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CUENTOS Y ENSOÑACIONES

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CUENTOS Y ENSOÑACIONES
Cuando estoy cumpliendo 72 abriles, con mucho trabajo por fortuna y una visión del mundo y la vida más cercana a la de nuestros Viejos Abuelos, me siento agradecido y sin tantas pretensiones. Les damos las gracias a todos ustedes, apreciables amigos y generosos seguidores del proyecto de Educayotl AC. Aquí seguimos, sin miedo y sin ambición, con la lujuria callada de servir al bien común y a la comunidad. Gracias por su apoyo. Nuestro regalo para este cumpleaños. Luz y guillermo.

CUENTOS Y ENSOÑACIONEShttps://www.youtube.com/live/mgarkYlZGTg?si=1aEjh3jjoEgPkeAuEL INCONMENSURABLE ENCUENTRO.

Había dejado transcurrir mucho tiempo desde que entendí que debía acudir al encuentro. Pero las inexorables cadenas del destino, le llevan a pesar de uno, a los impostergables encuentros de nuestras vidas. Aunque uno no lo quiera, así es.

Lo que más me impresionaba al inicio de la experiencia, era sentir la GENEROSIDAD de la civilización mesoamericana representada en esa familia, quienes no sólo me abrían las puertas de su corazón y su casa, sino lo que es tal vez más importante, compartían de una manera total y absoluta, la génesis de su conocimiento. En efecto, la ceremonia, desde la preparación y limpieza de los hongos, hasta su "casamiento", rezos y purificaciones con copal; así como los extraordinarios cantos-rezos, rezos-cantos en lengua mazateca, (lo más extraordinario que he podido escuchar en toda mi vida) son la herencia milenaria de una civilización que no sólo no murió, sino que sigue viva y palpitante, recuperando espacios espirituales que la negación y la ignorancia les arrebato.

Cuando presenciaba el rito, estaba consciente que en esos momentos era parte de la esencia más viva y profunda de la TOLTECAYOTL, que estaba ante las mismas puertas del conocimiento milenario que creó una de las seis civilizaciones con origen autónomo más antiguas de este planeta. Que se repetiría de manera muy parecida un rito que debería tener miles de años de existencia. Fuente ancestral de lo insondable del ser humano y de lo inconmensurable del universo.
Después de la ingestión de los diez pares de hongos, como por acuerdo se desencadeno una gran tormenta. Estaba en una casita en la cima de una montaña de la sierra mazateca, abajo y a la lejanía quedaba el cuerpo de agua de la presa de Temascal.

Los rezos-cantos en lengua mazateca de la chamana, su hija y su nieta, empezaron a envolver la habitación con una fuerza inaudita. Tres voces en principio que se convirtieron en seis y después en nueve, y así hasta escucharse un coro de voces que venían desde los milenarios tiempos de los Viejos Abuelos. Los hongos hacían que se "moviera el punto de encaje", pero los cantos orientaban el movimiento hacia el lugar que la chamana seleccionaba. Pero después de dos intentos fracasados por abrir las alas de la percepción, fue el verdadero chaman, Don Cornelio, quien hábilmente había pasado impecablemente desapercibido, quien nos salvó del desastre. Con su voz y energía ayudó a las mujeres para que el grupo levantara el milenario vuelo.

Sin alucinaciones, sin demonios, sin malestares físicos, llegamos ante la misma presencia del conocimiento. Una enorme y gigantesca ¡serpiente de cascabel! Que no se movía ni se escuchaba, sólo se sentía. Inconmensurable y omnipresente. De manera demoledora la Serpiente inquirió nuestra presencia. La contestación no fue más que una exposición de los motivos de mi propia vida. Al término de mi discurso la Serpiente silenciosa me deshacía con su penetrante mirada de ojos de obsidiana y sólo sacaba su lengua de manera intermitente, como si estuviera analizando una a una mis palabras.

De pronto y como a manera de contestación, la Serpiente abrió sus inmensas fauces y contra mi aterrorizada voluntad, empecé a caminar lentamente hacia delante para introducirme en sus adentros. Como un cúmulo de conciencia indefensa fuimos deglutidos poco a poco y empezamos a penetrar en sus profundidades a través de extraños movimientos no controlados, por lo que quedaba de nuestra voluntad.

Con una extraña e inexplicable sensación de infinito terror y al mismo tiempo de perturbadora emoción, como en una danza monótona y lenta llegamos hasta el fondo de la Serpiente, quien dijo que todo en la vida tenía un costo, para luego envolvernos en sus jugos gástricos, que nos deshacían para fundirnos en ella. El dolor era increíble e intenso, pero extrañamente no me podía "entregar" a él, sintiéndolo nítidamente, a más dolor, más conciencia!!!
Los jugos de la Serpiente atacaban despiadadamente mi espina dorsal. Sentía como me deshacía y me fundía en la conciencia de la inmensa Serpiente de cascabel.

Entendía que estaba pagando un costo muy alto por la experiencia. En lo más intenso del dolor, la Serpiente me dijo que yo sabía cómo detener el dolor. Busqué en todos mis adentros y después de un tiempo me incorporé asumí la figura sedante de un jaguar que está en el Museo de Mitla y que, extrañamente siempre me ha obsesionado. Entonces el dolor cesó por completo, yo rugía de gozo victorioso. Entre más me sentía un jaguar, más fuerte y poderoso me tornaba.

Me perdí un buen tiempo en el extraordinario y maravilloso éxtasis del "poder", que se manifestaba en todo mi felino cuerpo y mi profunda conciencia. Como un jaguar saltaba elástico de un escenario mental a otro y cada uno lo tocaba con la absoluta y total profundidad; lo observaba, lo analizaba y lo comprendía y de inmediato pasaba a otro escenario. La capacidad de entender el mundo era más rápida que la luz y en un instante podía ir hasta el rincón más apartado del universo, "entender" y regresar.

Comprendí verdaderamente como los Viejos Abuelos habían penetrado en lo inconmensurable y habían podido mantener la frágil estabilidad del mundo de la razón.
Por fin, la revelación llegó. El "poder" me instruyó de que el CONOCIMIENTO esta en las grecas y sus colores. Pasaron entonces por mi mente todas, absolutamente todas las grecas y sus maravillosos e hipnotizantes colores del México Antiguo.

Resonaba en todo mi ser, como una inmensa gruta, ¡EL CONOCIMIENTO Y EL PODER ESTAN EN LAS GRECAS¡. Una fuerza que estaba en todo mi ser, la habitación, la montaña y el mundo entero me dijo...! EL ORIGEN DE TODO ESTA EN LA SERPIENTE DE CASCABEL, EN SU PIEL ESTA LA INFORMACIÓN ¡ El "poder" me dejaría regresar incólume, pero debía buscar cumplir con "la tarea encomendada". Cuando la hayas terminado regresa, sentencio la majestuosa Serpiente de cascabel.

Después gocé por breves momentos la gracia de haber sido atendido por el "conocimiento". Mi cuerpo vibraba literalmente, había pasado la noche en una extraordinaria "Batalla de Poder". Me sentía extraordinariamente consciente, con una encendida y luminosa felicidad, que tenía no sólo mi mente, sino absolutamente todo mi cuerpo. Cada partícula diminuta de mi cuerpo que tiene conciencia y voluntad de conformar la totalidad de mi ser, estaban extraordinariamente contentos. Su gozo era la plenitud de haberse sentido vivos y conscientes, ante la impactante revelación... tal vez por haber vivido individualmente el inconmensurable encuentro con la Serpiente.

Mi generoso amigo mazateco todavía me dio un regalo más y me invitó a salir de la casita. ¡Qué maravillosa experiencia¡, pasada la tormenta que nos acompañó a lo largo de toda la noche, el cielo estaba completamente nítido y despejado. En la inmensidad de la bóveda celeste estaba el más extraordinario firmamento que yo había visto en toda mi vida, ¡ni en Machupichu fue así! La Vía Láctea parecía un ser vivo y consciente, como una inmensa y deslumbrante serpiente de colores en movimiento, que me decía adiós.

Comprendí entonces por qué los Viejos Abuelos habían sido cautivados por esté maravilloso espectáculo, propio sólo de dioses o seres conscientes. La contemplación comprometida con el misterio de la vida, de la bóveda celeste, desencadena necesariamente una experiencia espiritual. El uso de los alucinógenos, la noche y el firmamento dieron a estos intrépidos y extraordinarios hombres de conocimiento, a través de miles de años, la exacta percepción de la mecánica celeste, de ahí su calendario solar de 365 días, el lunar de 260 y el estelar de 52 años; eje de la civilización del México Antiguo.

Gracias a la nobleza y generosidad de la milenaria cultura mazateca y su gente, estuve nueve horas en el microcosmos de mis adentros y en un instante, con sólo salir y alzar la vista, con el macrocosmos. Tuve entonces la oportunidad de ir a lo profundo, a los orígenes de la milenaria civilización del Cem Anáhuac, ... a LA SERPIENTE EMPLUMADA.
LA ABUELITA MAZATECA
Recientemente tuve la oportunidad de conocer a una "mujer de conocimiento", portadora de los milenarios saberes del Anahuac Antiguo. Menudita de cuerpo, con todos los años encima, pero con una tremenda fuerza interna, que emana de suyo, serenidad, vitalidad y aplomo. Ella es simplemente la "abuelita" y no tiene ni nombre ni historia personal, salvo la que la atrapó en el mundo mágico de los hongos. Su misión es curar y ahora que sabe que pronto se irá a la región de los descarnados, busca transmitir sus conocimientos a personas que tengan el don y fundamentalmente, la disciplina de aprender humildemente este ancestral conocimiento.
Este es el principal problema de muchas personas que hemos intentado encontrarnos a un "Chaman" para "recibir sus enseñanzas". Mi caso personal fue patético, pues a finales de los años ´70, buscaba afanosamente a don Juan Matus (de carne y hueso y con todas sus letras), debajo de todas las piedras de Ixtlán, Oaxaca. El problema de los que "buscan" es que están tras una idea preconcebida del chaman y del conocimiento que, se tiene que ajustar a la personal forma "casera y libresca" de interpretar lo inconmensurable. Los que buscan han podido estar toda una vida frente a un ser de conocimiento y nuca lo sabrán, así es esto.
Pero volviendo a "la Abuelita", en sus profundos ojos se agazapa fugaz, un mundo ajeno a nuestra alocada vorágine citadina. Como dos ojos de venado, como dos lagunas profundas y tranquilas, el espíritu de la abuelita sale y se "prende" al mundo de afuera, tocando sutilmente nuestro corazón. Lo toca tenuemente, con un fluido tibio de ternura amorosa y, sin embargo, yo no sé porque, puede sentirse en su mirada un atisbo de melancolía.
Siempre he sentido que los indígenas sabios, en especial los ancianos, nos ven a los mestizos citadinos con una sutil mirada de compasión y ternura. Yo creo que ellos sienten y "ven" los adentros de nuestro corazón tan alocado y extraviado del verdadero sendero de la vida. Su compasión y ternura muchas veces la percibimos dentro de nuestra fatuidad y soberbia, como aparente ingenuidad y, sin embargo, siempre recurrimos a ellos, instintiva o atávicamente. No en vano tenemos un banco genético de información y millones de nuestros genes han vivido en estas tierras desde la invención del maíz, hace más de ocho mil años, generación tras generación con los Viejos Abuelos, hasta nuestros días.
"La Abuelita" quiere que yo aprenda. Le "caí bien", pero dice que yo tengo miedo y, eso es cierto. Ya un día conocí a la inconmensurable Serpiente de cascabel, que me devoró y fundió en lo más profundo de sus entrañas y me "toco" para que le cumpliera un encargo. Pero por supuesto que le tengo miedo, pues con esas cosas no se juega. La mente y el espíritu de los citadinos, además de ser muy irresponsable y atrevida, desgraciadamente es extremadamente muy frágil y vulnerable. En este caso, creo que no existe otra alternativa.
"La Abuelita" quiere que aprenda a curar y yo quiero penetrar al misterioso y aterrador mundo de la sabiduría de nuestros Viejos Abuelos. Cuando me hablaba de que ella me curaría, en ese momento pensé que ella confundía mi situación, pues yo me creía un hombre medianamente sano. Sin embargo, al otro día del encuentro me dolió en lo más profundo el corazón, al desgarrarse mi mundo de afectos cotidiano y entendí de la peor manera que, en este cochino mundo en el que vivimos, casi todos estamos enfermos del espíritu.
Porque los Viejos Abuelos suponían que el mundo estaba constituido de dos tipos o cargas de energía. La luminosa, que hoy los científicos occidentales llaman átomos y ellos simbólicamente le llamaron "Tláloc", "representación divina de la energía a través del agua", pues simbólicamente, donde hay agua se reproduce la vida molecular al realizarse la fotosíntesis a través de las plantas, es decir que la energía luminosa se convierte en energía vegetal y de ahí comienza la vida. De modo que el ser humano está constituido en parte de una porción de "Tláloc".
La segunda energía es mucho más fina y pura que la energía luminosa, me refiero a la energía espiritual, que los Viejos Abuelos le llamaron "Quetzalcóatl" y su representación divina y simbólica fue a través del viento. Es precisamente el "soplo divino de la conciencia", el que le da "vida" a la energía luminosa, (el espíritu anima a la materia). De modo que un ser humano no sólo es una carga energética (Tláloc); sino, lo que es más importante, es un "productor" de energía mucho más pura, que la que lo conforma (Quetzalcóatl). Así el ser humano está constituido de Tláloc y de Quetzalcóatl, este soplo divino de conciencia es el que nos hace diferentes (en cuanto su potencial generador de energía) de los demás seres vivos.
De esta manera los Viejos Abuelos y sus herederos más cercanos, los pueblos ancestrales del Anahuac, perciben el mundo y la vida de manera diferente, pero no menos eficiente que nosotros, con nuestra "ciencia ajena" (filosofía, medicina alópata, etc.). Por ello los mazatecos piensan que el origen de todas las enfermedades, es de carácter espiritual-energético, (una envidia, un disgusto, una obsesión, una angustia, una frustración y un largo etcétera), este desajuste de la energía espiritual se materializa en las "enfermedades" que nosotros conocemos; pero para ellos las enfermedades son lo mismo que para nosotros los dolores, simples manifestaciones de un trastorno, para nosotros físico, para ellos espiritual y ningún médico o brujo cura simplemente dolores, sino enfermedades.
Cuando la persona de conocimiento logra a través de algún alucinógeno contenido en una planta, introducir al paciente en un "estado alterado de conciencia", el paciente puede "ver" con la ayuda del alucinógeno y la dirección del chaman, el origen energético de su alteración espiritual y con ello encontrar la solución, por lo que más adelante desaparecerá el padecimiento físico y sanará.
Así pues, la Abuelita me untó en el cuerpo una mezcla de hierbas que de inmediato me tranquilizaron y me dieron mucho sueño. La Abuelita me dijo que esa noche soñaría mucho y que apuntara mis sueños. Efectivamente soñé demasiado, pero los dos primeros sueños, creo que fueron los importantes. En un percibí con absoluta seguridad, que una fuerza omnipotente me protegería y que por ello dejaría de sentir miedo. En el segundo sueño supe que viajaría entonces me queda el recuerdo vívido de estar en un puerto del Oriente y al ver la descarga de un barco rojo, gozar la maravilla de conocer remotos lugares que existen a pesar de que no los perciba. Todavía recuerdo el olor salado de la brisa marina y el olor del aceite quemado de la maquinaria portuaria.
La Serpiente me dijo un día que todo cuesta en la vida, especialmente cuando se trata de conocimiento. La Abuelita me dijo que primero me tenía que curar para poder aprender. Creo que me resistí a aceptar que mi espíritu estaba enfermo, tal vez esa fue la primera enseñanza de la Abuelita Mazateca.
Cuando llegó el momento más importante, me levanté de la silla y entonces una inmensa voz interior, que reverberó en todo mí ser dijo ? la forma de vencer al mal es perdonarlo. Híncate y perdónala -. Yo pensaba que nunca me debería hincar y jamás lo hacía, pero a partir de ese momento supe que, siempre que entrara a un templo, me tendría que hincar. Con ello estaría manteniendo perennemente mi convicción de perdonar.
Desde que conocí a la abuelita, no sólo por su frágil y delicada figura, sino fundamentalmente por mi educación colonizada, no le ponía mucha atención, a pesar de saber que era "una mujer de conocimiento". El problema real, es que la abuelita es una indígena mazateca. Los mestizos tenemos quinientos años de menospreciar a los indígenas de manera consciente o inconsciente.
Era como la novena vez que estaba con la abuelita y la cuarta que "trabajaba" con ella. Siempre lo había hecho con interlocutores, entre otras cosas, porque la abuelita no habla "bien" el español, de modo que, siempre la acompaña su nuera Socorro, quien se encarga de los asuntos del mundo material de la abuelita y es su traductora "oficial".
La abuelita es tan impecable que, a pesar de que en "las ceremonias" es el centro y la conductora de los "actos", siempre se las arregla para pasar inadvertida. Aparenta ser un ser prescindible, como una discreta ayudante y siempre le presta la "batuta" a alguno de sus ayudantes.
Esa tarde había quedado que Refugio nos acompañaría para "trabajar". Cuando llegué por ellas, resulta que Refugia se había ido a Huautla y la abuelita me esperaba en casa de una amiga suya, muy dispuesta para irnos a trabajar a mi casa. Siempre carga su bolsa del mandado de plástico, que es una especie de portaequipaje, maletín médico y despensa ambulante al mismo tiempo. Menudita y sonriente dijo al verme, - ya llegaste tu Tigre, vámonos a trabajar, hay Jalisco no te rajes!!!-.
Yo me sentía incomodo, quería que Edgardo, uno de los discípulos más avanzados de la abuelita me acompañara en esa noche de poder. ¿Qué iba yo hacer sólo con la abuelita?, que ni habla bien el español y luego ni le entiendo. Internamente angustiado, traté de convencer a Edgardo, pero sus razones eran más que contundentes. La abuelita me dijo en su medio español que Vicente, otro de los aprendices había pasado a saludarla y dijo que él nos acompañaría a trabajar esa noche.
Desesperado subí a la abuelita al coche. Ella siempre que se sube a un auto por primera vez, se persigna y lo hace tan complicado como si uno se subiera a una nave marciana. Salí a buscar a Vicente, quien es artesano y tiene un puesto ambulante en el zócalo. Cuando llegué no estaba y su esposa me dijo que él andaba en Santo Domingo en otro puesto temporal. En ese momento mi angustia cesó de súbito. Sentí que mi compromiso con la abuelita era ineludible y que no podía andar por todo Oaxaca, como mariquita buscando quien me liberara de mi inevitable encuentro con la "mujer de conocimiento". Con una fría y directa determinación, enfilé el coche hacia mi casa, el sol se estaba ocultando en el Oeste.
Viajaba callado por la carretera del Fortín. Abajo las luces de Oaxaca comenzaban a encenderse y Monte Albán dibujaba su extraordinaria silueta en el atardecer moribundo. La abuelita iba en la parte de atrás agarrada a la cabecera del asiento delantero y miraba atenta la vista desde el Fortín. Abuelita ? le pregunte- le gusta viajar en coche. Me gusta ?contesto.
Al aproximarnos a la casa, que está en las afueras de un pueblo cercano a Oaxaca, pensé que sería un problema con los cuatro perros bravos que cuidan el predio. Nos bajamos y cuando los perros nos encararon, sobre todo el líder, la abuelita le dijo ?que te pasa pistolero, tranquilo. Asombrosamente el "pistolero" y su pandilla se portaron como dóciles perrillos falderos.
Tenía años de saber que una persona amargada y resentida se la pasaba haciéndome "brujería". Como en el fondo trato de no creer en esas cosas y, además, porque sé que sí uno enfrenta su propia fuerza en contra de esas artes maléficas, generalmente las puede uno neutralizar. Sin embargo, en los últimos tiempos "la que tiene cola", como la bautizó la abuelita, estaba insoportable, fue necesaria la intervención del inmenso poder benéfico de la abuelita.
Ya una persona que estaba en el círculo de mis sentimientos, había trabajado con la abuelita y me había "visto", encadenado y amordazado, metido en una fosa de un panteón. La tarea era deshacer la brujería.
Como una enfermera de quirófano, la abuelita hábilmente empezó a sacar de su mágica bolsa todos sus utensilios, copal, velas, valedoras, platos, cerillos, mezcal, algunas plantas y especialmente los hongos.
Ella los trata con mucha reverencia y dulzura. Les habla en su idioma y los prepara a través de rezos mezclados en mazateco y español.
Esa noche no dormí. Como a las cinco de la mañana me fui a echar un rato a la cama. Primero los perros y después los gatos, estuvieron luchando contra algo que los hacía en momentos, entrar en un frenesí. Por experiencia, sabía que no les ladraban a seres humanos, de modo que los deje haciendo su trabajo. Los animales en general, pero los perros y los gatos en particular, tienen una alta sensibilidad en cuanto a las entidades malignas que asechan a sus amos y casas.
Abría la puerta de la recamara y en balcón cerrado por cristales, estaba la abuelita observando el estado de las trece velas que en la noche había encendido en una fila de doce y una al frente. ? Te fue bien, tu tigre, mira que bien están las velas. Como soldaditos las velas se habían consumido verticalmente y extrañamente no se desbordaron al consumirse.
Inmediatamente nos alistamos y subimos al vehículo, nos dirigíamos a una zona arqueológica del valle, que no está abierta al turismo pero que, es tal vez, lo más impresionante que he visto en los valles. Al lado de un pueblo, pasa inadvertida a pesar de sus inmensos "mogotes", que forman lo que debió ser un centro de conocimiento muy importante de nuestros Viejos Abuelos.
Desde que llegué a Oaxaca en la década de los años setentas, tuve la suerte de "encontrármela". Desde entonces siempre visito este santuario a quien le tengo que agradecer, entre otras cosas, el tener la maravillosa oportunidad de vivir en Oaxaca. El lugar cuenta con plazas y pirámides a sus cuatro costados. Un juego de pelota de buen tamaño que, las primeras ocasiones que la visite me llamó mucho la atención. Sin embargo, al paso de los años, inexplicablemente el juego de pelota "desapareció" y cuando llevaba personas a que la conociera, aseguraba que en la zona arqueológica existía un juego de pelota.
En lo que debió ser la plaza principal, ahora está en el centro una inmensa piedra tallada de forma rectangular.
Actualmente es un lugar de culto. No sé de quién ni para qué, pero, casi siempre se encuentran vestigios de "ceremonias", plumas de gallina, recipientes vacíos de alcohol, flores y muchas otras chucherías. En la primera ocasión que llevé a la abuelita a la zona arqueológica, ella dijo al ver la piedra, - mira tú, Tigre, esa es la mesa de la gente antigua.
Sin embargo, recientemente me "volví a encontrar" el juego de pelota. Pero lo más interesante es que en él, siempre había estado una inmensa piedra rectangular, como la de la plaza principal, pero lo más extraordinario es que, aunque tenía varias ocasiones de ver la piedra, nunca me había percatado de que estaba labrada y que correspondía a una cabeza de serpiente que debió estar en la parte frontal de una magna escalera, como la que existe en la esquina del edificio del Museo de la Ciudad de México y que se supone era del templo mayor. De ahí para adelante, ese fue el sitio de poder. En varias ocasiones habíamos ido de noche con la abuelita, Benito, Vicente y Agustín, a llevarle ofrendas a la "gente antigua", como dice la abuelita. Quien afirma que "el pensamiento de la gente antigua se levantará de nuevo". Siempre que hemos ido de noche hemos tenido sucesos extraordinarios. Una vez, Vicente fue "atacado" por un dolor que le subía por la pierna y que rápidamente Benito lo controló con unas plantas que cortó y un masaje que le aplico. En otra ocasión, estando sentados en torno a la piedra, empezamos a escuchar ruidos como de una persona que se acercaba, como era tiempo de secas, la maleza hacía mucho estruendo. Al principio supuse que en cualquier momento llegarían los vecinos a corrernos del lugar, cosa que por fortuna es común. En Oaxaca la gente cuida su patrimonio con celo. Sin embargo, aquello que, hacia ruido, no se decidió a salir al claro. Después de un tiempo supimos que "eso" no era ni una persona ni un animal. Estos sitios tienen sus guardianes milenarios. La última ocasión estando muy noche y con unas veladoras que alumbraban el oscuro lugar, de pronto apareció un extraño ser, como salido de la nada. Al principio creímos que era un perro y le hablamos y lo tratamos de asustar. El animal no se movía y con sus orejas puntiagudas nos observaba con detenimiento. Sin miedo y sin agresión. Vicente sintió que esa visita tenía que ver con él.
La abuelita me pidió que me recostara en un sofá. Desde mi perspectiva veía a la abuelita inmensa, moviéndose en torno a una mesa, preparando su "medicina". Finalmente quemó copal y sahumó un plato, pidiéndole a los hongos que me ayudaran a ver mi vida, mi trabajo y mis asuntos. Al término me extendió el plato con hongos y me dijo, - no tengas miedo.
Por primera vez, los hongos no me parecieron con un sabor fuerte y a tierra. No sólo era su color negro que era extraño, sino que me los dio como empapados de un líquido que le daba un sabor agradable pero que no era miel.
Rápidamente los comí con asombroso gusto. Después de un rato, la abuelita sentada en su silla y yo acostado en el sofá estábamos en silencio con la luz apagada. Empecé a dormitar y de repente la abuelita me despertó. ? Tú Tigre te estás quedando dormido, se acercó y con su mano me dio en la boca, tres raciones más. Ese fue el detonante.
La abuelita afirma que el hongo enseña la forma correcta de vivir. Dice que "trabaja" en el interior del cuerpo, que "sube y baja" de la cabeza a los pies, componiendo todo lo que está mal y que tiene efectos curativos que duran varios días. Lo cierto en mi caso, es que desde que empecé a ingerir los hongos ha venido disminuyendo "el sufrimiento" de mi cuerpo cada que los consumo. La abuelita dice que es porque casi ya estoy sano, y que vendrá el momento en que ya no necesite comerlos, como es el caso de Benito, el aprendiz más avanzado de la abuelita quien, en las ceremonias, ayuda a la abuelita y sin ingerir la maravillosa sustancia y entra en directa y total comunicación con quien está "trabajando".
Esa noche platique horas enteras con la abuelita. Hablamos de las cosas que veíamos en mi corazón, de lo que, según ella, dice que pronto sucederá en la Tierra. La abuelita está muy preocupada del caos social, político y económico de México. Me dijo que pidiéramos por los "pobrecitos que no tienen nada para comer". ? Tú Tigre, la tierra está muy enojada, se le ha ofendido mucho, la gente tiene mucho pensamiento malo en su cabeza. El mundo no se va a acabar porque, santísimo Señor Jesucristo es muy grande, pero si vamos a sufrir mucho.
Es sorprendente la claridad de pensamiento y la profundidad con que uno puede tratar los asuntos del mundo y los personales. La mente se vuelve diáfana y actúa a una velocidad que las palabras le llegan a estorbar. Uno se comunica con las personas de manera total y profunda, sin necesidad de usar la voz. La abuelita entonces me explico muchas cosas de mi vida. Cada cosa se fue poniendo en orden y mi espíritu emanaba paz. Todo se reduce a "entender las cosas".
Los Viejos Abuelos y sus herederos directos, los pueblos anahuacas del Anahuac, piensan que los seres humanos tenemos un "cuerpo físico" y un "cuerpo espiritual". Las enfermedades son producto de los "daños" espirituales que nos hacemos en la vida y que se manifiestan como enfermedades en nuestro cuerpo físico. Por ello, los mazatecos en este caso, pretenden a través del hongo, entrar en estados alterados de conciencia y con la "velocidad" que da la psilocibina, se puede "recordar y ver" lo que nos sucedió en la vida ordinaria y por lo cual, nuestro espíritu se dañó. Se repara con una sencilla plática. Se "ve" el problema y en este caso, la abuelita, profundiza o filosofa sobre el tema, de modo que, uno queda claro y satisfecho de la respuesta encontrada al problema o problemas. Después como terapia, según el caso, el "paciente" tendrá que rezar, poner veladoras o hasta ir a los lugares donde sucedió el percance, que generalmente es en el campo, y hacer algún "mandado" que le deje el curandero.
Esa noche la abuelita y yo sellamos un pacto no escrito ni hablado. Nunca volvería a trabajar con terceras personas. Esa noche descubrí su maravilloso mundo. Entendí su dulzura, su fragilidad y su inaccesibilidad. Me contó cosas personales de su vida. Me enseño ese mundo frágil y delicado, construido con ternura y sensibilidad, que históricamente los no indígenas, jamás hemos podido penetrar y donde, se agazapa el potencial humano que en su momento los pueblos indios nos darán para encarar los desafíos del turbulento tercer milenio.
Estaba viviendo el momento cumbre de la noche. Hincado, tomaba con la mano derecha una bolsa con cuatrocientas semillas de cacao y una vela. Con la mano izquierda y acercándomela a mi corazón, tenía dos velas enredadas con un listón blanco. Las lágrimas humedecieron mis ojos y corrieron sobre mis mejillas. La abuelita me limpiaba con un manojo de plantas en envuelto en una nueve de humo de copal. Había comprendido que la forma de rechazar el mal, es perdonándolo de corazón.
Entonces la voz interior volvió a retumbar en mi ser diciendo lentamente, como para que, en sus reverberaciones, se cala más hondo en mi ser. -" la verdadera maldad es un arte maligno que sólo Dios le concedió al demonio, la maldad en los seres humanos, es sólo es estupidez."

LOS OJOS ALUCINADOS

Al ritmo de los inmensos tambores, todos los jóvenes bailaban en torno a tres círculos excéntricos. Eran las ocho de la noche y el centro de la ciudad de México, poco a poco, se iba quedando solo; sin coches, sin gente, sin prisas. Las potentes luces alumbraban a los antiguos edificios, que, como monstruos mitológicos, sobresalían pétreos, entre la luz mortecina que filtraban el esmog.
El tam tam de los tambores, marcaba un ritmo extrañamente contagioso. Parecía que las células y neuronas de los atónitos espectadores, hacían una danza en sus extraños y antiquísimos sentimientos.
Luis bailaba con toda la energía que tenía su delgado y correoso cuerpo moreno. Escasamente estaba en el quinto día, y ya se sabía los "pasos" básicos de la danza "Azteca". Apenas el sábado pasado, cuando salió a ligar chavas al Zócalo con sus compañeros de la vecindad, se acercó a ver a los danzantes. A pesar de las bromas de sus amigos, sobre los "indios azotados y emplumados", Luis quedó extasiado.
Algo lo aferró por dentro y lo ancló al círculo de espectadores. Por su cuerpo fluía una energía antigua, que destapaba barreras ancestrales y lo conectaba con lo más profundo de su ser.
No se dio cuenta, pero en un momento, instintivamente estaba bailando. Su cuerpo se movía por sí sólo y su mente se había perdido en el cielo. Salió rebotando de entre las inmensas fachadas de la catedral, el Palacio Nacional y los enormes edificios que rodean la plaza. Su espíritu empezó a hablar con el firmamento.
Regresó de súbito, cuando escuchó la voz de un hombre, que le hablaba a corta distancia. Cuando Luis aterrizó en el Zócalo, entendió que aquel hombre lo estaba invitando a sumarse al grupo de danzantes. Al dar las gracias y prometer que estaría puntual el lunes por la noche, se dio cuenta de que casi todos los bailarines se habían marchado y los pocos que quedaban, platicaban mientras arreglaban sus cosas; el tiempo había dejado de existir.
Luis regresó caminando y pensativo a su vivienda en la colonia Morelos. Caminaba con un sentimiento de pureza y equilibrio. Cuando llegó a su vecindad, no lo inmutó las burlas de sus amigos que ya estaban tomando cervezas en el portón; ni le molestó la televisión a todo volumen y las disputas entre los ocho miembros de la familia, que vivían hacinados en tres míseros cuartitos. Directamente llegó a su catre y se tendió a dormir profundamente.
Esa noche, como todas las de la semana siguiente, soñó con los guerreros águilas y los guerreros tigres. Caminó por la antigua Tenochtitlán, entre calzadas, plazas y mercados. Lo extraño de su sueño era que los personajes que veía, eran sus propios amigos y familiares. Todos los rostros eran conocidos, eran los personajes de su colonia. Pero eran diferentes, en tanto eran plenos, vitales y alegres. No había miseria y marginación, no existía en sus rostros odio y rencor. Todo era bienestar, eran los mismos, pero no eran los jodidos, los mugrosos, los resentidos; eran seres humanos llenos de alegría y dignidad.
De esta manera, todos los días, después de chambear lavando carros en un estacionamiento, Luis se dirigía emocionado al Zócalo a reunirse con sus nuevos camaradas, pese a la burla constante de sus familiares y amigos. Le encantaba escuchar al "Tlamatinime", un viejo que les contaba a los danzantes las historias de los Viejos Abuelos. En pocos días había aprendido que ellos eran los descendientes del antiguo y noble pueblo mexica. Que la danza Azteca era una herencia y un medio energético de estimular la conciencia sin el uso de la razón; y que él debía convertirse en un guerrero del espíritu y florecer su corazón. Que muy pronto la madre tierra, desataría sus fuerzas telúricas para despertar las conciencias del nuevo Sol, que alumbraría un mañana más justo y humano para todos. Que los ancestrales dioses regresarían a proteger a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos para formar una nueva sociedad.
Alguien del grupo le regaló una banda tejida a mano y le permitieron ponérsela en la cabeza y bailar con ella. La danza era una escuela muy estricta y jerárquica, a través de la enseñanza, poco a poco se ganaría el derecho a usar plumas y el atuendo correspondiente.
Luis ahora entendía el significado de su hasta ahora, insignificante vida. Dejaría de ser un condenado al salario mínimo y a ser una copia de tercera de los gringos. Luis ahora aspiraba como nunca a ser un mexicano de primera; estaba decidido a forjarse "un rostro propio y un corazón verdadero". El conocimiento de su luminoso pasado, le daba otra perspectiva de su presente y le delineaba un futuro propio, en tanto tenía una misión en la vida. El jefe de los guerreros, el Tlacatecatl, lo había bautizado con el nombre de Brillo de Luna. Para Luis ahora; el "Pelos", jefe de la banda de ladrones de accesorios de automóviles, el "Tamal", madrina de la judicial, el grupo "Bronco" y "Siempre en domingo" con todas sus estrellas, habían quedado totalmente en el pasado. Tenía nuevos valores en la vida que le eran extrañamente muy propios y que lo hacían sentirse pleno y consciente. Tenía una nueva forma de ver y entender el mundo y la vida. Había brotado misteriosamente en su ser, una inconmensurable fuerza interior.
Sin embargo, el sábado fue un día muy especial para Luis. Cuando termino la danza en el Zócalo, se quedó hasta muy tarde platicando con su maestro. Estaba emocionado al saber que la palabra México tenía un significado mágico. El Tlamatinime le dijo que: -Me- venía de Meztli, "Luna" en lengua náhuatl; -xi- de xictl "ombligo" y -co- era el locativo "en". En síntesis, que la ciudad en la que él había nacido, era un lugar muy especial para la tierra y que estaba ligada eternamente a las fuerzas cósmicas de la Luna. Que la tierra era un ser vivo y consciente, que sufría ciclos en su larga existencia. Que esta tierra en especial, era una parte muy sensible de este inmenso ser vivo; que estaba próximo un cambio trascendente para la humanidad y que los hijos de esta parte de la tierra, tenían una responsabilidad muy importante y que, por eso, él ahora estaba con ellos.
Cuando dieron las dos de la mañana, todos se dispersaron a descansar a sus casas. A la mañana siguiente el Tlamatinime llevaría a los más distinguidos principiantes a Teotihuacan, la ciudad donde los viejos abuelos se habían convertido en Luz. Luis caminaba emocionado hacia su casa. La luna llena, inmensa y luminosa, seguía a Luis por todas las calles. De repente se escondía entre los vetustos edificios coloniales, de repente aparecía, grande y sonriente en medio de la calle. Luis la contemplaba con asombro, como si nunca hubiera visto toda su belleza y majestuosidad. Sentía como que la luna estaba viva, y en ella, se depositaba el espíritu de sus viejos abuelos. Su corazón latía con velocidad y él sentía que su vida entraría próximamente a una nueva dimensión.
Mientras tanto en las cercanías de la Plaza de Garibaldi, unos patrulleros habían estado libando desde las ocho de la noche. Le cayeron a un provinciano que borracho se le ocurrió sacar su pistola y tirar unos balazos al aire de pura alegría. El pobre no sólo perdió la pistola y su cartera con todo su dinero; sino que, quedó tirado en una de las obscuras callejuelas de la Merced, brutalmente golpeado, después de haber sido
"paseado? en la patrulla por un largo rato.
En la euforia del alcohol y la prepotencia del "poder", al dar vuelta en una calle, la patrulla con las luces apagadas atropelló a Luis, quien venía sumido en sus pensamientos.
El golpe no fue muy fuerte; Luis se levantó enojado y le dio una patada a la patrulla, que ya se había detenido; ¡gritando -! ¡Órale cabrones!
De la patrulla se bajó en seguida el sargento Sánchez, con los ojos rojos, inyectados de ira y con la pistola en la mano, y le dijo al muchacho:
- ! A quienes les dices cabrones, ¡hijo de tu pinche madre!, y sin mediar más, le soltó a quemarropa tres tiros en el vientre. Luis al sentir los impactos se desplomo lentamente y calló boca arriba en un charco de sangre. En sus ojos abiertos, la luna entraba silenciosa a recoger el espíritu del muchacho moribundo.
- !Chale, mi sargento, ya se cagó en el chavo!,- dijo el operador de la patrulla.
-! Pélate Martínez! - Al cabo que fue en defensa propia.
-Ya vez que ojos de alucinado traía este pendejo.... ¡seguro que era del PRD!


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