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DESCOLONIZARSE SIGNIFICA DIGNIFICARSE

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Los que nacimos y vivimos en México, estamos inmersos en un sistema colonial que invade todos los espacios de la vida: personales y familiares, privados y comunitarios, gubernamentales y de la iniciativa privada, educativos y religiosos. No podemos percibir nuestra visión colonial del “mundo y la vida”, porque, desde el “principio”, sea el de nuestras vidas, el de este país o desde el inicio de la invasión en 1521, siempre ha sido así. Como afirma la biología marina, “los peses en el mar, no perciben el agua, porque es su medio”. De la misma manera, nosotros, no percibimos la atmósfera, porque es nuestro medio.

La colonización cultural, implica la visión del mundo y la vida, desde una concepción de: vencedores y vencidos, de explotadores y explotados, de “bonitos y feos”, de “la gente” y “los otros”. La visión del mundo y la vida, que ha sido la misma de nuestros abuelos y padres, es la que nosotros tenemos. Vivimos en un mundo colonial, en donde las relaciones económicas, políticas, sociales, culturales, educativas, son de carácter colonial. Bástenos ir a vivir a un país, que no está colonizado, para observar y sentir que las relaciones humanas, tienen una “dimensión” diferente. En esos países, independientemente del color de la piel, el dinero o el título profesional, todos son iguales, entre sí, y ante la ley.

En este país, “de los criollos para los criollos”, unos cuantos son los mandones y los otros muchos los mandados, unos pocos los ricos otros muchos pobres, unos de fenotipo extranjero y los otros de fenotipo anahuaca. Unos que tienen los capitales, las industrias, los negocios, las tierras; los otros, que solo tienen sus manos para tratar de comer. México es el país de la injusticia, y por tal, nos “han enseñado” a verla como algo normal, natural; ¡vamos!, mandato de Dios.

De esta manera, “despertar”, de la visión colonizada de la vida y del mundo, -en general-, es por una circunstancia fortuita. Muy pocas veces surge de un acto “consiente y de voluntad”. Esto es así, porque al “estar colonizados mental y culturalmente”, estamos imposibilitados a “despertar” y abrir los ojos a otra realidad de manera natural. La “realidad colonial” es absoluta y total, misma que nos impide “ver”, otra realidad o un ángulo diferente de la realidad. Máxime, que “el sistema”, se encarga, por muchos medios, de mantener en la sociedad los patrones coloniales de percepción de la realidad.

Los medios masivos, la escuela, la iglesia, “la sociedad”, mantienen un dialogo ensordecedor, para gritarnos en todos los lugares y a todas horas, que “no todos somos iguales” y que existen niveles y diferencias.

De modo que muchas personas, han nacido, crecido, se han reproducido y han muerto, y jamás en sus vidas, se dieron cuenta que vivieron en un mundo colonizado. El mundo, según esta visión, “siempre ha sido así, es así, y no puede ser de otra forma”, así será por siempre.

Por eso, en general, el acto de tener conciencia de esta realidad, es un hecho fortuito. Un chispazo de suerte, una casualidad. Una plática reveladora, una vivencia luminosa o dolorosa. Un incidente del que se desprenden preguntas, dudas y cuestiones que nos inducen a cuestionamientos, y de ahí, a la develación de una realidad jamás vista y concientizada.

La conciencia fugaz de la colonización, es pues, un hecho fortuito. El, qué tanto, se profundice en la verdad, eso es, un acto puramente de responsabilidad y compromiso personal. En efecto, existen personas que, por comodidad, vuelven a “cerrar los ojos”, y siguen en el sueño permanente de la colonialidad existencial. Otros, asumen su conciencia, en la medida de sus “compromisos con el mundo colonial”. A veces si, a veces no, cuando se puede. Otros más, “solo por encimita”, sin profundizar o comprometerse mucho.

Pero las personas que se comprometen en la totalidad con la verdad, inician un proceso de descolonización, que en general, es para toda la vida. La razón es muy sencilla. La colonización es tan grande y absoluta, que se ha creado a lo largo de cinco siglos y de muchas generaciones. De modo que, entre más descolonizadas las personas, tienen mayor claridad de la dimensión de la colonización, y, por ende, más reflexiones y tareas sabe que debe realizar.

El desafío es que, si una persona no toma conciencia de su mentalidad y cultura colonial, “la inercia de la materia”, la convierte en un colonizador de su propia gente. Por eso decimos que el criollismo, es una ideología, una forma de pensar, ver, interpretar y actuar en el mundo y la vida. Este estado de inconciencia programada hace que muchas personas actúen como colonizadores de su propia gente, sean anahuacas, mestizos o los mismos criollos. El rol social de esta clase de personas es de “colonizador-colonizado”.

Tomar conciencia de la cultura colonial en la que vivimos, resulta un formidable desafío. La razón es muy sencilla, se tiene que luchar cotidianamente, contra “la realidad establecida” desde hace cinco siglos. Se lucha contra “las malas costumbres”, el racismo, el clasismo, el individualismo, el consumismo, en pocas palabras, contra “la modernidad”.

Descolonizarse, entonces, es, DIGNIFICARSE. Implica lograr una soberanía intelectual y una luminosa conciencia. Liberarse de la “ignorancia programada”, dejar de actuar como “un colonizador-colonizado”, un explotador y depredador de su propia gente y de su tierra. Descolonizarse significa humanizarse.

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