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COLONIZADORES-COLONIZADOS II

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Somos hijos de los hijos de una de las más antiguas civilizaciones del planeta. La que alcanzó el más alto nivel de desarrollo humano, -para todo el pueblo-, en la historia de la humanidad. Desde la invención del maíz, la milpa y el Calpulli, hasta nuestros días, han pasado diez mil años.

Sin embargo, desde hace 500 años, fuimos invadidos y ocupados por fuerzas militares y económicas foráneas- que desde 1521, destruyeron nuestras leyes, instituciones y autoridades ancestrales. En su lugar, impusieron, nuevas leyes, instituciones y autoridades de carácter colonial. Tres siglos a favor de la corona española, y los dos últimos, al servicio de una “ideología criolla” de extranjeros avecindados.

La base de la colonización, “cinco centenaria”, se fundamenta en la “amputación” de cinco Elementos Culturales estructurales a los pueblos invadidos-ocupados. Como persona, familia o pueblo, cuando se les amputa: los lenguajes, la memoria, los conocimientos, los espacios y la espiritualidad; las personas, las familias y los pueblos quedan hechos, -literalmente-, polvo. Se convierten en “nada”. Es decir, en zombis que han perdido la forma de expresarse de manera oral, artística o política. Quedan mudos, silentes e indefensos para siempre.

Cuando les amputan su memoria histórica, cuando no saben, de dónde vienen, quiénes fueron sus antepasados, cuáles sus logros, cuáles sus alcances, cuáles sus fracasos y sus desafíos, el pueblo queda amnésico, ignorante de sí mismo, ausente. Sin dignidad, sin un rostro propio, vagan dado tumbos en “el laberinto de la soledad”.  Tratando, inútilmente, de ser, algo que jamás serán. Aunque se pinten el pelo, usen cremas blanqueadoras, o se vuelvan feroces y opulentos explotadores.

Cuando se les amputan sus conocimientos, todo su potencial creador y su sabiduría ancestral, queda invalidado. Los convierten en seres estúpidos, impotentes de crear y recrear el mundo en donde viven. Todo lo tratan de copiar. Ineptos e incapaces, siempre en espera de que personas o ideas de afuera, vengan a resolver sus problemas.

Cuando les quitan todos los espacios. No solo los espacios físicos, como las mejores tierras. Sino los espacios comunitarios, sociales, políticos, sagrados. Los dejan “en el aire”, sin raíces y cimientos para “construir” de manera física e intelectual, de manera individual o colectiva. 

Y finalmente, cuando les quitan la milenaria espiritualidad, y se les impone a sangre y fuego, una religión ajena, en la cual, quedan excluidos; pierden la espiritualidad y el sentido sagrado del mundo y la divinidad de la vida. Se convierten en fanáticos idólatras de “algo”, que no entienden cabalmente y del cual, siempre están excluidos.

Cuando a una persona, a una familia o a todo un pueblo, le apuntan estos cinco elementos culturales esenciales, el resultado es la vulnerabilidad, la inseguridad y la violencia. Se convierte en un colonizador-colonizado, que pretende explotar a sus hermanos y depredar los recursos naturales, siempre dispuestos, sin dignidad, a entregarse “al mejor postor”, aptos para que otro los explote y los humille impunemente. Pero al mismo tiempo, prestos para humillar y a explotar a un hermano.

La triste realidad de México, es que, tanto los colonizadores avecindados, como los colonizadores locales, han perdido, no solo su humanización, sino su raíz. Los avecindados rechazados por su cultura Madre de su lejano país de origen; tanto como los locales, que rechazan su cultura Madre ancestral. Ni de aquí ni de allá, perdidos en el laberinto, -cinco centenario-, de ser extranjeros incultos en su propio país. Depredadores y explotadores desalmados de sus hermanos, colonizados-colonizadores.

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