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LA SERPIENTE SE MORDIÓ LA COLA.

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La bomba que estalló en Wall Street, recorrerá inexorablemente con su   onda expansiva “la aldea global”. La serpiente se mordió la cola a sí misma. “Los mercaderes” han construido UNA SOCIEDAD SIN LÍMITES y empezaremos a sentir sus fatídicas consecuencias.


 En e fecto, amable lector, el capitalismo  depredador necesita una sociedad sin límites. Para que la economía funcione bien aceitadita, se requiere que el Mercado NO TENGA LÍMITES, la gente NO TENGA LÍMITES, que las empresas NO TENGAN LÍMITES, que el consumismo NO TENGA LÍMITES, que la publicidad NO TENGA LÍMITES.

Lo que ha sucedido es que la gente, tanto en E.U. como en casi todo “el mundo libre”, gracias a una publicidad demencial y un crédito tramposo, se le “invitó” a consumir más de lo que gana y de lo que necesita. No solo ha sido el mercado inmobiliario, éste fue la gota que derramó el vaso. La codicia insaciable de los mercaderes y la falta de conciencia del consumidor, más la publicidad y el vacio existencial de la gente, (que pretende justificar su existencia con el consumo), han sido la verdadera causa de esta crisis…que apenas comienza, y que los expertos la prevén peor que la de 1929, porque ahora será “global”.

Varias cosas buenas nos traerá esta crisis. Primero, queda ampliamente demostrado que el Mercado, debe y necesita ser REGULADO Y LIMITADO por el Estado. La codicia de los mercaderes debe tener límites estrictos y muy bien acotados, de modo contrario resulta mucho más caro. Segundo, demuestra que el neoliberalismo y la globalización económica son nefastos para los Estados y los pueblos, aunque rentable para los mercaderes, por lo cual, debe volverse a privilegiar el interés común sobre el de la iniciativa privada.

Tercero, y tal vez, el más importante para el ciudadano común, es que debemos abrir los ojos, la mente y el corazón; y darnos cuenta que nos han engañado y embaucado en la adoración del “Becerro de Oro”. Que el consumismo es un vicio adictivo auspiciado por la publicidad, con el que pretendemos, equivocadamente, justificar nuestra banal existencia. Que el dinero y el “tener” no son la más importante en la vida. Que los valores y principios ancestrales son perenes y los más valiosos. Así, la familia, la educación, la religión, las tradiciones y las buenas costumbres, en el plano general, y en el terreno personal, la ética, la moral, la honradez y el respeto, son los elementos con los cuales podemos tener una vida equilibrada y trascendente, con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea.

De modo que este es un buen tiempo para “ajustar nuestra escala de valores” y APRENDER DE NOSOTROS MISMOS. Es decir, volver los ojos a la matriz cultural de nuestra civilización ancestral. En efecto, es buen tiempo de re-valorar la forma de ver y entender el mundo y la vida, de los pueblos y culturas indígenas, que son los herederos legítimos de La Toltecáyotl, (la sabiduría de los toltecas, -los hombres y mujeres de conocimiento del México antiguo-).

La frugalidad y austeridad de los pueblos indígenas. Sus formas culturales de sobriedad y de resistencia cultural a los embates del consumismo y la modernidad. Los mestizos estamos perdidos en el “laberinto de la soledad” de tratar inútilmente, de volvernos rabiosamente “gringos de tercera, en vez de mexicanos de primera. Necesitamos dejar de pensar que, solo con “el dinero y el comprar” podremos ser felices. Que la armonía y la calidad de vida están en las cosas que no cuestan dinero. Que la familia, la mesa, la amistad, la lectura, el arte, el contacto con la naturaleza, lo divino y sagrado de la existencia, nos puede devolver la paz, que la codicia y el ansia del dinero nos quitó.

Vienen tiempos de desafíos. Eso es innegable. De cada uno de nosotros dependerá de que, “estos tiempos”, sean de crecimiento y restructuración en cuanto a VALORES y a reorientar nuestra forma de Ser y trascender. O serán tiempos de frustración, dolor y quebranto, por no poder “TENER dinero” y “PODER consumir” todo lo que los mercaderes nos venden a través de la televisión y la publicidad.   

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