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TERRORISMO RELIGIOSO EUROPEO EN EL ANHUAC 2/3 Luz y guillermo Marn

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TERRORISMO RELIGIOSO EUROPEO EN EL ANHUAC 2/3   
<br>Luz y guillermo Marn
La segunda pregunta es ms difcil de ?comprobar?, pero es ms que evidente que en general, el pueblo ahora llamado ?mexicano?, especialmente el que est ms cercano a la raz civilizatoria del Anhuac, es heredero de una cultura de resistencia cinco centenaria y que su ?prctica religiosa?, est conformada por un profundo sincretismo religioso-cultural y que, de alguna manera, siguen presentes muchas prcticas y advocaciones de la religin ancestral. Comenzando con ?Guadalupe-Tonantzin? base y sustento de un pueblo que hoy se asume ?guadalupano?, antes que catlico apostlico y romano.

TERRORISMO RELIGIOSO EUROPEO EN EL ANHUAC 2/3   
<br>Luz y guillermo Marn


La historia hispanista y los historiadores hispanfilos siempre trataron y siguen tratando de presentar la conquista y la Colonia como una magna obra civilizatoria y humanista, minimizando y justificando los crmenes de lesa humanidad de sta barbarie. Tanto colonizadores, como misioneros e indgenas conversos, no describieron con veracidad el rgimen de terror que se les impuso a los anahuacas para tratar de erradicar su religin, que era su propia forma de vida. Y en el presente, los historiadores corporativos al sistema neocolonial, evitan tocar este tema. Sin embargo, encontramos libros como ?INQUISICIN Y ARQITECTURA ? La evangelizacin y el ex-obispado de Oaxaca? de Vctor Jimnez Muoz y Rogelio Gonzlez Medina, en el cual presentan con rigor acadmico el verdadero rgimen de terror impuesto por la iglesia, las autoridades virreinales y los espaoles en general durante la Colonia, especialmente en Oaxaca.


?Puesto que estamos frente al genocidio americano, los intentos de negar cualquier responsabilidad de la Inquisicin espaola en el mismo no son sino previsibles, aunque nunca podran compartirse sin violentar la inteligencia que se debe poner al analizar los numerosos documentos que hablan de esa responsabilidad. Algunas veces por vanidad, otras por disputas intergremiales, los inquisidores no podan evitar exhibir su celo de manera tan explcita que solo un cnico puede negar las evidencias. Relatos de las hazaas de los frailes que aterrorizaban a los mexicanos con espectaculares autos de fe, manuales de inquisidores que recomiendan no excluir a los nativos de las prcticas de la Inquisicin, denuncias por invadir las areas de competencias del llamado Santo Oficio, correspondencia privada: todo esto ha llegado hasta nuestros. Para mayor infortunio de quienes no descansan limpiando la imagen de la Inquisicin, sta no siempre tena el inters de negar la responsabilidad de la Iglesia en la poltica de terror, como ya hemos apuntado, siendo lo contrario.? (p. 56)


Lo que cotidianamente sucedi en el extenso territorio del Virreinato a lo largo de trescientos aos no se puede concebir. Un pueblo indefenso, aferrado a lo nico que tenan aparte de la vida -su religin-, a manos de fanticos torturadores, con leyes, autoridades e instituciones que fueron diseadas, no para su desarrollo y bienestar, sino todo lo contrario. Las leyes, autoridades e instituciones coloniales fueron diseadas para someter, explotar y nulificar al pueblo invadido.


?Adems, aunque tampoco deba, El Santo Oficio mismo continu persiguiendo nativos. Hubo pleitos entre todas estas fracciones inquisitoriales por el ?derecho? de perseguir, torturar, y ejecutar a los nativos mexicanos, y no era ninguna excepcin que excedieran sus lmites jurisdiccionales, de lo que tambin veremos ejemplos.? (p.58)


El rgimen de terror implantado con toda impunidad en el Anhuac, que no solo implicaba el ajusticiamiento pblico por cremacin en los llamados, con eufemismo, ?autos de fe?, sino el permanente amedrentamiento de ?denuncias?, investigaciones, torturas, cateos, robos y procesos que implicaban adems, la humillacin pblica, el abuso, la violencia judicial que se mantiene hasta nuestros das como prctica cotidiana en la ?imparticin de justicia?. El objetivo era crear el terror de los anahuacas, no solo para que dejaran de practicar su ancestral religin, sino el de ser evidenciados como miembros de una cultura que estaba prohibida. Este efecto llega hasta nuestros das cuando algunos indgenas y mestizos tratan a toda costa de dejar de ser lo que son, para incorporase torpemente a la sociedad dominante. Dejan de hablar su lengua, de usar sus prendas, se blanquean la piel y se tien el cabello. Fray Francisco de Burgoa (1606-1681) el historiador colonial de Oaxaca habla de ?la domesticacin? de los nativos.


?Burgoa dej para la posteridad las terribles descripciones del exterminio de la poblacin oaxaquea a causa de la despiadada destruccin de sus ciudades y pueblos como parte de la poltica de las congregaciones en Oaxaca, verdadero genocidio en el que el clero tuvo una responsabilidad directa bajo la justificacin de la evangelizacin (sin excluir los intereses econmicos de todos los pobladores y explotadores espaoles). Es notable que Burgoa combata la idea las epidemias habran sido la causa de la catstrofe demogrfica de Oaxaca, para atribuir sta a la poltica de las congregaciones (a la que llama la mayor epidemia) y la minera, que tambin veremos aqu:? (p.116)


En la Historia Oficial criolla de Mxico, no se habla de las atrocidades y crmenes de lesa humanidad que realizaron sistemticamente los espaoles y sus instituciones coloniales. Por el contrario, se exalta la ?mansedumbre? del aborigen que en un estado salvaje se deslumbr con la ?verdadera religin? y la ?cultura superior? de los espaoles. Se describen a los piadosos misioneros, frailes y sacerdotes que ?domesticaron? a estos salvajes ensendoles no solo la palabra del Dios verdadero, sino a vestir, hablar, trabajar y tener conductas sociales, familiares y personales de ?gente de razn?. Famosas son las historias de ?todo lo que estos santos hombres les ensearon a los nativos?. Cuando se habla del periodo colonial se mencionan con orgullo los templos y conventos, las ciudades coloniales, las minas, como una proeza hispnica y pocos recaen en que quienes hicieron esos maravillosos edificios, templos y casas, y quienes extrajeron de las minas los miles de toneladas de metales precisos fueron los anahuacas a un precio enorme que los llev casi a la extincin.

?Los oaxaqueos mismos intentaron su propia defensa y quedan testimonios de ello en el Archivo General de la Nacin, como algunos documentos relativos a la solicitud de que fueran contenidas las exigencias de los mineros, limitando en Huautla el nmero de pobladores que deban ser llevados a las minas, o para que pudieran cambiar en Tlacochahuaya el tipo de servicios a que estaban obligados, o para defender en Chichicapa (caso que acabamos de ver a travs de Burgoa) de los abusos de los mineros y para ser excluidos del repartimiento por el descenso de la poblacin. Pero igualmente existen las solicitudes de los mineros, como en Titicuipac, para que se puedan llevar a las minas a los habitantes de Mitla, Tlacolula, Teotitln, Tlalixtac, Tlahuiyaya (Tlacochahuaya?), Ayotepec, Teozopotln, Cuilapan y Ocotln.? (p.124)

Educayotl AC. Educar para el futuro con la sabidura del pasado. No se puede salir del calabozo de la colonizacin con las ideas y categoras de los carceleros. Descolonizar es dignificar. Como persona, familia y como comunidad, somos lo que recordamos. La memoria histrica y la identidad cultural ancestral son los elementos culturales que nos dan ?un rostro propio y un corazn verdadero.



La segunda pregunta es ms difcil de ?comprobar?, pero es ms que evidente que en general, el pueblo ahora llamado ?mexicano?, especialmente el que est ms cercano a la raz civilizatoria del Anhuac, es heredero de una cultura de resistencia cinco centenaria y que su ?prctica religiosa?, est conformada por un profundo sincretismo religioso-cultural y que, de alguna manera, siguen presentes muchas prcticas y advocaciones de la religin ancestral. Comenzando con ?Guadalupe-Tonantzin? base y sustento de un pueblo que hoy se asume ?guadalupano?, antes que catlico apostlico y romano.


La historia hispanista y los historiadores hispanfilos siempre trataron y siguen tratando de presentar la conquista y la Colonia como una magna obra civilizatoria y humanista, minimizando y justificando los crmenes de lesa humanidad de sta barbarie. Tanto colonizadores, como misioneros e indgenas conversos, no describieron con veracidad el rgimen de terror que se les impuso a los anahuacas para tratar de erradicar su religin, que era su propia forma de vida. Y en el presente, los historiadores corporativos al sistema neocolonial, evitan tocar este tema. Sin embargo, encontramos libros como ?INQUISICIN Y ARQITECTURA ? La evangelizacin y el ex-obispado de Oaxaca? de Vctor Jimnez Muoz y Rogelio Gonzlez Medina, en el cual presentan con rigor acadmico el verdadero rgimen de terror impuesto por la iglesia, las autoridades virreinales y los espaoles en general durante la Colonia, especialmente en Oaxaca.


?Puesto que estamos frente al genocidio americano, los intentos de negar cualquier responsabilidad de la Inquisicin espaola en el mismo no son sino previsibles, aunque nunca podran compartirse sin violentar la inteligencia que se debe poner al analizar los numerosos documentos que hablan de esa responsabilidad. Algunas veces por vanidad, otras por disputas intergremiales, los inquisidores no podan evitar exhibir su celo de manera tan explcita que solo un cnico puede negar las evidencias. Relatos de las hazaas de los frailes que aterrorizaban a los mexicanos con espectaculares autos de fe, manuales de inquisidores que recomiendan no excluir a los nativos de las prcticas de la Inquisicin, denuncias por invadir las areas de competencias del llamado Santo Oficio, correspondencia privada: todo esto ha llegado hasta nuestros. Para mayor infortunio de quienes no descansan limpiando la imagen de la Inquisicin, sta no siempre tena el inters de negar la responsabilidad de la Iglesia en la poltica de terror, como ya hemos apuntado, siendo lo contrario.? (p. 56)


Lo que cotidianamente sucedi en el extenso territorio del Virreinato a lo largo de trescientos aos no se puede concebir. Un pueblo indefenso, aferrado a lo nico que tenan aparte de la vida -su religin-, a manos de fanticos torturadores, con leyes, autoridades e instituciones que fueron diseadas, no para su desarrollo y bienestar, sino todo lo contrario. Las leyes, autoridades e instituciones coloniales fueron diseadas para someter, explotar y nulificar al pueblo invadido.


?Adems, aunque tampoco deba, El Santo Oficio mismo continu persiguiendo nativos. Hubo pleitos entre todas estas fracciones inquisitoriales por el ?derecho? de perseguir, torturar, y ejecutar a los nativos mexicanos, y no era ninguna excepcin que excedieran sus lmites jurisdiccionales, de lo que tambin veremos ejemplos.? (p.58)


El rgimen de terror implantado con toda impunidad en el Anhuac, que no solo implicaba el ajusticiamiento pblico por cremacin en los llamados, con eufemismo, ?autos de fe?, sino el permanente amedrentamiento de ?denuncias?, investigaciones, torturas, cateos, robos y procesos que implicaban adems, la humillacin pblica, el abuso, la violencia judicial que se mantiene hasta nuestros das como prctica cotidiana en la ?imparticin de justicia?. El objetivo era crear el terror de los anahuacas, no solo para que dejaran de practicar su ancestral religin, sino el de ser evidenciados como miembros de una cultura que estaba prohibida. Este efecto llega hasta nuestros das cuando algunos indgenas y mestizos tratan a toda costa de dejar de ser lo que son, para incorporase torpemente a la sociedad dominante. Dejan de hablar su lengua, de usar sus prendas, se blanquean la piel y se tien el cabello. Fray Francisco de Burgoa (1606-1681) el historiador colonial de Oaxaca habla de ?la domesticacin? de los nativos.


?Burgoa dej para la posteridad las terribles descripciones del exterminio de la poblacin oaxaquea a causa de la despiadada destruccin de sus ciudades y pueblos como parte de la poltica de las congregaciones en Oaxaca, verdadero genocidio en el que el clero tuvo una responsabilidad directa bajo la justificacin de la evangelizacin (sin excluir los intereses econmicos de todos los pobladores y explotadores espaoles). Es notable que Burgoa combata la idea las epidemias habran sido la causa de la catstrofe demogrfica de Oaxaca, para atribuir sta a la poltica de las congregaciones (a la que llama la mayor epidemia) y la minera, que tambin veremos aqu:? (p.116)


En la Historia Oficial criolla de Mxico, no se habla de las atrocidades y crmenes de lesa humanidad que realizaron sistemticamente los espaoles y sus instituciones coloniales. Por el contrario, se exalta la ?mansedumbre? del aborigen que en un estado salvaje se deslumbr con la ?verdadera religin? y la ?cultura superior? de los espaoles. Se describen a los piadosos misioneros, frailes y sacerdotes que ?domesticaron? a estos salvajes ensendoles no solo la palabra del Dios verdadero, sino a vestir, hablar, trabajar y tener conductas sociales, familiares y personales de ?gente de razn?. Famosas son las historias de ?todo lo que estos santos hombres les ensearon a los nativos?. Cuando se habla del periodo colonial se mencionan con orgullo los templos y conventos, las ciudades coloniales, las minas, como una proeza hispnica y pocos recaen en que quienes hicieron esos maravillosos edificios, templos y casas, y quienes extrajeron de las minas los miles de toneladas de metales precisos fueron los anahuacas a un precio enorme que los llev casi a la extincin.

?Los oaxaqueos mismos intentaron su propia defensa y quedan testimonios de ello en el Archivo General de la Nacin, como algunos documentos relativos a la solicitud de que fueran contenidas las exigencias de los mineros, limitando en Huautla el nmero de pobladores que deban ser llevados a las minas, o para que pudieran cambiar en Tlacochahuaya el tipo de servicios a que estaban obligados, o para defender en Chichicapa (caso que acabamos de ver a travs de Burgoa) de los abusos de los mineros y para ser excluidos del repartimiento por el descenso de la poblacin. Pero igualmente existen las solicitudes de los mineros, como en Titicuipac, para que se puedan llevar a las minas a los habitantes de Mitla, Tlacolula, Teotitln, Tlalixtac, Tlahuiyaya (Tlacochahuaya?), Ayotepec, Teozopotln, Cuilapan y Ocotln.? (p.124)

Educayotl AC. Educar para el futuro con la sabidura del pasado. No se puede salir del calabozo de la colonizacin con las ideas y categoras de los carceleros. Descolonizar es dignificar. Como persona, familia y como comunidad, somos lo que recordamos. La memoria histrica y la identidad cultural ancestral son los elementos culturales que nos dan ?un rostro propio y un corazn verdadero.

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