Las civilizaciones más antiguas y con origen autónomo de la humanidad, -quienes aportaron los cimientos más importantes para construir todas las culturas posteriores-, han sufrido una lenta, pero demoledora agresión de parte de la visión moderna del mundo y la vida, que fundamentalmente se desarrolló en Europa y que hoy es de carácter global.
En efecto, el capitalismo, entendido como una forma de ver y significar el mundo y la vida, tiene como premisa el individualismo, el atesoramiento, la usura, la competitividad y el monopolio, la exaltación del ego y el auto-desarrollo, el culto a la materia y el consumismo. La modernidad es en realidad, la implementación del capitalismo. De esta manera, la modernidad ha sido un dogma de los mercaderes que presupone una mejora o evolución humana, pero que en realidad es un retroceso y una involución. Dado que condena a los pueblos a la acumulación de unos cuantos y la pobreza de muchos, a la destrucción y contaminación del planeta y a la perdida de los valores comunitarios y espirituales del mundo y la vida.