En el siglo XVI el fraile Bartolomé de las Casas le propuso al rey de España que hiciera súbditos de la corona a los indígenas en vez de mantenerlos como vencidos y esclavos. De esa manera la Nueva España sería más rica y poderosa. Que los indígenas pagarían impuestos y que serían vasallos ricos y productivos. La historia nos dice que este buen hombre fracasó en su intento de humanizar México y potencializarlo, que los gachupines y los criollos siguen explotando al pueblo invadido y vencido.
En pleno siglo XXI las cosas siguen igual. Hoy como ayer, un puñado de extranjeros avecindados por generaciones se han dedicado a explotar de la forma más injusta a los pueblos indígenas y a la masa informe y silenciosa de los descastados mestizos o como los llamó Bonfil Batalla, indios desindanizados. La aprobación de una Ley Indígena, que ha sido rechazada por los expertos, los propios indígenas y por las voces más preclaras de la nación, que condena a la miseria y a la explotación a los más pobres entre los pobres. Que no pone fin a los abusos, la marginación e impunidad. Que no pone fin jurídicamente al régimen colonial. Es la demostración palpable de que los criollos que dirigen este país, no han aprendido nada en estos 481 años.
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