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SOBERBIA ESTUPIDEZ

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Los filósofos de “la transmodernidad y la decolonialidad”, como Enrique Dussel o Ramón Grosfoguel, afirman, que a partir de 1492 se inicia “la modernidad, el eurocentrismo y el capitalismo”. Lo cierto, es que el planeta inició “la universalidad europea” y se han ido diluyendo la “pluriversalidad” del mundo antiguo. Y es justamente, esta visión del mundo y la vida, sustentada en la materia, el consumo, el individualismo, la idolatría al “becerro de oro”, que nos está llevando al colapso humano y planetario.

Pero toda esta absurda y grotesca realidad tiene un elemento  fundamental que la hace posible, la soberbia estupidez del ser humano modernizado. En efecto, el ser humano moderno basa la creencia, de su supuesta superioridad sobre, no solo de todos los seres vivos del planeta, sino llega al extremo de creerse la única especie superior del universo, y duda, todavía, a estas alturas del siglo XXI, en que existe vida en otras estrellas.

Se han creído sus dogmas civilizatorios, de que su dios los hizo a imagen y semejanza de él, que les dio el mundo para su provecho, que son superiores a cualquier ser vivo y que ellos pueden explotar sin ningún remordimiento a cualquier ser vivo que se les cruce en el camino. “El Imperio del Hombre Universal”, es decir, el europeo no tiene límites. 

Esta soberbia estupidez, no le permite pensar, que lo que los seres humanos modernos, le están haciendo a otros seres vivos, como los animales que consumimos, a los cuales los mantienen en una existencia miserable en denigrantes factorías recibiendo una vida y una muerte dolorosa, como las gallinas, cerdos, vacas, conejos, peces, caballos, chivos, etc. Seres vivos que los hacinan en gallineros, corrales estabulados, bodegas encementadas, dándoles de comer químicos para falsear su sabor, color, textura, olor y dimensión, para hacerlos más rentables, engañando y enfermando a los consumidores.

Esta soberbia estúpida, no les permite pensar que, según las leyes universales, “lo que es arriba es abajo, lo que es adentro es afuera”. Que de igual manera, el ser humano, es alimento de otros depredadores que no vemos ni percibimos. Igual que las gallinas o los cerdos, no perciben al ser humano como su depredador. Pero que, de igual manera, nuestros depredadores nos explotan, nos mantienen y nos consumen, igual que nosotros a las gallinas o a las vacas estabuladas.

La vida humana en estos tiempos de los estertores de la modernidad, a final de cuentas, no difiere mucho de la vida de las gallinas en la granja. Vivimos hacinados, comemos químicos, vivimos estresados, hemos perdido nuestra “humanidad” y las ideas que nos “han metido”, con la multimedia, la televisión, la radio, la Internet, nos tiene embrutecidos, trabajando y consumiendo para hacer más ricos a los dueños del dinero. La razón de la vida moderna es alimentar al mercado, más nada.

Fuerza invisibles a nuestra percepción nos manejan y nos mantienen para alimentarlos. Somos alimento igual que los son las gallinas. Estamos iguales, a pesar de nuestra “gran inteligencia y supuesta superioridad”. Entre gallinas y seres humanos, a final de cuentas, no existe diferencia. Esa es la realidad que no queremos ver y entender. La vida de los seres humanos modernos ha perdido su sacralidad y su capacidad de poseer la conciencia. La maestría de la conciencia de la sacralidad de la existencia, una de las tres maestrías de la Toltecáyotl en el vértice superior de la pirámide de desarrollo humano tolteca, sería el antídoto de la soberbia estupidez. Amable lector, usted qué piensa. Descolonizar es dignificar. www.toltecayotl.org 

 

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