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Alfredo Lpez Austin

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Alfredo Lpez Austin
Pedro Salmern Sangins
Peridico La Jornada
19 octubre 2021.
De Alfredo, qu aadir? Sus discpulos, sus colegas ya lo estn diciendo todo. Slo algunas ancdotas que quiz echan luz sobre su persona, su bonhoma, su generosidad, su sabidura. Mis amigos y yo madrugamos el da de las inscripciones de tercer semestre de licenciatura (en septiembre de 1993) para alcanzar lugar en su curso Mesoamrica I. Lo logramos. En el viaje de prcticas que ese semestre hicimos a Monte Albn y Mitla, me enamor de Gaby Pulido, mi esposa.

En esos aos, el examen que Alfredo aplicaba (era obligatorio tutearlo: si le hablabas de usted no te responda) consista en dos preguntas, y elegas una para desarrollar un breve ensayo. Me tocaron El calendario maya y La traza urbana de Monte Albn. Estuve tentado a devolver la hoja en blanco, pero lo medit seriamente y me dije a m mismo no vuelvo a estudiar para este examen: voy por el seis. Saqu seis. En el segundo semestre me toc la pregunta correcta: La guerra entre los mexicas (s, desde entonces era tema de mi inters) y me dije de aqu soy.

Aos despus, en un desayuno con amigos, con Martha y con Gaby, Alfredo dio muestras de su prodigiosa memoria y su perpetuo inters por sus alumnos al comentar aquellos exmenes: Pedro es como (aqu, el nombre de un clebre matador de toros, que he olvidado). Como no s de toros, le pregunt, por qu, Alfredo? Respondi: Porque unas veces sales escoltado por la polica y otras, en hombros de los espectadores. As era: nos recordaba, segua a sus alumnos, como nosotros a l. Volv a ser su alumno directo, como oyente, otros dos semestres, y con l y con Martha visitamos Palenque, Comalcalco, Tzin-tzun-tzan, Ihuatzio, Cempoala, Tajn?

Alfredo López Austin

Corría 1994, un año que nos revolucionó a muchos de quienes lo vivimos y tratamos de entenderlo. Fue el año del EZLN, que para sensibilidades y sabidurías como la de Alfredo significaba la reaparición en la superficie de las corrientes subterráneas de nuestra historia. En ese año y los siguientes hizo lo que pudo, cuanto pudo, por acompañar a las indígenas rebeldes. Además de ser asesor de los diálogos de San Andrés y de acompañar al obispo Samuel Ruiz en la comisión que detuvo la guerra tras la traición de Zedillo en 1995, estuvo con nosotros, como uno más, en el contingente de la Facultad de Filosofía y Letras en todas las marchas importantes, desde aquella multitudinaria que en enero de 1994 expresó su respaldo al zapatismo y exigió al gobierno detener la guerra.

A finales de ese año presentó uno de sus más hermosos libros, Tamoanchan y Tlalocan. Sus alumnos acudimos en tropel al Fondo de Cultura Económica a escuchar lo que decía en su más reciente libro, uno de los más hermosos (lo recordamos en estos días con Leonardo Lomelí y Lolita García Pimentel, dos de quienes formaron ese tropel). Y dos cosas se me quedaron grabadas para siempre: Alfredo se preguntó si en este país, si en un país como el nuestro, ante el ¡ya basta! de los indígenas zapatistas, servía de algo ser historiador. ¿Sirve de algo ser historiador?, ¿tiene valor social lo que hago? Y se respondió: Si cada año contribuyo a que 50 jóvenes conozcan y quieran más a su país, mi trabajo tiene sentido. Lo otro que recuerdo es el generoso, inmenso elogio que le hizo su amigo Eduardo Matos Moctezuma.

En 2000, Álvaro Matute reunió un equipo de colegas y discípulos suyos para hacer un balance de la historiografía mexicana del siglo XX, analizando 30 libros de otros tantos historiadores (el criterio de selección lo explican Matute y Evelia Trejo en la introducción del libro). Por unanimidad, indiscutiblemente, Alfredo quedó desde la primera lista, lo difícil fue decidir cuál de todos sus libros imprescindibles analizaríamos (o analizaría Federico Navarrete, quien escribió el ensayo sobre la obra de Alfredo). Nos decidimos por Hombre-Dios, su biografía de Quetzalcóatl, que inicia recordándonos que: ?Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl [?] nació, para bien de los hombres, en el altiplano central de México, en el año de 843, o en el de 895, o en el de 935, o en 947, o en 1156? ¿Nació? Porque según minuciosos estudios de las fuentes, se ha podido desde negar su existencia hasta afirmar que murió en Uxmal, en la Pirámide del Adivino, el 4 de abril de 1208, a las seis de la tarde, tiempo de Yucatán?.

No puedo tampoco dejar de recordar su fundamental carta de hace dos años, No hay perdón para los regímenes coloniales (https://cutt.ly/XRgDBce), que también muestra su creciente crítica al actual gobierno, lo que no reduce ni un ápice de mi respeto y admiración por él, al contrario.

Habría mucho más que decir, pero no queda espacio. Les mando un fuerte abrazo a Martha, a Leonardo, a todos los suyos; a la UNAM, al país entero, que lo echará de menos. Quedan por siempre su obra y su ejemplo.

Twitter: @HistoriaPedro

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