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Ángel María Garibay Kintana. Por Víctor Manuel Hernández Torres

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 Ángel María Garibay Kintana: La vida sencilla*

 

Por Víctor Manuel Hernández Torres

 El divulgador

 

Es de sobra conocido que la labor de Ángel María Garibay es la de un divulgador, la de alguien que, en la callada soledad de la biblioteca del Seminario Conciliar o la casa cural de pueblo, combina el estudio del texto religioso con el manuscrito y el códice que atesora la memoria indígena.

 

El impulso que lo lleva a descubrir, interpretar y difundir el tesoro literario del pasado indígena náhuatl, griego o hebreo procede, como lo comenta Miguel León-Portilla (Cfr. León-Portilla, 1953), de un hecho de la niñez, con cinco años de edad se interesa por averiguar el contenido de cualquier papel impreso que encuentra, la hermana mayor, María de la Luz, se ve constantemente importunada por Ángel María, hasta que la madre aconseja al hijo curioso: “No ande preguntando, aprenda a leer y usted mismo sabrá lo que dicen los papeles”.

 

El consejo es tan efectivo que se vuelve una constante en su vida. A pesar de la recomendación médica que pronosticaba, al joven Garibay, locura por el rigor del trabajo intelectual, aprende a leer griego, latín, náhuatl, hebreo, inglés, francés, alemán, italiano y otomí.

 

Su labor como traductor y difusor de la riqueza literaria del mundo clásico, nace de la preocupación por el estudiante y el hombre sencillo, aquel que, en palabras del padre Ángel María, posee una “cultura media”, “sin mucho tiempo ni grandes estudios”. Con apoyo de los hermanos Porrúa, Garibay lleva a la prensa su versión de toda la tragedia griega, así Esquilo, Sófocles y Eurípides llegan a las manos del hombre común, con tal éxito que las ediciones se agotan, aún, con el pesar de los críticos y sabios que, citando nuevamente al padre Ángel María, “o leen los originales o no leen nada”. Garibay, crítico de sí mismo era conciente de sus propias limitaciones como traductor, es difícil la lectura e interpretación de un texto en la lengua original, y más tratar de hacerlo accesible a la gente común. Tenemos, por citar alguna de sus traducciones, la versión de Las once comedias de Aristófanes, en Las nubes, Garibay nos presenta un Sócrates que en ocasiones se expresa como lo haría cualquier mexicano. Sócrates, dirigiéndose al soso Estrepsiades dice: “¡Vete al diablo! ¡Qué tarugo y qué romo de mollera eres! Vamos a ver si aprendes algo sobre el ritmo”. Y va más allá el padre cuando introduce, dentro del contexto griego, una parte de la fauna mexicana: “¿Ves lo que haces? Estás llamando pípilo al macho y a la hembra. Esta es la pípila, no él”. Recurso efectivo sin lugar a duda, cuando la intención es acercar los clásicos al gran público y no al erudito, Garibay anunciaba, a mediados de 1960, sin vanidad y alabando a sus lectores que, únicamente de las ediciones de los trágicos griegos circulaban cincuenta mil libros. Cabe destacar, sobre su trabajo con los clásicos griegos, su Mitología griega, dioses y héroes (1964) y su Teatro helénico, cinco lecciones de síntesis esquemática, publicado por el Instituto Nacional de Bellas Artes en 1965, obra dirigida al estudiante, en la que, con mucha erudición hace un resumen general de los orígenes, los géneros y los autores del teatro griego, agregando una rica bibliografía sobre la temática.

 

Las traducciones del padre Ángel María no se limitaron al mundo heleno, también dio a conocer, en su propia versión, textos hititas, acadios y egipcios agrupados en Voces de Oriente (1964). Y cumpliendo su labor como religioso traduce el Libro del Eclesiastés y el Pirque Aboth, mismos que incluye en su Sabiduría de Israel, además da a conocer en la popular colección “Sepan cuántos...”, sus Proverbios de Salomón (1966).

 

Su acercamiento a las culturas del México prehispánico, procede del Seminario Conciliar, el joven Garibay es nombrado bibliotecario y aprovecha la tranquilidad del recinto para cultivarse. Entre los libros del seminario encontró algunas reproducciones de códices y textos en lengua náhuatl, así, de manera autodidacta aprende el náhuatl para satisfacer su curiosidad, y para salir de dudas pues, la gran mayoría de críticos veían en los pueblos del México prehispánico a meras tribus sin gran capacidad intelectual. Garibay descubre que, en la documentación náhuatl, se encuentra una fuente inagotable que da luz sobre la existencia de una riqueza literaria y un pensamiento filosófico. Más tarde, en 1959, Garibay comentaba sobre la risa de los críticos, que aún negaban la existencia de un legado literario, de un pensamiento filosófico y una concepción política en el México antiguo:

 

Pero su risa nace de la ignorancia... La ignorancia, hija del atrevimiento y de la petulante soberbia, seguirá dando muestras de que no cabe enmienda para ella. Dejemos sus entrecejos y pasemos de largo (Garibay, 1962: 8).

 

Para acallar las muecas de los “críticos sin bozal”, como los llamaba el Padre, dedica gran parte de su tiempo a la búsqueda de las fuentes y su posterior publicación, a él debemos que Sahagún, fray Diego de Landa y el indígena Juan Bautista Pomar se dieran a conocer en ediciones accesibles.

 

En 1940, cuando era párroco de Otumba,1 da a conocer una selección de poemas nahuas de carácter épico, lírico y religioso a los que agrupó en Poesía indígena de la Altiplanicie. El texto aparece publicado en la “Biblioteca del Estudiante Universitario”, y, siguiendo el plan del padre Garibay, tenía la intención de invitar y promover al estudio de la literatura náhuatl. También de 1940, y con pie de imprenta en Otumba, aparece su Llave del náhuatl, una gramática y vocabulario náhuatl-castellano dirigido a los principiantes en la lengua náhuatl. El texto cumple el cometido original, que era el de promover los estudios sobre la lengua y la cultura náhuatl, de tal modo que, en 1961, cuando aparece la segunda edición, Garibay se congratula al saber que los estudios sobre esta lengua habían cobrado auge en México y en tierras extrañas.

 

En 1945, publica su trabajo, Épica náhuatl, a petición de la Universidad Nacional Autónoma de México, es, en mucho, un texto complementario a la Poesía indígena de la Altiplanicie. En la Épica náhuatl, vuelve sobre sus pasos, ya entrevé los elementos, que le permitirán afirmar, más adelante, con total seguridad, la existencia de una literatura en el mundo prehispánico. En 1940 no se atreve, del todo, a llamar literatura a los poemas e historias sagradas nahuas (Cfr. Garibay, 1940), por algo que él llama “un atentado a la etimología”, literatura implica alfabeto, letra, y los nahuas, anteriores a la conquista se expresaron por medio de ideogramas simbólicos. Es hasta 1953, cuando, con elementos suficientes, publica el volumen uno de su Historia de la literatura náhuatl y puede afirmar la existencia de una literatura, con una forma de escritura que permitió la conservación del producto literario, forma de escritura peculiar, pero, a fin de cuentas una escritura, misma que presentará, de un modo detallado, hasta 1963 en el Panorama literario de los pueblos nahuas, del cual hablaré más adelante. Esto es un hecho que conviene destacar, Garibay es un humanista, que, interesado por la cultura universal, descubre elementos que permitirán presentar, al hombre indígena como un ser preocupado por la belleza y el cultivo de su lengua. De este modo, el padre Ángel María, demuestra a los críticos, que tanto le irritaban, que hay una producción cultural en el México antiguo y no meros seres con una existencia primaria.

 

Lo que podemos destacar, sobre su trabajo con la literatura náhuatl, es un constante mejoramiento, arriba anotamos que Garibay es un crítico de sí mismo, y lo comprobamos al leer sus obras, hay una tendencia a mejorar sus traducciones, a buscar las fuentes primarias, a menospreciar, esto como un rasgo de humildad religiosa, su propio trabajo. Garibay se considera un simple divulgador, y de los más simples, siempre invitando, a sus jóvenes lectores, a la búsqueda y profundización de los datos. Esa es una máxima que aplica a sí mismo, en 1953, al publicar el volumen uno de su Historia de la literatura náhuatl, se incomoda porque conoce sólo como referencia,2 la existencia de un manuscrito en el que se encuentra buena parte de la riqueza literaria náhuatl: Romances de los señores de Nueva España. El padre Ángel María no descansará hasta que localiza el manuscrito3 y lo da a conocer en1964, después de hacer paleografía, versión bilingüe y notas. Uno de los proyectos finales de Garibay es difundir el Corpus de poesía náhuatl prehispánica, en el que destacan tres manuscritos: los Romances de los señores de Nueva España, conservado en la Colección Latinoamericana de la Biblioteca de la Universidad de Texas; la Colección de Cantares mexicanos, conservado en la Biblioteca Nacional de México y una segunda colección de Cantares mexicanos, preservada en la Biblioteca Nacional de París. El proyecto fue avalado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde, dicho sea de paso, había recibido el grado de Doctor Honoris Causa en 1951. El primer manuscrito, Los Romances de los señores de Nueva España. Manuscrito de Juan Bautista de Pomar, Tezcoco, 1582, sale a la luz en 1964 en el volumen uno de Poesía náhuatl, libro publicado dentro de la colección del Seminario de Cultura Náhuatl, del que Garibay fue director. En 1965, publica, en el volumen dos de Poesía náhuatl, la primera parte de Cantares mexicanos. Manuscrito de la Biblioteca Nacional de México. La segunda parte del manuscrito de los Cantares mexicanos de la Biblioteca Nacional de México, aparece hasta 1968, un año después de la muerte de Ángel María Garibay, como el volumen tres de Poesía náhuatl. El aporte, con la publicación de los dos manuscritos antes mencionados es considerable, en primer lugar, Garibay, identifica la personalidad, el nombre y el lugar de procedencia de los poetas o cantores recopilados en los manuscritos, lo que nos permite, ahora, llamarlos por su nombre e identificar los poemas o cantos que crearon; en segundo lugar, el padre Ángel María, hace un rico trabajo enumerando las características de la poesía náhuatl, los ideales, la función de los cantos, los géneros literarios, las temáticas, la estilística, la métrica y cosa curiosa, Garibay descubre las notas musicales (Cfr. Garibay, 1965) con que se acompañaban los cantos o poemas, en los vocablos que carecen de sentido en lengua náhuatl y aparecen reforzando al poema escrito. Las conjeturas de Garibay conducen a la afirmación de que la escala musical indígena, antes de la influencia externa, fue pentáfona.

 

En Ángel María Garibay tenemos, un ejemplo a seguir, una vida dedicada al estudio de la cultura universal, una vida que sólo se había visto en el siglo XVII mexicano con Sigüenza y Sor Juana. La de Garibay es una vida, que se consagra, amorosa, al rescate y difusión del Tlatolli. Los poemas y las historias sagradas de los antiguos nahuas cobran vida, cada que se cuentan o cantan. Las antiguas flores, nahuas, griegas o hebreas pueden revestirse nuevamente gracias al padre Garibay, y se revisten en la casa del hombre sencillo, en la casa del estudiante curioso, a quienes Ángel María amó tanto; pero, el jardín del “crítico sin bozal”, del que mira con desdén los frutos del pensamiento indígena, lucirá helado, con las flores marchitas, pues es el jardín del Gigante Egoísta del que Wilde nos hablaba. Las aves volverán a cantar en el jardín marchito del crítico, cuando derribe los muros de su ceguera y permita que los niños trepen a los árboles.

 El descubridor

El tesoro literario de los pueblos nahuas, antes y después de la conquista es abundante, nos dice Garibay en su Historia de la literatura náhuatl. Antes de la llegada del hispano se trata, de una literatura oral, que se conserva en la memoria y se refuerza por nemotecnia apoyándose en los símbolos escritos. Después de la conquista, la riqueza literaria es atesorada por los religiosos españoles o por el indígena que se ha educado en colegios como el franciscano de Tlatelolco. El fraile percibe una riqueza en la lengua que aprende, y en formas literarias como el huehuehtlatolli. Sahagún y fray Andrés de Olmos recogen los tesoros morales de la antigua palabra, o huehuehtlatolli y los recrean reutilizándolos al educar y aconsejar. La literatura náhuatl queda por fin asegurada en la letra, que valoran los indígenas como un elemento para preservar la memoria del poeta. Eso es lo que hace Juan Bautista Pomar al escribir su Relación de Tezcoco en 1589, y agregar, por considerar valiosos un conjunto de cantos a los que se llamará Romances de los señores de Nueva España. Es así como el indígena de finales del siglo XVI utiliza los caracteres aprendidos en la institución religiosa hispana para eternizar la memoria de poetas como Nezahualcoyotl. Eso es precisamente lo que maravilló a Garibay, la historia de la literatura náhuatl es hecha por conquistados y conquistadores, ambos se preocupan, en ocasiones sin darse cuenta del destino final de su trabajo, por conservar en caracteres latinos la antigua palabra. Los textos permanecen olvidados largo tiempo, después, gente como Garibay los sacará del olvido para descubrir el tesoro del pensamiento prehispánico. Otra cosa sorprende a Garibay, y es que se sigue produciendo una literatura en lengua náhuatl, después de la conquista, la hacen los frailes en sus discursos y teatro catequístico. Y la hace el indígena por medio de la literatura histórica o narrando el nuevo mito, que ligará al mundo prehispánico con el mundo de la cristiandad: el Nicanmopohua o las apariciones de la Virgen de Guadalupe.

 

La literatura náhuatl, del mundo prehispánico, es una literatura oral, enunciamos en líneas anteriores, tiene un profundo sentido religioso, y como tal se conserva. La memoria es fundamental para conservar el origen y sentido de cada cosa, así que es importante contar y transmitir de generación en generación, el recuerdo de las gestas heroicas, los mitos de origen, los nombres, y preservar, la historia, una historia distinta a la mera acumulación de datos y fechas. La historia indígena mezcla, los hechos reales, con los divinos (Cfr. Garibay, 1945). Para comprender el pensamiento y la literatura precolombina, es necesario preguntar ¿cómo se percibe el cosmos? y ¿cómo se conciben a sí mismos los hombres que lo habitan?. La respuesta, se encuentra, en opinión del padre Ángel María en la Coatlicue y la Piedra del Sol (Cfr. Garibay, 1964). El cosmos es una realidad viva y vivificante, síntesis de contrarios: equilibrio y desequilibrio, vida que surge de la muerte. Las dos piedras sagradas del mundo náhuatl son, para Garibay, una proclamación de principios filosóficos para quien sabe leerlas, en ellas se encuentran los únicos motivos del cantor y el tlamatini nahuas.

 

En el pensamiento náhuatl hay una relación estrecha entre el cosmos y el ser humano. Iniciemos, explicando de manera breve, como se concibe el mundo. El Mito de las Edades nos dice que, antes del establecimiento del Quinto Sol, existieron cuatro Soles o períodos del mundo gobernados, cada uno por un dios y habitados por un tipo de hombre. Previo a la creación del Hombre de Maíz, los dioses decidieron poblar la tierra con seres que los invocaran, el sentido de los dioses radica en la invocación, pero los hombres de las cuatro edades carecen de palabra, corazón y oído, no invocan por eso son destruidos. El Hombre de Maíz, tiene, como cualidad principal la palabra, puede nombrar las cosas y llamar a los dioses. La palabra es, entonces, el fruto acabado de la creación, el que habla participa de una cualidad divina, eso implica una responsabilidad pues, no se debe hablar en vano o mentir, hablar es, en algún modo estar endiosado. El poeta y el gobernante, que en el mundo náhuatl es una sola persona, son posesos de la divinidad y tienen como función principal la de ser intermediarios entre lo divino y los seres humanos. Los cantos o poemas tendrán, de origen, un sentido religioso (Cfr. Garibay, 1963).

 

El mundo es un sitio gobernado por lo divino, la naturaleza y la sobre naturaleza conviven por lo que, cada lugar y cada cosa es propiedad de algún dios, desplazarse por el mundo implica vérselas directamente con un dominio divino, el arriba y el abajo pertenecen a Ometecutli y a Mictlantecutli, vida y muerte como opuestos complementarios. Los cuatro puntos cardinales son los cuatro Tezcatlipocas, hijos o desdoblamientos de Ometeotl, identificados, cada uno, con un color que simboliza sus funciones, de nacimiento u ocaso, de fertilidad o aridez. El cuerpo humano, según la concepción náhuatl, guarda estrecha relación con el cosmos, tiene un arriba y un abajo (Cfr. Garibay, 1980). La parte superior, tiene las funciones identificadas con lo celeste: La visión, la palabra y el corazón, centro donde reside el pensamiento; la parte inferior, relacionada con lo terrestre, tiene funciones como la fertilidad y la expulsión de la materia muerta o no aprovechada. El ser humano es, entonces, un reflejo del cosmos y participa de cada uno de los poderes de lo divino. Como reflejo del cosmos también tiende a la superación, al mejoramiento de sí mismo. Las cuatro edades, anteriores al Quinto Sol, son imperfectas por eso han sido destruidas, pero la destrucción no es un hecho del todo trágico cuando, con ello, vendrá algo mejor. El cosmos no es otra cosa que pensamiento, la divinidad original o primera, verdadera obsesión para los poetas nahuas, ha pensado las cosas, nosotros mismos somos pensamiento, cuando el Ipalnemohuani, también llamado Moyocoyatzin, decida pensar en otra cosa, mejorarse, destruirá todo, es decir, eliminará sus pensamientos erróneos y pasará a otra cosa. Al respecto nos dice Garibay:

 

Estas ideas bastarían para percibir la altura de pensamiento a que pudo llegar el poeta en el misterio de lo trascendente. Traspuesto a nuestra moderna expresión, se afirma la suma potencia, la remota y tremenda realidad que, en forma arbitraria para el humano, dispone de su vida. El gran enigma de la existencia que oscila entre la bondad y el terror. (Garibay, 1964: XIX).

 

No pasemos por alto la vocación religiosa de Ángel María, su amor por el pasado prehispánico tiene que ver con su fascinación por lo sagrado. Todo canto, hasta aquel considerado profano, enuncia los símbolos religiosos o las historias sagradas. Los poemas o cantos, nos dice Garibay, no fueron elaborados para la recitación, sino para cantarse en la festividad religiosa o en la ceremonia (Cfr. Garibay: 1963). Recrean, en el ritual, el tiempo primero, el origen de cada cosa.

 

Un principio activo del cosmos es el mejoramiento, en el ser humano se encuentra ese principio, como cosa del dios, la vida humana es un bien precioso, semejante a las piedras o las bellas plumas, motivos principales en la poesía náhuatl y en el huehuetlatolli o la sabiduría moral náhuatl. La piedra y la pluma preciosa, aluden a la fragilidad de la existencia, pero también al mejoramiento: las piedras preciosas son cuidadosamente pulidas y las plumas, unidas con amoroso esmero por el amantécalt, se transforman en bellas imágenes. Garibay, al igual que Sahagún y Olmos quedan maravillados ante esto, el ser humano es un bien divino, y como tal tiene la responsabilidad de trabajarse, de hacerse, de pulirse a sí mismo. El padre de familia náhuatl llama, en el huehuetlatolli, a su hijo, mi pluma preciosa, mi piedrita. Sabe que el hijo esta en préstamo, tal vez por un momento breve, las bellas plumas se desgarran y las piedras se desgastan o quiebran. El cantor repite constantemente esa verdad, aún la gente noble, los príncipes se irán borrando como una pintura. Mientras llega el momento final, la tarea es formarse como una joya, el cantor, al forjar un canto, se forja a sí mismo nos dirá el padre Garibay, quien parece seguir en sí mismo y en su obra, el proyecto del cosmos náhuatl. La obra de Ángel María tiende a mejorarse constantemente, al descubrir los conceptos fundamentales del pensamiento náhuatl, se descubre a sí mismo, de tal modo, que, usando el símbolo del espejo y el sabio nahua, el rostro de quien descubre se ve reflejado en el tesoro descubierto, lentamente, al desocultar.

 

Garibay, además de dar a conocer las fuentes de la literatura náhuatl, descubre la raíz de los cantos misma. El cantor hacía un viaje fuera de la ecumene para recoger los cantos en el lugar donde crecen las flores, nos dice la voz del informante indígena. Pero más que un viaje fuera de sí, se canta para formar los rostros, se viaja a la memoria que es la verdadera raíz de los cantos. En la memoria indígena se encuentran, vivas las flores, los dioses, los héroes y personajes notables que servirán de modelo moral para la comunidad. Garibay descubre, al fin, que en el poema ha logrado sobrevivir el poeta y el héroe, y que vuelven a la tierra, como lluvia bienhechora a convivir con las nuevas generaciones, cada que son invocados. Sirva este humilde trabajo para invocar al padre Garibay, y para invitar al estudiante y curioso a la lectura directa de su obra.

 

 BibliografíaDirecta

  • Garibay Kintana, A. M.(1940). Poesía indígena de la Altiplanicie. UNAM. Colección Biblioteca del Estudiante Universitario. México.
  • ________ (1999). Llave del náhuatl. Otumba. Porrúa. Colección “Sepan cuántos...” México.
  • ________ (1945). Épica Náhuatl. México. UNAM. Colección Biblioteca del Estudiante Universitario. México.
  •  ________ (1953). Historia de la literatura náhuatl. Primera parte: Vida autónoma (1930 – 1521). Porrúa. México.
  • ________ (1954). Historia de la literatura náhuatl. Segunda parte: El trauma de la conquista (1521 – 1750). Porrúa. México.
  • ________ (1962).“Relaciones internacionales en los pueblos de la meseta de Anahuac”. Estudios de Cultura Náhuatl. Volumen III. UNAM. México.
  • ________ (1963) Panorama literario de los pueblos nahuas. Porrúa. Colección “Sepan cuántos...”. México.
  • ________ (1964). Poesía náhuatl I. Romances de los señores de la Nueva España. Manuscrito de Juan Bautista de Pomar Tezcoco, 1582. UNAM. Paleografía, versión, introducción, notas y apéndices de Ángel María Garibay. México.
  • ________ (1965). Poesía Náhuatl II. Cantares mexicanos. Manuscrito de la Biblioteca Nacional de México. Primera parte. UNAM. Colección Fuentes indígenas de la cultura náhuatl, Paleografía, versión, introducción y notas explicativas de Ángel María Garibay. México.
  • ________ (1965). Teatro Helénico. Cinco lecciones de síntesis esquemática. Instituto Nacional de Bellas Artes. Departamento de Teatro. México.
  • ________ (1968). Poesía Náhuatl III. Cantares mexicanos. Manuscrito de la Biblioteca Nacional de México. Segunda parte. UNAM. Colección Fuentes indígenas de la cultura náhuatl, Paleografía, versión, introducción y notas explicativas de Ángel María Garibay. México.
  • ________ (1992). Historia de la literatura náhuatl. Porrúa. Colección “Sepan cuántos...”. México.

 

Indirecta

  • García Icazbalceta, J. (1891). Relación de Juan Bautista Pomar. s/e. México.
  • López Austin, A (1980). Cuerpo humano e ideología: las concepciones de los antiguos nahuas. 2 Tomos. UNAM. México.

*La versión impresa apareció en el libro: Alberto Saladino García (compilador), Humanismo mexicano del siglo XX, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2004, Tomo I, págs. 281-292. 

 

Notas1 Otumba es un municipio del Estado de México, al que Garibay fue asignado como párroco antes de ser, finalmente, promovido como canónigo de la Basílica de Guadalupe.2 El manuscrito fue mencionado, en unas cuantas líneas, por Joaquín García Icazbalceta, cuando da a las prensas, en el año de 1891, la Relación de Juan Bautista Pomar.

3 Romances de los señores de Nueva España se encuentra en la Sección García de la Universidad de Austin Texas, EE. UU.

 

 Víctor Manuel Hernández Torres
Universidad Autónoma del Estado de México
Julio 2006

 

Tomado de:http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/mexico/garibay.htm

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