.
.
La exclusión de los valores y principios de la civilización del Anáhuac, en la formación del mestizaje, ha sido el más grave error histórico, tanto de los criollos como de los mestizos. Se han privado de lo mejor de sí mismos.
En efecto, toda mezcla racial y cultural es promotora de la diversidad y la innovación. De hecho, no existen pueblos “puros” racial y culturalmente en el planeta. Partiendo de que el origen del ser humano viene de África y que las culturas más antiguas, como la sumeria, es producida por la cultura Obeid (4500 a.C.) y posteriormente por la cultura Umma, hasta llegar a la cultura persa, que a través de miles de años y mestizajes diversos consolidó un rostro propio que la define y la representa. Lo mismo podríamos decir de Egipto y de las demás civilizaciones llamadas Madre. Todas y cada una de ellas fueron el fruto del encuentro y mezcla entre pueblos y culturas diversas.
El ejemplo más obvio es el pueblo español, que es la mezcla más grande de las mezclas raciales y culturales, pues la península ibérica siempre fue y ha sido un puente geográfico, étnico, lingüístico y cultural entre África y Europa. El pueblo español está conformado por iberos, celtas, godos, visigodos, cartagineses, romanos, berbergs, árabes, africanos, entre muchos otros. Y esta serie de encuentros, fusiones y apropiaciones culturales se traducen en riqueza humana y en la sistematización de la sabiduría existencial que aporta cada pueblo y cultura. España es la síntesis de toda la experiencia, sabiduría y sensibilidad, que a través de los siglos aportaron todos estos pueblos. Ahí radica justamente su belleza y su fuerza.
Sin embargo, los criollos y los mestizos en la formación del país que ellos llamarón equivocadamente “México”, (en honor a la Gran México-Tenochtitlán de los mexicas, negando a todos los demás pueblos originarios del Anáhuac, que no son mexicas y mexicanos), siempre excluyeron esquizofrénicamente la riqueza, experiencia y sabiduría de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo. Este grave error lo han pagado y lo siguen pagando a un precio muy alto, pues han quedado impotentes, perdidos en el “laberinto de la desolación”.
Los criollos, porque a lo largo de la Colonia siempre se sintieron y se comportaron como españoles de segunda. Siempre envidiándole al gachupín su capacidad de generar la riqueza y permanentemente frustrados, tratando de ser “más españoles que los de España”. Muchas fueron las críticas de los viajeros peninsulares y europeos, de este lastre en el Virreinato de la Nueva España, donde todos querían ser más nobles y más hispanos en sus excesos, que en la propia corte de Madrid. Este sentido de lejanía los hacía ser excesivos y recalcitrantes en mantener “un ser y sentir español” y por consiguiente, alimentó sus cuantiosas fobias a las culturas originarias. A pesar de que se criaban, vivían, comían y se enriquecían de la generosa cultura local. Pero sobre todo, nunca se dieron cuenta de que esta cultura Madre, tan antigua como la de la China o de la India, poco a poco los fue transformado al punto que a pesar de rechazarla, cuando regresaban y regresan a España, los españoles al verlos y sentirlos diferentes, les han llamado “indianos”, pues ya no son como ellos, el mestizaje cultural los ha hecho diferentes.
Los mestizos también en estos cinco siglos han cargado la misma cruz. Sí los criollos eran rechazados por los gachupines, los mestizos eran rechazados por los criollos, que los sentían menos. Pero al mismo tiempo, los mestizos rechazaban a los pueblos y culturas originarias. De esta manera, sí los criollos se empeñaban en ser más españoles que los españoles de España, los mestizos se empeñaban en ser más criollos que los criollos, primero de la Colonia y luego del “México independiente”. El mestizo acepta su mestizaje a regañadientes, pero siempre se afirma y se siente mucho más “español”. Ambos, tanto criollos como mestizos, despreciaron, excluyeron y negaron la riqueza, experiencia y sabiduría de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad. Razón por la cual, nunca han logrado trascender sus propias autolimitaciones mentales y culturales.
Tanto criollos como mestizos, por la colonización mental y espiritual no han podido desarrollar en plenitud todo el potencial creador e innovador que tiene la mezcla cultural en el género humano. Por esta razón es que el país que fundaron en 1821 ha sido un país impotente, siempre enfrentado y dividido, siempre depredado por propios y extraños. Muy pocas veces se ha amado, respetado y luchado por el verdadero pueblo. Como apuntó en su día Guillermo Bonfil, el México imaginario siempre ha querido “recatar” al México profundo, pero jamás lo ha tomado en cuenta. No reconoce ningún valor en la esencia y raíz civilizatoria anahuaca.
La formación de “la nación mexicana” ha estado en manos de un puñado de extranjerizantes que han querido civilizar, cristianizar, progresar, modernizar, industrializar, integrar, neoliberalizar y globalizar al país. Siempre divididos y enfrentados. Sí unos eran liberales los otros eran conservadores, sí unos eran republicanos los otros monárquicos, sí unos eran federalistas los otros centralistas, sí unos eran pro Estados Unidos los otros pro Europa, sí unos son priístas los otros panistas. En lo único que los dos bandos han estado totalmente de acuerdo es en negar y excluir los derechos y culturas originarias. Para este puñado de líderes, la civilización del Anáhuac no ha tenido nada que aportar para la construcción de “su nación”. Todo lo referente a la civilización anahuaca es digno de desprecio, rechazo y destrucción, sean sus lenguas, tradiciones, usos y costumbres.
La idea que siempre han tenido los criollos y los mestizos es la desaparición de los pueblos y culturas anahuacas, sean por medio de “la integración” a la cultura dominante o literalmente por el genocidio, para la explotación de sus territorios y recursos naturales, que desde milenios han sido comunitarios y no sujetos a la explotación depredadora. Pero esta política y actitud cultural de genocidio que ha vivido la sociedad y cultura colonizadora y neocolonizadora, también se lleva a la par en el universo personal, familiar y comunitario. El criollo y el mestizo, permanentemente están a la caza y satirización de las manifestaciones culturales anahuacas en sus propias vidas cotidianas y en su mundo familiar y social.
El punto es desaparecer todo vestigio, presencia o referencia de la cultura anahuaca, tanto en el fenotipo, la lengua, el vestir, alimentación, gustos y preferencias, como también en los usos y costumbres personales, familiares y sociales. Entre más hispano, francés o norteamericano sea el criollo y el mestizo, mejor se sitúa en la pirámide social. Ambos, jamás han vislumbrado la riqueza y las mayores posibilidades que tendrían sí hicieran suya la sabiduría milenaria de la Toltecáyotl. Sus complejos e ignorancia les ha impedido dimensionar el poderío y el potencial que tiene el fusionar y equilibrar las dos culturas.
Porque es indudable que pese a su consiente negativa de tomar en cuenta el potencial de la civilización anahuaca, inconscientemente lo han hecho y han podido producir –en los dos casos-, una gran cantidad de maravillosas manifestaciones culturales, únicas en el mundo, como es la charrería, la cultura culinaria, la música y un largo etcétera. Los criollos y los mestizos, ni son españoles ni anahuacas, son una mezcla forzada de las culturas de Europa, Asía y África por una parte, y por la otra, de las diversas culturas del la civilización del Anáhuac.
Hasta ahora ha sido una mezcla producto de la violencia, el abuso, la ignorancia y la negación, una mezcla inconciente. Pero esa mezcla, a pesar de esto ha producido elementos culturales esquicitos y maravillosos. El desafío, en la construcción de una nación con justicia y sin exclusiones, es iniciar una mezcla creativa, respetuosa y inteligente, en condiciones de justica e igualdad.
Por razones históricas que no trataremos en esta reflexión, la civilización del Anáhuac perdió su continuidad y evolución natural de manera temporal que desarrolló durante siete milenios y medio. En estos últimos cinco siglos se ha mantenido en la cultura de la resistencia los elementos culturales más importantes heredados de la Toltecáyotl. Es claro y obvio que el proyecto neocolonial no tiene futuro. El desafío para el presente inmediato es pensar cómo construiremos una nación más justa y humana. Y por supuesto, que no será, como se ha venido haciendo en los últimos cinco siglos…trayendo ideas de fuera y excluyendo la sabiduría y experiencia propia-nuestra de carácter ancestral. Ni tampoco cayendo en el mismo error de excluir lo que somos como parte mestiza de la cultura occidental. Tenemos que construir un mestizaje cultural CONCIENTE, PROACTIVO Y PARTICIPATIVO, en el que todos los pueblos y culturas que hoy conforman la nación, participen con las mismas oportunidades. Todos los que compartimos esta nación, sean menonitas, afro descendientes, orientales, centroamericanos, todos tienen el mismo derecho y deberán tener las mismas oportunidades. Ingenuos y tal vez racistas son aquellos que piensan en la “pureza” anahuaca, que además, nunca existió, dado que existen pruebas y elementos culturales innegables de los contactos anahuacas con el Tawantinsuyo y los pueblos asiáticos, mucho antes de la invasión europea. No se puede construir una nueva nación con los más graves vicios de la anterior.
México está cambiando, el mundo está cambiando. El cambio no es el punto, el cambio es más que obvio. El desafío es saber sí tendremos la sabiduría para retomar la experiencia civilizatoria del Anáhuac en la construcción de una nueva sociedad. El desafío es saber si podremos orientar ese cambio de manera endógena y tomando como cimientos los ocho mil años de experiencia civilizatoria en el desarrollo humano.
Los pueblos anahuacas del siglo XXI y sus descendientes culturales, necesitan mucho de los criollos y de los mestizos. De sus logros y alcances en el mundo del tonal. De la misma manera que éstos necesitan de la sensibilidad, espiritualidad y sabiduría ancestral que poseen los pueblos anahuacas en el lado del nahual. El equilibrio es y ha sido siempre el desafío de los guerreros y guerreas toltecas de la Muerte Florecida. Necesitamos un renacimiento producto de un verdadero mestizaje. El esperado regreso de Quetzalcóatl no es otra cosa que el encuentro de Quetzal-espíritu, con el cóatl-materia en la vida diaria y en la construcción social. Los pueblos que constituyen lo que hoy llamamos “México” debemos encarnar el Quetzalcóatl en nuestro corazón, nuestra vida familiar y social, en la construcción de una nueva sociedad que integre a todos y que no excluya a nadie.
Ante el inminente colapso social, cultural, moral y económico de la nación mexicana. Los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas debemos tener muy claro qué es lo que debemos hacer, no importa que por el momento nos resulte imposible hacerlo. Lo que requerimos es concebirlo, lo demás… será lo de menos. (2009)