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“La verdad más íntima de México, son los pueblos indígenas” AMLO

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Qué momento tan vergonzoso el de Peña Nieto, escuchando en el pódium del poder, el inicio del juicio histórico, que, sobre él, y sus secuaces, indefectiblemente, caerá. El problema es que todos ellos, como no tienen valores ni principios, son cínicos y desvergonzados y todo se les resbala.

Anuncia AMLO que se acaban 36 años de neoliberalismo económico que llevaron a la quiebra al país y al pueblo. Solo esos diez “mexicanos”, que ganan lo mismo que 60 millones de pobres, o a los 16 “mexicanos” que poseen la riqueza para pagar la deuda externa, en la que cada “masiosare” debe más de ochenta mil pesos.

A pocos les fue muy bien, y por supuesto, que tienen el poder económico y político y seguramente harán, todo lo que esté en sus pérfidas mentes torcidas, por hacer que le vaya mal a AMLO y al pueblo. A quién le gustaría que le levanten la canasta de los huevos de oro. Mandarán a la jauría mediática.

Pero el problema no es, “la mafia sin el poder” (aparente). El problema será, ahora, todos aquellos que ya han trepado al carro del poder. Desde 1521 con Hernán Cortés, hasta nuestros días, el que ha tenido el poder ha sido para hacer dinero. El Estado de Derecho, las leyes y los reglamentos, están diseñados hábilmente para hacer dinero. No para beneficiar al pueblo, no para hacer justicia. Este país surge de una invasión violenta, en la que los que llegaron, - siguen llegando-, desde Cortés hasta el Banco BBVA, legan por riqueza, al costo que sea. Para eso, se destruyeron las instituciones, las leyes y las autoridades que llevaban en el Anáhuac más de tres mil años, y se crearon nuevas instituciones, leyes y autoridades de carácter colonial, para organizar y regular la explotación y el despojo de los invadidos. Tenemos que vigilar y denunciar puntualmente, a esos que ahora tienen el poder, para que no se comporten igual, que aquellos que denostaron y criticaron.

Todos esperamos un cambio. Pero este cambio no lo puede hacer un solo hombre. Además, que los poderosos harán todo lo que esté de su parte para que fracase. Lo que se requiere es que esos 30 millones de personas que votaron por AMLO, hagan el cambio. Que comiencen en su propia persona. Que tengan conciencia y responsabilidad de que el sistema nos tienen: enfermos, intoxicados y adictos. Comenzando por  la comida chatarra, los dulces y los refrescos, los alimentos procesados, las harinas y los azúcares. El primer paso para el cambio, es hacer el esfuerzo de llevar una alimentación sana, para tener plenitud física y lucidez mental. Segundo paso, frenar totalmente la intoxicación mental y emocional en que nos mantiene la TV y la radio comercial.

Treinta millones de personas que dejen de comer porquerías y apaguen la TV y la radio, como protesta por los contenidos tóxicos de los medios y los alimentos, haría un cambio significativo en el país.  Tercero paso, decir ya basta a los instrumentos de control social y político de los poderosos. Tener la fuerza interior para cortar de un tajo la adicción al consumismo. Se requiere una verdadera reforma educativa, en la que se “eduque para la vida y para el bien común”. Es imprescindible que se restituya la memoria histórica y la identidad cultural ancestral en el sistema educativo, desde primaria hasta la universidad y en los medios del Estado. Para que el pueblo recupere su conciencia y su dignidad. Se requiere que el sistema educativo nacional, en vez de que sirva a una élite explotadora, sirva a la nación. Se necesita EDUCAR al pueblo en los ancestrales valores y principios del bien común, de la democracia participativa, la honradez, la responsabilidad, la solidaridad, el trabajo por la comunidad, la responsabilidad del medio ambiente y de la naturaleza (educar para la vida). Se requiere concientizar y responsabilizar al pueblo, para que a través de la democracia participativa se organice a través del milenario calpulli; por cuadras, barrios, colonias, ciudades. Solo la participación organizada de los ciudadanos puede permitir que los objetivos de AMLO se cumplan. Y todo esto, no es más que la sabiduría ancestral conocida como Toltecáyotl.

AMLO, como muy pocos estadistas, conoce al “México Profundo” ha visitado municipio por municipio. Es un hombre que lo ha inspirado la sabiduría ancestral disfrazada de cultura popular. Sin embargo, AMLO no tiene plena conciencia y dimensión del potencial de la Toltecáyotl. “La conoce de oído, pero desconoce la nota”. Su mismo planteamiento de “la cuarta transformación”, no toma en cuenta los miles de años de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad y la que logró alcanzar los más altos niveles en calidad de vida para todos los habitantes.

Sin embargo, lo intuye, pero al igual que él, y la mayoría de sus colaboradores, están colonizados cultural y epistémicamente. Su pensamiento es liberal del siglo XIX, y está, frente a desafíos y problemas del siglo XXI. Que no se engañe AMLO, aquellos que le entregaron el bastón de mando, no necesariamente representan a los pueblos y culturas del Anáhuac. Los verdaderos anahuacas no andan en esos “mitotes”.

AMLO necesita ir más allá de sí mismo, en el asunto de lo que él llama, “los pueblos indígenas”. AMLO necesita un “pensamiento transmoderno”, para atender y servir a los pueblos del Anáhuac. AMLO necesita asesores como don Pablo González Casanova y Enrique Dussel. Lo que los pueblos del Anáhuac necesitan es justicia, que los dejen en paz, que no los agredan imponiéndoles modelos de desarrollo y progreso, ajenos a su milenaria forma de entender el mundo y la vida. Los anahuacas no son, ni débiles no deficitarios, por el contrario, son fuertes y resistentes, son el futuro. Por el simple hecho de haber sobrevivido tres siglos al holocausto de la Colonia y dos siglos a la neocolonia. La modernidad tiene más que aprender de ellos, que ellos de la modernidad.

AMLO lo intuye, lo presiente. Le dijo a Carmen Aristegui, al final de la histórica entrevista, “La verdad más íntima de México, son los pueblos indígenas”. Descolonizar es dignificar.

Guillermo Marín

1º  diciembre

Oaxaca 2018.

 

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