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Palabras de un padre a su hija (Palabra Antigua)

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"Aquí estás, mi hijita, mi collar de piedras finas, ni plumaje de quetzal, ni hechura humana, la nacida de mi.

 

Tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen. Ahora recibe, escucha: vives, has nacido, te ha enviado a la tierra el Señor Nuestro, el Dueño del cerca y del junto, el hacedor de la gente, el inventor de los hombres.

Ahora que ya miras por ti misma, date cuenta. Aquí es de este modo: no hay alegría, no a hay felicidad. Hay angustia, preocupación, cansancio. Porque aquí surge, crece el sufrimiento, la preocupación.

 

Aquí en la tierra es un lugar de mucho llanto, lugar donde se rinde el aliento, donde es bien conocida la amargura y el abatimiento. Un viento como de o obsidianas sopla y se desliza sobre nosotros. Dicen que en verdad nos molesta el ardor del sol y del viento.

 

Es éste lugar donde casi perece uno de sed y de hambre. Así es aquí en la tierra. Oye bien, hijita mía, niñita mía: no es lugar de bienestar en la tierra, no a hay alegría, no a hay felicidad. Se dice que la tierra es lugar de alegría penosa, de alegría que punza.

 

Así andan diciendo los viejos: para que no siempre andemos gimiendo, para que no estemos llenos de tristeza, el Señor Nuestro nos dio a los hombres la risa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra robustez y finalmente el acto sexual, por el cual se hace siembra gentes...

 

Todo esto embriaga la vida en la tierra, de modo que no se ande siempre gimiendo. Pero, aún cuando así fuera, si saliera verdad que sólo se sufre, si así son las cosas en la tierra, ¿acaso por esto se ha de estar siempre con miedo? ¿Hay que estar siempre teniendo?¿Habrá que vivir llorando?.

 

Porque se vive en la tierra, ahí en ella señores, animando, hay nobleza, águilas y tigres. ¿Y quién anda diciendo siempre que así es en la tierra? ¿Quién anda tratando de darse la muerte? Hay afán, hay vida, hay lucha, hay trabajo. Acto seguido se busca mujer se busca marido....

 

Pero, ahora, mi muchachita, escucha bien, miran con calma: he aquí tu madre, tu señora, de su vientre, de su seno te desprendiste, brotaste. Como si fueras una yerbita, una plantita, así brotaste. Como sale la hoja, así creciste, floreciste. Como si hubieras estado dormida y hubieras despertado.

 

Mira, escucha, advierte, así es en la tierra: no seas vana, no andes como quiera, no andes sin rumbo. ¿Cómo vivirás? ¿Cómo seguirás aquí por poco tiempo?. Dicen que es muy difícil vivir en la tierra, lugar de espantosos conflictos, mi muchachita, palomita, pequeñita...

 

Ahora es buen tiempo, todavía es buen tiempo, porque todavía hay en tu corazón un jade, una turquesa. Todavía estaba fresco, no se ha deteriorado, no ha sido aún torcido, todavía está entero, aún no se ha logrado, no se ha torcido nada. Todavía estamos aquí nosotros (nosotros sus padres) que te metimos aquí a sus fines, porque con esto se conserva el mundo.

 

Acaso así se dice: así lo dejó dicho, así lo dispuso el Señor Nuestro que de haber siempre, que debe haber generación en la tierra....

 

He aquí otra cosa que quiero inculcarte, ni hechura humana, mi hijita: sabe bien, no hagas quedar burlados a nuestros señores por quienes naciste. No les eches polvo y basura, no rocíes inmundicias sobre su historia: su tinta negra y roja, su fama...

 

No como si fuera el mercado busques al que será tu compañero, no los llames, no como en primavera lo estés ve y ve, no andes con apetito de él. Pero si tal vez tu desdeñas al que puede ser tu compañero, el escogido del Señor Nuestro. Si lo deshechas, no vaya hacer quie de ti se burle, en verdad se burle de ti y te conviertas en una mujer pública...

 

Que tampoco te conozcan dos o tres rostros que tú hayas visto. Quienquiera que sea tu compañero, vosotros, juntos tendréis que acabar la vida. No lo dejes, agárrate te dé el, cuélgate de él, aunque sea un hombre pobre, aunque sea sólo una aguilita, un tigrito, un infeliz soldado, un pobre noble, tal vez cansado, falto de bienes, no por eso los desprecies.

 

Que vosotros os vean, os fortalezca el Señor Nuestro, el conocedor de los hombres, el inventor de la gente, el hacedor de los seres humanos. Todo esto te lo entregó con mis labios y mis palabras. Así, delante del Señor Nuestro cumplo con mi deber. Y si tal vez por cual quiere parte arrojas esto, tú ya lo sabes. He cumplido mi oficio, muchachita mía, niñita mía. Que seas feliz, que Nuestro Señor te haga dichosa.

 

Tortolita, hijita, niñita, mi muchachita. Has recibido, has tomado el aliento, el discurso de tu padre, el señor, tú señor. As recibido algo que no es común, que no se suele dar a la gente; en el corazón de tu padre estaba atesorado, bien guardado. En verdad que no te lo dio prestado, porque tú eres su sangre, tú eres su color, en ti se da él a conocer. Aunque es una mujercita, eres su imagen…

 

Pero ¿qué es más te puedo decir?, ¿qué te diré todavía?, ya que su palabra fue abundante acerca de todo, pues a todas partes que ha llevado, te ha acercado, nada en verdad dejó de decidirte. Pero sólo te diré algo, así cumpliré mi oficio. No arrojes por parte alguna el aliento y la palabra de tu señor padre. Porque son cosas preciosas, excelentes, por qué sólo cosas preciosas salen del aliento y la palabra de nuestro señor, pues en verdad el suyo es un lenguaje gente principal. Sus palabras valen lo que las piedras preciosas, lo que las turquesas chinas, redondas y acanaladas.

 

Consérvalas, as de ellas un tesoro en tu corazón, as de ellas una pintura en tu corazón. Si vivieras, con esto educarás a tus hijos, los harás hombres, les entregarás y lesbianas todo esto. Miran, así seguirás el camino de quienes te educaron, de las señoras, de las mujeres nobles, de las ancianas de cabello blanco que nos precedieron.

 

¿Acaso nos lo dejaron dicho todo? Tan sólo nos daban unas cuantas palabras, poco era lo que decían. Esto era todo su discurso:. Escucha, es el tiempo de aprender aquí en la tierra, ésta es la palabra: atiende y de aquí tomarás lo que será tu vida, lo que será tu hechura. Por un lugar difícil caminamos, andamos aquí en la tierra. Por una parte de un abismo, por la otra un barranco. Si no vas por en medio, caerás de un lado o del otro. Sólo en el medio se vive, sólo en el medio se anda.

 

Hijita mía, tortolita, niñita, pobre y guarda este discurso en el interior de tu corazón. No se te olvide; que sea tu tea, tu luz, todo el tiempo que vivas aquí sobre la tierra.... Sólo me queda otra cosa, con la quedar en fin a mis palabras. Si vives algún tiempo, si por algún tiempo sigues la vida de este mundo, no entregues en vano tu cuerpo, mi hijita, mi niña, mi tortolita, mi muchachita. No entregues a cualquiera, porque si nada más así dejas de ser virgen, si te haces mujer, te pierdes un, porque ya nunca irás bajo el amparo de alguien que de verdad te quiera...

 

A nuestros antepasados, a los señores a quienes debes el haber nacido, les crearás mala fama, mal renombre. Esparcirás polvo y estiércol sobre los libros de pinturas en los que se guarda su historia. Los harás objeto de mofa. Allí acabó para siempre el libro de pinturas en el que se iba a conservar tu recuerdo. Ya no serás ejemplo. De ti se dirá, de ti se hará murmullo, serás llamada:" la hundida en el polvo".

 

Y aunque no te vean nadie, aunque no te vea tu marido, mira, te ve "el Dueño de cerca y del junto". Así pues, mi niña, mi muchachita, niñita, pequeñita, vive en calma y en paz sobre la tierra, el tiempo que aquí habrás de vivir. No infames, no se has baldón de los señores, gracias a quienes has venido a esta vida. Y en cuanto a nosotros (tus padres) que por tu medio tengamos renombre, que seamos glorificados.

 

Y tú llega a ser feliz, niñita, mi muchachita, pequeñita. Acércate al Señor Nuestro, al Dueño del cerca y del junto. Huehuetlactolli Palabra antigua transcrita por fray Bernardino de Sahagún.

 

 

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