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TODOS ANTE LA MUERTE nos convertiremos en frágiles piezas de cristal sujetas a las fuerzas gravitatorias de la materia

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En todas las grandes y antiguas civilizaciones, La Muerte, ocupa un lugar fundamental. El ser humano, cuando deja su estado de “bestia-animal” y entra en los terrenos de la conciencia superior de Ser y la necesidad de trascender, inaugura la madurez y la filosofía de la vida.

 

Existen tres preguntas fundamentales que todo ser humano conciente tiene que formularse: “quién soy yo, de dónde vengo y a dónde voy”. Tal vez las dos primeras, son el preludio de la tercera. A dónde iré, después de esta vida, esa es la cuestión. Y es aquí donde las civilizaciones basan toda su estructura filosófica existencial.

 

 

Pues todo lo que hacemos, desde que nacemos hasta morir, está encaminados a trascender este “final material” de la vida y se presume (por todas las civilizaciones y filosofías) un destino luminoso o trascendente en el plano espiritual. Dicho de otra manera, tal pareciera que “vivimos para morir” y la muerte física, es el inicio de la vida eterna, y que la verdadera vida está en el plano espiritual. Lo dicen filosofías y religiones mucho más antiguas, que la grecolatina y la judeo-cristiana. Lo dice el zoroastrismo, el hinduismo y por supuesto el legado filosófico-espiritual de Quetzalcóatl en el Anáhuac, a través de la Toltecáyotl, como lo refleja este antiguo Cantar Mexicano:

 

“Cuando morimos,

no en verdad morimos,

porque vivimos, resucitamos,

seguimos viviendo, despertamos,

Esto nos hace felices...

¿Acaso de verdad se vive en la tierra?

No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.

Aunque sea jade se quiebra,

aunque sea oro se rompe,

aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,

no para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.”

 

El tlamtinime, piensa y se cuestiona, lo mismo que hizo Buda, Cristo o Zaratustra. ¿Es verdadera esta vida? O solo es un espejismo, un paso para la vida eterna. No es casual que en este renglón, casi todas las filosofías y religiones ancestrales se pongan de acuerdo, sin proponérselo, en el sentido de que existe vida espiritual después de la muerte física.

 

El problema de nuestros difíciles tiempos, es que la cultura dominante, la de “los mercaderes”: la que está asociada a la “modernidad, al progreso, a la tecnología, al consumo, a la comodidad, al individualismo, a la competitividad, a la producción en serie”, ha decretado con todo su poder LA MUERTE DE DIOS; ha desacralizado el mundo y la vida, y nos ha llevado con el Flautista de Hamelin, es decir, los medios masivos de comunicación, a adorar irracionalmente “al becerro de oro”. La gente ahora vive solo para consumir, para “Tener”, para poseer dinero. Lo demás no existe. Este vacío existencial es la materia prima, “el combustible”, con el que se mueve la sociedad de “los mercaderes” y la modernidad.

 

Este es el punto de esta entrega, amable lector, “los mercaderes”, se han metido de nuevo en “el templo” (El verdadero templo de Dios es el cuerpo humano), se han metido en el cerebro y en el corazón de las masas indefensas, que sin la protección y guía de su Verbales Maestros, sus líderes formados en instituciones educativas en donde, desde su niñez, se les enseñó a exaltar SU NOBLEZA HUMANA y cumplir con la alta responsabilidad de  guiar, administrar y gobernar a sus pueblos.

 

En su defecto, “los mercaderes” nos han impuesto “su democracia y sus políticos”, que cuidan afanosa y servilmente los intereses del Mercado y el culto “al becerro de oro”. La TV, la radio, el consumismo, la publicidad nos han hecho perder el camino y nos hacen creer que solo existe el mundo inmediato y material que se mueve con dinero. Que el mundo Espiritual es producto de la ignorancia y de la superchería. Que la gente moderna y el mundo moderno, están por encima de este “atraso ancestral”.

 

Que la ciencia y la tecnología dan todas las respuestas a la vida humana y el consumo la felicidad total. En síntesis: que la materia, la ciencia, el dinero y el consumo es lo único verdaderamente trascendente. Nos hacen creer, con todo su potencial económico y tecnológico, que “la modernidad es el futuro de la humanidad”. Modernidad se asocia a tecnología, riqueza,  consumismo y materialismo. Que la Tradición es lo atrasado, producto del pasado, la ignorancia y la pobreza. La tradición se asocia a oscurantismo, brujería, ignorancia, pobreza y atraso.

 

Es por ello que “las tradiciones se modernizan”. Esto es, toman un sentido económico, material y consumista. La Fiesta de Muertos se cambia por la noche de brujas-hallowin. La Navidad por las compras navideñas. La Guelaguetza y su octava, se moderniza con  las cuatro Guelaguetzas comerciales. El sentido místico espiritual se trasforma por un sentido económico-consumista.

 

Observe que las personas “más modernas”, son aquellas que son más ignorantes. Y por supuesto, los que estimulan esta “modernidad”…son “los mercaderes” a través de los comerciantes. La gente “más moderna”, es la gente más ignorante y vacía, intelectual y espiritualmente. Obsérvelos como compran y compran su hallowin, como disfrazan a sus pequeños, como “viven felices” la fiesta que les ordenan “los mercaderes”.  Estos pobres y vacíos ignorantes, los encuentra usted en todas las clases económicas, absolutamente en todas.

 

Pero al final de cuentas, amable lector, siendo “moderno o tradicional”, rico o pobre, TODOS NOS VAMOS A MORIR. Frente a la Muerte, no a la muerte en abstracto o la muerte “del otro”, o la muerte comercial del hallowin, sino a LA MUERTE PERSONAL, la íntima e intransferible, todo vuelve a su cause, y el ruido del Mercado y las alabanzas “al becerro de oro”, no se escuchan y de nada sirven. Cada uno de nosotros tendrá que cruzar solo el río y con gran dolor llegará al Mictlán para rendirle cuentas al Señor Mictlantecutli. Cada uno de nosotros tendrá que hacer “su última danza” y La Muerte, se sentará a contemplarla.

 

En esa danza (que dura una eternidad en un microsegundo), expresaremos todo lo que deseamos ser y todo lo que pudimos ser y todo lo que en verdad fuimos. Esa será la última Batalla en la Tierra y ahí ENTENDEREMOS LA RAZÓN POR LA CUAL FUIMOS SEMBRADOS AMOROSAMENTE EN LA TIERRA y visualizaremos nuestra ceguera, nuestra indolencia e irresponsabilidad por el desprecio por la maravillosa oportunidad que se nos dio.

 

Será entonces cuando los gritones de la radio comercial, los falsarios y corruptos personajes de la TV, el canal de las estrellas y "la fuerza de la vida", "el poder de su firma" y toda esa basura con la que nos han presionado para vivir y por la que hemos vivido…quedará atrás, como un espejismo ser irá diluyendo en la nada y solo quedará lo real y verdadero. En ese maravilloso momento solo estarán ahí, la Muerte y nuestro Espíritu…y todo lo que hicimos y no hicimos en nuestra efímera vida.

 

El problema de nuestro tiempo es que ya no pensamos en La Muerte. Ya no sentimos respeto por La Vida y por ende… en La Muerte. Ahora toda parece perderse confusamente en la noche de hallowin. Ya no sabemos diferenciar lo verdadero de lo aparente, lo propio de lo ajeno, la voz interna del vocerío de “los mercaderes”. Confundimos lo grandote con lo grandioso, lo costos con lo valioso, lo superficial con lo profundo. Hemos perdido la razón verdadera de la vida. Ya no sabemos, “el por qué” de nuestra vida, por lo cual nos entregamos ciega y mansamente al Flautista de Hamelin. Sin embargo, amable lector, esto es un espejismo que durará muy poco.

 

LA MUERTE JUSTICIERA, tarde o temprano nos alcanzará. De nada nos servirá todo nuestro dinero, todas nuestras pertenencias, títulos y prebendas… La Muerte, no parará hasta alcanzarnos. Y será cuando todo el vacío, toda la estupidez, toda la irresponsabilidad existencial, nos alcanzará brutalmente de súbito …y como frágiles copas de cristal, caeremos, por la inercia de la materia y sus poderosas fuerzas gravitatorias, en nuestro propio infierno. El de la estupidez humana.

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