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LA RELIGIÓN Y EL DIOS VERDADERO.

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En 1519 llegaron a las costas del Anáhuac 850 europeos que tenían como objetivo “rescatar oro” (robar) y luego “pacificar” (reprimir) a los pueblos invadidos, someterlos al “Dios verdadero” y sumar los territorios al reino de Castilla. Venían comandados por Hernán Cortés, quien traicionó al gobernador de Cuba, Diego Velásquez, para romper el leonino contrato de la expedición que era sufragada por Cortés, inversionistas y algunos expedicionarios. No eran un ejército, no había soldados y si expedicionarios prófugos de la ley de Cuba, deseosos de hacerse ricos de la noche a la mañana al precio que fuere.

Los reyes católicos no solo tenían un compromiso con el Vaticano para extender los dominios de “la fe católica” que le generaban al papado grandes riqueza y posición política, sino que le debían, en parte, la posibilidad de su matrimonio gracias a las bulas en promulgó en su favor y apoyo político y económico para vencer a sus enemigos locales, al reino de Portugal y contener al reino de Francia sobre el de Aragón, eternos enemigos.

De modo que la Península Ibérica, desde el inicio de los tiempos, fue invadida por diversos pueblos dado que era paso natural entre Europa y África, quienes impusieron a los pueblos originarios su costumbres y creencias religiosas, fueran fenicios, griegos, cartagineses, bereber, judíos, suevos, alanos, bizantinos, romanos, vándalos, godos, visigodos, etc.

Lo interesante es saber que cuando la península era una provincia romana se extendió el “culto Arrio”, que no creía que Jesús de Nazaret fuera "Dios" y acusaba a los católicos de politeístas y ambas religiones entraron en pugna.

Con la caída del Imperio Romano y la invasión de los pueblos germánicos (godos y visigodos) la confrontación fue álgida hasta que los pueblos ibéricos se aliaron a los musulmanes y expulsaron a los visigodos de la península (año 711) y algunos abrazaron al islam, “pecado” que no reconoce la “historia oficial de España”.

De modo que la supuesta “re-conquista” (porque nunca hubo “conquista” árabe) que hicieron los reinos de Castilla y Aragón, no solo fue contra los árabes, sino posteriormente contra los pueblos originarios que no eran católicos y que profesaban otras religiones (arrios, judíos y musulmanes) y contra sus autoridades, es decir, reyes y señores feudales tradicionales de la península para imponer las leyes de Castilla, su lengua y a nobles castellanos para gobernarlos y crear hasta 1516 el Reino de España. De ahí vienen las actuales luchas independistas de los vascos, catalanes, gallegos, etc.

La religión católica que bendijo y legalizó la invasión española en América, para 1519, había pasado por un proceso de transformaciones, adaptaciones y degradaciones, especialmente en la llamada “Edad Media”, donde el Vaticano compartió y luchó por el poder terrenal, corrompiéndose a tal punto que el papado era comprado o llegó a existir una “mujer Papa”. Pero, sobre todo, para que los pueblos barbaros de Europa abrazaran la religión católica, ésta sufrió muchas adaptaciones y transformaciones (como en México) para poder ser "adecuada" a los dioses ancestrales locales.

La iglesia católica llegó al Anáhuac como un poder más, e independiente, pero con los mismos fines de la corona y los colonizadores: "tener más poder y hacer fabulosas riquezas". Esto la liga a una serie de crímenes, no solo contra los anhauacas sino entre ellos mismos. En efecto, la vida inmoral y los delitos que permanentemente cometían los hombres de la iglesia entre ellos mismos hacían que las mazmorras del Santo Oficio estuvieran repletas de procesados, la carta enviada al rey por Alburquerque, el Obispo de Oaxaca en el S XVI, para pedir la construcción de un nuevo edificio pone como pretexto que no caben los religiosos procesados.

Los invasores-conquistadores llegaron al Anáhuac con este pasado y con una religión que había sufrido muchas transformaciones y degradaciones. Que no era una religión antigua como el hinduismo o el zoroastrismo de la India o Mesopotamia. Y que justificaba todos los crímenes, robos, abusos y desmanes en razón de la imposición a un pueblo ajeno, que nunca los había ofendido, atacado o invadido, para quitarles su religión “demoniaca” e imponerles a sangre y fuego al “Dios verdadero”.

Por otra parte, los pueblos del Cem Anáhuac venían de un proceso endógeno de desarrollo humano de más de siete milenios y medio, formando parte de las seis civilizaciones más antiguas del mundo con un origen autónomo. En el Anáhuac había una sola civilización con muchas culturas diferentes en tiempo y espacio, unidas por una “raíz-matriz”, filosófica-cultural-religiosa llamada Toltecáyotl.

Existía una misma concepción religiosa, desde lo que hoy es Nicaragua hasta el Norte de E.U. Se basaba en una energía creadora, invisible, innombrable e impalpable que llamaron metafóricamente “Aquél por quien se vive, Noche Viento, El que está aquí y en todas partes al mismo tiempo” y lo representaban simbólicamente con el Sol o una águila. Esta energía creadora tenía muchas advocaciones que los españoles maliciosamente tomaron como “dioses” para justificar su “guerra contra el demonio”.

 

Por ejemplo: la manifestación de la divinidad suprema como “energía luminosa”, -átomos-, se representaba metafóricamente con el agua. No era “el dios del agua”, porque en el Cem Anáhuac no ha había “dioses”. "El agua es el constituyente de prioridad de las células de todos los tejidos animales y vegetales. Por tanto, donde no hay agua no es posible la vida -al menos tal como la conocemos- ya que en ella se desarrollan todas las reacciones bioquímicas de los seres vivos. Sencillamente es el fundamento de la vida porque la vida ha nacido en ella. Es la base de todo ser vivo. Ya el filósofo, matemático y astrónomo griego Tales de Mileto -que vivió hace más de 2500 años- la consideró "el principio de todo lo que existe".

Esta advocación en lengua náhuatl se le conocía como Tláloc, en maya Chac, en zapoteco Cosijo y en totonaca Tajín, todas eran diferentes en cuanto a su iconografía, pero todas compartían unas anteojeras y una lengua de serpiente, así como la misma significación filosófica-religiosa de su “raíz-matriz” La Toltecáyotl para todo el Cem Anáhuac.

El símbolo metafórico por excelencia en todo el Anáhuac de la sabiduría era Quetzalcóatl. Entendido, no como un ser humano o un “dios”. Sino como el arquetipo cultural del Anáhuac, en donde el quetzal representa la parte espiritual del ser humano (del ombligo a la cabeza) y el cóatl (serpiente) representa la parte material del ser humano (del ombligo a los pies). Así “Quetzal<->cóatl”, lejos de representar un dios, se convierte en la aspiración más elevada del ser humano por encontrar el equilibrio entre “el par de opuestos complementarios” que lo conforman. Por ello La Toltecáyotl, que es la sabiduría e instituciones de los toltecas se puede entender como “el arte de vivir en equilibrio”.

Y este es el punto de nuestra religión ancestral, encontrar el equilibrio entre nuestra parte espiritual y la material de nosotros mismos y del mundo en el que vivimos. De el "tonal" o parte racional y su contra parte el "nahual" o parte intuitiva. El equilibrio interior y exterior. El equilibrio con todos los seres vivos con los que compartimos la vida y el universo.

Es por ello que el símbolo iconográfico de este arquetipo es conocido como Nahui Papalotl “cuatro mariposa” en náhuatl o quincunce en latín según Laurette Séjurné o Hunab Ku en maya, representa cuatro mariposas en equilibrio apuntando a los cuatro puntos cardinales y formando en su centro un caracol cortado transversalmente.

La religión ancestral del Anáhuac era una sola, con múltiples expresiones diferentes de la misma realidad, en tiempo y espacio. En la que el ser humano acepta la responsabilidad de coadyuvar con las fuerzas del universo para mantener “el equilibrio en movimiento”.

La gran diferencia con Occidente y el pensamiento moderno, es que en La Toltecáyotl, la ciencia y la espiritualidad están unidas indisolublemente a través del equilibrio y la armonía del principio de “los opuestos complementarios”. Donde el cosmos era el cuantificable “maestro” y la Tierra como la cualitativa “maestra".

De esta manera, el ser humano se convertía en un Guerrero que tenía que luchar con el adversario más poderos que habita en la parte oscura de cada individuo, para afinarse con la “frecuencia vibracional” que mantiene el equilibrio interno y externo del “todo universal”.

Las armas del Guerrero son por excelencia “Flor y canto”, entendidas metafóricamente como “flor-belleza-equilibrio y canto-poesía- sabiduría”. Ha esta lucha los toltecas la nombraron metafóricamente como “Batalla Florida” y se hacía por medio del “Espejo Humeante”, Tezcatlipoca (el enemigo interior), que nos permite conocer el “rostro propio y el corazón verdadero”.

Así, los Guerreas y las Guerreras de la Muerte Florecida, al vencerse a sí mismos, se afinaban con la frecuencia maestra, convirtiéndose en mariposas (metafóricamente) para elevarse y encontrar los espacios celestiales del Espíritu.

La Toltecáyotl seguramente inició con la inversión de la agricultura y el maíz aproximadamente en el sexto milenio a.C., a través del conocimiento les permitió satisfacer sus necesidades de orden material de sobre vivencia y posteriormente, sus necesidades en el orden de la trascendencia en el plano espiritual, y llegó a su apogeo en el periodo Clásico (200 a.C. a 850 d.C.).

Se conoce como el “Colapso del periodo Clásico Superior”, cuando inexplicablemente en todo el Cem Anáhuac, los Guerreros y Guerras de la Muerte Florecida, así como sus venerables maestros desaparecieron misteriosamente al mismo tiempo y en una acción “concertada” (desde Alaska hasta Nicaragua), dejando la profecía que regresarían a restaurar su sabiduría y equilibrio en “el año uno caña”, que se repetía cada 52 años según la posición en el cenit de las Pléyades.

El tercer periodo inicia aproximadamente en año 850 y finaliza con la llegada de los invasores europeos. Este periodo es de decadencia, los pueblos sin sus venerables maestros y con los centros de conocimiento abandonados o destruidos, comenzaron a trasgredir la Toltecáyotl y varios pueblos y tlatoanis trataron de restaurar la unidad cultural por medio de las armas, que habían logrado los toltecas por medio de la Toltecáyotl.

Comenzaron las guerras, se iniciaron los “Altépetl” traducido al español como “Señorío” y fueron dirigidos estos vanos intentos por varios famosos Huey Tlatoani, entre los que podemos mencionar a Moctezuma Ilhuicamina mexica, Ocho Venado Garra de Jaguar mixteco y Tzintzuntzan purépecha. A este periodo de guerras y de trasgresiones de la Toltecáyotl el investigador Alfredo López Austin le llama la conformación del Estado o “régimen Zuyuano”.

La “Historia Oficial Hispanista Neocolonial” nos pone a los mexicas o como les llama “aztecas”, como el pueblo más poderoso e importante de todo el Cem Anáhuac y del pasado “Prehispánico”, (como lo llaman los criollos). Totalmente falso y doloso, los pueblos mayas y purépechas eran más poderosos militarmente que los mexicas. De hecho en el año de 1478 Axayácatl fue derrotado vergonzosamente por los purépechas en Charo.

Los mexicas son el pueblo representativo del periodo Postclásico. Llegaron al Altiplano central en el año de 1215. Fundan una pequeña aldea llamada Tenochtitlán en 1325, comienzan a apropiarse de los vestigios de la cultura tolteca (han transcurrido casi cinco siglos desde la partida de Quetzalcóatl y el abandono de Teotihuacán), y empiezan a tener un relativo poder en 1440 con Moctezuma Ilhuicamina.

Por las trasgresiones que ordenó Tlacaélel (1398-1480), el Cihuacóatl de tres tlatoanis mexicas, se le hicieran a la Toltecáyotl, es decir, cambiar el pensamiento filosófico tolteca de carácter espiritual por una ideología “materialista-místico-guerrera”, que trasgredía las enseñanzas espirituales de Quetzalcóatl e imponía las de “poder terrenal” de Huitzilopochtli.

Este numen tutelar era una figura religiosa creada por la cultura mexica en el periodo Postclásico, mucho antes de su llegada al Altiplano Central, no pertenece a la milenaria estirpe tolteca producto de la Toltecáyotl. Los mexicas lo relacionaron con el Sol, la guerra y la voluntad de poder. Tlacaélel y sus reformas trataron de borrar la historia antigua e “injertaron” a Huichilopoztli en las historias cosmogónicas y fundacionales del Anáhuac.

La misma historia de “la peregrinación en busca de la tierra prometida”, es parte de la memoria histórica ancestral de Anáhuac (y de otros antiguos pueblos del mundo), y no la historia del “ultimo pueblo que llegó “chichimeca” (bárbaro) del Norte.

Los mexicas trastocaron la dualidad divina tolteca conformada con Tláloc-Quetzalcóatl y la sustituyeron por la de Tláloc-Huitzilopochtli, es decir, minimizaron el mundo espiritual y exaltaron la visón “mística-materialista-guerrera” que, brevemente les dio un relativo poder en el Altiplano Central (1440-1521), pero que fue el motivo por el cual Cortés logró llegar a Tenochtitlán, autonombrándose “el capitán de Quetzalcóatl” y poner a los pueblos del altiplano en su contra.

Las escuelas toltecas de sabiduría pasaron a ser escuelas militares. Las “Batallas Floridas” toltecas de carácter místico-espiritual, pasaron a ser guerras para capturar a guerreros y sacrificarlos al Quinto Sol para que fuera su alimento y no muriera, además de imponer grandes tributos a los vencidos. Se activó el comercio y se empezó a usar el cacao como instrumento de cambio, los sacerdotes asumieron mandos militares, por primera vez en el Anáhuac se empezó a proliferar la propiedad privada y la sociedad se militarizó y desarrolló el aspecto material de la vida y del mundo.

Fue Cortés que a través de la traición de Malinche que se enteró de que 1519 era el año de la profecía del regreso de Quetzalcóatl, y él se caracterizó como el “Capitán de Quetzalcóatl” (otra más de sus mentiras), haciendo creer a los anahuacas que el rey de España era Quetzalcóatl y que lo había enviado para que los mexicas pagaran sus transgresiones al antiguo pensamiento y religión, provocando una “guerra religiosa”, entre los pueblos que apoyaban al enviado de Quetzalcóatl y a los mexicas que mantenían el culto a Huitzilopochtli.

Los españoles llegaron con una religión transgredida que poco tenía que ver con la prédica y el ejemplo de vida de Jesús de Nazaret y que recién incorporaban (como pueblo) a su cultura, apoyados por el Vaticano en sus intenciones de expansión y poder, recuérdese que muchos pueblos que vivían en la península tenían las religiones, arria, musulmana y judía tuvieron forzosamente que tomar la religión católica como única forma de sobrevivir. Por esta “cruzada” los reyes de Castillas y Aragón se autodefinieron como “católicos” y obligaron a profesarla a los que vivieran en sus dominios.

Los mexicas que habían transgredido una religión milenaria, apenas 81 años atrás, pero que fueron “la puerta de entrada” a la conquista y colonización, pues una vez venciendo a los mexicas, los europeos se dedicaron a invadir el Cem Anáhuac con las mismas fuerzas militares indígenas de sus aliados, y de los propios mexicas que se sumaron a la invasión en calidad de “vencidos/aliados”, bajo los usos y costumbres de las guerras del periodo Postclásico.

De esta manera, a sangre y fuego, se destruyó una de las seis religiones más antiguas y con origen autónomo del planeta. Con la Santa Inquisición, las órdenes religiosas, el clero secular, el gobierno colonial y hasta cualquier español, se persiguió para “extirpar”, de manera sistemática y brutal toda permanencia y resistencia de la religión milenaria de los anahuacas.

Solo el inmenso sufrimiento y la atroz persecución lograron que los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos dejaran su milenaria religión Madre y se convirtieran a una religión ajena, que los españoles no cumplían cabalmente, ni los mismos sacerdotes, monjes y altas autoridades religiosas que estaban en permanente lucha por la riqueza, el poder y sus prebendas, y mezquinas rivalidades a lo largo del periodo colonial.

No solo fueron las injusticias contra los anahuacas por los españoles, sino la cantidad de juicios de los que se tienen registros documentales entre los propios religiosos, como fueron: asesinatos, robos, despojos, fraudes, injurias, disputas de territorios, conductas inmorales y “pecados de carne”. Las cárceles del Santo Oficio estaban repletas de religiosos.

El Obispo de Oaxaca, Bernardo de Alburquerque esgrime esta razón al rey de España a mediados del Siglo XVI, para que le autorice construir un nuevo obispado más grande para albergar a tantos religiosos encarcelados.

La incongruencia entre la teoría y la práctica religiosa de los españoles y después de los criollos, fue lo que llevó a que los anahuacas perdieran su alta espiritualidad y pasaran a ser fanáticos idólatras de una religión transfigurada no entendida cabalmente, que va del “arrianismo” devenido de la predica directa de Jesús de Nazaret hasta la Iglesia Católica y Romana que venía de la pavorosa y decadente Edad Media, pasando a los “entuertos” de los intereses de la corona y las autoridades civiles y religiosas virreinales.

De la milenaria espiritualidad que estaba presente en todos los órdenes de la vida cotidiana, tanto de las personas, como de familias y autoridades del Estado anahuaca, manifiesta en la religión de “aquél que es invisible, impalpable e innombrable”, que está aquí y en todas partes al mismo tiempo y que es, por quién se vive”, pasando por el choque brutal y violento de la conquista, Colonia y la sistemática y fanática “extirpación”, hasta crear un transfigurado sincretismo religioso, que se encuentra pletórico de idolatrías y entre cruzamientos de “lo propio y lo impuesto”, que ha alejado a los pueblos anahuacas de su visión espiritual del mundo y la vida, dejándolos sin “un Dios propio y sin una religión verdadera”.

 

 

 

 

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