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LA MATANZA DEL TEMPLO MAYOR

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La gran matanza y el origen de la guerra.
En esos momentos llega a Veracruz Pánfilo de Narváez, quien el gobernador de Cuba había mandado con 19 navíos y mil cuatrocientos hombres a tomarlo preso, por haber salido prófugo de Cuba y haberlo traicionado junto con todos los inversionistas que habían financiado la expedición.

Sin embargo, Cortés con mucha astucia para corromper a los nuevos aventureros, que no soldados; pues Velázquez casi despobló Cuba para formar la expedición de captura, y gracias a que Narváez se creía invencible, mandó a un notario, un capellán y cuatro hombres armados a acordar la rendición de Veracruz al mando de Sandoval, quien a su vez los mandó a Tenochtitlán.

Cortés los deslumbró con la ciudad, que en ese momento estaba a sus pies y los regresó cargados de oro, en calidad de cómplices para subvertir a la expedición de captura y que más tarde se pasarán con él por el oro ofrecido y prometiéndoles infinitas ganancias. La misión se logró con mucho éxito.

Insistimos, para comprender la historia, hay que entender que los españoles[1] no eran soldados adiestrados y disciplinados. Eran parias en busca de fortuna y todas las atrocidades y traiciones, que hicieron contra los indígenas y como entre ellos mismos; solo demostraba la calidad humana, moral y ética, que guió todos sus actos en la Conquista y la Colonia.

“La sorpresa, de hecho, no existió sino para Narváez: cuando Cortés atacó por fin Cempuala en una noche de tormenta, aunque un centinela los había puesto sobre aviso, los de Velásquez apenas si quemaron una poca de pólvora para salvar las apariencias, celebrando al día siguiente su derrota con tanto descaro de pífanos y tambores que hasta sus vencedores llegaron a sentirse molestos.”  (José Luis Guerrero. 1990)

La historia hispanista dice que Cortés salió de Tenochtitlán y dejó a Alvarado al mando de los hombres que se quedaron en la ciudad de Tenochtitlán. Esto, para lavar las manos de sangre y de torpeza criminal al conquistador, pues según esta versión afirma que cuando Cortés estaba en Veracruz, la nobleza mexica le pidió a Alvarado permiso, para realizar una festividad en Templo Mayor de Tenochtitlán. Por la tarde llegaron más de cinco mil mujeres y hombres, la clase dirigente, ricamente ataviados con oro y totalmente desarmados, para bailar en la gran plaza. Los españoles al ver esto, mandaron cerrar las cuatro puertas de la plaza amurallada y a cuchillo mataron a mujeres y hombres para despojarlos de sus joyas.

“Inmediatamente cercaron a los que bailaban, se lanzan al lugar de los atabales [tambores]: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.
Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron cabezas; les rebanaban la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.

Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que  aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredares los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a dónde dirigirse.

Pues algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban. Otros escalaban los muros; pero no pudieron salvarse. Otros se entrometieron entre los muertos, se fingieron muertos para escapar. Aparentaron ser muertos, se salvaron. Pero sí entonces alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban.

La sangre de los guerreros cual si fuera agua corría: como agua que se ha encharcado, y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que parecían arrastrarse.

Y los españoles andaban por doquiera en busca de las casas de la comunidad: por doquiera lanzaban estocadas, buscaban cosas: por si alguno estaba oculto allí;” (Informantes de Sahagún).

En el siguiente relato indígena encontramos una tenue muestra de las matanzas que hacían los españoles. Este fue el gran error de los españoles, pues muchos de los mexicas desde el primer momento querían exterminar a los españoles, sobre todo, aquellos fanáticos de Huitzilopochtli, pero el Tlatócan no lo permitió. Pero al darse la matanza la gente del pueblo reaccionó enérgicamente y se fueron a las armas.

“Y cuando se supo afuera, empezó la gritería: ¡Capitanes, mexicanos... venid acá!  ¡Que todos armados vengan: sus insignias, escudos, dardos! ... ¡Venid acá de prisa, corred: muertos son los capitanes, han muerto nuestros guerreros!... ¡Han sido aniquilados, oh capitanes mexicanos!Entonces se oyó el estruendo, se alzaron gritos, y el ulular de la gente que se golpeaba los labios. Al momento fue el agruparse, todos los capitanes, cual si hubieran sido citados: traen sus dardos, sus escudos.

Entonces la batalla empieza: dardean con venabolos, con saetas y aun con jabalinas, con arpones de cazar aves. Y sus jabalinas furiosos y apresurados lanzan. Cual si fuera capa amarilla, las cañas sobre los españoles se tienden.” (Informantes de Sahagún).

Los españoles entonces se refugian en la casa de Moctezuma y le ponen grilletes. Estando rodeados los invasores al frente de Alvarado, dice la historia escrita por los españoles, que Cortés regresó y que mansamente lo dejaron entrar al cerco. Que la ciudad estaba desierta y que entraron sin ningún problema.

Esto es realmente imposible de creer e ilógico. Es difícil entonces explicar, por qué Cortés inmediatamente después de llegar al centro de la ciudad, trata de salir del cerco. Todo Tenochtitlán estaba en pie de guerra y el Tlatócan, había depuesto a Moctezuma y había nombrado en su lugar a Cuitláhuac como nuevo Tlatoani. Es una mentira que los mexicas dejaron entrar a Cortés a la ciudad, donde por las calles, resultaba un fácil blanco militar.

Lo más lógico de suponer, es que Cortés “venció” a Narváez y al regresar a la ciudad de Tenochtitlán, él mismo ordenó la matanza. Carnicería absurda, pues como ya sabemos, en primer lugar, que el propio Moctezuma juró obedecer a los españoles, y en segundo lugar; para los anahuacas el oro no tenía el valor que los españoles le daban; por lo cual hubiera bastado que los españoles les hubieran pedido el oro, y seguramente todos lo hubieran entregado sin resistencia

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[1] Es necesario hacer una aclaración. Cuando nos referimos en la historia de la conquista y la colonización de “los españoles”, no nos referimos al noble pueblo español de ayer y de hoy. En cambio nos referimos a un puñado de facinerosos delincuentes que escribieron con sangre e injusticia una de las más tristes páginas de la historia humana.

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