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Los nombres y celebraciones que ensucian el rostro de Oaxaca de Juárez.

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Los nombres y celebraciones que ensucian el rostro de Oaxaca de Juárez.
Juan de Dios Gómez Ramírez
Prensa indígena
12 octubre 2021.
Los nombres de Juan Peláez de Berrio y Cristóbal Colón en el Centro histórico la ciudad y la celebración de la expedición de la Cédula Real que reconoce a la Nueva Antequera como ciudad colonial por mandato de la Corona; después de doscientos años de Independencia nacional, resulta una profunda incongruencia ética, ideológica e histórica.
Binigulazáa
Tlalixtac de Cabrera a 11 de octubre de 2021. Los vientos frescos que anuncian cambios profundos en nuestro país se hacen sentir con mayores esperanzas. Si bien es cierto, la nación mexicana ha tenido un devenir permanente de cambios y reacomodos, prevalecen relictos, de ciertos periodos de ignominia e injusticia, que se preservan agazapados en algún recoveco de nuestra ciudad y de la historia oficial. Estos vientos de renovación y cambios que reivindican mayor amplitud en el ejercicio de la libertad del pensamiento, de los derechos culturales y de género, demandan a todos los habitantes y ciudadanos aguzar la mirada de la inteligencia para depurar lo innecesario y dar mantenimiento a nuestra casa de todos, la ciudad capital; la que desde hace quinientos años ha sido atalaya, desde donde se irradió el colonialismo hispano, sembrando dolor y miseria en los pueblos originarios, manteniéndolos postrados hasta el presente.

Los nombres y celebraciones que ensucian el rostro de Oaxaca de Juárez.Algunas de estas vergonzosas remoras del pasado de nuestra ciudad, son el nombre de jardines y calles. Irónicamente o como un sarcasmo de la historia oaxaqueña uno de estos jardines se ubica en la avenida Independencia, esquina con Manuel Doblado, cuyo nombre, casi todos los oaxaqueños desconoces por alguna extraña razón. Se trata de Juan Peláez de Berrio, nombre del primer alcalde mayor de la Nueva Antequera. Personaje que inaugura el gobierno colonial, de siniestra memoria por su crueldad con los indígenas, avaricia y corrupción que lo llevaron a ser juzgado, depuesto y encarcelado, donde se cree murió.

Durante los casi tres años que gobernó la antigua ciudad de Huaxyacac, los propios españoles encomenderos padecieron del despojo de sus riquezas, mal avenidas, y de sus indígenas encomendados, para ser marcados, por cientos, con hierros candentes y ser vendidos como esclavos para acrecentar los caudales del primer gobernante cristiano. En su arrogancia, por sentirse protegido por sus familiares, miembros del Consejo Real, secuestra a dos mujeres bajo custodia religiosa y las trae a Huaxyacac para convivir como sus concubinas, error por el que fue juzgado, sin embargo, fue absuelto de múltiples crímenes, como el de enviar a la hoguera a la cacica de Cuilapam junto con importantes señores mixtecos, acusándolos falsamente de practicar sacrificios humanos, para quedarse con todos sus bienes y riquezas.
De igual manera podemos referirnos a la calle de Cristóbal Colón, del Centro Histórico de la ciudad capital, pues a estas alturas, la historia a demostrado que descubrió el Continente para los europeos y su insaciable avaricia, provocando uno de los mayores genocidios en la historia de la humanidad, pues de acuerdo con Noam Chomsky, resultado de la invasión europea, se provocó la muerte de aproximadamente 100 millones de seres humanos, unos causados por brutales asesinatos, por epidemias, hambre y explotación extenuante en las minas y los campos de trabajo. Sin olvidar, la gran crueldad con la que Colón gobernó, y el genocidio que provocó a los nativos que prácticamente los extinguió, en la isla de la Española, hoy República Dominicana y Haití.

Por los argumentos expresado anteriormente y por justicia con la historia de nuestra patria chica, el nombre de estos personajes deben ser borrados para siempre de la relación de los hombres que han dado brillo con su ejemplo honrando a las más ilustres páginas de la historia, siendo los mejores guías de valor y servicio al pueblo a las futuras generaciones de oaxaqueños que nos precederán. Por ello, dejo a sus mejores criterios, por cual nombre deba ser substituido, de acá en adelante, para este hermoso jardín de nuestra ciudad y a esta céntrica arteria de la ciudad capital.

Durante el último medio milenio, las autoridades de la ciudad de Oaxaca de Juárez han alentado los valores culturales que fueron impuestos por el colonialismo español, fomentando una mentalidad en sus ciudadanos, de una supuesta superioridad racial y cultural sobre los habitantes de origen indígena, propiciando comportamientos racistas y discriminatorios en todos los ámbitos de la vida social, pues si bien se aparenta una aceptación de lo indígena para la inversión y promoción turística, no sucede así cuando algunos indígenas visitan un restaurante de lujo o desean hospedarse en un hotel de cinco estrellas. Para los empresarios lo mejor de los indígenas son sus artesanías y su folclor pues es lo que atrae a los turistas extranjeros, sin embargo, cuando vienen a alguna dependencia pública, a realizar alguna gestión, son tratados con indiferencia y soberbia por los servidores públicos. Eso sucede, no porque los oaxaqueños de la ciudad sean de por si racistas, sino porque prevalecen estas reminiscencias coloniales, que educan, refuerzan y alientan la ideología y mentalidad discriminatoria del pasado colonial.

En la ciudad de Oaxaca de Juárez se celebra, con gran pompa, desde casi medio milenio el reconocimiento de la categoría de ciudad por el rey español Carlos I, después de que hace 200 años, exactamente, nuestro país obtuvo su independencia nacional. Es curioso que después de dos siglos las autoridades republicanas citadinas, festejen una celebración colonial, por haberle otorgado una cédula real que la reconoce como cabeza de playa para colonizar y someter a la población nativa a un régimen de explotación y humillación criminal.
Prevalece una incongruencia en los discursos y procederes de los políticos que exaltan con gritos y campanadas la independencia de México y continúen celebrando un reconocimiento monárquico, de la supuesta fundación de una ciudad que ya existía por lo menos desde 1,500 años antes de nuestra Era y que originalmente se llamó Lula?a.

Por congruencia a la Independencia nacional, por la que muchos hombres y mujeres dieron la vida para alcanzar este ideal, la pomposa celebración del 25 de abril de la expedición de la cédula real, debe ser cancelada definitivamente y solo ser recordada como la legitimación de la Corona a una invasión que ha dejado una profunda herida en nuestros pueblos originarios que aún no logrado subsanarse.

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