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Palabras para una hija. Huehuetlahtolli

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La educación de los hijos fue toda una institución en la vida cultural de las comunidades y representó uno de los logros más importantes del Anáhuac.

Pocos pueblos de la antigüedad dedicaron tanto tiempo, energía y atención en la educación de todos los niños y jóvenes como los antiguos habitantes del Anáhuac. Desde los olmecas en el año 1500 a.C. ya encontramos todas las bases de la civilización del Anáhuac. El telpochcalli, el cuicacalli y el calmécac se mantendrán a lo largo de tres mil años, tanto con los toltecas en el periodo Clásico, y llegarán hasta el Posclásico con los aztecas.

He aquí una muestra de la sabiduría moral y los altos valores éticos como se formaban “rostros propios y corazones verdaderos” en la juventud anahuaca.

 “Estás aquí, collar mío, plumaje fino mío, criatura mía, hija mía: prueba de la fuerza viril, de mi sangre y de mi linaje. Óyeme pues ahora y acoge lo que te diga:

 Has nacido, has llegado a la vida, que te envía acá nuestro señor el creador de los hombres. Y ya vas viendo cómo son las cosas y qué sentido tienen:

No hay placer, no hay alegría; se sufre y se tienen penas; hay cansancio, hay agotamiento y de ahí el dolor brota.

Sí, oye ahora:

Lugar penoso es la tierra, sitio que al hombre hace llorar; que le amarga las entrañas y hace amargo todo cuanto saborea: agua helada, viento helado por todas partes se derraman.

Y sobre nosotros cae muy de veras calor, viento. Y hay hambre y hay sed.

Es en suma eso así.

Óyeme pues, hija mía:

La tierra no es sitio de dicha: no hay en ella alegría, no hay felicidad.

Suelen decir que es lugar de alegría con pena y de dicha con dolor.

Decían antaño los viejos:

 

Para que no siempre anduviéramos llorando, para que no siempre estuviéramos tristes, nos dio el señor: la risa, el sueño, el sustento, nuestra fuerza y nuestro brío y aquel dulce placer de la carne con que se propagan los hombres.

Todo eso alivia la vida en la tierra, con que no andemos llorando.

Y aun cuando eso es así, aunque en esta manera se mantiene el mundo, ¿por eso vamos a estar oyendo sólo, vamos a tener miedo, a andar llorando?

Es uno lo que es: rey, jefe de guerra, persona que rige, que tiene rango, que se llega a Águila y Tigre, y ésa es la vida de la tierra y nadie anda intentando la muerte. Todo es afán, contienda, trabajo. Se busca mujer, o se busca marido.

Pues siendo esto así, hija mía, favor de oírme:

Aquí está tu madre y señora: de sus entrañas y de su seno te desgarraste y desprendiste; cual si fueras una hierbecita, como si fueras una plantita, de ella has brotado y has florecido: es como si estando dormida, hubieras despertado.

Ve, pues: oye, entiende: esa es la vida humana.

No vivas vida vana, no vivas sin cordura, no andes por lugares inciertos.

¿Cómo habrás de vivir? ¿Cómo habrás de seguir por breve tiempo el camino de la vida? Hijita mía, pequeñita mía, tortolita mía: se dice que la vida es lugar de conflictos, de espantos, de temores.

Ten entendido que procedes de gente de valía; de gente de prosapia eres brote: fruto y resultado de nuestros viejos señores. Esos reyes y amos que se fueron y allá en la lejana región de la muerte están en hilera; los que vinieron a tener el solio y el trono; los que vinieron a dar nombre y fama a la nobleza.

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No te envilezcas, no te abajes al nivel de la plebe: debes vivir en trato y compañía de las personas, aunque seas una pobrecita mujer.

Aquí están tus deberes:

Todo día y toda noche da culto a los dioses. Suspira muchas veces al que es Noche y Viento. Ruégale, clama a él, tiende hacia él tus manos.

Especialmente cuando te levantas, cuando te acuestas: y no hagas del sueño tus delicias.

Mantente despierta y echa un salto de la cama cuando media la noche: con tus codos, con tus rodillas recorre el suelo: alza hacia el dios tu cuello y tu cabeza.

Clama, eleva tu voz al que es nuestro dueño, el que es Noche y Viento. El se place en oírte de noche y gusta de hacer mercedes, y es entonces cuando alcanzan sus dones los que lo merecen.

Aun cuando allá en la misteriosa oscuridad se te haya dado un signo funesto, y sea mala la suerte y destino que te ha sido asignado, y bajo el cual has llegado a esta vida, con esa acción tuya se hará bueno, se enderezará, lo trastocará el Dueño del universo.

Y durante la noche mantente en vela. Levántate presto, extiende tus manos, desperézate: lava tu cara, lava tus manos, lava tu boca. Toma presto la escoba y ponte a barrer.

No des gusto a la cama; no te sientas a gusto en tu calor, sino que debes tomar primeramente el incensario: no lo omitas. Con él se obtienen dones, se logra la piedad de nuestro Señor.

Y. hecho todo eso, ¿qué más hay que hacer? ¿A qué mujeril oficio habrás de dedicarte?

¿No será a la preparación de las bebidas? ¿A la molienda en el metate? ¿Al huso y al telar?

Ve con atención cómo quedan, cómo se preparan, cómo se hacen las comidas y las bebidas, lo que ha de comerse. Tales son aquellas comidas que se llaman comidas de los reyes, que son cosas de ellos solos y atributo propio de ellos. Es la razón de nombrarse comidas reales, bebidas reales, comidas de príncipes, y son bebidas hechas con mucho esmero, comidas hechas con mucha diligencia.

Ve todo con atención para que veas cómo todo resulte perfecto.

Si haces tal cosa, vivirás segura y tendrás gran estimación.

Y aun tendrás una nueva ventaja: bien pudiera ser que el Señor te señalara una pobreza suma y te veas en necesidad. Entonces, aplícate a un oficio muy de mujeres: al huso y el telar. Ábrete a ver en qué forma se hace la labor de la pluma y del bordado, el recamado de las telas, su tintura, el entreverar hilos de diversos colores, y la forma en que estas cosas hacen las sirvientas, las señoras y las mismas Princesas. Y ver bien cómo se combinan los hilos largos y cómo se ponen los cabezales.

Pon atento ojo, abre bien tus ojos, no pienses a lo loco, no te des la vanidad y deja de ser negligente.

Este es el tiempo oportuno, este es el buen tiempo. Eres ahora una esmeralda y es un zafiro tu corazón. Íntegro está aún, nada lo afea; puro está, nada lo tuerce; está entero, bien logrado y nada tiene que lo contamine.

Y estamos vivos aún tus también tus padres, nosotros que hemos tenido tan grande estimación para ti, y que somos medios para que el mundo perdure.

Dirás tú: ¿Para qué nacería yo, para qué me han dado el ser?

Obra maestra fue, nosotros te pusimos en penas, pero este es el medio por el cual perdura el mundo.

Y estamos aquí, en tanto que no llegue la mano del Señor con su piedra, y aún no hemos muerto, ni hemos desaparecido.

Ya lo oíste y lo sabes, hija mía, paloma mía, pequeña mía.

Ahora bien, cuando hayamos muerto, cuando hayamos desaparecido, y nos haya ocultado el Señor, tendrás que vivir al amparo de otras personas. No será ni es tu suerte y destino vender legumbres en el mercado, ni leños, ni sartas de chiles, trozos de sal o polvo de salitre por esas puertas y esquinas, porque eres de noble linaje.

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Y aquí está otra cosa que mucho te recomiendo y con que te grito aún:

Criatura mía, hijita mía:

Sé sumamente discreta, no eches mancha a la grandeza y memoria de nuestros mayores, ni sean por tu causa motivo de burla. No arrojes polvo y basura sobre su memoria y su historia.

Por nada de este mundo les des afrentas: no te entregues a una vida de disolución, a vida de cosas asquerosas y sucias, ni te sientas feliz con la basura. Y si no retornas de tu mala vida, ¿acaso te harás como una diosa? ¡Más valdría que murieras!

Y ahora otra cosa más:

Mucha calma, mucha tranquilidad: si alguno se fija en ti y así le plazca a nuestro Señor y alguno habla tocante a ti, no le desdeñes, no le des con el pie, porque ésa es la disposición de nuestro Señor. Acógelo, no te hagas a un lado, no pases dos y tres veces, haciendo la retraída.

Claro es que nosotros somos dueños de la hija, y tú naciste de noble progenie, pero no por eso te envanezcas, ni ofendas a nuestro Señor, que te echará al polvo y a la basura, a la vida de disolución. Y él se sentirá el valioso y el dominador.

En este punto, no te portes como la que en el mercado anda de cambalachera, tratando con una y con otra, o como la que en tiempo de verde anda escogiendo entre cosa y cosa. No andes con ansia loca en pos de nadie. No vaya a suceder que el escogido por nuestro Señor, al cual tú rechazaste y le diste el puntapié se burle de ti y haga mofa de ti y vengas a parar en mujer de la calle.

¡No: ponte en vela! Ve bien que no tu enemigo goce de ti. No te entregues al que va de paso, ni al forastero, al que anda a caza de placeres, al de vida disoluta.

Tampoco sean dos o tres los que te traten. Ni que conozcan tu cara, ni tu cabeza en son de burla esos que han visto.

Uno solo unido a ti y hasta el fin.

Y eso sí, no lo abandones; apriétate y cuélgate a él. No importa que sea un pobre caballero Águila, un pobre Tigre, y aunque sea pobre de los últimos, y un pobretón que apenas tiene para vivir: no lo desdeñes, ni lo hagas menos.

Y que os vea con atención y dé fortaleza aquél que cría y hace a los hombres.

Es lo que te digo yo y es todo lo que pongo a tus ojos para cumplir con mi deber, ante la mirada de nuestro Señor.

Ahora puede ser que tú lo arrojes por allí, como basura: tú lo sabes: yo cumplo con mi obligación.

Hija mía, criatura mía, que nuestro Señor te haga feliz y te prospere.” 

 

 

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