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Organización política anahuaca. Ignacio Romerovargas Iturbide

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Primero hay que determinar los principios fundamentales de su organización para poder comprenderla. Así como el pensamiento y las creencias de los pueblos son fruto en la observación y de la elucubración humana, la organización política es la íntima relación con el pensamiento económico, científico, filosófico y religioso de los pueblos.

Del concepto matemático, astronómico, físico y biológico que tuvieron del universo los anahuacas, mediante la observación de la naturaleza y la reflexión, conformándose a ella y superando las también, establecer un orden político y social adecuado a las condiciones físicas, económicas y científicas, con el propósito fundamental de promover y preservar la vida de la colectividad en el país, alcanzando de tal suerte un alto grado de cultura y conocimiento, tanto del naturaleza de la Tierra, del universo.

 

Mediante esta forma colectivista de organización de la actividad humana (es la cultura), integrando grupos por servicios de trabajo activo y la ocupación total del territorio productivo, pudieron vencer las dos grandes deficiencias que había en el país: La carencia de bestias de tiro y de carga, y la falta de cereales panificables. (N.A. esta es una tesis eurocéntrica muy cuestionable, pues la alimentación del Anáhuac era nutricionalmente más elevada que la europea de aquella época.)

Por ello, aunque lograron realizar grandes adelantos en materia política, científica y artística, por no tener bestias de tiro y de carga no sintieron la necesidad de buscar el hierro, por lo que estaban atrasados en mecánica y en instrumentos de guerra. (N.A. Nuevamente aquí el autor presupone un atraso desde la perspectiva del desarrollo europeo y no de un adelanto civilizatorio en el no desarrollo de las armas, lo que nos habla de una civilización no guerrera). Y por falta de alimentos panificables, su desarrollo estaba íntimamente unido al cultivo de la tierra, y expuesto a fuertes conmociones causadas por el hambre y la peste, entendiendo varios años de pérdidas de las cosechas. (N.A. Por las condiciones de higiene los pueblos del Anáhuac no sufrieron pestes como los europeos). Todo ello manifiesta el error de aquellos que quieren establecer un orden comparativo de evolución por edades (de la piedra, bronce y hierro) señalando grados de evolución similar en el Viejo Mundo a los del Nuevo. Profundo error.

Por estas causas económicas, los principios fundamentales de la organización política en Anáhuac fueron diferentes a los de Europa, donde privó una cultura individualista y de ahorro basada en el atesoramiento y formación de peculios e intereses particulares queda al margen al despojo y a la provocación ininterrumpida de guerras, justificando la usurpación, por convenir así a sus intereses.

Así se explica que, en tanto que en Europa los intereses económicos y los prejuicios raciales, también europeos, determinaron sus formas de gobierno, desde la antigüedad clásica hasta la fecha, en Anáhuac en cambio, con su cultura colectivista de esfuerzo y de servicio, tomando en cuenta la agrupación por servicios en colectividades autosuficientes. Desde aquí el carácter particular de sus instituciones cuyos principios fueron fundamentalmente los siguientes:

1.- La ocupación total del territorio aprovechable económicamente, por lo que establecieron el sistema del calpoltin, caseríos, rurales de casas dispersas, bienes comunes y trabajo,tequiyotl, faena, por riguroso turno.

2.- La base fundamental económica era la agricultura, por lo que se estructuró una organización política, social y litúrgica basada en los ciclos caligráficos de los diversos productos agrícolas, combinándolos y sujetando los a la producción de las diversas regiones del país. Por eso estudiaron y conocieron admirablemente los ciclos de producción de toda la fauna y la flora del país.

3.- Por la razón anterior, establecieron como principio fundamental la distribución de productos y reparto de ellos por medio de un doble sistema, ya con una organización admirable de comerciantes y del comercio, o con la administración, recolección y redistribución de impuestos o tributos en todo el país, realizando un intercambio extraordinario entre las zonas de producción agrícola y los centros manufactureros.

4.- Siendo la agricultura y la manufactura las bases económicas, para darles estabilidad y firmeza, establecieron e integraron son más económicamente autosuficientes, autónomas (que se norman a sí mismas) y autárquicas (que será su propio gobierno) por medio de pactos de amistad, vínculos matrimoniales, o en último caso por tratados de paz, estableciéndose el respeto de costumbres, estatuto jurídico y economía, locales y regionales, por parte de las federaciones.

5.- Establecieron una superestructura de carácter federal e interestatal en materia política, educativa, científica y cultural con un sistema impositivo o tributario, antes mencionado, adecuado a las necesidades tanto del gobierno como de las diversas entidades de la Federación, ya para subvenir a los gastos públicos o para la redistribución de la producción de unas regiones a otras en combinación con dicha organización especial en materia mercantil. Dados estos principios fundamentales podemos distinguir dos clases de organizaciones:

A.- las territoriales, que eran: 1.- El calpúlli rural (autónomo y disperso); 2.- El caplpúlli urbano (autónomo concentrado a manera de barrio); 3.- la región o icniúhtli de calpóltin,  hermandad, fraternidad, grupo de amistad y caseríos (entidad regional autónoma) llamado tlatocáyotl, gobierno; 4.- Los territorios o señorío del Estado (autónomos, pero la autoridad dependía del Estado) llamados tecúhyotl, señorío; 5.- El Estado (independiente) llamado Thueytlahtocáyotl, hermandad o amistad de gobernantes, o tecpíllotl, conjunto de principales o palaciegos.

B.- Las institucionales, jerarquías centralizadas de gobierno que pudieran ser: locales (la organización religiosa, los gremios industriales, las sociedades de señores) o federales ( las jerarquías educativa, administrativa y militar).

El gobierno de toda agrupación, tanto territorial como institucional, correspondía a una asamblea de ancianos o expertos en la materia, elegidos por los miembros de la agrupación. “ nada se hacía, afirman los cronistas, sin consultar en asamblea”. Esta invariablemente era encabezada por los jefes, cuyos puestos generalmente eran vitalicios; uno era administrador y otro ejecutor, casi siempre el primero anciano y con derecho de sucesión, y el otro más joven era elegido por la asamblea, dependiendo de las circunstancias particulares de cada agrupación la determinación de las normas y procedimientos de ejecución. La asamblea se llamaba in cohuáyotl, círculo o a manera de serpiente.

Los criterios de distinción, de agrupación o separación de la población eran: icniúhotl, amistad, basada en pactos o en parentesco; la yáoyotl, enemistad, causada por el estado de guerra; o la tequíyotl, ocupación u oficio, constituido por la división del trabajo, por lo que la mayoría de los nombres de agrupación son geográficos o se refieren a sus ocupaciones e industrias, y no como muchos autores han establecido, a principios raciales, étnicos. Como ejemplo podemos señalar a Tetzcóco, lugar de arbustitos, y a los aztáca, los halagos, especialistas en industria primaria, por lo que dieron tanta importancia al comercio de la pluma.

III.- Organizaciones territoriales. El calpúlli rural.

El calpúlli rural (municipio rural) constituirá la unidad territorial, militar, económica, política y religiosa de la sociedad anahuacas. Desde el punto de vista territorial, eran pueblos de casas dispersas, unidas por veredas hacia un centro llamado calpúlco, lugar del calpúlli, del cual dependían y donde estaban unidos: el teccálli o tecuhcálli, casa de señores o de gobierno; el teocálco, templo del calpúlli; el petlacálco, almacén de abastecimiento como un y prisión; el calpixcacálli, almacén y casa de recaudación de tributos; el ithuálli, patio del teocálco para los bailes, fiestas y actos públicos (liturgias); el tlacxítlan, juzgado de primera instancia; el Tlacochcálco, casa de las jabalinas, el arsenal, etc.

Carga calpúlli, por un grupo de familias fundadoras que participaban de ciertos intereses y costumbres comunes, ocupó a cierta extensión de tierras llamarlascalpullálli, tierras del calpúlli, oaltepetlálli, tierra del pueblo reconocidas por tradición o por el Estado.

Todos los calpoltin tenía su propio gobierno regido por una asamblea llamada cohuáyotl, presidida por las autoridades el calpúleh (administrador del calpúlli) o chinancáleh (cierra un calpúlli pequeño) y a su lado el teachcáuh, hermano mayor, ejecutor e instructor de la juventud, llamado también tecútli, señor. Cada grupo gozaba de leyes, costumbres y tradiciones particulares y sus miembros tenían el privilegio de ser juzgados conforme a ellas. Sistema que solemos llamar estatuto personal, aunque en este caso debiera decirse estatuto del calpúlli. Por consiguiente, gozaba de autonomía en su vida propia, interna, y en su religión.

IV.- Las personas del calpúlli.

La base primordial desorganización era la familia, la que servía de modelo para la organización total del Estado. La mujer era considerada la administradora de la familia, y el hombre, el ejecutor; según su capacidad económica el hombre podía tener varias mujeres; todas eran legítimas y sus hijos nacían libres y legítimos también. Las costumbres determinaban escrupulosamente los hechos y obligaciones de cada cual, hasta en el más pequeño detalle, para evitar posibles conflictos en la familia. El adúltero era severamente condenado.

Las familias organizadas en el calpúlli eran de dos categorías: píltin o tepílhuan, principales o privilegiados, considerados así en atención a sus méritos o a los de sus antepasados, y maceháltin, sufridos, el pueblo común. Tal decisión no corresponde en absoluto a la europea de nobles y plebeyos, como muchos creen.

Aunque todo hombre nacía libre, por determinadas circunstancias que no es el caso referir, podría ser vendido por sus padres u obligarse a prestar un servicio estipulado, quedando como familiar de su amo,tlacóhtli, comparado, y eso les podía tenertlacóhtin, comprados, mal llamados esclavos, no sujetos a su amo. Esta servidumbre difiere profundamente de la esclavitud que se conoció en otros continentes; no eran considerados como ”cosas” sino que estaban obligados a prestar servicios y para ello eran mantenidos como familiares de la casa y eso, sólo temporalmente.

El hombre nacía libre, aunque fuera hijo detlacóhtli, comprado; pero siendo mortal, transitorio, relativo, su vida en función de la permanencia de la colectividad, debía desarrollarse de acuerdo con su posición social de origen, con su lugar en la jerarquía existente, con los signos de su augurio y atendidos sus méritos particulares. Posesión social que él mismo podría variar por su esfuerzo personal realizado a beneficio de la colectividad, o enajenando sus servicios a otra persona.

La mal llamada esclavitud no era propiamente una institución del Estado sino simplemente un vínculo de servicio estipulado entre personas.

Cada hombre era una normativa, en su estatuto personal, cuyos usos y costumbres de su calpúlli lo acompañaban donde fuera, de modo que, al realizar sus funciones establecidas por la tradición, operará de tal manera que parecía que el derecho, el orden jerárquico, las costumbres y los individuos actuaba y se desarrollaban concomitantemente en la vida política, siendo las circunstancias del momento las que iban a determinar las modalidades y lineamientos generales del orden jerárquico aceptado históricamente como tradicional.

La persona no era considerada como “ens”, ente individual capaz de derechos y obligaciones, y todos iguales ante la ley; sino que era un funcionario de la colectividad, un vehículo de realizaciones colectivas, un servidor de la comunidad, es decir, un medio en función de la misma, pudiendo desarrollar su personalidad con relación y en proporción a sus servicios prestados a la colectividad dentro de los límites consagrados por la tradición, y, por consiguiente, sus privilegios no podrían ser transferidos por herencia excepto el de la sangre, el nacimiento. Sus derechos y obligaciones tampoco podían ser iguales ante la ley, sino relativos a su posición social: a mayores privilegios mayor responsabilidad.

El punto de partida para la determinación jerárquica era el nacimiento. De éste dependía la posición en la función del individuo en la sociedad. La mejor protección del hombre dentro de su categoría era como como se ha dicho antes, la costumbre unánimamente aceptada y respetada por todos. Las insignias y distinciones en el adorno y vestido eran minuciosamente reglamentadas, estrictamente observadas (y escrupulosamente castigada la infracción de sus normas con penas graves) para poder reconocer inmediatamente la posición, méritos y oficios de cada cual con respecto a la comunidad. La voluntad individual se fundía el “querer colectivo”, “la costumbre”, y no consistía en el deseo caprichoso del occidental.

V.- régimen de bienes del calpúlli

La justa observación de que la existencia de las cosas no coincide con la de los individuos, determinó el carácter de la posesión. El hombre posee los bienes, pero los abandona voluntariamente o con la muerte. El derecho establece un vínculo entre las personas con respecto a los bienes, y por ende varía totalmente en ambas culturas; no será depuesto calificar de precario o no, un derecho simplemente distinto. Los viernes, para el indígena, responden a las necesidades de la colectividad, por lo que esta es la que determina su destino de acuerdo con el principio económico de conveniencia social e individual. Por consiguiente, el derecho de propiedad, en toda su plenitud y a través de los todos los tiempos, pertenece a la colectividad; a los individuos corresponde tan sólo la posesión, con las modalidades establecidas por la tradición, pudiendo los particulares acrecentar sus posiciones en proporción a la bonanza de cosechas y trabajo desempeñado en una industria o a los servicios prestados a la comunidad.

El régimen agrario era la base de la organización anahuacas. El agricultor, arraigado a la tierra, dedicado exclusivamente a su labor, al margen de intromisiones políticas extrañas, goza de cierta independencia en la vida social, protegido por su derecho o costumbres locales, aunque dependiendo en cierta forma de los núcleos centralizados del Estado, por razón de la política tributaria.

El sistema de reparto era el título habitual de la posesión entre los indígenas. Los tlacuilóhque, pintores de grifos, en el registro “clara e individualmente establecía lo que a cada uno le tocaba”.

Todo miembro activo del calpúlli tenía derecho a una parcela única proporcionada a sus necesidades, que obtenía por sorteo, designación y decisión de la asamblea de representantes del calpúlli. Si no la cultivaba dos años consecutivos, se consideraba libre y abandonada y pasaba poder de nuevas familias por decisión de las autoridades del calpúlli.

El jacal y terreno sobre el cual estaba afincado, se consideraba como patrimonio personal. Generalmente se encontraba alejado de la milpa o parcela que correspondía trabajar a su poseedor. Las tierras particulares tenían casi siempre secos y linderos. Los productos de la tierra e industria eran personales, pero con la correspondiente obligación de pagar el tributo consiguiente por grupo.

Además de las milpas de particulares, existían las tierras del calpúlli, que comprendieron ciertas extensiones, con las aguas, bosques y pastales, reservados al servicio de la comunidad y se llamaban altepetlálli, tierra del pueblo. No tenían cercos y eran labradas por riguroso turno llamado tequíyotl o faena, de acuerdo con las normas establecidas por la televisión local y decisiones de la autoridad del calpúlli. Dicha labor era considerada como derecho de los miembros del calpúlli y como obligación de todos sus habitantes. Los productos de estas tierras eran de beneficio colectivo, reservándose la parte a los enfermos, ancianos y caminantes; se guardaban en el almacén petacálco, del calpúlco. Estas tierras comunes de labor, por razones de impuesto y de los beneficiarios, eran divididas en varias categorías:

a.- Tlahtocatlálli, tierra del gobernante, para gastos del estado; sus productos se entregaban y guardaban en el calpixcacálli, almacén de recaudación, sujeto al poder administrativo del Cihuacóatl, literalmente mujer serpiente, cuate administrativo, en realidad el administrador supremo, y el Consejo supremo del Tlahtócan, gobierno.

b.- Pillálli, tierras de píltin, principales del calpúlli, o con salidas por élhuey tlahtoani, gran ministro de la palabra gobernante, por determinación del Tlahtócan, gobierno. Éstas eran cultivadas por colonos y mayéque, trasero de la tierra.

c.- Teotlápan, tiene la divina, eran dedicadas a cubrir los gastos del culto y el sostenimiento de sacerdotes o sabios.

d.- Mitl chimalli, flecha y escudo, o cacalomílli, tierra del cuerpo, eran las dedicadas a gastos de guerra y el mantenimiento de jefes guerreros.

Los mayéque o braseros de la tierra, nacidos para el trabajo a beneficio propio y de la comunidad entera, arraigados a la tierra y absortos en los trabajos agrícolas, no intervenían en las funciones políticas del Estado.

El gobierno del calpúlli actuaba siempre por medio de comisiones y tenía a su cargo tanto las obras públicas como la educación impartida en cuatro escuelas diferentes, cuando menos: telpochcalli casa de los jóvenes, una de hombres y otra de mujeres; y dos Calmécac, hilera de casas, escuelas superiores para hombres y mujeres. Tenían un nemachtilóyan, donde se estudia, escuela de danza y música, donde todos participaban. (N.A. también conocida como cuicacalli)

VI.- El calpúlli urbano

Desde el punto de vista jurídico era semejante al anterior pues aunque en su estructura fuese a manera de “barrio”, poseía tierras fuera de la ciudad, las cuales se administran las por él calpúleh, administrador del calpúlli; anualmente elegirán a sus jueces, técuhtlis, y los centectlalíxque “encargados de vigilar cierto número de familias” y dar cuenta diaria al juez de lo que ocurriera entre ellas, el cual a su vez tenía que informar diariamente a la autoridad suprema de lo que acontecía en el “barrio”. En cuanto a lo demás, su estructura similar a la del calpúlli rural…

VII.- La región o icniúhyotl de Calpótin, amistad de calpúllis

La región o icniúhyotl (grupo de amistad) de calpótin. Un grupo de calpótin icniúhtli (amigos, hermanos) ya rurales o urbanos, se aseveraban como señoríos regionales a su vez autónomos y autárquicos, tendiendo al frente de ellos una asamblea de representantes de loscalpótin llamadatecuhnechicólli, junta de señores, regida por un ciuhacóuatl, administrador, y un altépetl , pueblo, también llamado tlahtoáni, el que ordena, y el tecútli, señor, que era el ejecutor. Su organización, aunque similar a la del calpúlli, tenía mayor incrementó en cuanto al comercio, la industria, la educación, milicia, la ciencia y el arte. Constaba además de calpoltín urbanos en la cabecera y de calpoltín rurales, a lo que protegía y asociaba; generalmente tenían costumbres y derechos similares y sus jefes serán representantes y miembros del Consejo supremo de la Federación en el tlahtocanrchicólli, asamblea de gobernantes. Sus obligaciones respecto al Estado eran fundamentalmente en: prestar ayuda militar o de hombres de servicio en caso necesario; dar y pedir información de cuanto ocurriese; contribuir para el sostenimiento del gobierno en los términos estipulados en el momento de su incorporación a la Federación; no hacer tradición, ni pactar independientemente con otros Estados; no impedir la libertad de comercio, y, respetar las normas de su propia tradición, especialmente tratándose de la legitimidad de los gobernantes; a cambio de protección militar, ayuda económica en el intercambio de productos y en el reparto del botín de guerra, así como el del logro de privilegios y dignidades en el gobierno del Estado.

Tenían sus particulares gritos y sacerdotes, y a menudo gozaban en ciertas fiestas del derecho de revisar algunas funciones religiosas en las capitales de la Federación.

VIII.- Los tecúhyotl, el señorío

Los tecúyotl los señoríos dependientes del Estado, cuya organización era igual a la anterior, con la diferencia de que él tecúhtli, señor ejecutor, era puesto directamente por las autoridades supremas del Estado; supuesto no era electivo. Estos señoríos eran otorgados como premio o medida de ascenso en la jerarquía gubernamental; a menudo eran simples guarniciones militares diseminadas por los pueblos fronterizos para garantía de la paz; a la vez era un medio para adiestrar y probar a los futuros gobernantes en el ejercicio del poder. La casa de estos señores se llamaba teccálli, casa del señor, y estaba prohibido llamar la técpan, palacio. El tecútlli, señor, debía estar en constante relación y contacto con el gobierno supremo y ejecutar las órdenes recibidas del tlahtoáni, gobernante correspondiente, sea de México, Texcoco o Tlacópan.

IX.- El estado independiente hueytlatocáyotl

El estado independiente, hueytlahtocáyotl. Es un deseo interno el territorio particular, su gobierno e igual al regional (véase No. VII.-) del icniúhyotl de calpóltin. En el caso particular de México-Tenochtitlán en su organización tradicional constaba de siete grandes calpótin de los siguientes grupos: 1.- cihuatecpanéca, mujeres palaciegas, entre la gente palaciega de la administración; 3.- Los tlacochcálca, los de la casa de las jabalinas, el arsenal, cuyo símbolo era el ataúd de los tlahtoánis, gobernantes, que así se llamaba; 4.- Los huitznahuáca, los de la biznaga, los del sur, especialmente encargado de la educación; 5.- Los yopíca, los yopis, siendo principalmente por célebres; 6.- Los chalmeca, un libro de de piedras preciosas, comerciantes; 7.- Los itzquiteca, luz del país del esquite, maíz tostado, pulqueros encargados de la magueyera.

Éstos llevaban los siete nombres anteriores y los siguientes; 8.- los atempanéca, los de la ribera; 9.- Los tzonmolóa, cabeza del mueble, guardianes del juego. 10.- Los tlamatzínca, los que curan; 11.- Los moyocóuhaque, los comedidos; 12.- Los nonóalca, los establecidos en la tierra y milnahuáca, los de las milpas circundantes; 13.- Los cocohuaxoxóuhque, lo serpiente azul; 14.- Los aticpáque, los que están sobre el agua.

Cada uno de estos tlaxillacáltin, barrios pequeños, tenían su calpúlco, sentido del cargo público, con todas las características antes descritas: teocálli, templo; tlíllan tlapállan, donde se pinta, archivos, registros públicos, etc.

Cada año los píltin, principales, de cada parcialidad se reunieron en asamblea para elegir: un chinancáleh, encargado de mirar por las tierras de la parcialidad, que estaban fuera del lago; un téuhctli un juez encargado de resolver los conflictos internos de la parcialidad y daba cuenta diaria a los gobernantes de lo que ocurría, resolviendo los casos ya en su calpúlco o en el tlacxtítlan, juzgado, del técpan, palacio; y los centectlalixque encargados de vigilar cierto número de familias por grupos de 4,10, 20,40, 80, etc.

En cada parcialidad se elegía a un tecuhtlatóque, señor gobernante, miembro del Consejo supremo del Tlahtócan, lugar de los gobernantes, que regía los destinos del hueytlahtocáyotl, del Estado, sumando catroce: 12 miembros, los dos gobernantes: el ciuhacóatl, administrador, y él tlahtoáni, ejecutor.

Sobre esta organización tradicional, anterior a la fundación de la ciudad, al sedimentarse en México se adoptó la distribución clásica y de significado astronómica tradicional de planificación previa, y aún en esto se adelantaron a nuestros tiempos en que gracias a los estudios urbanísticos se ha llegado a la conclusión de la necesidad de ser dicha planificación previa; de ahí la explicación de la existencia de “planos reguladores” para remediar los errores de lo ya construido. Aquel sistema, lo podemos comprobar en las fuentes que hablan de la fundación de Cuautitlán, al pie de los árboles, Tóllan, el titular y colhuácan, donde vive los de abolengo; consistía en la distribución material de la ciudad en cuatro grandes sectores, llamados también huey calpótin, que para evitar confusión llamaré en cuarteles, que nos recuerdan los cuatro grandes fuerzas o potestades de su pensamiento, de su física y de su astronomía.

Estos cuarteles eran demarcados por dos líneas trazadas imaginariamente incluso sobre el medio del templo mayor, quedando cada cual frente a la esquina de la pirámide, cosa que podemos pensar en una cruz imaginaria formada más o menos por una línea que pasará por donde ahora son las calles de Argentina y seminario de norte a sur, y su intersección por otra que irá de las calles de Tacuba a Guatemala de poniente a oriente.

Llamábase los cuarteles: 1.- Técpan, palacio o Teópan, en lo supremo, o Xochimilco, lugar de los que cultivan flores, que después se llamó San Pablo, al sudeste del templo; 2.- Moyocoxcatítlan, lugar de los cometidos, estaba el sudeste del templo; después se llamó San Juan; 3.- Atzacuálco, donde está el de que de compuertas de agua, al noreste del templo; después se le nombró San Sebastián; y 4.- Cuepóhpan, sobre la calzada, o Tlaquenchiúhcan, donde hacen vestidos, después barrio de Santa María de la redonda, al noroeste.

Cada uno de estos grandes calpótin estaba territorialmente dividido en cinco pequeños calpótin, + 20, combinación matemática de aquellos otros factores, más el tiempo, símbolo de la vida; Quetzalcóhatl, el secundado por; y Páynal, el activo, en combinación con Xólotl, el deseo, poseedor de la vida humana, representado por el Tlahtócan, centro gubernamental. Respectivamente: la voluntad, la memoria, la inteligencia y la actividad mecánica en conjunción con el cuerpo humano y sus cinco sentidos. Los elementos de integración de la vida: Xiuhtecútli; EL FUEGO; Echecatecúhtli, el aire; Tláloc, el agua; y Cipactonal, el tiempo, en conjunción secundando a Cohuatlícue, la tierra. Asimismo consideraban la marcha del sol, las fases de la luna y el movimiento de los astros y estrellas en independencia regular, matemática y constante, con todo lo existente, rigiéndose cada chihua, integración, por sus propias leyes.

Tuvo que haber nacido en nuestros tiempos un Einstein para que con sus teorías del tiempo de la relatividad, llegáramos a comprender que en los anahuacas con mucho se habían adelantado la cultura de occidente.

El 20 era la cifra calendáricas del número de días del mes solar, número que con el 2,4, 5,9 y 13, son clave en la cultura del Anáhuac. Esta visión del estado difiere de la división tradicional que fundamentalmente era política, judicial, religiosa y educativa, de tendencias administrativas y consuetudinarias, pues obedecía más bien a un criterio a la vez litúrgico (acción pública), estético, urbanista, astronómico, gremial, fiscal y militar, con tendencias ejecutivas, como se verá después. Los nombres de estos 20 barrios son difíciles de determinar, por la confusión que reina en las fuentes, ya que, después de destruir totalmente la ciudad los invasores pusieron nombres de santos a profusión y sin ton ni son, reservándose para ellos toda la zona de palacios, donde hicieron la famosa “traza” a modo español, sin mayor consideración que sus particulares ambiciones, destruyendo los monumentos que quedaban, para hacer sus mansiones al estilo decadente español, el llamado “colonial”, y amontonaron y rechazaron a la población mexicana, a los lodazales y Lagunillas de las orillas de la ciudad.

Al centro de estos cuatro huey calpótin, cuarteles, estaba la ciudad gubernamental, con sus grandes edificios, sede del gobierno de México y de la Federación, lugar –digamos- neutro, de todos y de nadie, como Distrito Federal, corazón de la ciudad y de la Federación, denominado Tlathócan, lugar de gobernantes.

El recinto sagrado, cohuatenámitl, muro de serpientes, como cohuatepántli, bandera de víboras, de piedra esculpida con serpientes comiéndose una a otra, símbolo de la eternidad, formaba una muralla de cuatro, que contenían multitud de edificios en torno al hueyteocálli, templo mayor, en los que se ejercía, practicaba y estudiaba lo que para ellos era la quintaesencia del saber, de la vida y de la actividad humana.

En su conjunto era un enorme observatorio astronómico y Universidad, con muchas dependencias y altares: las habitaciones de los tlamateníme, sabios, y tlamacázaque, reverentes, en turno pues iban turnando por calpúlli, los servicios de los templos, porque con excepción de los jefes de jerarquías y de algunos que hacían voto por vida, el oficio mal llamado sacerdotal era temporal y seguía las mismas normas que cada calpúlli tenía para designar los servicios de cada uno de sus miembros, estableciéndose el orden rotativo y el tiempo que debía durar el servicio; un centro escolar, el hueytelpochcálli, la gran casa de jóvenes varones, fuese privilegiados o maceuáltin (para el ingreso en las escuelas no había distinción de clases sociales), anexo al tempo de Tezcatlipóca, espejo resplandeciente, símbolo de la memoria y de la juventud, a quien dedicaban los padres a sus hijos por devoción o por convenir así a sus intereses; generalmente en esta escuela central estudiaban los hijos de principales de las provincias; también estaba él Tlíllancalmécac, lugar de los escritos e hilera de casas. Universidad central, cerca del templo de Quetzalcóhatl, vulgarmente producido por “serpiente emplumada”, su significado esotérico es falo divino, símbolo de la fecundidad de la humana sabiduría, a quien también eran dedicados los hijos por devoción y en él estudiaba los hijos de los principales fuereños; dicho templo tenía como anexo el teatro. Había un edificio donde vivían las mujeres al servicio de los templos llamado cihuateocálli, templo de mujeres; patios para danza frente a los distintos templos; piedras calendáricas para determinar la cronología, los ciclos calendáricas, el curso de los astros, los eclipses, los periodos de lluvias, las heladas, los ciclos de la vegetación y de la vida animal y humana, lo tzompátli chicos, armazón desde calaveras, símbolo de sus victorias y testimonio de las ofrendas hechas a Tonátiuh, aquél que camina brillando como fuego, Irán recuperado de aquellos guerreros que moraban en la debilidad en el Tlatócan, lugar de Tláloc, el que está en la tierra…”

X.- la Federación de estados, hueytlahtocáyotl Icniúhyotl

Fraternidad de grandes estados. La federación tenía una estructura particular, pues aunque todos los Estados federados o anexados participasen en la autoridad suprema del Estado, enviando un representante al tlahtocanechicólli, junta de tlahtoanis, gobernantes, sin embargo, cada cual reconocía por cabecera a una de las tres capitales de la Federación, aunque las tres hubieran intervenido en la anexión, siguiendo para ello las normas de una antigua tradición había entre los antiguos señores y federaciones, y de acuerdo con ciertas costumbres y reglas tenía lógicas hasta ahora difíciles de desentrañar.

Treinta y ocho grandes señoríos regionales y las tres cabeceras con sus particulares señoríos, formaban la Federación. Los primeros intentaban por región, correspondiendo una quinta parte a Tlacopan, y el resto a la mitad a Tenochtitlán y la otra a Tetzxcóco, y en las segundas, cada pueblo y gremio tributaba a su respectiva cabecera. Desde el punto de vista militar no se podía hacer ninguna guerra sino por acuerdo mutuo, y desde el punto de vista político, la elección de los tlahtonani debía de ser propuesta a los otros dos y confirmada por ellos.

El gobierno de los tres Estados no era el de una simple confederación, sino el de una verdadera Federación, funciones propias correspondientes a cada una de las cabeceras. A Tenochtitlán correspondía la ejecución militar en todo el territorio, la dirección del comercio y correos, las grandes celebraciones de la liturgia oficial y en cuanto a gobierno, sólo de su propio señorío.

A Tetzcóco tocaba la dirección y ejecución de obras públicas en todo el territorio: caminos, presas, acueductos, al Barradas, edificios; llevar el archivo y registro de genealogías; convocar a juntas de sabios, generalmente en Teotihuacan, lugar de los poseedores de lo supremo; formular el derecho común de toda la federación; impartir justicia en casos complicados y en los conflictos dinásticos de los distintos señoríos.

Cada año se reunían en Teotihuacan, los sabios para determinar las fechas de fiestas del año, las cuales serán proclamadas por los tlahtoanis para la determinación del ciclo litúrgico, considerado las concurrencias y divergencias de los ciclos solar, lunar, vital, elíptico temporal y agrícola.

A Tlacópan, lugar de jarilla, incumbía la ejecución de monumentos, obras de arte, joyas e indumentaria y la organización de trabajadores al servicio de la federación. Además cada una de las secciones operaban con lo que fuera de su propia especialidad a solicitud de la federación (como entrega de piedras labradas, vigas, algodón, envío de animales raros, plantas y árboles, enanos y contrahechos, etc.).

Tal fue en suma, la organización territorial de los pueblos de Anáhuac.

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Tomado del Libro:

LOS GOBIERNOS SOCIALISTAS DE ANÁHUAC

Ignacio Romerovargas Yturbide.

México, 1978.

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Nota de Toltecáyotl:

Para darle el valor justo que merece esta importante obra, se debe mencionar que el pueblo mexica fue la última migración que llegó del Norte del Cem Anáhuac al Altiplano Central antes de la invasión europea. Se supone que llegaron a Chapultepec, en el Valle del Anáhuac, en el años de 1273. “No hablaban la lengua náhuatl, no tejían algodón y no sembraban maíz”, es decir, no poseían la Toltecáyotl. Pero inmediatamente iniciaron un periodo de aculturación tomando los remanentes de la Toltecáyotl que después de la partida de los venerables maestros en el año 850, se mantenían en el Cem Anáhuac.

En efecto, habían pasado más de cuatro siglos de decadencia después del llamado “Colapso del periodo Clásico Superior”, esto es, del abandono, por parte de los toltecas, de lo que hoy llamamos zonas arqueológicas y se instauró lo que los especialistas llaman “el estado o régimen Zuyuano”, entendido como el intento fallido, por varias culturas y diferentes líderes, por restablecer la unidad que lograron los toltecas a través de la Toltecáyotl, pero ahora por medio de las armas y alianzas políticas.

Los mexicas fundan Tenochtitlan en 1325, apenas 196 años antes de su destrucción, y durante muchos años fue una pequeña aldea tribal. Fue hasta 1440 con Moctezuma Ilhuicamina, que toma el poder y sobre todo, con las trasgresiones filosóficas religiosas a la Toltecáyotl realizadas por su Cihuacóatl Tlacaélel, como los mexicas comienzan a crear su doctrina de expansión imperialista-mixtico-guerrera que traicionó en esencia los valores espirituales de la Toltecáyotl.

De esta manera no solo las escuelas ancestrales se convirtieron en escuelas militares, sino la sociedad misma se “materializó” alejándose de la figura religiosa-filosófica tolteca de Quetzalcóatl y encumbrándose la figura religiosa-filosófica mexica de Huitzilopochtli. Los mexicas igual que los mixtecos, purépechas y mayas, en el periodo Postclásico, entre otros pueblos, pretendieron reconstruir la universalidad de los toltecas y la Toltecáyotl, pero por las armas.

Así pues, debe entenderse estos cambios que sufrieron algunos pueblos y por consiguiente, las modificaciones que le hicieron al antiguo orden social y a las instituciones, implantado por los toltecas en casi todos los pueblos civilizados del Cem Anáhuac durante más de diez siglos.

De esta manera, las minuciosas descripciones que nos hace el Dr. Igancio Romerovargas sobre las instituciones, procedimientos, métodos, etc., tienen un origen milenario, no fueron creaciones mexicas, sino que sufrieron una adaptación a la nueva ideología materialista, místico-guerrera de los mexicas. Por lo que debemos de tratar de re-interpretarlas en su sentido más clásico apegadas a la tradición tolteca. Esto es, más de carácter espiritual, no guerrera y profundamente biófila.

   

 

 

 

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