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Dan alivio cocinas de Toledo a damnificados

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Con donativos ha impulsado 30 en Juchitán; 3 mil personas se alimentan gratis diariamente
Diana Manzo  Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 18 de septiembre de 2017, Juchitán, Oax.
No está físicamente, pero su apoyo ha sido esencial para el pueblo de Juchitán. Mujeres, hombres, niños y ancianos agradecen la ayuda que ha impulsado Francisco Toledo, quien, mediante voluntarios y coordinadores, instaló 30 cocinas comunitarias para los damnificados por el terremoto; actualmente unas 3 mil personas se alimentan gratis diariamente de guisos tradicionales.

Las primeras dos cocinas que se abrieron con el apoyo del pintor, oriundo de Juchitán, fueron la ubicada en la Capilla del Señor de Esquipulas, en la séptima sección, y la de la colonia 21 de Marzo. Ello ocurrió el 11 de septiembre, cuatro días después del sismo que devastó este municipio del Istmo de Tehuantepec.

Desde ese día comenzaron a instalarse más cocinas, entre ellas la del municipio de Santa María Xadani, también severamente golpeado por el terremoto. Para el viernes 15 ya eran 30 los espacios de comida tradicional en los cuales los afectados podían alimentarse de forma gratuita.

Los coordinadores de las cocinas, jóvenes zapotecas de Juchitán, quienes prefirieron no dar sus nombres para evitar protagonismos, explicaron que la idea primordial del artista plástico es que, a partir de las donaciones que recibió, sea la sociedad civil la que cocine los guisos tradicionales.

Un letrero naranja con letras negras advierte: “Aquí no hacemos negocio. Es cocina comunitaria gratis. Atte. C. Chico Toledo… Gracias”. Está en frente de la casa de Rosalinda Guerra López, sobre la avenida Insurgentes, en la séptima sección de Juchitán, una de las zonas más afectadas por el terremoto.

Desde hace una semana, Rosalinda y otras 14 mujeres se organizaron para brindar ayuda a los damnificados. Su ritual comienza cuando salen los primeros rayos del sol y de inmediato prenden el fogón. Su labor es totalmente voluntaria, pues no reciben pago alguno; incluso, a veces tienen que poner unos pesos de su bolsa para comprar lo que haga falta.

No hay estufas de gas ni refrigeradores, mucho menos licuadoras y lujosas vajillas, casi todo se perdió. Mientras preparan el menú del día, chayotes con huevo y frijoles, narran sus situaciones: las casas de algunas se vinieron abajo y las de otras están agrietadas.

Las mujeres del Istmo, principalmente Juchitán, se caracterizan por ser extraordinarias cocineras. No necesitan tomar un curso; la sazón la heredaron de sus abuelas y eso las motivó a organizarse y crear las cocinas comunitarias.

En esos espacios la comunalidad ha tomado fuerza, ya que en ellos reina la solidaridad. A Juchitán llegan vehículos de la sociedad civil provenientes de distintas regiones de Oaxaca y del país para dejar sus apoyos.

Los lugareños siguen esperando la ayuda de las autoridades municipales, las cuales se han esfumado. Pero ahora, dicen, ya no duele esa insensibilidad, pues ellos se organizan para enfrentar la tragedia y luchar por salir adelante.

La recomendación del maestro Toledo fue consumir alimentos naturales y dejar de lado los enlatados; por eso nos ha dado verduras y alimentos básicos, como huevo y frijol. Los vecinos también cooperamos. Hemos comprado carne y hacemos caldo de res; también a las lentejas les ponemos trozos de carne, explica Rosalinda Guerra López.

Los coordinadores de las cocinas comunitarias forman parte de la asociación civil Amigos del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), que tiene un espacio que funge como bodega y de ahí cada tercer día abastecen a las cocineras de azúcar, huevo, café, arroz, frijol, lentejas y café, principalmente.

Por las mañanas, cada representante de las cocinas acude por entre ocho y 10 kilogramos de tortilla, es decir, a diario se consumen alrededor de 300 kilogramos de ese alimento, y por la noche se distribuyen piezas de pan tradicional.

El maestro Toledo nos ha dado jitomates, chiles, cebollas, ejotes, zanahorias, papas, chayotes y hasta pollos para preparar los guisos. Hemos hecho lentejas, caldo de pollo, bisteces, caldo de res, detalló Teresa López Suárez, otra de las cocineras.

Cuenta que en las tardes, mientras las cocineras se relajan, ya piensan en el menú del día siguiente, y así le hemos hecho para comer sanamente en medio de esta tempestad.

En las cocinas las mujeres se organizan en grupos, algunas hacen el desayuno y otras la comida, mientras los hombres ayudan a servir los alimentos y en las noches fungen como vigilantes.

Aquí todos somos voluntarios; somos 15 mujeres, y también hay varios hombres, pero algo importante es que se han sumado jovencitos que nos ayudan a servir la comida y otras veces hacen sus rondines por la cuadra. Esto lo llamamos solidaridad, resaltó López Suárez.

Una vez que los guisos se han elaborado, una de ellas avisa a los de la cuadra, y de inmediato salen con sus platos o recipientes. Algunos traen de barro y otros de plástico, se les sirve lo suficiente para una ración que les permita quedar satisfechos.

Agradecidas con el apoyo

Preparamos para 100 personas; por ejemplo, para un caldo de res compramos entre todos los vecinos 10 kilogramos de carne. El resto de los ingredientes son de los donativos de Chico Toledo, a quien conocimos hace muchos años y estamos agradecidos por su apoyo. Las horas pasan y parecen no cansarse, mientras unas pican para el desayuno, otras preparan el café, y unas más lavan platos y tazas.

En las cocinas para todos hay, a nadie se le niega el alimento, no hay distinción económica y tampoco de ideología, aclara Teresa. “Aquí come el vecino, la vecina, el niño o la niña. Al que tenga hambre y va pasando se le ofrece un bocado; por las noches damos café y pan, y así sucesivamente le hemos hecho en todos estos días

No ha sido una tarea fácil, pero nos gusta, nos hemos vuelto más solidarios y hemos valorado la vida. Vivimos el hoy, eso es lo importante.

Para las mujeres, cocinar también se ha vuelto una terapia, porque mientras preparan los alimentos se desahogan, platican de aquel 7 de septiembre, de aquel movimiento telúrico que describen como fuerte, horrible, de miedo, del terremoto que llaman susto, que aún sigue latiendo y que no termina de esfumarse de este territorio zapoteca.

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