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El Valle del Yaqui, un modelo de agricultura insostenible

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El Valle del Yaqui, un modelo
<br>de agricultura insostenible
Jaime Cuevas Doctorante en Desarrollo Rural, UAM-X
La Jornada del Campo 144
21 septeimbre 2019.
Quizá no existe mejor manera de conocer el modelo de desarrollo agrícola que se impulsa en el Valle del Yaqui que visitar el centro de control hídrico de alta tecnología desde donde se opera el Distrito de Riego 41. Es como estar en un país desarrollado y entender una parte del modelo que por años se ha impulsado en esta región; ha servido de ejemplo a seguir para los gobiernos mexicanos desde la década de los ochenta.

Pero, ¿qué hay detrás de este modelo?, ¿por qué aquí sí ha resultado exitoso y no en otras regiones del país?, ¿este modelo es pertinente y replicable para otras zonas? Las preguntas anteriores me llevaron a investigar, a partir de una respuesta que me llamó la atención en la presentación sobre el funcionamiento del distrito de riego y su sistema de gestión financiera: ?aquí el productor pone la mitad del recurso y la otra mitad el gobierno?, nos decía uno de los ingenieros que coordinan la operación del distrito de riego.

Es verdad y parece que por ahí esta la clave del ?éxito?. Al menos en las pasadas tres décadas esta región ha sido impulsada casi por tradición como el ejemplo de modelo de producción agrícola en México, y los distintos gobiernos neoliberales han destinado miles de millones de pesos para colocarla en el lugar donde ahora está y presentarla como el ejemplo más acabado de competitividad agrícola. Sin embargo, el tan pregonado desarrollo agrícola de esta región se ha modelado a costa de restringir el presupuesto hacia el campo de muchas regiones en el centro y sur del país y eso también es una triste realidad. Los datos no mienten y son de acceso público, tan solo dos ejemplos sirven de ilustración, pero no son los únicos.

La política de apoyo a la producción se encuentra altamente concentrada en el financiamiento que se brinda a muy pocos estados y productores: Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Jalisco y Tamaulipas concentran el 41.8% de apoyo al campo y generan el 30.4% del valor de la producción, aunque juntos aglutinan sólo el 9.2% de los productores a nivel nacional (Fundar, 2017). La desigualdad en el campo mexicano se expresa en un dato contundente: a mayor cantidad de tierras mayor es el presupuesto, así tenemos que en el norte del país un productor con 27.6 has. en promedio recibe $100,000 pesos anualmente de subisidio, mientras que en los estados del centro y sur, un productor medio con 10.8 has. puede recibir $19,000 pesos e incluso menos, dado que las superficies de la pequeña agricultura en la mayoría de los casos no rebasa las 5.5 has.

A nivel nacional tan solo el 10% de los productores mas grandes concentran: 80% de apoyos a la comercialización, 60% de los subsidios energéticos e hídricos; 55% de los apoyos para la adquisición de activos de los programas de desarrollo rural y 45% del Proagro. En el año 2016, por ejemplo, siete entidades -entre ellas Sonora- sumaron 29.3% de las Unidades de Producción y ejercieron el 41.2% del presupuesto de la Sagarpa (Fundar, 2017).

Otro ejemplo revelador es que entre 2003 y 2013 aumentó el subsidio gubernamental a la extracción de agua para riego, así los agricultores más ricos recibieron el 53.7% del monto total, y cada usuario en el mayor nivel recibió hasta $409,000 pesos anuales de subsidio, frente a los $113 pesos que recibió en promedio un pequeño productor con agricultura de riego ubicado en el nivel más bajo, esto demuestra lo mucho que se tiene que trabajar para revertir la enorme desigualdad que existe en el campo mexicano.

En la pasada administración el financiamiento al campo se concentró en los estados del norte del país; solo el 10% de los pequeños productores tenían apoyo gubernamental y el 12% asistencia técnica, lo anterior evidencía su abandono y exclusión. Los grandes productores del norte del país se quedaban con todos los recursos y apoyos gubernamentales; y sin embargo, su producción no es suficiente para alimentar a la población en México y mucho menos para pagar sus altos costos de producción, de ahí que necesitan del subsidio público para existir, haciendo de éste un modelo productivo financieramente insostenible (Robles, 2018).

Aunado a ello, el ?exitoso? modelo del Distrito de Riego en el Valle del Yaqui promocionado como el más desarrollado del país, altamente productivo, tecnificado y generador de divisas, con cultivos intensivos (principalmente trigo) y un uso indiscriminado de agroquímicos (Quintanar, 2013), esconde serios problemas ambientales que difícilmente serán expuestos por sus promotores, de ahí que se requieren estudios independientes y especializados que evalúen su misión de ?preservar las aguas concesionadas? y el uso eficiente y sustentable del recurso? que dicen atender en su actividad agrícola.

https://www.jornada.com.mx/2019/09/21/cam-valle.html

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