Desde los primeros días del desembarco, en 1519, el año <uno caña>, año de la profecía del retorno de Quetzalcóatl, se empezó a gestar un sentimiento y una forma de ver el mundo y entender la vida, que, con los siglos, se convirtió en una ideología. Durante los primeros tres siglos, estuvo agazapada, semioculta, pero creciendo de manera persistente.
La fuente de este sentimiento encuentra su origen en la ilegalidad, la codicia y la inseguridad. Desde que Diego Velázquez, Gobernador de la isla de Cuba, impone a su incondicional, Hernán Cortés, unas condiciones injustas y abusivas, para realizar la tercera expedición en busca de oro en las costas del poniente de la isla. Ya habían ido, con poca suerte, Hernández de Córdoba en 1517 y Juan de Grijalva en 1518, y poco era el oro que habían <rescatado>, entiéndase, robado.
Cortés tuvo que vender todo cuanto tenía para adquirir los insumos básicos que requería la expedición. Recorrió la isla, invitando a otros inversionistas y expedicionarios, a que se sumaran a la tercera expedición y que, con él, arriesgaran su hacienda y tal vez su vida, para obtener de manera ilegal el preciado metal.
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