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ATRIBUTOS EXISTENCIALES DE OMETÉOTL EN RELACIÓN CON EL SER DE LAS COSAS. Miguel León Portilla.

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ATRIBUTOS EXISTENCIALES DE OMETÉOTL EN RELACIÓN CON EL SER DE LAS COSAS.
<br>Miguel León Portilla.
<br>
Habiéndose ya constatado la multipresencia de Ometéotl, así como su función de madre y padre de los dioses ?o más abstractamente, origen de las fuerzas cósmicas?, junto con su acción sustentadora de la tierra (tlallamánac), su identificación con los astros, con el fuego y con el agua, la cuestión planteada por H. Beyer acerca de un cierto sentido panteísta en el pensamiento náhuatl parece cobrar ahora nueva fuerza.61 Sin embargo, antes de emitir cualquier juicio acerca de la hipótesis propuesta tentativamente por Beyer, preferimos adentrarnos en el examen de varios títulos dados por los tlamatinime al principio supremo en su relación con lo que llamaremos ?el ser de las cosas?. Porque las denominaciones de Ometéotl a que nos estamos refiriendo tiene de particular ser precisamente un intento de expresar las peculiares relaciones del Señor de la dualidad con todo lo que existe en tlaltícpac (sobre la tierra). Los nombres de Ometéotl que analizaremos son los siguientes, que comenzamos por enumerar: Yohualli­ehécatl (que Sahagún traduce como ?invisible e impalpable?); in Tloque in Nahuaque (?El Dueño del cerca y del junto?); Ipalnemohuani (?Aquel por quien se vive?); Totecuio in ilhuicahua in tlaltipacque in mictlane (?Nuestro Señor, dueño del cielo, de la tierra y de la región de los muertos?), y, por fin, Moyocoyani, ?el que a sí mismo se inventa?.

Principiando por el difrasismo Yohualli­ehécatl, diremos que se encuentra innumerables veces a todo lo largo del texto náhuatl correspondiente al libro VI de la Historia de Sahagún. La primera impresión de quien lee dicho libro es que se trata más bien de un atributo de Tezcatlipoca. Así, por ejemplo, ya desde el título del capítulo II, dice Sahagún que va a hablar ?del lenguaje y afectos que usaban cuando oraban al principal de los dioses llamado Tezcatlipoca y Yoalli­ehécatl...?62

Mas, frente a tal afirmación, nos encontramos otra, no menos autorizada, en el antiguo texto de la Historia de los mexicanos por sus pinturas, en donde, hablando de los hijos de Ometecuhtli, Omecíhuatl, se dice que ?al tercero llamaron Quizalcóatl y por otro nombre Yagualiécatl (o sea Yohualliehécatl)?.63
Y, finalmente, en oposición con los dos textos anteriores, en los que se identificó a Yohualli­ehécatl primero con Tezcatlipoca y después con Quetzalcóatl, nos encontramos con la siguiente afirmación de Sahagún que, al tratar del origen y tradiciones de los pueblos nahuas en general, dice que:
tenían dios, a quien adoraban, invocaban y rogaban, pidiendo lo que les convenía y le llamaban Yoalliehécatl, que quiere decir noche y aire, o invisible y le eran devotos...64
Y así, como este lugar, hay otros en los que el mismo Sahagún claramente parece indicar que Yohualli­ehécatl era el dios supremo de los nahuas.65 Sin embargo, tal vez la prueba definitiva la constituye el siguiente texto náhuatl, en el que se atribuyen claramente al dios supremo tres de los títulos que vamos a analizar en esta sección y entre los que está Yohualli¬ehécatl. He aquí la línea en cuestión:
Tlacatlé, tloquee nahuaquee, Ipalnemoani, yoale­ehcatle...
cuya traducción es ?Señor, Dueño de la cerca y del junto, Dador de la vida, noche-viento...?66. Al parangonarse así el título de Yohualli­ehécatl con los de Tloque Nahuaque e Ipalnemohuani, acerca de los que no cabe la menor duda que se refieren al principio supremo, podemos concluir, libres de temor a equivocarnos, que Yohualli­ehécatl es también un atributo del dios dual.
Mas, aclarado este punto, queda ahora por resolver la aparente contradicción implicada por los dos primeros textos de Sahagún y de la Historia de los mexicanos. Para esto recordaremos que por una parte, como ya vimos, Tezcatlipoca en su origen no es sino la faz nocturna de Ometéotl, y por otra Quetzalcóatl, en su calidad de uno de los cuatro hijos del dios dual, está ocupando en la narración de la Historia de los mexicanos el sitio del Tezcatlipoca rojo, como se indicó al estudiar las ideas cosmológicas nahuas. Identificándose así Quetzalcóatl con Tezcatlipoca y éste con una faz de Ometéotl, el mismo título de Yohualli­ehécatl, que parecía engendrar tanta confusión, nos sirve ahora como una contraprueba de lo que hemos afirmado anteriormente: Tezcatlipoca (espejo que ahúma) y Tezcatlanextia (espejo que hace mostrarse a las cosas) son originalmente dos de las varias máscaras con que encubre su ser dual Ometéotl.
Habiéndose ya desvanecido, según parece, esta dificultad inicial, vamos a estudiar ahora el significado más hondo de este primer atributo de Ometéotl: Yohualli­ehécatl. Nos hallamos ante un difrasismo, como el de ?flor y canto?. Su significado literal es ?noche-viento?. Mas su sentido es, como lo indica Sahagún, ?invisible (como la noche) y no palpable (como el viento)?.67
Es, por tanto, algo que corrobora lo que ya se ha insinuado. Al afirmarse que el principio supremo es una realidad invisible y no palpable, se está sosteniendo de manera implícita su naturaleza trascendente, metafísicamente hablando. O puesto en otras palabras: se está diciendo que Ometéotl rebasa el mundo de la experiencia, tan plásticamente concebida por los nahuas como ?lo que se ve y se palpa?. Yohualli­ehécatl es, pues, en resumen, la determinación del carácter trascendente de Ometéotl.
Pasemos ahora al estudio de otro de los nombres dados al dios supremo por los tlamatinime: in Tloque in Nahuaque, designación que se halla generalizada, al igual que la de Ipalnemohuani, en la mayoría de los textos nahuas. Ixtlilxóchitl nos refiere, como dato de interés sobre estos dos nombres del principio supremo, que Nezahualcóyotl los empleaba indefectiblemente al hablar acerca de Dios:
Nunca jamás (aunque había muchos ídolos que representaban diferentes dioses) cuando se ofrecía tratar de deidad, los nombraba, ni en general, ni en particular, sino que decía In Tloque yn Nahuaque, Ypalnemoani...68
Comenzando por el difrasismo In Tloque in Nahuaque, diremos que es una sustantivación de dos formas adverbiales: tloc y náhuac. La primera (tloc) significa cerca, como lo prueban los varios compuestos que de ella existen; por ejemplo, notloc­pa: hacia mi cerca-nía... El segundo término (náhuac) quiere decir literalmente en el circuito de o, si se prefiere, ?en el anillo?, como lo nota Seler en un interesante trabajo acerca de esta palabra.69 Sobre la base de estos elementos, añadiremos ahora que el sufijo posesivo personal ­e, que se agrega a ambas formas adverbiales Tloqu(­e) y nahuaqu(­e), da a ambos términos la connotación de que el estar cerca, así como el ?circuito?, son ?de él?. Podría, pues, traducirse in Tloque in Nahua­que como ?el dueño de lo que está cerca y de lo que está en el anillo o circuito?. Fray Alonso de Molina en su diccionario vierte este difrasismo náhuatl, que es auténtica ?flor y canto?, en la siguiente forma: ?Cabe quien está el ser de todas las cosas, conservándolas y sustentándolas.?70 Clavijero, por su parte, al tratar en su Historia de la idea que tenían los antiguos mexicanos acerca del ser supremo, traduce Tloque Nahuaque como ?aquel que tiene todo en sí?.71 Y Garibay, a su vez, poniendo el pensamiento náhuatl en términos más cercanos a nuestra mentalidad, traduce: ?el que está junto a todo, y junto al cual está todo?.72
De lo dicho podrá concluirse que el atributo que específicamente se atribuye a Ometéotl, al designarlo como Tloque Nahuaque, se relaciona íntimamente con lo que ya hemos encontrado en varios
textos al estudiar las ideas cosmológicas nahuas, o sea, su multipresencia, no meramente estática, sino dando fundamento primero al universo, que es el circuito rodeado de agua (cem­a­náhuac), en cada una de sus cinco ?cimentaciones? o edades, y después prestando apoyo a la tierra (tlallamánac) desde su ombligo o centro. En este sentido podrá comprenderse plenamente la traducción dada por Molina al difrasismo que estamos estudiando: él es ?cabe quien está el ser de todas las cosas, conservándolas y sustentándolas?. Todo es posesión suya: desde lo que está más cerca, hasta lo más remoto del anillo de agua que circunda al mundo. Y siendo de él, es todo un efecto de su acción generativa (Señor y Señora de la dualidad), que da sin cesar ?verdad?: cimiento, a cuanto existe.
Pero, así como in Tloque in Nahuaque apunta a la soberanía y a la acción sustentadora de Ometéotl, así Ipalnemohuani se refiere a lo que llamaríamos su función vivificante o, si se prefiere, de ?principio vital?. El análisis de los varios elementos de este título del dios dual pondrá de manifiesto su significado. Ipalnemohuani es, desde el punto de vista de nuestras gramáticas indoeuropeas, una forma participial de un verbo impersonal: nemohua (o nemoa), se vive, todos viven. A dicha forma se antepone un prefijo que connota causa: ipal­, por él, o mediante él. Finalmente, al verbo nemo­hua (se vive) se le añade el sufijo participial ­ni, con lo que el compuesto resultante ipal­nemohua­ni significa literalmente ?aquel por quien se vive?.
Garibay ?dando un sesgo poético a esta palabra? la suele traducir en sus versiones de los Cantares como ?Dador de la vida?, idea que concuerda en todo con la de ?aquel por quien se vive?. Penetrando ahora ?hasta donde la evidencia de los textos lo permite? en el sentido más hondo de este término, puede afirmarse que está atribuyendo el origen de todo cuanto significa el verbo nemi: moverse, vivir, a Ometéotl. Completa, por consiguiente, el pensamiento apuntado por el difrasismo In Tloque in Nahuaque. Allí se significaba que Ometéotl es cimiento del universo, que todo está en él. Aquí se añade ahora que por su virtud (ipal­) hay movimiento y hay vida (nemoa). Una vez más aparece la función generadora de Ometéotl que, concibiendo en sí mismo al universo, lo sustenta y produce en él la vida.
Por esto era también llamado ?especialmente en varios de los huehuehtlahtolli? Totecuiyo in ilhuicahua in Tlalticpaque in mictlane (Señor nuestro, dueño de los cielos, de la tierra y de la región de los muertos).73 Así se agrupan bellamente, en forma por demás gráfica, los tres rumbos verticales del universo de los que es dueño y señor Ometéotl. Existiendo en lo más elevado de los cielos, en el Omeyocan, en el ombligo de la tierra, y en la región de los muertos, abarca con su influencia al universo, que se muestra a los ojos de los hombres ?como un sueño maravilloso? y que es en realidad el fruto de la concepción de Omecíhuatl, gracias a la acción generadora de Ometecuhtli. Y si ahora relacionamos esto con lo que hemos comprobado acerca de los varios aspectos de Ometecuhtli, Omecíhuatl, como ?espejos de la noche y el día?, como ?astro que hace aparecer a las cosas y faldellín luminoso de estrellas?, como ?señor del agua y falda de jade?, como ?nuestro padre y nuestra madre?, veremos que la acción de Ometéotl, desarrollándose siempre en unión con su comparte (i­námic), hace del universo un escenario maravilloso, donde todo ocurre gracias a una misteriosa generación-concepción cósmica que principió más allá de los cielos, en Omeyocan: Lugar de la dualidad.

Y aquí es precisamente donde cobra su pleno sentido el último de los títulos de Ometéotl que nos hemos propuesto analizar: Moyocoyani. En él encontraremos la explicación suprema de la ?gene-ración-concepción? cósmica que dio origen al universo y que constituye el ser mismo de Ometéotl. Hallaremos, en una palabra, en una de las más maravillosas metáforas del pensamiento náhuatl, flor y canto, la explicación suprema del existir mismo de Ometéotl. Entre otros nos ha conservado Mendieta en su Historia eclesiás­tica indiana el título del dios de la dualidad que vamos a analizar. Después de referirse al significado de Ipalnemohuani, escribe:

Y también le decían Moyucoyatzin ayac oquiyocux, ayac oquipic, que quiere decir que nadie lo creó o formó, sino que él solo por su autori-dad y su voluntad lo hace todo...74
Una forma de la dualidad: Mictlantecuhtli­Quetzalcóatl unidos por la espalda(Códice Vaticano b, 3773, f. 76
Con el fin de comprender mejor el breve texto náhuatl conser-vado por Mendieta, daremos aquí una nueva traducción del mismo, lo más exacta posible: Mo­yocuya­tzin es palabra compuesta del verbo ya conocido yucuya (o yocoya: inventar, forjar con el pensa-miento); del sufijo reverencial ­tzin, que se acerca a nuestro ?Señor mío?; del prefijo reflexivo mo­(se, a sí mismo). Reuniendo estos elementos, encontramos que la palabra mo­yocoya­tzin significa ?Se-ñor que a sí mismo se piensa o se inventa?.75 El sentido de las otras
palabras del texto es realmente una explicación del concepto impli-cado en la voz moyocoyatzin: ayac oquiyocux: ?nadie lo hizo o inventó a él?; ayac oquipic: ?nadie le dio ser o forma?. La profunda concepción implícita en este último título dado al dios de la dualidad expresa el origen metafísico de dicho principio: a él nadie lo inventó ni le dio forma; existe más allá de todo tiempo y lugar, porque en una acción misteriosa, que sólo con flores y cantos puede vislumbrarse, se concibió y se sigue concibiendo a sí mismo, siendo a la vez agente (Señor dual) y paciente (Señora dual). O aplicando un concepto occidental, siendo sujeto y objeto, en rela-ción dinámica incesante que fundamenta cuanto puede haber de verdadero en todos los órdenes.Tal es, según parece, el sentido más hondo del término Moyo­coyatzin, analizado y entendido en función de lo que los textos na-huas han dicho acerca de Ometéotl. Éste fue el clímax supremo del pensamiento filosófico náhuatl que, según creemos, bastaría para justificar el título de filósofos, dado a quienes tan alto supieron llegar en sus especulaciones acerca de la divinidad.

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Notas:
61Véase lo dicho por H. Beyer en ?Das aztekische Götterbild Alexander von Humboldt?s?, en op. cit., p. 116. Sobre la opinión de Beyer, que habla sólo en tér-minos bastante generales, tratamos brevemente en la Introducción al exponer sus ideas sobre la filosofía náhuatl
62Fray Bernardino de Sahagún, op. cit., t. I, p. 450.
63Historia de los mexicanos por sus pinturas, en op. cit., p. 228.
64Fray Bernardino de Sahagún, op. cit., t. II, p. 289.
65Véase, por ejemplo, su Historia, t. I, p. 570.
66Códice florentino, lib. VI, f. 5r y passim
67Fray Bernardino de Sahagún, op. cit., t. I,
68Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras históricas, t. II, p. 243-244.
69Eduard Seler, ?Ueber die Worte Anauac und Nauatl?, en GesammelteAbhandlungen..., t. II, p. 49-77.
70Fray Alonso de Molina, op. cit., f. 148r.
71Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México, t. II, p. 62. 72Ángel María Garibay K., Historia de la literatura náhuatl, t. II, p. 408
73?Huehuetlatolli, documento A?, traducido y publicado por Ángel María Garibay K. en la revista Tlalocan, v. I, n. 1, p. 31-53, y n. 2, p. 81-107.
74Fray Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, t. I, p. 95.
75Reflexiónese sobre el concepto expresado por la palabra mo­yocoya­tzin: ?Señor que a sí mismo se piensa o se inventa?, y júzguese si tiene o no alguna semejanza con el clásico Ens­a­se (oser que existe por sí mismo) de la filosofía escolástica, o con el ?yo soy el que soy? del pensamiento bíblico.
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Tomado de:
http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/filosofia/046_04_23_atributos_existenciales.pdf

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