Fondo de Cultura Económica, 1994,
Nos correspondió el privilegio, junto con el doctor José Rubén Ro-mero, de presentar un libro de tema singular y de profundidad analítica, que nos lleva a la difícil pero siempre apasionante búsqueda del pensamiento de pueblos antiguos y de su posible trascendencia en el tiempo. El dintel de entrada al libro lo es el método empleado y allí nos dice López Austin acerca de las dos vertientes principal es para abordar la investigación en conjunto de la tradición religiosa mesoamericana. Así, "la unidad o la diversidad del hecho histórico en Mesoamérica" -nos dice el autor- nos lleva a la duda de que si existieron una o varias religiones. En cuanto a la segunda vertiente, plantea una nueva duda: " ¿Qué tanto queda hoy, en las religiones indígenas de México y Centroamérica del antiguo pensamiento religioso mesoamericano?". Aquí, el autor establece dos dimensiones: la religión mesoamericana y la tradición religiosa mesoamericana, la primera referida al mundo prehispánico dentro de determinada temporalidad y la segunda a las religiones de las sociedades indígenas coloniales, las que se con-forman con la raíz de la antigua religión y del cristianismo. En diversos ensayos anteriores y de manera especial en Los mitos del tlacuache, López Austin se internó en estos temas y pudo ver congruencias y encontrar la unidad de la religión en Mesoamérica en Tamoanchan y Tlalocan, nos lleva a tratar de aclarar estos aspectos dentro de un espacio específico (el centro de México) y un tiempo dado (el postclásico tardío).Otro aspecto que toma en consideración es el de la cosmovisión, la cual se encuentra en las diversas esferas de la vida social. Mucho de su contenido va a partir entre los pueblos agrícolas mesoamericanos de la práctica del cultivo del maíz. Esto lo lleva a plantear la búsqueda de la cosmovisión tomando como base lo relativo a la agricultura y lo que ésta conlleva. De todo lo anterior, López Austin se dirige a la búsqueda de tres aspectos fundamentales. Las formas específicas de percepción del cosmos y de la correlativa acción de él.
Las funciones cósmicas en que se encontraban ubicados Tamoanchan y Tlalocan.3.
Los principios arquetípicos que fundaron la explicación delos diversos procesos cósmicos....ya partir de este momento el autor se interna en el mundo de losmitos y de la cosmovisión. Para llegar a dilucidar lo que son Tamoanchan y Tlalocan es indispensable conocer antes cómo está constituido el mundo, la materia que conforma a los diose y las sustancia que nutre a al tiempo. El hombre mismo está saturado de esencias divinas V de aquellas relacionadas con la vida y con la muerte:
DIOS DE CULTURA NÁHUATL
"Las esencias transitan, van de unos seres a otros, influyen, contagian, modifican, van del mundo de los hombre a los ámbitos divinos, y de allá regresan" (p. 33). La segunda parte del libro está dedicada a la búsqueda de Tamoanchan. Comienza con el obligado tema de esclarecer el Tamoanchan mítico y el real. En ello no poca presencia tuvieron autores como Plancarte, Kirchhoff y Piña Chán. Sus ideas son analizadas y la crítica no se hace esperar. No concuerda el autor con los tres investigadores. La búsqueda, pues, debe verse desde otras perspectivas. Irrumpe entonces en la Tamoanchan mítica y allí hay que enfrentar a los dioses. Pero son los dioses del pecado los que tenemos enfrente. Allí están Ixcuina, Xochiquetzal, Itztlacoliuhqui, Izpapálotl.
Así, Tamoanchan es el lugar de la creación y del pecado. Creación de dioses y del tiempo. El acto de creación cotidiano y mundano. Pero va más allá: Tamoanchan se relaciona con la partealta del cosmos y con el inframundo; en ella está el lugar del calor y del frío, el del agua y el fuego, es el eje cósmico por excelencia. La cosmovisión de grupos actuales dará la base necesaria a López Austin para allegarse elementos que le permiten basar sus ideas. Ya lo había hecho en Los mitos del tlacuache. Ahora lo plantea de manera consistente para el tema que nos ocupa: Tlalocan.
Para el estudio de Tlalocan habrá de recurrir una vez más a las fuentes históricas. Los dioses relacionados con el agua son ahora el motivo de atención. A ello se unen las ideas de los diferentes Tlalocan, ya como sitio mítico terrenal o subterráneo, ya como lugar delos muertos por agua o como bodega en que se guarda celosamente por los tlaloques las "semillas" y las fuerzas del crecimiento vegetal. Los cerros de asentamiento lo son porque en ellos los dios es patronos se establecen. El cerro de agua, el Altépetl, será el centro de la comunidad. Esto me recuerda como el Templo Mayor de Tenochtitlan se compone de dos cerros que responden a otros tantos mitos relacionados con la vida y con la muerte. Uno es el Coatepec, lugar del combate del dios solar; el otro es el Tonacatépetl, lugar donde guardan los granos de maíz. Si nos fijamos bien, ambos corresponden a dos de los lugares a donde van los individuos después de la muerte: unos acompañan al sol en una parte de su recorrido. El otro es el lugar de Tláloc, el Tlalocan siempre verde, la bodega en donde los granos primigenios se encuentran. Siendo el Templo Mayor el centro de la cosmovisión azteca, por él atraviesa la dualidad Tamoanchan-Tlalocan para subir y bajar a los diversos niveles del universo.
RESEÑAS BIBLIOGRÁFlCAS ¿Cómo resume López Austin su idea sobre Tamoanchan y Tlalocan? Al final del libro nos dice: Tamoanchan y Tlalocan, sitios de niebla, se revelan como partes fundamentales de un proceso cómico de circulación de las fuerzas divinas que eran necesarias para dar movimiento y continuidad a los seres del mundo del hombre. El prototipo del movimiento de las fuerzas divinas sobre el mundo fue el ciclo del maíz, dependiente de la sucesión de las temporadas desecas y de lluvias. El hombre creyó encontrar la lógica del cosmos en la alternancia dedos conjuntos opuestos de fuerzas -nos sigue diciendo el autor- y bajo la idea de la regeneración vegetal y del retorno de las lluvias imaginó un gran ciclo de muerte y de vida en el que quedó inscrita, como parte del círculo, su propia existencia individual sobre la tierra (p. 223). La lectura del libro nos deja mucha riqueza acerca de la concepción del mundo de aquellos pueblos. Tal pareciera que López Austin, con el poder que da el conocimiento, hubiera podido hacer un viaje -en el buen sentido de la palabra- por los tres niveles cósmicos y por los cuatro rumbos del universo. En alguna ocasión dije que bajar al mundo de los muertos solo le está deparado a los poetas ya los héroes culturales. Ahora estoy convencido de que también es privilegio de los hombres sabios.