Algunas personas, al visitar pirámides, comentan tener experiencias ?espirituales?; es decir, experiencias energéticas, en donde viven una serie de sensaciones inexplicables, visiones y demás. De algún modo, forman un vínculo con sus raíces ancestrales, lo que los lleva a investigar más acerca de la historia de nuestra cultura madre anahuaca, con la intención de integrar ese pasado vivo y latente de aquellos lugares milenarios, con el presente. En este texto, trataré de plantear algunos aspectos sobre visitar dichos recintos sagrados, de una forma distinta.
Acercarse a un Tollán (zona arqueológica con pirámides), de forma profunda y con la avidez de conectar con su energía, requiere de una especial atención.
Lugares, objetos, personas, y todo lo que nos rodea y forma parte de nuestra realidad, tiene su frecuencia vibratoria específica; también aquella dimensión invisible, la que no está solidificada: sentimientos, emociones, pensamientos. Todo es energía.
En nuestra realidad, ante tantos estímulos y frecuencias vibratorias diversas, y nosotros en medio de esto, difícilmente, al dejar a un lado la consciencia de la energía, podemos comprender nuestras reacciones cotidianas. ¿Con qué frecuencia vibratoria conectamos?, ¿qué estímulo nos lleva a sentirnos así?, ¿por qué nos sentimos de determinada forma en lugares concretos o con personas específicas? Todas estas interrogantes, teniendo a la energía como base referencial, pueden tener una respuesta.
Hay circunstancias, personas o lugares, que nos hacen identificarnos o ver nuestro reflejo en ellos, y esta identificación, nos hace conectar con los mismos. Esto puede emanarse desde un plano consciente, pero también, y de forma más intensa, desde el plano inconsciente, pues en esta última dimensión, se vive y resguarda nuestro bagaje (el cúmulo de experiencias) y nuestra esencia libre de máscaras, y es ahí donde radica nuestro origen ancestral y las miles de generaciones que formaron lo que somos. Así, entonces, el inconsciente es la puerta de entrada al epicentro del Ser, que activa la conexión, en este caso con los Tollán. Podemos ?escuchar su llamado?.
Desde el plano consciente, la llave de acceso es la Intención. El propósito verdadero de llevar nuestra atención a un objetivo específico. Esto nos provoca la disposición de nuestra energía a empatizar con lo que deseamos conectar. Para esto, debemos limpiar nuestra voluntad. Ser humildes, estar al tanto de que desconocemos o ignoramos la gran mayoría de la fenomenología de los eventos ?energéticos?, mantener a mínimos niveles nuestra expectativa y ambición, y sobretodo, ser cautos, pero entregándose con responsabilidad a la experiencia.
?La intención, como elemento emergido del consciente, más la identificación, como elemento del inconsciente, son las herramientas de las cuales podemos disponer para acercarnos a un Tollán y conectar con él?
La otra parte fundamental para darse la conexión, es el lugar en sí, pues debemos comprender que dichos sitios tienen consciencia y poder. Algunos de ellos pueden estar velados y resguardados profundamente, otros de ellos ?abiertos?, y esto no lo podemos saber, únicamente sentir, y sospecho que la apertura del recinto depende del individuo que se acerque. Es indispensable mostrar respeto en todo momento y en toda condición. ?Pedir permiso al Tollán?. Esto no depende de nosotros.
Somos atraídos por estos lugares ancestrales, debido a la conexión de nuestra parte interna con esa representación de la grandeza de nuestra cultura madre: Las pirámides, los Tollán, la muestra del paso de miles de años de desarrollo de nuestra civilización del Anáhuac. Acercarnos a ellos de esta forma alternativa, energética, quizá nos pueda ayudar a conocer más acerca de nosotros mismos.
Elyas Carlos
(Fotografía: Calzada de los muertos y al fondo pirámide de la luna, Teotihuacan, 2016)