades con sus heridos y sus cautivos. Algunas guerras se hacían sólo para mantener a los ejércitos en forma y tomar cautivos, como las que los mexicas obligaban a dar a los tlaxcaltecas.

 

Las armas, como ya se apuntó, no reflejan el avance científico que alcanzaron los Viejos Abuelos en otros campos del conocimiento. Lo que implica su desinterés histórico y cultural por la guerra. Un bastón con incrustaciones de pedazos de filosos cristales de obsidiana, lanzas con puntas de obsidiana, bastones con pesadas piedras en una punta a manera de mazos, y arco y flecha, fueron las armas ofensivas. Las armas defensivas fueron un escudo hecho con armazón de madera recubierto de piel y plumas, trajes hechos con manta reforzada y en algunos casos de caparachos y huesos de animales o pedazos de piel cocida a la manta. Lo que demuestra que la guerra fue para la civilización del Anáhuac algo muy diferente que para los europeos, chinos, indios, egipcios y mesopotámicos. Este punto no ha sido analizado con mayor profundidad por los investigadores, ya que desde los tiempos de Colón y Cortés, esta característica de las culturas invadidas fue tomada como una deficiencia y una falta de “capacidad civilizatoria”.

 

La organización de los pochtecas y sus famosos “tamemes” o cargadores, así como el sistema de mercados o tianguis, fue usado por los españoles durante los tres siglos de Colonia, dos de “independencia” y de alguna manera sobreviven hasta nuestros días. No sólo en las comunidades indígenas y campesinas, sino en las grandes ciudades con los “tianguis urbanos” y los vendedores ambulantes.

 

El Rostro Mexica.

 

Se ha escrito mucho sobre los mexicas. Desde las llamadas “fuentes” y posteriormente los criollos que han tratado de dar validez a su proyecto de “país neo colonial”, en un remoto y nebuloso origen indígena. Los criollos manejaron la imagen de los mexicas, igual que los europeos han manejado la imagen de los griegos y los romanos, como sus más remotos y gloriosos antepasados.

 

Se ha escrito muchas mentiras sobre los mexicas. Ya sea para denostarlos y pintarlos como poderosos salvajes idólatras demoníacos, que nadaban en ríos de sangre a través de sacrificar a miles y miles de seres humanos. Que fueron vencidos heroicamente por un puñado de “solados” españoles, dirigidos por un valeroso líder carismático.

 

O para pintarlos como una alta cultura, creadora de toda la grandeza del Anáhuac. Inventores del calendario, las matemáticas, la lengua, la arquitectura e ingeniería, así como de la religión y las formas de organización social. Poseedores de la “tinta roja y negra”, creadores de  La Toltecáyotl.

 

Ninguna de las dos versiones es cierta. No se debe fincar la descolonización de nuestra nación y la búsqueda de nuestra antigua raíz, en el último pueblo que llegó salvaje del Norte, cuando tenía siglos de haberse colapsado el esplendor del Anáhuac. No se puede sentir orgullo del pueblo explotador del Anáhuac, el pueblo trasgresor de La Toltecáyotl. No se trata de ubicarse en posiciones radicales en contra o a favor. Se trata en cambio de dimensionar en toda su extensión y potencialidad la historia antigua antes de la invasión, para reconstruir verídicamente nuestra memoria histórica y desmantelar los mitos y mentiras del colonizador. Debemos de darnos cuenta de que quien creó el mito del “Imperio Azteca” fueron los colonizadores, pues a final de cuentas, un puñado de sus antepasados conquistó y destruyó al “formidable poderío mexica”.

 

Mantener el mito del supuesto poderío azteca y su inexacta grandeza, es quedar en manos de los herederos culturales de los conquistadores, quien de esta manera nos impide conocer con mayor profundidad la milenaria civilización de la que formamos parte viva.

 

Por supuesto que se debe reconocer la formidable capacidad de romper la inercia depresiva que tenía la cultura en el Anáhuac en el período Postclásico por parte de los mexicas. Su gran fuerza de voluntad y su templanza para enfrentar los desafíos para consolidar su hegemonía. Su capacidad para “refuncionalizar” el arte, es una prueba innegable de los alcances y talento que tuvo la cultura mexica. Estas características y virtudes no pueden pasar desapercibidas, pero tampoco podemos exaltar vanamente lo falso y lo negativo. Debemos de analizar y conocer las razones por las cuales, un puñado de facinerosos, pudo someter a millones de indígenas. Conocer la verdad nos permitirá iniciar el camino de revalorización de nuestra antigua civilización y acabar la colonización.

 

Existen siete mil trescientos años de desarrollo humano, diversas culturas y periodos de increíble esplendor, que debemos de tomar en cuenta para estructurar la herencia cultural e histórica de Los Viejos Abuelos y actuar en consecuencia como, “los hijos de los hijos de ellos”, de cara al futuro.

 

“Un estudio más profundo de esta sociedad (mexica) mostraría, sin lugar a dudas, profundas contradicciones, que explican a su vez las tensiones internas de las cuales se liberaba, ocasionalmente, en forma ritual. Y el origen de esas contradicciones debe buscarse en la superposición y la mezcla de culturas diferentes -la de los toltecas, transmitida por los habitantes sedentarios del valle, y la de las tribus nómadas de las cuales formaban parte los aztecas- que contribuyeron a formar la civilización mexicana tal como era en la época de su descubrimiento.” (Jacques Soustelle. 1955)

 

La cultura mexica es entonces la fusión, a veces armoniosa y otras discordantes, entre la milenaria sabiduría tolteca, llena de símbolos espirituales y religiosos, que se encontraba en un momento de decadencia, y la vigorosa cultura mexica, heredera de la férrea voluntad del poder material, para sobrevivir en mundo agreste y semiárido. Los aguerridos nómadas en ascenso y los pacíficos sedentarios en decadencia. La mezcla de los pueblos místicos y los pueblos guerreros.

 

Los mexicas fue una cultura que no pudo concluir el sincretismo y la mezcla entre las dos herencias que le dieron vida. Realmente su tiempo fue muy corto (de 1325 con la fundación de Tenochtitlán a 1521 con su caída sólo duró 196 años) con relación al periodo de los siete mil quinientos años que abraca la civilización del Anáhuac, desde la invención de la agricultura hasta la invasión europea.

 

La historia de los mexicas la podíamos dividir en tres periodos muy cortos. El primer periodo se dio desde su llegada, como bárbaros nómadas, al Valle del Anáhuac en el siglo XII y la toma del poder del tlatoani Itzcóatl en 1424, donde inicia la carrera política de Talcaélel siendo muy joven. El segundo periodo abarca toda la influencia y hegemonía de Talcaélel como Cihuacóatl de varios tlatoanis (Itzcóatl, Moctezuma el Viejo, Axayacatl, Tízoc y Ahuizotl) hasta su muerte en 1480. El tercer periodo, de la muerte de Talcaélel a la caída de Tenochtitlán.

 

Los mexicas no tuvieron tiempo de reconstituir la ideología que creó Talcaélel. En el último periodo, antes de la invasión española, existió una corriente de altos dirigentes civiles y religiosos que proponían volver a apegarse más a la ideología y la religión de los antiguos toltecas. Esta situación agravó aún más los conflictos de la clase dirigente a la llegada de Cortés, pues los seguidores del pensamiento de Talcaélel deseaban exterminar a los intrusos y los que deseaban volver a la antigua doctrina de Quetzalcóatl de los toltecas, pedían recibir a Cortés como embajador de Quetzalcóatl.

 

Lo cierto es que les faltó tiempo a los mexicas para madurar y decantar su ideología y religión. En algunos campos, especialmente el del arte, los mexicas no sólo llegaron a igualar la destreza de los antiguos toltecas, sino que como lo podemos apreciar en nuestros días, especialmente en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología e Historia, llegaron en algunos casos a superar a los maestros toltecas.

 

Tomado del libro:

HISTORIA VERDADERA DEL MÉXICO PROFUNDO

de Guillermo Marín.

 

 

 

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