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De la fiesta de los mercaderes que usaron los cholultecas ( * )

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Las llamadas “Fuentes Históricas”, son textos que se escribieron en el siglo XVI por conquistadores, misioneros e indígenas convertidos. Los europeos jamás pudieron ni quisieron conocer "al otro". Cristóbal Colón al ver a los indígenas en las Antillas, los subsumió en su mundo conocido, Colón creían que llegaba a la India, por tal, a los hombres que lo recibieron les llamó "indios".

Colón murió creyendo que había llegado a la India, desde 1492 los europeos siguen llamando a los pueblos originarios "indios", a pesar de saber que Colón se equivocó y llegó a tierras desconocidas, con pueblos y culturas totalmente desconocidas.

 

Está negación sistemática en otro, ha venido reproduciendo se durante cinco siglos. En pleno siglo XXI1 los indígenas, no solo siguen siendo totalmente desconocidos por la cultura dominante, sino que se siguen negando cualquier valor que puedan tener sus culturas tradicionales.

 

En estos cinco siglos en vez de estudiar e investigar el acervo cultural de los pueblos originarios, los criollos y los mestizos, hemos venido menospreciando y desvalorizando a las culturas originarias. Seguimos igual que los europeos del siglo XVI, jugando el papel de conquistadores o de misioneros, tratando de explotarlos o tratando de “integrarlos a la civilización y el progreso”, es decir, robándolos y sometiéndolos a los modelos económicos, políticos y culturales, que creemos son mejores que los suyos. Pero lo que no hemos hecho en estos 500 años, es investigar con respecto sus logros milenarios en el campo del desarrollo humano, de la organización comunitaria, de los valores espirituales y la vinculación con la naturaleza.

 

Por estas razones, nos permitimos transcribir un texto de José de Acosta, titulado “Historia Natural y Moral de las Indias”, para que el amable lector pueda apreciar los calificativos con los cuales los europeos del siglo XVI reconocían y difundían la cultura de los Viejos Abuelos. En este texto, como en casi todas las llamadas “fuentes” encontramos los mismos errores indicios producto de la ignorancia y del eurocentrismo. Para la construcción de una historia “propia nuestra”, necesitamos reinterpretar y revalorar en toda su dimensión y con todas sus limitaciones lo que los europeos escribieron de nosotros hace cinco siglos.

 

“De la fiesta de los mercaderes que usaron los cholultecas”.

 

"Aunque se había dicho harto del culto de los mexicanos daban a sus dioses, pero porque el que llamaban Quetzalcóatl y era dios de gente rica, tenía particular veneración y solemnidad, seguirá aquí lo que de su fiesta refieren. Solemnizábase la fiesta de este ídolo en esta forma: cuarenta días antes compraban los mercaderes un esclavo bien hecho, sin mácula ni señal alguna, así de enfermedad como de herida o golpe; a este le vestían con los atavíos del mismo ídolo, para que lo representase estos cuarenta días, y antes que le vistiesen, le purificaban, lavándole dos veces en un lago que llamaban de los dioses, y después de purificado, le vestían en forma que ídolo estaba vestido. Era muy reverenciado en estos cuarenta días, por lo que representaba; enjaulándo le de noche (como queda dicho) para que no se fuese, y logos de mañana los acaban de la jaula y lo ponían en lugar preeminente, y aquí le seguían dándole a comer preciosas viandas. Después de haber comido, poníanle sartales de flores al cuello, y muchos ramilletes en las manos; traía su guardia muy cumplida con otra mucha gente que le acompañaba, y salían con él por la ciudad, el cual iba cantando y bailando por toda ella, para ser conocido por semejanza de su dios; y en comenzando a cantar, salían de sus casas las mujeres y niños a saludarle y ofrecerle ofrendas como a dios. Nueve días antes de la fiesta, venían ante él, le decían con una voz muy humilde y baja: ”Señor, sabrás que de que a nueve días se te acaba el trabajo de bailar y cantar, porque entonces has de morir”; y él habría de responder que fuese mucho de enhorabuena.

 

Llamaban a esta ceremonia Neyolo Maxitl Ileztli, que quiere decir el apercibimiento; y cuando le apercibían, miraban le con mucha atención si se entristecería o si bailaba con el contento que solía; y si no lo hacía con la alegría que ellos deseaban, hacían una superstición asquerosa, y queda que iban luego que tomaban las navajas del sacrificio, y la va a vales la sangre humana estaba en ellas pegada de los sacrificios pasados, y con aquellas lavazas hacían le una bebida mezclada con otra de cacao, y dábansela a beber, porque decían que hacía tal operación en él, que quedaba sin alguna memoria de lo que había dicho, y cuasi insensible, volviendo logo al ordinario canto, y aún dicen que con éste medio, él mismo con mucha alegría se ofrecía morir, siendo hechizado con aquel brebaje. La causa porque preocupaban quitar a éste la tristeza, era porque lo tenían por muy mal agüero y pronóstico de algún gran mal. Llegando el día de la fiesta, a medianoche después de haberle hecho mucha honra de música e incienso, tomábanle los sacrificadores, y sacrificándole al modo arriba dicho, haciendo ofrenda de su corazón a la luna, y después arrojándolo al ídolo, dejando caer el cuerpo por las gradas del templo abajo, de donde lo alzaban los que lo habían ofrecido, eran los mercaderes, cuyas fiesta era ésta, y llevándole a la casa del más principal, lo hacían aderezar en diferentes manjares, para celebrar en amaneciendo el banquete comida de la fiesta, dando primero los buenos días al ídolo, con un pequeño baile que hacían, mientras amanecía y se quejaba al sacrificado. Juntábanse después todos los mercaderes a este banquete, especialmente los que tenían trato de vender y comprar esclavos, a cuyo cargo era ofrecer cada año un esclavo para la semejanza de su dios.

 

Era este ídolo de los más principal de aquella tierra, como queda referido, y así el templo en que estaba era de mucha autoridad, el cual tenía sesenta gradas para subir a él, quien la cumbre de ellas se formaba un patio de mediana anchura, muy curiosamente en calado; en medio de él había una pieza grande redonda a manera de horno, y la entrada, estrecha y baja, que para entrar era menester inclinarse mucho. Tenía este templo los aposentos que los demás donde había recogimiento de sacerdotes mozos y mozas, y de muchachos, como queda dicho, a los cuales asistía solo sacerdote, que continuamente residía allí, el cual era como semanero, porque puesto caso que había de ordinario tres o cuatro curas dignidades en cualquiera templo, servía cada uno una semana, sin salir de allí.

 

El oficio del semanero de este templo, después de la doctrina de los mozos, era que todos los días, a la hora que se pone el sol, tañía un grande atambor haciendo señal con él, como nosotros usamos tañer en la oración. Era tan grandes de tambor, que su sonido ronco se oía por toda la ciudad, y en un oyéndole, se podrían todos en tanto silencio, que parecían haber hombre, desbaratándose los mercados y recogiéndose la gente, con que quedaba todo en gran inquietud y sosiego. Al alba, cuando ya amanecía, tornaba a tocar, con quedaba la señal de que ya amanecía, y así los caminantes y los forasteros con aquellas señal para hacer sus viajes, estando hasta entonces impedidos para poder salir de la ciudad. Este templo tenía un patio mediano, donde el día sus fiestas decían grandes bailes y regocijos, y muy graciosos entremeses, por lo cual había en medio de este patio pequeño teatro de treinta pies en cuatro, curiosamente encalado, el cual enramaban y aderezaban para que aquel día con toda la pulicia posible, cercándolo todo de arcos hechos de diversidad de flores y plumería, colgando a trechos muchos pájaros, conejos y otras cosas apacibles, donde después de haber comido se juntaba toda la gente. Salían los representantes y hacían entremeses, haciéndose sordos, arromadizados, cojos, ciegos y mancos, viniendo a pedir sanidad al ídolo; los cojos, cojeando, decían sus miserias y quejas, con que hacían reír grandemente al pueblo.

 

Otros salían en nombre de las sabandijas, unos vestidos como escarabajos y otros como sapos, y otros como lagartijas, etc., y encontrándose ahí refería sus oficios, y volviendo cada uno por si tocaban algunas flautillas de que estaban sumamente los oyentes, porque eran muy ingeniosas, fingían asimismo muchas mariposas y pájaros de muy diversos colores, sacando vestidos a los muchachos del templo en estas formas, los cuales subiéndose en unas arboleda que ahí plantaban, los sacerdotes del templo les tiraban zerbatanas, donde había en defensa de los unos y en ofensa de los otros, graciosos dichos, conque en que tenían los circunstantes. Lo cual concluido, hacían un mitote o baile con todos estos personajes, y se concluía la fiesta, y esto acostumbraban hacer en las más principales fiestas."   (*) “Historia Natural y Moral de las Indias”. ISBN 8449203740 Dastin, S.L. España 2003

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