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HIEROFANIAS DEL ANÁHUAC 1/4

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HIEROFANIAS DEL ANÁHUAC  1/4
Los antiguos mexicanos forman parte de una sola civilización, por más culturas diferentes que han existido en tiempo y espacio en el Anáhuac. Lo que implica, fundamentalmente, que compartieron una misma matriz filosófica cultural.

Este conjunto de ideas que explica la vida y la muerte y su relación con la naturaleza, el universo, así como el sentido sagrado y divino de la existencia, en lo fundamental, no es muy diferente de las otras cinco civilizaciones Madre del planeta. En efecto, cuando un ser humano o un pueblo han llegado a un estadio superior de desarrollo, cuando han satisfecho las necesidades básicas de subsistencia material, necesariamente buscan darle significado a su vida y trascender su existencia en el plano espiritual, sagrado y divino. Porque la toma de conciencia de un mundo real y significativo se halla en íntima relación con el descubrimiento de lo sagrado.

Aunque la agricultura se inventa en el Cem Anáhuac hacia el sexto milenio antes de la era cristiana, la Cultura Madre aparece decantada y con su propia personalidad, entre los estados de Veracruz y Tabasco alrededor del año mil quinientos a.C. Los olmecas nos dejaron testimonios de las bases de lo que será la civilización del Anáhuac. En el Período conocido como Formativo o Preclásico, los Viejos Abuelos desarrollaron y perfeccionaron los sistemas: alimentario, de salud, de educación y de organización social, que serán los cimientos estructurales de donde se desprenderá lo que más adelante se conocerá como Período de Esplendor o Clásico, que comprende del 200 a.C. al 850 d.C.

Los toltecas llevarán al cenit civilizatorio el proyecto filosófico del Cem Anáhuac que iniciaron los olmecas. Testimonio de esta continuidad ?filosófico-cultural-sagrado-divina? la podemos apreciar en la iconografía, que nos presenta los diseños y símbolos fundamentales que dejaron esculpidos, labrados, pintados o bordados: como el quincunce, la serpiente emplumada, el jaguar, el águila y la dualidad divina a partir del par de opuestos complementarios que ?humanizan? al mundo y que se observan claramente a través de dos perfiles encontrados de dos serpientes o dos quetzales. Y por supuesto el sistema constructivo de pirámides truncadas, juegos de pelota, patios cuadrados flanqueados por cuatro habitaciones, estelas, esculturas en tres dimensiones y un largo etcétera, que llegará casi intacto y con pequeñas variantes hasta la misma llegada de los españoles.

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Poca gente observa estas similitudes que se mantuvieron por lo menos durante tres milenios, no solo en el Cem Anáhuac, sino que asombrosamente, lo comparten todos los pueblos indígenas desde Alaska hasta Tierra del Fuego; pero que la visión eurocentrista y colonizadora nunca ha aceptado que en estas tierras existían antes de la invasión, pueblos con una civilización mucho más adelantada que la europea de aquellos tiempos. Y lo que también es importante señalar, que todos los pueblos compartían una misma matriz ?filosófica-cultural-divina-sagrada?. Los colonizadores siempre han estudiado a los pueblos y culturas invadidas por sus diferencias, no por sus semejanzas. Las cuales son muchas y muy asombrosas.


Pero el punto de este ensayo es la necesidad de conocer la estructura del pensamiento filosófico-religioso del Anáhuac, para que, a partir de su esencia y su raíz, podamos entender y visualizar el tronco y la fronda del proyecto civilizatorio que eminentemente es de carácter sagrado y divino. Este desafío es fundamental para entender de raíz nuestra civilización Madre y acabar para siempre la paupérrima visión colonizadora. La Hermenéutica del México Antiguo se nos presenta como una próxima tarea urgente a emprender.


Nuestros antepasados más remotos, después de haber logrado satisfacer las necesidades básicas de subsistencia, enfocaron toda su capacidad, talento y sensibilidad para trascender los limitados espacios materiales de la vida y penetrar a los insondables campos del Espíritu Humano, el Universo y llegar a la fuente primigenia, es decir, despegarse del mundo profano y entrar al universo de lo sagrado y de lo divino. La toma de conciencia de la sacralidad del mundo y de la vida, liberan al ser humano de su estado animal-profano, donde satisfacer sus necesidades materiales es todo cuanto existe en el limitado perímetro de su existencia elemental. La conciencia de un mundo sagrado y la sacralidad de la vida humana permitieron a los Viejos Abuelos crear su portentoso universo cultural. La conciencia de lo sagrado fundamenta ontológicamente la existencia de la Civilización del Anáhuac. El Anáhuac empieza a ser ?mundo?, en la medida en que se devela su sacralidad y el ser humano deja de ser un animal con necesidades básicas materiales, hasta que toma conciencia de su potencial espiritual, su sacralidad y su misión en la vida y el universo.

Lo hicieron los egipcios, los mesopotámicos, los chinos, los indios y por supuesto que también lo hicieron nuestros Viejos Abuelos.

Este conocimiento es el legado más importante que hemos heredado de miles de años de evolución y desarrollo humano. A este conocimiento los Viejos Abuelos le llamaron TOLTECÁYOTL y se entiende como el legado más importante de los toltecas. La incapacidad para entender lo más preciado de nuestro legado histórico-cultural, deviene en parte, de que actualmente vivimos en una cultura materialista, desacralizada y pragmática; y por supuesto, por el colonialismo mental, cultural y espiritual en el que hemos vivido los últimos cinco siglos. Educayotl AC.

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