El antropólogo Carlos Castaneda jamás se propuso ser un “escritor”, así como también jamás se propuso ser “aprendiz de la toltequidad” y mucho menos “guru” de la Nueva Era. Las dos obras mas grandes de su vida fueron circunstanciales, la tercera ajena a él, fue producto de la mercadotecnia.
A finales de los sesentas, Castaneda tenia que hacer una investigación para doctorase. No sabia a ciencia cierta de que la haría, pero un amigo suyo, un antropólogo que estaba por retirarse lo invitó a un viaje por el Suroeste de Estados Unidos y le presentó a sus informantes. Fue en ese viaje que, “por casualidad”, Castaneda se encontró con un anciano indio yaqui, que según su amigo, era la persona que más sabia de plantas alucinógenas.
De esta manera Castaneda entra al misterioso conocimiento de los milenarios toltecas. Más de mil años estuvo escondida la sabiduría y el pensamiento filosófico que un día llevó a los antiguos mexicanos a crear una de las 6 civilizaciones mas antiguas y con origen autónomo del mundo. En efecto, a partir de lo que los especialistas han llamado “el colapso del periodo clásico superior”, que sucedió alrededor del octavo siglo de la era. Cuando sin explicación alguna los hombres y mujeres de conocimiento que vivían en lo que hoy conocemos como “zonas arqueológicas”; ellos, en una generación, las destruyeron hasta sus cimientos y las cubrieron de tierra, para desaparecer literalmente de la faz de la tierra. Sin embargo, al igual que en Egipto o en la India, estas enseñanzas se mantuvieron de manera secreta y fueron trasmitidas de generación en generación, para preservar el conocimiento y la sabiduría humana. En México se nombró la “hermandad blanca” y existen registros históricos hasta la llegada de los españoles, cuando los descendientes de los toltecas, vivían en Cholula, Puebla y Moctezuma los consultó para enfrentar a los invasores. Se sabe que cuando Cortés estaba en Tenochtitlán, Moctezuma mando nuevamente a consultarlos y los mensajeros regresaron con la noticia de que ya no estaban en Cholula. Nunca más se les ha vuelto a ver en el mundo del tonal.
El propio don Juan le relata a Castaneda que a la llegada de los españoles, los hombres y mujeres de conocimiento se refugiaron en el mundo “del nahual”, al que jamás había penetrado el occidental, hasta la experiencia de Castaneda.
A partir de la colonia, los descendientes del conocimiento de los toltecas han vivido de manera clandestina. Han agrupado sus conocimientos en “linajes” y se encuentran diseminados por todo México.
El linaje de don Juan tiene a un personaje muy importante que ellos llamaron “el inquilino”. Dice don Juan que en la colonia, uno de los nahuales de su linaje era sacristán en la Catedral de la Ciudad de Oaxaca, el mejor lugar para esconderse de la inquisición. Sin embargo, un día llego un hombre muy enfermo y le dijo al nahual, que él sabía quién era y a que en verdad se dedicaba, y que sí no le ayudaba lo delataría. Este personaje resultó ser un descendiente de la primera generación de “videntes”, que fracasó en la construcción del conocimiento cientos de años atrás. El “vidente” necesitaba energía para seguir viviendo y les propuso que le cedieran un poco y él les daría a cambio conocimiento. Desde aquellos tiempos a la fecha, el linaje de don Juan a “mantenido al inquilino” a través de “su energía” a cambio de valiosa información para refinar a su linaje en busca de “la totalidad”.
Resulta entonces que Castaneda es el último de los nahuales de este linaje. Don Juan le dice a Castaneda que el “tonal de los tiempos” esta por cambiar y que él tendrá que difundir el conocimiento tolteca de manera masiva y que las milenarias reglas cambiarán en su liderazgo como nahual. Es más, desde un principio el “Poder” a través de “mescalito” lo señala especialmente. Su maestro don Juan, muchas veces se asombra de esta extraña distinción, pues con Castaneda se empiezan a romper tradiciones, como la de los anuales de cuatro puntas.
Castaneda es alentado por don Juan para que “escriba” sus experiencias y en algún momento le sugiere que esa es su misión y que para eso lo ha seleccionado el “Poder”.
Todo parece indicar que Castaneda tendrá que crear un nuevo linaje. El reconoce que don Juan lo enseño a tratar con el mundo clandestino de la brujería, pero que no lo preparó para “las grandes masas y los reflectores”. Sin embargo, su desafió y su tarea estaban precisamente allí.
Recuérdese al tímido y torpe Castaneda en sus conferencias en la Ciudad de México en la década de los ochentas. Castaneda trataba de buscar el medio para difundir “las enseñanzas de don Juan” entre las multitudes. Personalmente me toco presenciar la que intentó dar en la librería del Fondo de Cultura Económica en la avenida Universidad, que estuvo a punto de convertirse en una tragedia, por la aglomeración de sus seguidores.
Castaneda no es un escritor y mucho menos un literato, aunque debemos de reconocer que sus libros están más que bien escritos.
Me permito transcribir a Castaneda:
“... El mismo don Juan me asignó la tarea de escribir sobre las premisas de la brujería. Al poco tiempo de haber empezado mi aprendizaje, me sugirió una vez que escribiera un libro, a fin de aprovechar las cantidades de notas que yo había acumulado sin noción alguna de que hacer con ellas.”
“Argüí que la sugerencia era absurda porque yo no era escritor.”
“-Claro que no eres escritor –dijo-. Para escribir libros tendrás que hacer una imagen mental de tus vaivenes en la brujería, ¿como sí estuvieras reviviéndolos; después tendrás que ensoñarlos: verlos en tus sueños; y luego tendrás que ensoñar el texto del libro que quieras escribir, tendrás que verlo en tus sueños. Para ti, el escribir un libro no pude ser un ejercicio literario sino, más bien, un ejercicio de brujería.”
“-Yo he escrito de este modo acerca de la brujería, tal como don Juan me lo explicó, dentro del contexto de sus enseñanzas.” (VIII-14,15).
De esta manera son calaras dos cosas. La primera es que Castaneda no es un escritor y que sus textos son expresiones muy refinadas de la brujería tolteca. Y segundo, que el conocimiento y la sabiduría depositados en estos textos son un mandato del “Poder”, tienen su razón de ser y que el conocimiento esta allí, desnudo, como un testimonio virginal para el que tenga suficiente “poder personal” y puede introducirse en la milenaria sabiduría tolteca.
En estos momentos no podemos evaluar que ha sucedido con la “tarea” que el “Poder” le encomendó a Castaneda. Se critica mucho a la empresa Verde Claro y el manejo que ha hecho de la tensegridad. Se critica el fanatismo y el sectarismo de estos practicantes. Sin embargo, “este capitulo no ha terminado” y capaz que Castaneda nos mande otro libro que se titule, “Desde el infinito” donde ponga las cosas en su lugar, pues no debemos olvidar que él es un nahual y ellos deciden cuando “se van”.
Pero en contra parte, también cave la posibilidad que Carlos Castaneda haya fracasado en su tarea y que por eso se retiró del mundo del tonal. El problema de nosotros, “los seres comunes”, es que tendemos a fanatizar las cosas y a deshumanizar a los seres humanos con un don determinado, convirtiéndolos en productos de la imaginación colectiva. Es el caso reciente de Gandhi, el Che, la Princesa Diana o el Sub comandante Marcos. Que no les dejamos espacio para su “ser humano” y los idealizamos, hasta alejarlos de nosotros y volverlos “cosas”.
Una de las maravillas de Oaxaca, es que me ha permitido conocer a estos extraordinarios personajes, portadores de la sabiduría milenaria, pero como sencillos y humildes seres humanos en busca de las estrellas y apegados a su cultura y su tradición.
La obra de Carlos Castaneda, incuestionablemente es un pequeño fragmento, un testimonio muy valioso, de la sabiduría de los toltecas y su Toltecáyotl; expresión de la filosofía del México Antiguo y un desafió permanente para cualquier lector con verdadera sensibilidad y deseoso de conocer “la otra realidad”.