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BRASIL: En el viaje al Amazonas que dejó muerto a periodista y activista

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BRASIL: En el viaje al Amazonas que dejó muerto a periodista y
<br>activista
Vivimos con estas amenazas?: los asesinatos de Dom Phillips y Bruno
Pereira muestran la crisis en la Amazonía brasileña
Jack Nicas / The New York Times
Río Itaquaí. Eran las 4 de la mañana, el sol aún no había salido sobre el río
Itaquaí, en las profundidades de la Amazonía, pero un equipo de hombres
indígenas ya estaba ocupado preparando un desayuno de café, carne frita y
pescado. Trabajaban en la pequeña estufa de su lancha patrullera, en la que
habían vivido durante el último mes, mientras buscaban cazadores furtivos.
Este domingo se levantaron temprano porque algunos tenían previsto escoltar a
sus dos invitados durante los 80 kilómetros del viaje de regreso a la ciudad. Los
invitados, Bruno Pereira, un activista que entrenaba a las patrullas indígenas, y
Dom Phillips, un periodista británico que las documentaba, tenían que regresar
para reunirse con la policía federal. Pereira debía entregar pruebas de la patrulla
sobre la pesca y la caza ilegales en este remoto rincón de la inmensa selva.
Era un trabajo peligroso. Pereira había sido amenazado durante meses. Un día
antes, el activista había visto a un cazador furtivo armado con una escopeta que
semanas antes había disparado por encima de su cabeza. El cazador furtivo lo
reconoció. ?Buenos días?, le gritó. Pero durante el desayuno, Pereira anunció que
él y Phillips no necesitarían escolta. En vez de eso, se moverían rápido y viajarían
solos. Llenaron su pequeña embarcación metálica, encendieron el motor fuera de
borda y partieron. Llevaban suficiente combustible, las pruebas y una pistola.

Luego, desaparecieron.

En la Amazonía, estas desapariciones suelen pasar desapercibidas. Es un periodo
de creciente anarquía en la mayor selva tropical del mundo, y esta zona aislada
cerca de las fronteras con Colombia y Perú ha sido abandonada en gran medida
por el gobierno brasileño. Pero esta vez fue diferente: hubo indignación
internacional. Phillips era un periodista independiente que trabajaba para el
periódico británico The Guardian y, durante su carrera, Pereira llegó a ser el
máximo responsable brasileño de los grupos indígenas aislados. El gobierno tenía
que responder. En pocos días, las autoridades habían detenido a dos cazadores
furtivos que acabaron confesando haber matado a los hombres y desmembrado
sus cuerpos. Uno era el hombre que había gritado ?Buenos días?. La muerte de
Pereira y Phillips es la historia de dos hombres que fueron asesinados mientras
perseguían sus pasiones. Pereira quería proteger la Amazonía y a los indígenas
que la habitan. Phillips quería mostrar cómo las comunidades indígenas intentaban
defenderse de los cazadores furtivos, que a menudo actúan con impunidad.
Pero también es una historia con resonancia mundial. La Amazonía es crucial para
frenar el calentamiento global, rebosa de vida salvaje y recursos naturales y es el
hogar de comunidades aisladas que preservan una cultura y un modo de vida que,
en gran medida, han sido olvidados por la modernidad.

Para reconstruir lo sucedido, recorrí el viaje de los hombres por el Itaquaí, reuní su
correspondencia y hablé con más de tres decenas de personas que los conocían,
que se encontraron con ellos en el camino o que investigaron su desaparición,
entre ellos activistas indígenas, pescadores, funcionarios del gobierno,
investigadores de la policía, posaderos, cocineros, familiares y colegas.

Lo que quedó claro es que el abandono casi total de esta región por parte del
gobierno brasileño, combinado con los llamamientos del presidente Jair Bolsonaro
para desarrollar la Amazonía, ha contribuido a envalentonar a los pescadores
ilegales, cazadores y redes criminales que invaden los territorios indígenas. Los
pocos funcionarios federales que quedan en la región se quejan de estar
abandonados, mientras que otros usan chalecos antibalas debido a amenazas.
Pereira había renunciado al gobierno de Bolsonaro para protestar por sus políticas
ambientales y comenzó a ayudar a los grupos indígenas a vigilar la selva por sí
mismos. Eso lo convirtió en un objetivo. En marzo, una asociación indígena recibió
una nota anónima en la que lo amenazaban por su nombre. Luego, el pescador
disparó hacia su barco desde una cabaña en la orilla del río. Pereira decidió que
necesitaba un arma más grande. ?Es una escopeta, calibre 12?, dijo Pereira en un
mensaje a un antiguo colega del gobierno. ?Si vas a estar en la selva, necesitas
algo más brutal?. Sin embargo, Pereira acabó declinando las ofertas de seguridad
adicional para su último viaje, según sus colegas, mientras que parecía que Phillips
no había estado plenamente consciente de las amenazas.

BRASIL: En el viaje al Amazonas que dejó muerto a periodista y
<br>activista



Pereira, de 41 años, y Phillips, de 57, viajaron por un tramo del Itaquaí ubicado
entre el Valle del Yavarí ?una reserva indígena del tamaño de Portugal que
alberga al menos a 19 grupos aislados? y ciudades pobres y asoladas por la
delincuencia en la frontera entre Brasil, Colombia y Perú. El plan era pasar varios
días con la patrulla indígena antes de entregar las pruebas de los patrullajes a la
policía. Dos días antes de partir, Pereira le envió un mensaje a un colega. El viaje,
dijo, podría ?darme algún problema?.

?Mira a tu alrededor. Está vacío, ¿cierto??
En 2018, Pereira y Phillips pasaron 17 días en la misma región en busca de una
tribu aislada. Phillips describió a Pereira como un hombre ?fornido y con lentes?
que ?abre el cráneo hervido de un mono con una cuchara y se come sus sesos
para desayunar mientras discute sobre política?. Pereira trabajaba para la Funai, la
agencia federal encargada de proteger a los grupos indígenas de Brasil, y
supervisaba la región del Valle del Yavarí. Durante mucho tiempo, esa zona ha
sido objeto de conflictos entre los grupos indígenas y los cazadores furtivos que
invaden sus reservas. Cazan tapires, pecaríes y taricayas, pero su mayor premio
es el pirarucú, un pez prehistórico que respira aire, que llega a medir unos tres
metros de largo y que alcanza el doble del precio de otros pescados.
Los cazadores furtivos ?invaden todas partes por aquí; son como ninjas?, dice
Eumar Vasques, funcionario de la base de la Funai que vigila la entrada a la
reserva del Valle del Yavarí, mientras flota en un bote cerca de una torre de
vigilancia vacía. ?Conocen el bosque mejor que nosotros?.
La pesca ilegal ha devastado la población de pirarucú, y la ha convertido en un
alimento básico en los menús de toda la zona. Pero rara vez se atrapa a los
pescadores, en parte porque hay menos autoridades que vigilan de lo que solía
haber. La policía ambiental, encargada de combatir la pesca furtiva, cerró su base
regional en 2018. Ahora su oficina más cercana está ubicada a 1130 kilómetros, la
distancia entre Nueva York y Chicago. La policía federal está a más de una hora de
distancia. La Marina y el Ejército brasileños no patrullan regularmente esas aguas.
Y en Atalaia do Norte, la ciudad más cercana, la policía estatal carece de un barco
o incluso de radios. ?Mira a tu alrededor. Está vacío, ¿cierto??, preguntó Vasques.
?Y hay más tráfico en esta región que en cualquier otra?.
La Funai es la única presencia regular del gobierno en el Itaquaí, y el personal de
la base, incluidos los trabajadores indígenas temporales, se ha reducido a ocho

personas, frente a las casi 30 de años anteriores, dijo Vasques. En consecuencia,
la pesca ilegal ha dejado de ser un objetivo. ?El papel fundamental de la base no
es realmente la inspección?. ?Nuestro papel es proteger a estas tribus aisladas?.
La Funai dijo en un comunicado que había aumentado sus presupuestos en los
últimos años. Los empleados de la agencia en la región dijeron que gran parte de
ese dinero se había destinado a alimentar a los grupos indígenas. Desde que
Bolsonaro asumió el cargo en enero de 2019, el personal de tiempo completo de la
Funai ha disminuido en un 15 por ciento a unos 1500 empleados, según las
estadísticas federales. Bolsonaro ha dicho que el gobierno sigue persiguiendo a las
personas que deforestan ilegalmente y cazan furtivamente en Amazonía. También
ha argumentado que regulaciones ambientales de Brasil limitan todo el potencial
económico de la selva. En lugar del Estado, hombres indígenas se han convertido
en los guardianes de la selva. Desde el año pasado, patrullas de 13 hombres
rastrean la actividad ilegal dentro de las reservas. Pereira los capacitó para que
documenten los delitos con teléfonos inteligentes y drones. A fines de marzo, una
patrulla condujo a las autoridades hasta un cazador furtivo que fue detenido con
casi 300 kilos de caza ilegal y poco más de 400 kilos de pirarucú.
Por la misma época, una nota manuscrita llegó a Univaja, una asociación indígena
que ayuda a organizar las patrullas. ?Bruno de la Funai es quien le dice a los indios
que vayan a la zona para tomar nuestros motores y llevarse nuestro pescado?,
decía, refiriéndose a Pereira. ?Si siguen así será peor para ustedes?.
La nota era alarmante. Un colega de Pereira en la Funai había enfrentado
amenazas similares en 2019. Luego recibió dos disparos en la cabeza mientras
andaba en su motocicleta. Ese asesinato, que aún no ha sido resuelto, hizo que la
Funai agregara guardias armados a su puesto de avanzada en el Itaquaí. Cuando
llegué en barco, Vasques salió con chaleco antibalas y acompañado de dos
guardaespaldas. ?Al principio, no teníamos este tipo de amenazas?, dijo. ?Cada vez
están más y más enojados?.

Desde 2010 hasta 2020, 377 personas que intentaban defender la tierra de los
invasores fueron asesinadas en Brasil, según Global Witness, un grupo de
defensa. Durante aproximadamente el mismo periodo, solo 14 de los más de 300
asesinatos en la Amazonía llegaron a juicio. Semanas después del mensaje
amenazante, Pereira y un colega de Univaja se encontraban en el Itaquaí cuando
sonó un disparo, cuyo proyectil pasó por encima de sus cabezas. Entonces vieron a
Amarildo Oliveira, un pescador conocido localmente como Pelado, de pie en su
porche con una pistola.

Pereira llevaba una pistola calibre .380 con 18 balas. Decidió conseguir una mejor.
?Hoy estoy probando un nuevo juguete?, escribió a un amigo en mayo, adjuntando
una foto de una escopeta frente a una diana acribillada.

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