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DESIGUALDAD EXTREMA EN MÉXICO CONCENTRACIÓN DEL PODER ECONÓMICO Y POLÍTICO

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oxfammexico.org
En enero de 2014, Oxfam revelo que las 85 personas más ricas controlaban tanta riqueza como la
mitad más pobre de la población mundial. Para enero del 2015, el número se había reducido a 80. La
profundización de la desigualdad económica es la tendencia más preocupante para 2015, según
en Foro Económico Mundial. Resulta, pues, imperativo hablar del tema en México, en donde más de
veintitrés millones de personas no pueden adquirir una canasta básica, pero que alberga a uno de
los hombres más ricos del mundo. Ahora bien, esta desigualdad que caracteriza a México no sólo
tiene implicaciones sociales: las implicaciones políticas juegan un rol preponderante.

Uno de los aspectos más graves de esta desigualdad es la distribución del ingreso. Dada la escasa
recopilación de indicadores, saber qué tan desigual es México respecto a otros países resulta una
tarea compleja. No obstante, la Standardized World Income Inequality Database refiere que México
está dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo.

El problema se ha incrementado con el tiempo. Dos bases de datos han arrojado datos para las
últimas tres décadas: la Socio-Economic Database of Latin America and the Caribbean (SEDLAC)
y la Income Distribution Database (OECD). Hay dos resultados: entre mediados de los noventa y
2010, la desigualdad de ingreso disminuyó. Sin embargo, la desigualdad es mayor a la que había
en los ochenta. Estamos, pues, frente a dos eventos contradictorios: ha crecido el ingreso per
cápita, pero se han estancado las tasas de pobreza en el país. Lo anterior se produce porque el
crecimiento se concentra en las esferas más altas de la distribución.

La obtención de datos oficiales de lo que ocurre en las clases más altas es cuasi imposible, de
ahí que se recurra, por ejemplo, a las declaraciones fiscales. Así, de manera indirecta y por medio
de métodos estadísticos, autores como Campos, Esquivel y Chávez (2014, 2015) han obtenido
estimaciones de lo que sucede en ese México, podríamos decir, desconocido: al 1% más rico le
corresponde un 21% de los ingresos totales de la nación. El Global Wealth Report 2014 señala, por
su parte, que el 10% más rico de México concentra el 64.4% de toda la riqueza del país. Otro reporte
de Wealth Insight afirma que la riqueza de los millonarios mexicanos excede y por mucho a las
fortunas de otros en el resto del mundo. La cantidad de millonarios en México creció en 32% entre
2007 y 2012. En el resto del mundo y en ese mismo periodo, disminuyó un 0.3%.

El número de multimillonarios en México, no ha crecido mucho en los últimos años. Al día de hoy son
sólo 16. Lo que sí ha aumentado y de qué forma es la importancia y la magnitud de sus riquezas. En
1996 equivalían a $25,600 millones de dólares; hoy esa cifra es de $142, 900 millones de dólares.
Ésta es una realidad: en 2002, la riqueza de 4 mexicanos representaba el 2% del PIB; entre 2003 y
2014 ese porcentaje subió al 9%. Se trata de un tercio del ingreso acumulado por casi 20 millones
de mexicanos.

Para darnos una idea de la magnitud de la brecha en México veamos este ejemplo: para el año 2014,
los cuatro principales multimillonarios mexicanos podrían haber contratado hasta 3 millones de
trabajadores mexicanos pagándoles el equivalente a un salario mínimo, sin perder un solo peso de
su riqueza.

Las implicaciones de lo anterior no son sólo de índole social. Carlos Slim en la telefonía, Germán
Larrea y Alberto Bailleres en la industria minera y Ricardo Salinas Pliego en TV Azteca, Iusacell y
Banco Azteca. Los cuatro han hecho sus fortunas a partir de sectores privados, concesionados y/o
regulados por el sector público. Estas élites han capturado al Estado mexicano, sea por falta de
regulación o por un exceso de privilegios fiscales.

Uno de los grandes problemas reside en que nuestra política fiscal favorece a quien más tiene. No
es de ninguna manera progresiva y el efecto redistributivo resulta casi nulo. Por gravar consumo por
encima del ingreso, las familias pobres, al gastar un porcentaje más alto de su ingreso, terminan
por pagar más que las ricas. La tasa marginal del ISR—una de las más bajas de los países de la
OCDE—, el que no haya impuestos a las ganancias de capital en el mercado accionario, y el que
tampoco los haya a herencias, entre otras cosas; son ejemplos de cómo el sistema tributario
beneficia a los sectores más privilegiados.

La constante desigualdad y la captura política por parte de las élites tienen consecuencias
económicas y sociales graves que resultan, además, excluyentes. El mercado interno se ve
francamente debilitado. Ante la escasez de recursos, se recorta el capital humano y se pone en
juego la productividad de los pequeños negocios.

La política social asimismo ha sido un rotundo fracaso: al día de hoy, esa lógica de que el
crecimiento se filtra de las capas altas a las bajas simplemente no ocurre en México desde hace
décadas. Uno de los dolorosos ejemplos es el salario mínimo: si un mexicano percibe esta cantidad
y mantiene a alguien, a ambos se les considera pobres extremos. La política salarial que en algún
momento se concibió como mecanismo de contención inflacionaria, ya no tiene razón de ser. Hoy
en día, el salario mínimo mexicano está por debajo de los umbrales aceptados de pobreza.

Otros aspectos que han detonado o que son en sí mismos consecuencias de la desigualdad
extrema en México y que están pendientes en la agenda pública son:


• La población indígena, cuya tasa de pobreza es 4 veces mayor a la general.
• La educación pública versus la privada
• La violencia a causa de la marginación.


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Tomado de:
https://www.oxfammexico.org/sites/default/files/desigualdadextrema_informe.pdf

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