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Refrendan a la poesía como idioma común entre pueblos y culturas

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En una velada se efectuó el séptimo festival Las Lenguas de América: Carlos Montemayor
Doce autores rindieron tributo a la palabra y la musicalidad, a la naturaleza y la esencia humana, a los ancestros y la vida
Las zapotecas Natalia Toledo e Irma Pineda condujeron ese recital
Ángel Vargas
Periódico La Jornada
Sábado 15 de octubre de 2016.

La poesía refrendó su condición de idioma común entre pueblos y culturas durante el séptimo Festival de Poesía Las Lenguas de América: Carlos Montemayor, efectuado la noche del jueves en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Fue una velada en la que 12 poetas de varios confines de México y el continente americano rindieron tributo a la palabra y la musicalidad, a la naturaleza y la esencia humana, a los ancestros y la vida.

Organizado por el Programa Universitario de Diversidad Cultural e Interculturalidad, el encuentro reunió a un público joven que llenó tres cuartas partes de las más de 2 mil 200 butacas de la Sala Nezahualcóyotl.

Las poetas zapotecas Natalia Toledo e Irma Pineda fungieron de conductoras de este singular recital de más de tres horas en el que se cantó al amor, lo mismo de origen místico y filial que al erótico; a la muerte; al prodigio de la naturaleza y sus dones; a la sabiduría contenida en los pueblos originarios; al color y las aves; a la generosidad de la madre Tierra y la bendición del agua, y al tiempo y su inagotable paciencia.

Hubo, de igual manera, espacio para la reafirmación y el orgullo de ser indígena, como lo enalteció con su voz la ecuatoriana Gladys Liliana Potosí Chuquín, poeta de origen kichwa karanki.

También para el dolor y el reclamo de justicia, encarnados en el mexicano Hubert Matiúwàa, perteneciente a la nación mè’pháa de la región de la Montaña de Guerrero, quien en sus versos evocó a los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa desaparecidos y exigió su regreso con vida.

La participación de ese poeta fue uno de los momentos más conmovedores, pues la juvenil audiencia, compuesta en su mayoría por universitarios, varios de ellos aún de aniñados rostros, formó un espontáneo coro para espetar a todo pulmón las consignas de “Ayotzinapa vive” y “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.

Como parte de la dinámica, cada uno de los participantes leyó ejemplos de su quehacer durante unos 20 minutos, primero en su lengua de origen y luego en español, sea por su propia cuenta o mediante traductor.

Invitado de honor, el historiador Miguel León-Portilla, uno de los principales impulsores de las lenguas y las culturas indígenas en México, no pudo asistir, sin embargo envió un poema en náhuatl a manera de saludo.


Fue un texto en el que el eminente intelectual canta a la Ciudad de México-Tenochtitlán y evoca su esplendoroso pasado como lugar bueno y hermoso, recinto de flores y niebla de humo, pero también lamenta su condición actual de “ciudad mortaja” y “trastornado lugar de ruido”.

Cual si se tratase de un ritual, gran parte de la sesión transcurrió en solemne silencio de la audiencia, que sólo se resquebrajaba cuando el participante en turno concluía de leer sus poemas y entonces irumpían los aplausos.

Así ocurrió con el totonaco Manuel Espinosa Sainos, de Puebla, y su poesía de corte amoroso, como aquella en la que afirma: “los muertos hablan de amor,/ le ponen collares de flores al recuerdo,/ se niegan a morir abandonados”.

Lo mismo sucedió con Winston Farrel, de Barbados, quien más que leer cantó y puso a cantar y bailar al público con su melodiosos poemas en inglés de alegría contagiante.

Y también con el veracruzano Francisco Hernández, quien cerró el festival y cuyas jocosas coplas provocaron hilaridad, así como suspiros y exclamaciones sin tregua, cuando se refirió al amor, al paso del tiempo y la muerte.

Al principio de su intervención rindió homenaje a Bob Dylan sin mencionarlo, al recitar algunos versos y repetir de manera reiterada que la respuesta está en el viento, en alusión directa a la famosa rola del trovador estadunidense.

Los otros participantes fueron Rubí Huerta (purépecha-Michoacán), Denise Desautels (francés-Quebec), Salgado Maranho (portugués-Brasil), Esteban Ríos (binnizá/zapoteco-Oaxaca), Morela Maneiro (Kari’á-Venezuela) y Juan Hernández Ramírez (náhuatl-Veracruz).

El festival Las Lenguas de América surgió en 2004, a iniciativa del fallecido humanista Carlos Montemayor, con la intención de colocar en el mismo plano de importancia a las lenguas originarias de América con los cuatro principales idiomas de origen europeo que se hablan en nuestro continente: español, inglés, francés y portugués.

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