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LA META DE LA EDUCACIÓN ENTRE LOS NAHUAS. Miguel León Portilla

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Abundantes son ciertamente las fuentes de primera mano que nos hablan acerca de la Tlacahuapahualiztli o “arte de criar y educar a los hombres” en el mundo Anáhuac prehispánico2. Tanto es así que pudiere escribirse un libro aparte, en el que con auténtico sentido humanista podría reconstruirse –como lo hizo Jaeger respecto de la Paideia griega- la rica y profunda concepción del hombre implicada por la Tlacahuapahualiztli (arte de criar y educar a los hombres).3

Mas, ahora nuestro fin es sólo analizar algunos de los principales aspectos de este arte en agua de educar seres humanos para descubrir así uno de los más elevados objetivos del hombre náhuatl, considerado dinámicamente, sujeto creador.

Es decir que en todos los pueblos cultos, la educación es el medio de comunicar a los nuevos seres humanos la experiencia y la herencia intelectual de las generaciones anteriores, con el doble fin de capacitarlos y fortalecernos en el plano personal e incorporarlos eficazmente a la vida de la comunidad. Pues bien, así como en la Paidia de los griegos se acentuaba probablemente más el carácter personalista, así entre los nahuas, especialmente en el imperio azteca, se atendía de transferencia el segundo aspecto de la educación: el de la incorporación de los nuevos seres humanos a la vida y objetivos supremos de la comunidad. Esta idea, que pone de relieve el carácter comunitario de la Tlacahuapahualiztli, no debe, sin embargo, hacernos pensar en una absorción de la personalidad: rostro y corazón, por parte del grupo. Porque, en contra de esto encontramos el testimonio de los textos que vamos a estudiar y que expresamente hablan de una cabal formación del rostro y el corazón.

 

Lo único, pues, que debe destacarse, para comprender desde un principio los móviles nahuas en la educación es el interés demostrado por los dirigentes de la comunidad en incorporar desde luego al ser humano a la vida del grupo, en la que en adelante siempre tendrá que desempeñar un papel especial. Acertadamente expresa esta misma idea el padre José Acosta, cuyo parecer aduse ya Clavijero en su historia:

“Ninguna cosa, dice el padre Acosta, me ha admirado más ni parecido más digna de alabanza y memoria el cuidado del orden en criar a sus hijos tenían los mexicanos. En efecto, difícilmente se hallará nación que en un tiempo de subjetividad haya puesto mayor diligencia en este artículo de la mayor importancia para el estado”.4

Tomando en cuenta, empezaremos por tratar de la primera educación daban los niños en la casa paterna. Giraba ésta, ya desde sus comienzos, alrededor de la idea de fortaleza y control de sí mismos, y que de manera práctica y por vía de consejos se inculcaba en los niños. Así, el Códice Mendocino nos ilustra acerca de lo reducido de la ración alimenticia que se les daba, para enseñarles a controlar su apetito,5 al igual que sobre los primeros quehaceres de tipo doméstico, como los de acarrear agua o leña, en que eran ejercitados. Por lo que toca a los consejos paternos, es elocuente el siguiente texto de los informantes indígenas de Sahagún, en el que se describe la primera misión educadora del padre:

1.      “el padre de frentes: raíz y principio del linaje de hombres.

2.      Bueno es su corazón, recibe las cosas, compasivo, se preocupa, de él es la previsión, en apoyo, con sus manos protege.

3.      Creía, educa a los niños, los enseña, los amonesta, los enseña a vivir.

4.      Les pone delante un gran espejo, un espejo agujereado por ambos lados, una gruesa tea que no ahuma…”6.

Como podrá comprobarse, varias de las funciones que se asignan aquí al “padre de gentes” (te-ta) guardan una estrecha semejanza con algunos de los rasgos de la tlamatini en su visión de educador. Ya en la línea dos del texto que ahora citamos es descrito como un hombre de buen corazón (in qualli iyollo), revisión, sostén y protección de sus hijos. Pero es sobre todo en las líneas 3 y 4 donde aparece claramente la forma cómo desempeña su papel de educador en el hogar: no sólo criar a sus hijos, atendiendo al aspecto meramente biológico; su misión principal está en enseñarlos y a molestarlos. Y esta idea, que evoca la de largos discursos paternos dirigidos al hijo en diversas ocasiones, las encontramos repetida por la gran mayoría de los cronistas, que incluso han conservado en versión castellana varias de las que hoy llamaríamos exhortaciones morales.7 y como para dar mayor fuerza a la idea de que el padre es quien primero amonesta y enseña a sus hijos a conocerse y gobernarse a sí mismos, encontramos aquí la misma metáfora aplicada al tlamatini: el padre también “ les pone delante un gran espejo” para que aprendan a conocerse y hacerse dueños de sí mismos.

Son, pues, dos principios fundamentales los que guían la educación náhuatl impartiera ya desde el lugar: el del autocontrol por medio de una serie de privaciones a que debe acostumbrarse niño y el del conocimiento de sí mismo y de lo que debe llegar a ser, inculcado a base de repetir exhortaciones paternas.

Una segunda etapa en el proceso de la Tlacahuapahualiztli (“arte de criar y educar a los hombres”), se habría con entrada del niño a los centros de educación que llamaríamos públicos.

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Más, el punto fundamental es que todos los niños y jóvenes nahuas, sin excepción, acudirán a una u otra forma de escuela. Y como bien nota  Soustelle:

“Es admirable de que en esa época y en ese continente un pueblo indígena de América haya practicado la educación obligatoria para todos y que no hubiera un solo niño mexicano del siglo XVI, cualquiera que fuese su origen social, que estuviera privado de escuela”.15.

Tomando en cuenta y partiendo del hecho de que la forma más elevada de educación se transmitía en el Calmécac,vamos a presentar los textos que nos informan acerca del género de vida que allí se llevaba, así como del supremo ideal buscado. En 15 puntos divide a Sahagún las que designa como “costumbres que se guardaban en la casa que se llaman Calmécac”.16 Entre la serie de actos más importantes que formaban lo que hoy llamaríamos su “reglamento”, y que iban dirigidos a la formación y autocontrol del propio yo de los educandos, mencionaremos los siguientes:

“Barrían y limpiaban la casa todos a las cuatro de la mañana… los muchachos ya grandecillos iban a buscar puntas de maguey… y van a traer a cuestas, la leña del monte que era necesaria para quemar en la casa en cada noche…Cesaban del trabajo un poco tempranillo y luego iban derechos a su monasterio a entender en el servicio de los dioses y ejercicios de penitencia, y a bañarse primero… La comida que hacían la guisaba en la casa de Calmécac… A la puesta del sol comenzaban a aparejar las cosas necesarias… Cada media noche todos se levantaban a hacer oración y al que no se levantaba y despertaba, castigábanle punzándole las orejas, el pecho, muslos y piernas…”17

Y siguiendo con el capítulo de los castigos que se imponían a los soberbios, borrachos o amancebados, así como a los que incurrían en lo que se Sahagún llama “ culpa venial”, continúa la descripción de las prácticas llevadas a cabo en el Calmécac con la mención de los ayunos, para concluir con lo más importante de todo, la referencia expresa a la educación intelectual que allí se daba:

“Les enseñaban a los muchachos habla bien y a saludar y hacer reverencia… Les enseñaban todos los versos de cantos para cantar, que se llamaban cantos divinos, los cuales brazos estaban escritas en sus libros por caracteres… Y más, les enseñaban la astrología indiana y las interpretaciones de los años y la cuenta de los años…”18

Por eso los puntos mencionados en lo tocante a la enseñanza del tipo intelectual. Se trata ante todo de la forma de hablar y expresarse. El Códice Florentino menciona esto diciendo que “se les enseñaba cuidadosamente un buen lenguaje” (vel nemachiloia in qualli tlatolli).19 O sea, que en el plano intelectual comenzaba la educación por lo que hoy llamamos, siguiendo la terminología clásica, estudios de retórica. Y una prueba de que en éstos salían aprovechados los jóvenes que acudían al Calmécac la tenemos en los múltiples discursos conservados en los Huehuetatolli y en los textos de los indígenas informantes. De hecho, todo el libro sexto de la Historia de Sahagún es el mejor testimonio del in qualli tlatolli (buen lenguaje) aprendido por los antiguos alumnos del Calmécac. Y como otra confirmación de la notable diferencia que había entre esta forma culta o “noble” de hablar y la ordinaria del pueblo, nos encontramos también con que existían dos términos para distinguir estos distintos modos de expresión: macehuallatolli (forma de hablar del pueblo) y tepillatolli (lenguaje noble o cultivado).

Es el aspecto de la educación intelectual mencionado por Sahagún y corroborado por la mayoría de los cronistas, es el de la enseñanza de los cantares (cuícatl), así, especialmente de sus “cantos divinos” (teucuícatl), que según nota el Códice Florentino, “estaban inscritos en los códices (amoxxotoca).20 Contribuiría esto, quizá más que ninguna otra cosa, a imbuir a los momachtique (estudiantes) en las doctrinas religiosas y filosóficas nahuas que, como hemos visto, se expresaban siempre por el camino de la poesía: “flor y canto”. En relación con la enseñanza del aspecto intelectual de la cultura náhuatl, escribió Durán, conocedor de primera mano de las antiguallas de los antiguos mexicanos:

“Tenían ayos maestros prelados que les enseñaban y ejercitaban en todo género de artes militares, eclesiásticas y mecánicas y astrología por el conocimiento de las estrellas, de todo lo cual tenían grandes y hermosos libros de pinturas y caracteres de todas estas artes por donde las enseñaban. Tenían también los libros de su ley y doctrina ha sumado por donde los enseñaban, el hombre hasta que doctos y hábiles no nos dejasen salir sino ya hombres…”21

Junto con los cantares en los que se encerraban lo más elevado del pensamiento de los tlamatineme, eran instruidos los momachtique (estudiantes) en las artes de la cronología y astrología:

“Se les enseñaba el tonalpohualli –dice el Códice Florentino- el libro de los sueños (temicámatl) y el libro de los años (xiuhamatl).”22

Y para entrever siquiera los alcances de este último aspecto de la educación del Calmécac, es necesario recordar la variedad y complejidad de elementos que debían tomarse en cuenta para el manejo de sólo tonalámatl. Esto, al igual que los complicados cálculos matemáticos exigidos por sus concepciones astronómicas, pone de manifiesto una vez más lo que ya se dicho: que el pensamiento náhuatl había alcanzado el supremo claro de la fracción racional.23 Por esto, enseñando a los estudiantes los cantares, se les comunicaba “la flor y el canto” de su pensamiento filosófico y adiestrándolos en el conocimiento y manejo de sus sistemas cronológico-astronómicos, eran familiarizados con la rigidez del pensamiento matemático.

Ya esta doble formación del pensar, se añadía –como lo señala expresamente el texto citado del Códice Florentino- la enseñanza de la historia contenida en sus Xiuhámatl (libros o códices de años), en las que como nota Garibay, “se anotaban la fecha, el hecho y las circunstancias de él”, a base de pinturas y signos numéricos.24 Como sobre la concepción náhuatl de la historia vamos a tratar con mayor amplitud en este mismo capítulo, aquí destacamos tan sólo el hecho de que la enseñanza de los acontecimientos pasados contenidos en los Xiuhámatl, formaba parte de la educación intelectual de los mahuas.

En esta forma es como los tlamatinime cumplían su misión de “hacer sabios los rostros ajenos”.25 Y si recordamos, lo dicho acerca de la serie de actos o “costumbres” exteriores guardadas en el Calmécac, veremos que su inflexible rigidez, lo que pudiera llegar a describirse como dureza, iba precisamente dirigida a la reciedumbre al aspecto dinámico de la personalidad: al corazón. Por medio de esa serie de actos y penitencia disciplinadas, se forjaba él “querer humano”, capaz de controlarse a sí mismo. Parece, pues, que lo que buscaban los tlamatinime con su educación en los Calmécac era perfeccionarla personalidad de sus discípulos en sus dos aspectos fundamentales: dando sabiduría los rostros y firmeza los corazones.26

Tal era la meta, profundamente humanista, a la que pretendían llegar los tlamatinime en su educación. Y que con frecuencia llegaban alcanzarla, bastantes para hacer a cualquier pueblo sentirse orgulloso de sí mismo, como las de Itzcóatl, Tlacaélel, motecuhzoma Ilhuicamina, Cuitláhuac, Cuauhtémoc, ejemplos de corazón recio; y las que se distinguen sobre todo por su “rostro sabio”, como Netzahualcóyotl y su hijo Nezahualpilli acerca del cual puede deducirse, por vía de ejemplo, lo que escribió Torquemada:…

El segundo texto a que se aludió antes, para confirmar lo dicho acerca del ideal educativo de los magos, proviene del Códice Florentino y se refiere a las cualidades que debía tener los que van a ser elegidos como Sumos Pontífices, “Sacerdotes de nuestro Señor” (Tótec tlamacazqui) Quetzalcóatl y “Sacerdotes de Tláloc” (Tláloc tlamacazqui) Quetzalcóatl:

“aún cuando fuera pobre un miserable, aún cuando su madre y su padre fueran los pobres de los pobres… no se veía su linaje, sólo se atendía su género de vida… a la pureza de su corazón, a su corazón bueno y humana… a su corazón firme… se decía que tenía a Dios en su corazón, que era sabio en las cosas de Dios…”29

Este era el supremo ideal humano al que se dirigía la Tlacahuapahuliztli (“arte en aguas de criar y educar hombres”). Pasando por encima de toda diferencia social: “no se veía su linaje” (amo tlacanecáiotl motta) se fijaban en lo más elevado del hombre, su persona: “su corazón bueno, humano y firme” (in qualli yiollo, in tlapaccaihiovani, in iollótel) y si se traslucía que “tenía a Dios en su corazón” (téutl yiollo) y que era “sabios las cosas divinas” (in tlateumatini), era elegido por sacerdote supremo y recibir el título de Quetzalcóatl, símbolo náhuatl del saber y del origen de todo lo bueno que abarca el término Toltecáyotl, entendiendo abstracta y colectivamente a la vez: la Toltequidad.

Tomado del libro: “LA FILOSOFÍA NAHUATL” de Miguel León Portilla. Páginas 221 a 230. UNAM, México. 1966

 

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