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LOS TRES CÍRCULOS DE CONOCIMIENTO

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El conocimiento en el México antiguo se manejaba en tres círculos excéntricos.

La palabra, que estaba en el centro del primer círculo. Era sólo conocida por un reducido grupo de personas. La sabiduría se trasmite de labio a oído. Al igual que en el Tíbet o en Egipto, los hombres y mujeres de conocimiento vivían en aquellas construcciones milenarias que hoy se les nombra zonas arqueológicas.

Eran centros de conocimiento reservado sólo a una élite de personas especializadas en conocimientos herméticos ancestrales.

Estos maestros vivían apartados del mundo y eran respetados por las personas comunes o maceguales que vivían en las aldeas.

Los hombres y mujeres de conocimiento habían desarrollado un complejo y abstracto lenguaje de su sabiduría, en el que se transmitía y perpetuaba su milenario conocimiento a través de símbolos y representaciones gráficas, grabadas en piedra, madera, metales; pintado en códices, frescos y cerámica; bordado en telas con piedras y plumas.

Este segundo círculo de conocimiento se trasmitió a través del lenguaje iconográfico, el cual contiene la esencia del pensamiento filosófico de los Viejos Abuelos y éste conocimiento queda enmarcado en los diversos materiales que trabajaron los Viejos Abuelos.

Conocimiento al que podían acceder sólo los iniciados y algunos de los dirigentes y sacerdotes más importantes de las aldeas en el período Clásico. Para acceder a él se requiere decodificarlo. Está ahí, pero no es para todos.

En el tercer círculo de conocimiento se encontraba básicamente en la religión y las normas morales y éticas de la civilización del Anáhuac. Estos principios básicos filosóficos que encarnaban la religión de los Viejos Abuelos, les permitía a los seres humanos comunes: los campesinos, amas de casa, artistas, maestros, artesanos, comerciantes, constructores, burócratas, etcétera; contar con las bases necesarias para ordenar una vida armónica personal, familiar y en sociedad.

Por ello, durante más de mil años, en el período conocido como Clásico o del esplendor, existió un deslumbrante y luminoso desarrollo humano, siendo el centro palpitante de este período clásico “la ciudad” donde los hombres aprendían a ser dioses, Teotihuacán.

“Por otro lado, si Teotihuacán se hubiera mantenido cuando menos 800 años como ciudad predominante sin ningún poderío militar, esta Pax Augusta sería un caso de tal manera único en la historia, que es difícil de creer que haya sucedido.

No conocemos en toda la historia universal un solo imperio que no haya podido formar sin recurrir, aunque sea indirectamente, a las armas, y en realidad en casi todos los casos se basa principalmente en ellas, aun cuando es evidente que por encima existe una ideología que las dirige. Hay también la posibilidad de que la expansión se basara en una religión preponderante o más prestigiosa que las demás, y que por ello no necesitara recurrir a la fuerza. El cristianismo y el budismo, por ejemplo, se han extendido inmensamente sin que las armas hayan jugado un papel importante en su difusión.... Pero más bien indica que la raíz de todas las religiones mesoamericanas es la misma, y no que Teotihuacán haya impuesto sus dioses sobre los dioses de otras naciones.“ (Ignacio Bernal. 1965).

Este Desarrollo Cultural fue el más importante y la cúspide de todo un proyecto civilizatorio del Cem Anáhuac. Sin embargo, éste desarrollo no fue como el de los pueblos europeos. Sus principios y objetivos fueron tan diferentes como hoy en día son los principios de bienestar y desarrollo de una comunidad indígena Tarahumara de Chihuahua, comparados con la de los habitantes de la colonia Polanco de la ciudad de México.

Como ejemplo diremos que los Viejos Abuelos habían inventado la rueda y no la usaron como los europeos; también habían desarrollado el lanzador de dardos, que multiplicaba la velocidad de un dardo, mucho más rápido que una flecha impulsada por un arco y jamás desarrollaron esta tecnología en el aspecto militar.

El lanzador siempre se mantuvo como un instrumento de caza. Se supone que en el Periodo Clásico no hubo guerras y en el Postclásico las que hubo, se mantenían en un ceremonial místico y religioso, más simbólico que de guerra de exterminio.

En efecto, para los mexicas degradadores de las enseñanzas de Quetzalcóatl, la lucha espiritual con uno mismo, la “Batalla Florida” de los toltecas, la convirtieron en una batalla para tomar vivos a los guerreros vencidos y ofrendarlos en sacrificio mortal a Huitzilopochtli y mantener con ello vivo al amenazado Quinto Sol, además de imponer grandes tributos a los pueblos vencidos.

La filosofía de la civilización del Anáhuac es la obra más decantada de sus creaciones. El pensamiento filosófico que no sólo explica el mundo y la vida; si no le da significado a la vida humana, permitiéndole la trascendencia de la existencia en el plano espiritual.

Todo cuanto podemos ver y sentir de la inconmensurable herencia de los Viejos Abuelos, encuentra sus cimientos y estructura más sólida, en la filosofía anahuaca. El mundo tangible e intangible de sus creaciones.

Desde las impresionantes construcciones hasta las más finas creaciones artísticas. Desde los principios y valores individuales que se transmitían de una generación a otra en la familia o en las escuelas, hasta las grandes instituciones comunitarias como el calpúlli, el tequio, la fiesta de día de muertos o la fiesta a Tonatzin, estuvieron sustentados sobre la base del pensamiento filosófico.

(Tomado del libro RAICES Y ESENCIA DEL MEXICO ANTIGUO. Guillermo Marín 2004)   

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